Espejo de Monografías

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ISSN: 2660-4213 Número 10, año 2023. URL: espejodemonografias.comunicacionsocial.es


monografías de acceso abierto open access monographs


ISBN 978-84-17600-63-1


El debate público en la red: polarización, consenso y discursos del odio (2022)

Enrique Arroyas Langa, Pedro Luis Pérez-Díaz, Marta Pérez-Escolar (editores)


Separata Capítulo 1

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Título del Capítulo

«La grieta: polarización ideológica y afectiva en el debate político español»

Autoría

Manuel A. Egea Medrano Antonio Garrido Rubia

Cómo citar este Capítulo

Egea Medrano, M.A; Garrido Rubia, A. (2022): «La grieta: polarización ideológica y afectiva en el debate político español». En Arroyas Langa, E.; Pérez-Díaz, P.L.; Pérez-

Escolar, Marta (eds.), El debate público en la red: polarización, consenso y discursos del odio. Salamanca: Comunicación Social Ediciones y Publicaciones. ISBN: 978-84-17600-63-1

D.O.I.:

https://doi.org/10.52495/c1.emcs.10.p96


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El libro El debate público en la red: polarización, consenso y discursos del odio está integrado en la colección «Periodística» de Comunicación Social Ediciones y Publicaciones.


La confrontación forma parte de la política; es el nudo alrededor del cual se articula la competencia entre los partidos encargados de cana- lizar las alternativas ideológicas de los votantes. Ahora bien, cuando el conflicto se basa en identidades básicas, en mensajes simplistas y en visiones maniqueas de la realidad y del adversario, el fenómeno de la polarización se extiende en la sociedad, los discursos del odio hacen acto de presencia impulsando la exclusión política y social, y los consensos básicos saltan por los aires —así, queda eclipsado el necesario debate constructivo propio de las democracias, y éstas se debilitan hasta extremos peligrosos.

En este contexto, El debate público en la red: polarización, consenso y discursos del odio aborda los siguientes asuntos:

—las responsabilidades del liderazgo político y periodístico en la ca- lidad del debate;

—la dimensión ideológica de la polarización en un contexto de frag- mentación política, desafección y crisis de la democracia represen- tativa liberal;

—el discurso político y periodístico como factor de polarización con especial atención a las redes sociales digitales;

—las nuevas tendencias periodísticas de verificación de datos o como instrumento para el consenso en la esfera pública digital.

En palabras de Silvio Waisbord «los capítulos aquí reunidos ofrecen ideas para entender el problema y discutir formas de superación o mejoramiento de la polarización. Si se espera que un buen libro ayu- de a entender problemas y dispare nuevas preguntas, este volumen cumple con creces. Traza lineamientos de investigación, identifica problemas y tendencias, y deja abiertos interrogantes para futuros trabajos.»


Sumario


Prólogo, por Silvio Waisbord 9

  1. La grieta: polarización ideológica y afectiva en el debate político español,

    por Manuel A. Egea Medrano; Antonio Garrido Rubia 13

    Introducción 13

    1. La polarización ideológica en España 14

    2. La polarización afectiva 16

      1. Conceptualización 16

      2. Investigación y medición en Estados Unidos 18

      3. Relación entre polarización ideológica y afectiva 20

    3. La polarización afectiva en España 21

      1. Antecedentes y estudios 21

      2. Polarización afectiva hacia los partidos políticos 23

      3. Polarización afectiva hacia los líderes políticos 28

    4. Conclusiones 29

      Bibliografía 30

  2. Los populismos como ideologías de la polarización en el declive de la democracia liberal,

    por Enrique Arroyas Langa 33

    Introducción 33

    1. Liberalismo: señas de identidad y primeros desafíos 35

    2. Los grandes enemigos de la democracia liberal: fascismo

      y comunismo 38

    3. La seducción del autoritarismo 41

    4. El peligro del populismo hoy: antipluralismo y exclusión 43

    5. Conclusiones 48

      Bibliografía 49

  3. La polarización discursiva como estrategia de comunicación en las cuentas de líderes y partidos políticos en Twitter,

    por Juan Antonio Marín-Albaladejo 51

    Introducción 51

    1. La raíz estratégica de la polarización en redes sociales 53

    2. Polarización y retórica maniquea 59

    3. Mecanismos discursivos polarizadores 62

    4. Conclusión 65

      Bibliografía 66

  4. La cultura de la verificación periodística frente a

    la desinformación digital y sus efectos polarizadores,

    por Pedro Luis Pérez-Díaz 69

    Introducción 69

    1. Las tribulaciones de una verdad incómoda 70

    2. El auge de una cultura de la verificación periodística 73

    3. Las contranarrativas de la verdad en entornos digitales 76

      1. Determinar si se ha alcanzado el punto de inflexión ... 76

      2. Emplear una amplificación estratégica 76

      3. Verificar con efectividad 77

      4. Profundizar en el contexto 78

      5. Elegir el lenguaje idóneo 79

      6. Ofrecer emparedados de verdad 80

      7. Visualizar los datos disponibles 80

      8. Rectificar con diligencia 81

    4. Los efectos polarizadores de la desinformación 82

    5. Conclusiones 84

      Bibliografía 85

  5. El desmentido como instrumento para mejorar

    la calidad del debate público en el escenario digital,

    por Marta Pérez-Escolar; Paula Herrero-Diz 89

    Introducción 89

    1. Identificando al enemigo: la desinformación y

      la ‘misinformación’ 92

    2. El desmentido: estructura y estilo informativo 97

    3. ¿Y ahora qué? Orientaciones para futuros periodistas verificadores 102

    4. Conclusiones 105

      Bibliografía 106

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      Sumario

  6. El medio es el mensaje y el canal es el masaje: intentos de ges- tión de la polarización y los discursos del odio en Twitter,

