Espejo de Monografías

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ISSN: 2660-4213 Número 10, año 2023. URL: espejodemonografias.comunicacionsocial.es


monografías de acceso abierto open access monographs


ISBN 978-84-17600-63-1


El debate público en la red: polarización, consenso y discursos del odio (2022)

Enrique Arroyas Langa, Pedro Luis Pérez-Díaz, Marta Pérez-Escolar (editores)


Separata Capítulo 3

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Título del Capítulo

«La polarización discursiva como estra- tegia de comunicación en las cuentas de líderes y partidos políticos en Twitter»

Autoría

Juan Antonio Marín-Albaladejo

Cómo citar este Capítulo

Marín-Albaladejo, J.A. (2022): «La polarización discursiva como estrategia de comunicación en las cuentas de líderes y partidos políticos en Twitter». En Arroyas Langa, E.; Pérez-Díaz, P.L.; Pérez-Escolar, Marta (eds.), El debate público en la red: polarización, consenso y discursos del odio. Salamanca: Comunicación Social Ediciones y Publicaciones. ISBN: 978-84-17600-63-1

D.O.I.:

https://doi.org/10.52495/c3.emcs.10.p96

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El libro El debate público en la red: polarización, consenso y discursos del odio está integrado en la colección «Periodística» de Comunicación Social Ediciones y Publicaciones.


La confrontación forma parte de la política; es el nudo alrededor del cual se articula la competencia entre los partidos encargados de cana- lizar las alternativas ideológicas de los votantes. Ahora bien, cuando el conflicto se basa en identidades básicas, en mensajes simplistas y en visiones maniqueas de la realidad y del adversario, el fenómeno de la polarización se extiende en la sociedad, los discursos del odio hacen acto de presencia impulsando la exclusión política y social, y los consensos básicos saltan por los aires —así, queda eclipsado el necesario debate constructivo propio de las democracias, y éstas se debilitan hasta extremos peligrosos.

En este contexto, El debate público en la red: polarización, consenso y discursos del odio aborda los siguientes asuntos:

—las responsabilidades del liderazgo político y periodístico en la ca- lidad del debate;

—la dimensión ideológica de la polarización en un contexto de frag- mentación política, desafección y crisis de la democracia represen- tativa liberal;

—el discurso político y periodístico como factor de polarización con especial atención a las redes sociales digitales;

—las nuevas tendencias periodísticas de verificación de datos o como instrumento para el consenso en la esfera pública digital.

En palabras de Silvio Waisbord «los capítulos aquí reunidos ofrecen ideas para entender el problema y discutir formas de superación o mejoramiento de la polarización. Si se espera que un buen libro ayu- de a entender problemas y dispare nuevas preguntas, este volumen cumple con creces. Traza lineamientos de investigación, identifica problemas y tendencias, y deja abiertos interrogantes para futuros trabajos.»


Sumario


Prólogo, por Silvio Waisbord 9

  1. La grieta: polarización ideológica y afectiva en el debate político español,

    por Manuel A. Egea Medrano; Antonio Garrido Rubia 13

    Introducción 13

    1. La polarización ideológica en España 14

    2. La polarización afectiva 16

      1. Conceptualización 16

      2. Investigación y medición en Estados Unidos 18

      3. Relación entre polarización ideológica y afectiva 20

    3. La polarización afectiva en España 21

      1. Antecedentes y estudios 21

      2. Polarización afectiva hacia los partidos políticos 23

      3. Polarización afectiva hacia los líderes políticos 28

    4. Conclusiones 29

      Bibliografía 30

  2. Los populismos como ideologías de la polarización en el declive de la democracia liberal,

    por Enrique Arroyas Langa 33

    Introducción 33

    1. Liberalismo: señas de identidad y primeros desafíos 35

    2. Los grandes enemigos de la democracia liberal: fascismo

      y comunismo 38

    3. La seducción del autoritarismo 41

    4. El peligro del populismo hoy: antipluralismo y exclusión 43

    5. Conclusiones 48

      Bibliografía 49

  3. La polarización discursiva como estrategia de comunicación en las cuentas de líderes y partidos políticos en Twitter,

    por Juan Antonio Marín-Albaladejo 51

    Introducción 51

    1. La raíz estratégica de la polarización en redes sociales 53

    2. Polarización y retórica maniquea 59

    3. Mecanismos discursivos polarizadores 62

    4. Conclusión 65

      Bibliografía 66

  4. La cultura de la verificación periodística frente a

    la desinformación digital y sus efectos polarizadores,

    por Pedro Luis Pérez-Díaz 69

    Introducción 69

    1. Las tribulaciones de una verdad incómoda 70

    2. El auge de una cultura de la verificación periodística 73

    3. Las contranarrativas de la verdad en entornos digitales 76

      1. Determinar si se ha alcanzado el punto de inflexión ... 