    por José Manuel Noguera-Vivo 109

    Introducción 109

    1. Consumo incidental: informarse mientras hacíamos

      otra cosa 114

    2. Cambios sistémicos de Twitter en los últimos años 117

    3. Conclusiones 123

      Bibliografía 125

  7. Antídotos contra la epidemia desinformativa. Hacia un estado de la cuestión en la lucha contra la desinformación en España,

    por Beatriz Correyero-Ruiz; Antonio José Baladrón-Pazos 127

    Introducción 127

    1. Las soluciones europeas a la desinformación 131

    2. Marco institucional y normativo contra la desinformación

      en España 132

      1. Las iniciativas del Partido Popular 132

    3. Hacia un marco institucional y normativo 134

    4. El apoyo de la sociedad civil 141

    5. Conclusiones 141

      Bibliografía 143

  8. Liderazgo político, soberanía digital y desplataformización en tiempos de pandemia,

    por Pablo S. Blesa Aledo 145

    1. Infodemia y gula informativa 147

    2. La infoesfera: la irrupción en la dieta informativa

      de ingestas digitales 149

    3. Posverdad, fake news y teorías conspirativas 150

      1. Sandeces y posverdad 151

      2. Fake news y teorías conspirativas 152

    4. La soberanía digital 153

      1. Los gigantes tecnológicos asumen la soberanía

        digital 154

        1. Trump, la mentira es una estrategia

          de comunicación efectiva 155

        2. La dudosa legitimidad desplataformizadora

          de las tecnológicas 157

          4.2. Las cuestionables leyes reguladoras constrictivas

          de los Estados 158

    5. Periodismo de calidad en la era de los populismos,

la posverdad y la infodemia 160

Bibliografía 161

1.

La grieta: polarización ideológica y afectiva

en el debate político español


Manuel A. Egea Medrano

Universidad Católica de Murcia (UCAM)

[maegea@ucam.edu]


Antonio Garrido Rubia

Universidad de Murcia (UMU)

[agarrido@um.es]


Introducción

España no ha escapado al surgimiento de nuevos escenarios políticos caracterizados por la no disposición de los ciudada- nos a sacrificar sus inclinaciones ideológicas en aras de un bien común (Hetherington; Rudolph, 2015), que han creado grie- tas o brechas en democracias consolidadas y devenido en pola- rización política y social. De ahí la «incomodidad» del expresi- dente Felipe González al admitir que España está «abriendo su propia grieta» a causa de una «política de bloques» donde los discursos dominantes están en los extremos y no en el centro (citado en Nius Diario, 2019).

Las democracias con brechas políticas (o grietas) tienden a experimentar procesos de polarización surgidos, en gene- ral, por el contraste de opiniones sobre temas fundamentales que los partidos plantean y comunican estratégicamente. Esta polarización suele considerarse como un fenómeno negativo, pues «cuando una sociedad está dividida en torno a temas fun- damentales, la polarización puede socavar el funcionamiento de la democracia» (Simón, 2021: 3). Sin embargo, cierto grado de polarización también sirve para identificar posiciones polí- ticas, pues clarifica las políticas que eligen los votantes en las elecciones y, por tanto, hace a los ciudadanos conscientes de


las distintas alternativas, favorece el voto ideológico e incluso aumenta la capacidad de respuesta de los partidos. Sea como sea, la cuestión es que la brecha política en España ha devenido en una polarización evidente (Orriols; León, 2020). Hasta el Gobierno así lo admite en su Proyecto de Estrategia de Acción Exterior 2021-2024, al subrayar su preocupación por «la pro- gresiva erosión [...] de la convivencia política y social, marcada por una creciente crispación y polarización y un cuestiona- miento del modelo de organización territorial» (Gobierno de España, 2021: 32). En efecto, la polarización en nuestro país tuvo su despegue más visible en 2015 con el colapso del siste- ma bipartidista (Orriols; León, 2020; Simón, 2021), llegó a su pico más alto en las elecciones de noviembre de 2019 (Simón, 2021) y abarca hasta la formación, a comienzos de 2020, del gobierno de coalición en minoría entre PSOE y Unidas Pode- mos (Orriols; León, 2020).


  1. La polarización ideológica en España

    En una investigación realizada tras las elecciones de 2011 se apuntaba ya que España tenía, como singularidad, una elevada polarización ideológica, y eso pese a que el pluralismo de su sistema de partidos era muy moderado, casi bipartidista o de un «bipartidismo imperfecto», como algunos observadores lo calificaban. La distancia entre las formaciones más extremas era entonces de 5,42 puntos, teniendo como referencia a PP (7,89) e IU (2,47), por su carácter de partidos nacionales.

    Mediante índices como los de Taylor-Herman o Dalton, ponderados para evitar el sesgo que introducían en la medida convencional los partidos extremos de escasa importancia y peso en el sistema político, los resultados también mostraban una notable polarización política. En el caso de los índices que ponderan en relación con la fuerza política de cada partido en el Parlamento, como Taylor-Herman o Knutsen, España se movía entre 3,83 para el primero y 1,84 para el segundo. Pa- rece evidente concluir que la distancia ideológica ponderada es


    menor que la correspondiente al cálculo de la polarización sin ponderación, pues los partidos más opuestos o distantes entre sí tienen un peso específico diferente. En cualquier caso, un ín- dice no ponderado de 5,42 o ponderado de 3,83 identifica un escenario electoral conflictivo ideológicamente, pues la polari- zación Taylor-Herman, típica de un sistema bipartidista, suele moverse en torno a 1,4 o 1,5 mientras la polarización Knutsen puede estar entre 1,1 y 1,2 debido a su dinámica centrípeta.

    En cuanto al índice Dalton, que pondera las posiciones ideológicas de los partidos según su resultado electoral, España estaba entonces en el 4,41. Esto, comparativamente, suponía una mayor polarización que los clásicos sistemas de pluralismo moderado, como Alemania (2,70), Francia (3,29), los países nórdicos (Dinamarca, 3,57; Noruega, 3,75; Suecia, 4,07; e incluso Finlandia, 2,85) o los más fragmentados (Holanda, 3,64; o Israel, 3,87). Tan sólo algunas de las nuevas democra- cias del este europeo presentaban índices superiores entonces, constatando una mayor polarización de sus sistemas políticos: República Checa (5,43), Hungría (5,85) o Polonia (4,92). Por supuesto, los datos de polarización de los clásicos sistemas bi- partidistas eran netamente inferiores: Australia (1,96), Canadá (2,06), Estados Unidos (2,43), Reino Unido (2,37), etc. Aun- que, como señala Dalton (2008: 908), pese a que «parece lógi- co asumir que los sistemas de partidos con un mayor número de partidos también tienden a ser más polarizados… la po- larización puede variar casi independientemente del número de partidos». Esta elevada polarización ideológica ya suponía, hace una década, una anomalía española entre el conjunto de democracias de nuestro entorno.

    La aplicación del índice Dalton a lo largo de un periodo más extenso (Figura 1), entre 1990 y 2020, muestra que la pola- rización ideológica ha aumentado en España en las últimas convocatorias electorales y que, desde el final de la larga etapa de bipartidismo imperfecto, ha alcanzado en las elecciones ge- nerales de 2015-2016 y 2019 los niveles más altos del período democrático, con un crecimiento constante y progresivo: de 4,11 en 2004 a 4,41 en 2011 y 5,47 en diciembre de 2019. Lo


    Figura 1. Polarización ideológica en España (1989-2020).

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    Fuente: Elaboración propia a partir de datos de Rodríguez Teruel (2021).


    mismo sucede si se utiliza el índice Dalton para votantes, en lugar de sobre los partidos, que registra un incremento igual de constante: 2,89 en 2004, 3,42 en 2011 y 3,90 en diciembre

    de 2019.

    Por supuesto, si se usa el índice Dalton sobre votantes, es decir, sobre el autoposicionamiento de los electores, la polari- zación ideológica española no resulta tan elevada como cuando se utiliza, como es habitual, la basada en las percepciones de los votantes sobre las posiciones de los partidos. Por su parte, el índice Lupu, que mide la heterogeneidad ideológica entre los partidos según la percepción de los ciudadanos, apenas registra un ligero aumento en todo el periodo: de 2,85 en 2011 a 3,04 en diciembre de 2019 (Rodríguez, 2021: 12).

  2. La polarización afectiva

    1. Conceptualización

      Dado que en algunas de nuestras democracias se han afian- zado ciertas grietas entre los principales partidos o bloques políticos, en el análisis se han ido introduciendo distintos con-


      ceptos relacionados con la polarización afectiva. Esto hace que debamos distinguirla de conceptos que pueden parecer simila- res o análogos pero que no lo son, como la polarización ideoló- gica, el partidismo negativo o la brecha de percepción. Por eso cabe contextualizar el análisis de la polarización afectiva en el más amplio estudio de las distintas dimensiones de estas grie- tas políticas, y no identificar grieta con polarización afectiva, pues ésta es sólo una de sus posibles manifestaciones. Un país concreto puede tener una grieta o brecha simultánea de polari- zación, de identificación partidista o de percepción, o bien una brecha exclusivamente en alguna o algunas de estas dimensio- nes, sin llegar a alcanzar un nivel semejante en las otras. Esto significa que pueden darse casos de alta polarización ideológica y baja polarización afectiva, de reducida polarización afectiva y elevado partidismo negativo, de escasa polarización afectiva en un entorno de alta brecha de percepción, etc. De ahí que, en primer término, sea necesario conseguir la mayor precisión posible en la identificación de cada una de estas dimensiones y sus posibles indicadores y, en lo que aquí concierne, en la polarización afectiva. Cabe pues deslindar conceptualmente la polarización afectiva de las otras dimensiones o niveles de las brechas (o grietas) políticas, subrayando lo que no es polariza- ción afectiva:

      1. Polarización afectiva no es polarización ideológica, pues ambas aluden a fenómenos distintos: la segunda se refiere a la percepción de los ciudadanos sobre la distancia exis- tente en la escala ideológica entre los diferentes partidos, en particular aquéllos en las posiciones más extremas; y la primera tiene un claro componente emotivo, al aludir a la distancia entre el afecto que sentimos hacia quienes com- parten nuestras ideas y posiciones políticas, y el rechazo que nos generan los seguidores y simpatizantes de partidos que defienden ideas y posiciones opuestas.

      2. La polarización afectiva no es partidismo negativo: el se- gundo supone un abierto rechazo de los electores a votar por ciertas opciones políticas y se asocia, pues, a la pro- babilidad de voto; la polarización afectiva se sitúa más en


        el ámbito de las emociones y de la adhesión sentimen- tal de los partidarios hacia ciertos grupos o formaciones políticas; es decir, un alto grado de partidismo negativo, entendido como un elevado rechazo hacia ciertas opcio- nes políticas, no es sinónimo forzosamente de que exista una gran brecha o distancia entre comunidades políticas, si no se expresa simultáneamente una elevada identifi- cación con el partido propio. Así, puede suceder que «a una proporción creciente» de votantes «les disgusta más el partido opositor de lo que les gusta su propio partido» (Abramowitz; Webster, 2016: 21).

      3. La polarización afectiva no es análoga tampoco a la detección de una brecha de percepción: ésta implica que los votantes tienen impresiones erróneas o falsas sobre las opiniones de los votantes y seguidores de otros partidos políticos.

      En resumen, la polarización afectiva constituye una catego- ría analítica distintiva, distinguible de conceptos con los que comparte algunos aspectos en común y ciertas relaciones que se explorarán empíricamente en futuros trabajos. Esta polari- zación implica una rotunda aversión hacia el adversario que degenera en discursos de deslegitimación hacia los rivales: los ciudadanos están más «preocupados por lo que piensan sobre los demás que por lo que conforma sus propias creencias cen- trales» (Abramowitz; Webster, 2016: 21).

    2. Investigación y medición en Estados Unidos

      Los estudios sobre polarización política tienen gran tradi- ción en EEUU, en particular desde una dimensión ideológica y en torno a temas que polarizan al público de masas, como el cambio climático, la inmigración o las políticas sobre armas de fuego. Sin embargo, la persistente polarización en aquel electorado y la entrada de nuevos elementos han hecho a los investigadores superar la dimensión ideológica para centrarse en una afectiva. Esta polarización ya era evidente en los años de Obama: en un análisis comparado a partir de los datos del


      CSES, Reiljan (2020) sostiene que en EEUU, si bien la pola- rización ideológica se mantuvo en niveles reducidos, la pola- rización afectiva se agudizó de un modo muy acusado entre 2008 y 2012 (Tablas 1 y 2). En el índice Reiljan de polari- zación afectiva, el score aumenta de 3,97 en 2008 a 4,80 en 2012. Por una parte, el afecto o la adhesión hacia el partido propio aumenta tanto entre los demócratas (de 8,10 en 2008 a 8,25 en 2012) como entre los republicanos (de 7,03 en 2008 a 7,34 en 2012). Por la otra, el rechazo a los adversarios tam- bién aumenta: el afecto de los demócratas por los republicanos desciende de 3,46 en 2008 a 3,09 en 2012, mientras que el de los republicanos por los demócratas baja, más bruscamente in- cluso, por las políticas de Obama, de 3,91 a 2,91, en el mismo periodo.

      Tabla 1. Matriz de polarización afectiva en EEUU en 2008 (CSES).


      Partido

      Voto (%)

      Demócrata

      Republicano

      Demócrata

      53,2

      8,10

      3,46

      Republicano

      42,6

      3,91

      7,03

      API score (índice Reiljan de polarización afectiva): 3,97

      Fuente: Reiljan (2020).


      Tabla 2. Matriz de polarización afectiva en EEUU en 2012 (CSES).


      Partido

      Voto (%)

      Demócrata

      Republicano

      Demócrata

      48,8

      8,25

      3,09

      Republicano

      47,6

      2,91

      7,34

      API score (índice Reiljan de polarización afectiva): 4,80

      Fuente: Reiljan (2020).


      Aunque la polarización se agudizó entre 2016 y 2020 con la presidencia de Donald Trump, su presencia en este país era anterior a Trump, quien sólo fue otro síntoma de la polari- zación afectiva ya instalada en la nación. Para West e Iyengar (2020), el aumento de la polarización afectiva obedece a que el partidismo ya no indica sólo las preferencias políticas, sino


      que se ha convertido en una importante identidad social que fortalece la polarización. Así, mientras las identidades parti- distas e ideológicas se alinean cada vez más, otras identidades sociales prominentes como la raza, la religión o el lugar de origen también convergen con el partidismo (Iyengar et al., 2019).

      Otra de las causas del entorno polarizado está en un contex- to mediático donde proliferan los canales de noticias orienta- dos hacia uno u otro espectro político (Lelkes et al., 2017): las noticias partidistas activan las identidades partidistas y, por ende, sentimientos hacia los partidos políticos que pueden po- larizar a los norteamericanos (Iyengar et al., 2019: 135), pero también las campañas y los anuncios políticos (Sood; Iyengar 2016), en especial la publicidad negativa, tienen efectos fuertes sobre la polarización afectiva.

    3. Relación entre polarización ideológica y afectiva

      Existen distintos estudios internacionales que muestran una relación entre polarización ideológica y polarización afectiva (Webster; Abramowitz, 2017). Así, para Orriols y León (2020:

      12) hay una relación positiva entre ambos tipos de polariza- ción, de forma que «cuanto mayor es la polarización ideológica de los partidos (medida como la distancia en las posiciones ideológicas percibidas por los votantes), mayor polarización afectiva». Dado el gran interés que ambos tipos de polariza- ción generan para la política española, el inevitable debate res- pecto a su relación sigue abierto; por ejemplo, con cuestiones sobre si siempre hay una relación positiva entre ambas, o qué relaciones de causalidad existen entre polarización ideológica y afectiva. Se trata de cuestiones de difícil respuesta, dada la falta de datos adecuados para estudiar la polarización afectiva; no obstante, el estudio pionero de Orriols y León (2020) plantea sugerentes respuestas a partir de estrategias alternativas para su medición empírica.

      Por otra parte, cabe recordar que no en todos los países se da, de modo simultáneo, una elevada polarización ideológica


      y afectiva, como sí sucede en Grecia, o una reducida polariza- ción de ambos tipos, como en Alemania. Otras combinaciones son posibles (Reiljan, 2020): por ejemplo, en EEUU, que es el caso paradigmático, se combina una elevada polarización afec- tiva con una baja polarización ideológica. Lo mismo, aunque en sentido inverso, se puede afirmar de Francia, donde una reducida polarización afectiva se une a una alta polarización ideológica.

  3. La polarización afectiva en España

    1. Antecedentes y estudios

      Si en Estados Unidos la investigación sobre la polarización afectiva es reciente, más lo es su estudio aplicado a España por la falta de datos derivados de encuestas elaboradas por el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), un vacío que busca completar la I Encuesta Nacional del Polarización del CEMOP en 2021;1 y también porque los investigadores elec- torales han dado, hasta ahora, más importancia a la polariza- ción ideológica (Garrido et al., 2021).

      En general, los investigadores suelen coincidir en otorgar a España niveles muy elevados de polarización afectiva (Garrido et al., 2021). Gidron y otros (2020) apuntan a España como el país del mundo con mayor polarización afectiva, y así lo re- frendan los nuevos índices desarrollados por los expertos para medirla (Reiljan, 2020; Wagner, 2021): en el grupo de países con mayor polarización afectiva estarían España y Grecia; con una polarización afectiva elevada, EEUU, Gran Bretaña, Aus- tralia, Nueva Zelanda, Canadá, Francia, Austria o Portugal; con un nivel medio, Alemania, Suecia, Dinamarca, Suiza o Israel; y con uno bajo, Holanda, Finlandia, Noruega, Irlanda o Islandia.


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      1 Trabajo realizado por el CEMOP (Centro de Estudios Murcianos de Opinión Pública), los Departamentos de Ciencia Política y Sociología de la Universidad de Murcia y el Equipo de Investigación POLGAP.


      Como recientemente han señalado Miller y Torcal (2020), a partir de los datos sobre sentimientos hacia líderes en di- versas encuestas internacionales (CNEP, CSES o E-DEM), la polarización afectiva ya estaba instalada desde 2008 en España (Figura 2), momento en el que alcanza los niveles más altos de toda la serie (4,77), unos niveles que volvieron a alcanzarse du- rante las elecciones de 2015 (4,61), pero que se redujeron pro- gresivamente (4,28 en 2019). Orriols y León (2020) aplican, asimismo, la probabilidad de voto y la valoración de los líderes políticos como medidas alternativas para mesurar la animad- versión entre electores de los distintos partidos, concluyendo también que esta animadversión entre votantes se inició du- rante la presidencia de Rodríguez Zapatero (2004-2011), si bien la polarización se intensificó con el cambio de sistema de partidos, a partir de 2015, y con el final del sistema biparti- dista de alternancia entre PSOE y PP. Como muestra la Figura 2, si bien la polarización era muy alta dentro del bloque de la izquierda, se redujo drásticamente tras la moción de censura a Mariano Rajoy y el inicio de la cooperación entre PSOE y Podemos. En cambio, dentro del bloque de la derecha, la po- larización interna era más reducida, pero sufrió un incremento con la aparición de Vox en 2019.

      Según Orriols (2021: 7):

      Todo indica que los sentimientos de afecto y rechazo en la política española se estructuran cada vez menos en términos de trincheras partidistas y más en términos de trincheras ideológi- cas. Las afinidades con los partidos del mismo bando parecen aumentar a la par que crece la animadversión hacia los partidos de la otra orilla ideológica.


      Sin duda, la polarización española «es menos de carácter partidista que de bloques ideológicos, de modo que hay un aumento de las afinidades con los votantes de los partidos del propio bloque y, simultáneamente, de la aversión o animad- versión a los electores de los partidos del bloque opuesto» (Ga- rrido et al., 2021: 277).


      Figura 2. Polarización afectiva general y dentro de cada bloque en España.

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      Fuente: Orriols (2021: 7).


    2. Polarización afectiva hacia los partidos políticos

      Como sucede con el caso de Estados Unidos, en España el fenómeno de la polarización afectiva no es nuevo, sino que ya estaba instalado en el sistema político durante «los años de la crispación» (Orriols, 2021: 6), en la etapa de Rodríguez Za- patero. Esta afirmación la confirman los propios datos com- parados: así, en 2008 la polarización en España ya era muy alta: la polarización ideológica combinada, por ejemplo, era de 4,07; esta polarización era de 4,65, en el índice Dalton, con datos de ubicación (oferta) y 3,48 con datos de autou- bicación (demanda). En cuanto a la polarización afectiva, la matriz de afectos y rechazos partidistas en España en 2008 se recoge en la Tabla 2.


      Tabla 2. Matriz de polarización afectiva en España, 2008 (CSES).


      Partido

      Voto (%)

      PSOE

      PP

      CiU

      EAJ- PNV

      ERC

      IU

      BNG

      CC- PNC

      UPyD

      PSOE

      43,9

      7,32

      2,10

      2,91

      2,06

      1,99

      4,26

      2,69

      2,94

      3,60

      PP

      39,9

      2,03

      7,45

      1,91

      1,06

      0,82

      1,13

      1,23

      1,98

      3,65

      CiU

      3,0

      4,55

      1,91

      6,67

      4,00

      2,80

      3,14

      2,92

      3,60

      2,25

      EAJ-PNV

      1,2

      4,94

      1,41

      4,53

      7,56

      4,62

      4,71

      4,43

      4,93

      3,21

      ERC

      1,1

      4,93

      0,22

      4,00

      4,75

      6,85

      3,81

      4,62

      3,33

      0,50

      IU

      3,8

      5,34

      1,16

      2,52

      2,27

      3,02

      7,00

      2,86

      2,39

      2,33

      BNG

      0,8

      5,36

      0,82

      3,25

      2,13

      3,25

      4,64

      6,91

      3,29

      3,88

      CC-PNC

      0,7

      2,50

      1,50

      1,00

      0,50

      1,00

      0,50

      1,00

      4,50

      1,00

      UPyD

      1,2

      4,25

      4,25

      1,70

      0,90

      0,91

      2,75

      1,00

      2,14

      6,82

      API score (índice Reiljan de polarización afectiva): 5,02

      Fuente: Reiljan (2020).


      Como se comprueba, en este momento existía en España un afecto muy acusado de los ciudadanos hacia el partido propio: la valoración era muy alta en todos los casos, desde 7,45 para el PP al 7,32 del PSOE o 7,00 para IU. Asimismo, había un agu- do rechazo hacia los adversarios: los votantes socialistas valora- ban escasamente con un 2,10 al PP y los populares valoraban con 2,03 al PSOE. Los datos muestran que el rechazo al rival era más intenso en el entonces «cuasi-bipartidismo» o «bipar- tidismo imperfecto» español que en el perfecto bipartidismo norteamericano. Con estos resultados, el nivel de polarización afectiva en España era muy elevado: 5,00 según el índice Reil- jan; un valor más alto que la polarización afectiva medida por el mismo índice en Estados Unidos (3,97) en 2008. Esta ma- triz de 2008 es importante para apreciar cómo se ha producido la evolución de la polarización afectiva en España. Si en 2008, el sentimiento de afecto hacia el partido propio y el sentimien- to de rechazo hacia el partido rival era elevado, en apenas una década, con la crisis económica, la corrupción y la grave crisis


      política del bipartidismo, el cambio del sistema de partidos y la aparición de nuevas formaciones políticas, esta fotografía se ha modificado.

      En el estudio a partir de la Primera Encuesta Nacional de Polarización, efectuada por el CEMOP, se preguntó directa- mente a los ciudadanos por los sentimientos que les despiertan los diferentes partidos políticos mediante la siguiente fórmula:

      En España existen diversos partidos políticos que represen- tan las distintas sensibilidades de la población. En una escala del 0 al 10, donde 0 significa que respecto a ese partido tiene sentimientos de «antipatía y rechazo» y 10 significa que tiene sentimientos de «simpatía y adhesión», ¿cuáles son sus senti- mientos respecto de los siguientes partidos políticos que le voy a nombrar? (Garrido et al., 2021: 30).


      La evolución que reflejan los datos en la polarización afectiva en España supone cierto cambio cualitativo en la situación. Para empezar, el índice Reiljan para España se reduce hasta 3,96, un índice similar al presentado por EEUU en 2008 y con un resultado muy similar al de Orriols y León (2020: 9), que miden la polarización a partir de la valoración de líderes y no como probabilidad de voto, pues midiendo a partir de la valoración de líderes el índice Reiljan es 4,1. Según este in- dicador, globalmente se reduce la distancia entre el afecto al partido propio y el rechazo a los partidos ajenos. Sin embargo, este efecto es consecuencia de una reducción en el sentimiento de afecto o de adhesión al partido propio. Dados los escánda- los de corrupción y la grave crisis económica a partir de 2008, la deslegitimación de los dos principales partidos del sistema, PSOE y PP, reduce notablemente el afecto de sus simpatizan- tes por ambos. Así, los socialistas ven reducida la adhesión de sus partidarios de 7,8 en 2008 a 5,85 en 2021, y lo mismo aunque menos abruptamente ocurre con el PP, que cae de 7,45 en 2008 a 6,49 en 2021.

      En cambio, el sentimiento de rechazo de los partidarios de ambas formaciones hacia sus rivales no aumenta, sino que se


      reduce. Así, los socialistas han pasado de valorar escasamente al PP con 2,10 en 2008 a valorarlo con 2,68, un porcentaje muy bajo aún, pero superior al de hace una década. Lo mismo se puede afirmar sobre los partidarios del PP, que pasan de va- lorar al PSOE con 2,03 en 2008 a 3,19 en 2021, un aumento positivo bastante significativo. Inevitablemente, la llegada de partidos más radicales en los extremos del espectro político, como Podemos y Vox, ha tendido a moderar la imagen que de los socialistas y los populares tenían sus partidarios: ahora los populares valoran con un 0,73 a Podemos, y los socialistas con un 0,85 a Vox, en el límite del rechazo y la animadversión más absoluta a ambas formaciones.

      Tabla 3. Matriz de polarización afectiva hacia los partidos en España según voto más simpatía, 2021 (CEMOP).


      Voto + simpatía

      PP

      PSOE

      Vox

      Ciudada- nos

      U.

      Podemos

      EH-

      Bildu

      ERC

      PNV

      JxC

      PP

      6,49

      3,19

      4,02

      3,27

      0,73

      0,42

      0,65

      1,57

      0,79

      PSOE

      2,68

      5,85

      0,85

      3,03

      3,53

      1,83

      2,13

      2,97

      1,79

      Vox

      4,68

      1,27

      7,31

      2,35

      0,32

      0,11

      0,17

      0,60

      0,26

      Ciudadanos

      3,92

      3,57

      2,51

      5,09

      1,70

      0,89

      1,01

      2,42

      0,88

      U. Podemos

      1,44

      4,95

      0,24

      2,04

      7,21

      4,48

      4,82

      4,26

      3,51

      EH-Bildu

      0,50

      3,75

      0,00

      0,25

      4,25

      7,25

      6,50

      5,75

      3,75

      ERC

      1,85

      4,30

      0,64

      1,45

      4,73

      5,19

      8,33

      6,34

      6,45

      PNV

      2,28

      5,00

      0,11

      1,89

      3,33

      4,28

      4,50

      6,39

      3,72

      JxC

      1,47

      3,47

      0,53

      0,87

      3,47

      4,27

      5,40

      4,57

      6,80

      API score (índice Reiljan de polarización afectiva): 3,96

      Fuente: Garrido et al. (2021: 31).


      En consecuencia, la reducción global de la polarización afec- tiva en España durante la última década se explica por la si- multánea combinación de la reducción en los afectos hacia el partido propio y el aumento en la estima hacia los adversarios principales.


      Un análisis separado requiere la constatación de que la polí- tica española en el nuevo escenario abierto desde 2015 parece haberse orientado hacia una polarización afectiva de bloques, confirmando la impresión y preocupación de Felipe Gonzá- lez sobre el «bloquismo» como la versión española de la grieta argentina. Este «bloquismo» o polarización afectiva entre blo- ques se aprecia en la valoración positiva de los partidarios de

      U. Podemos hacia el PSOE (4,95), incluso no tan alejada de la valoración de los propios socialistas hacia su partido (5,85), y recíprocamente en relación con los sentimientos de los socia- listas hacia U. Podemos (3,53). Lo mismo podría decirse, pero en menor medida, del sentimiento de los votantes de Vox ha- cia el PP (4,68) y los del PP hacia Vox (4,02). De este bloquis- mo parece escapar Ciudadanos, cuyos partidarios no tienen un sentimiento muy distinto hacia el PSOE (3,57) y hacia el PP (3,92), y tampoco el partido suscita un gran rechazo por los partidarios de PP y PSOE.

      La Tabla 3 muestra los sentimientos afectivos de los elec- torados hacia los distintos partidos políticos. Por ejemplo, que la afectividad a ERC (8,33) es la mayor entre las distin- tas formaciones políticas, siendo los partidos situados en los extremos del continuum ideológico los que reflejan mayores niveles de adhesión: 7,31 en el caso de Vox; 7,21 en el de Po- demos; o 7,25 en el de EH-Bildu. En cambio, la afectividad hacia Ciudadanos es la más baja (5,09), junto al PSOE (5,85). En niveles similares están PP (6,49) y PNV (6,39) respecto a sus simpatizantes. Conviene también subrayar el eje territorial como un elemento de distinción en el seno de la polarización afectiva:

      En términos generales, los electores de partidos de ámbito es- tatal muestran mayor simpatía hacia aquellos partidos de la misma arena, aunque sean contrarios en el espectro ideológico, que hacia partidos nacionalistas con los que, a priori, se pueda tener mayor afinidad ideológica. Lo mismo sucede a la inversa: los electores de partidos de ámbito no estatal muestran una mayor simpatía hacia partidos de la misma arena, aunque sean


      contrarios en el espectro ideológico, que hacia partidos de ám- bito estatal con los que puedan compartir espacio ideológico (Garrido et al., 2021: 30-31).


    3. Polarización afectiva hacia los líderes políticos

      En el análisis de Orriols y León (2021), a partir de la valo- ración de los líderes políticos, se planteaba que la polarización afectiva se había intensificado con el cambio en el sistema de partidos de 2015. Es cierto que la valoración de líderes no es un indicador que se sitúe en el ámbito emocional, ya que no es equivalente al sentimiento hacia el liderazgo y ni siquiera es confianza hacia los líderes, por lo que podría ser dudoso para medir la polarización afectiva hacia los dirigentes políticos. Sin embargo, los resultados de su análisis se acercan a los obteni- dos midiendo expresamente el ámbito emocional, los afectos, las adhesiones y rechazos a los diferentes líderes. En el estudio empírico realizado en 2021 para esta investigación, se pregun- tó a los ciudadanos lo siguiente: «De nuevo usando una escala del 0 al 10, donde 0 representa sentimientos de antipatía y rechazo y 10 sentimientos de simpatía y adhesión, ¿cuáles son sus sentimientos respecto de estos líderes políticos?» (Garrido et al., 2021: 33).

      Los resultados obtenidos apuntan a que, de nuevo, usando el índice Reiljan, la polarización afectiva en el nivel de las éli- tes políticas es menor (3,44) que hacia los partidos (3,96). En términos agregados, los electores manifiestan sentir un mayor afecto hacia los partidos que hacia los líderes. No obstante, las diferencias sólo son significativas en dos casos: en primer lugar, en el caso del dirigente popular, Pablo Casado, que goza de una cierta brecha de simpatía entre el electorado popular respecto al afecto que suscita el propio partido (5,37 en el caso del líder y 6,49 en el caso del PP); en segundo lugar, en el de Pablo Iglesias, dirigente de U. Podemos hasta su dimisión en 2021, cuya adhesión era menor (6,42) que la que suscitaba su propio partido (7,21). El afecto hacia el resto de dirigentes políticos es similar al que generan sus propios partidos, aun


      siendo en todos los casos menor la adhesión o simpatía hacia los líderes que hacia sus formaciones políticas.

      Tabla 4. Matriz de polarización afectiva hacia los líderes políticos en Espa- ña, 2021 (CEMOP).


      Pablo Casado

      Pedro Sánchez

      Santiago Abascal

      Inés Arrimadas

      Pablo Iglesias

      PP

      5,37

      2,37

      4,13

      3,14

      0,59

      PSOE

      2,62

      5,54

      1,01

      3,38

      2,91

      Vox

      3,78

      0,97

      7,16

      2,23

      0,26

      Ciudadanos

      3,27

      2,96

      2,51

      4,79

      1,12

      Podemos

      1,53

      5,07

      0,39

      2,81

      6,42

      API score (índice Reiljan de polarización afectiva): 3,44

      Fuente: Garrido et al. (2021: 33).


      El sentimiento de rechazo hacia los líderes políticos presen- ta rasgos similares al que generan los partidos. Los socialistas valoran a Casado con un 2,62, similar al 2,68 que les suscita el PP. En el caso de los populares, el rechazo a Sánchez es, incluso, más claro, con un 2,37 que contrasta con el 3,19 que obtiene el PSOE. Como es previsible, los mayores rechazos para los partidarios de Vox los suscitan tanto Pablo Iglesias (0,26) como Pedro Sánchez (0,97) y, para los simpatizantes de Podemos, Santiago Abascal (0,39) y Pablo Casado (1,53). De nuevo, se observa que los sentimientos de afecto y rechazo se estructuran en términos de bloques partidistas, con ciertas afinidades hacia los partidos del mismo bando o bloque: los simpatizantes de Podemos valoran positivamente a Sánchez (5,07); al igual que los de Vox, aunque en bastante menor me- dida, valoran a Pablo Casado (3,78).


  4. Conclusiones

El perfil de la polarización afectiva española actual se asemeja al de los países donde el afecto por el partido propio es medio,


con tendencia a reducirse, incluso, en los últimos años, pero el rechazo y la animadversión a los rivales y adversarios son muy altos. Esto diferencia la España actual de países con un perfil de polarización afectiva distinto, ya sea alto en los afec- tos y rechazos (Grecia), o alto en los afectos pero bajo en los rechazos (Alemania). Esta conclusión implicaría que la brecha española es más bien producto de otras dimensiones —como el partidismo negativo y la brecha de percepción— que de la polarización afectiva. El análisis de estos dos componentes de la brecha política española requeriría un estudio separado y monográfico, que excede los objetivos y los límites del presente capítulo (véase Crespo et al., 2021).

En segundo lugar, se ha mostrado que existe una menor po- larización afectiva hacia los líderes que hacia los partidos, con- firmando que la adhesión de los ciudadanos hacia los líderes y las élites políticas es inferior en España, un aspecto en el que nuestro país parece diferir de las tendencias estudiadas en otros contextos.

Debido a las limitaciones de nuestro análisis, no hemos exten- dido el estudio a las distintas variables sociodemográficas que han mostrado una cierta variación en los niveles de polarización afectiva en función del sexo, la edad, los estudios, la religión o la percepción de la situación política. Una pauta reiterada, tan- to en la polarización afectiva hacia los partidos como hacia los líderes, ha sido la de unos índices de polarización más elevada entre las mujeres que entre los hombres y también una mayor polarización a medida que la edad es más avanzada, con los índices más altos a medida que aumenta la edad, especialmente en los grupos de personas mayores (Garrido et al., 2021).


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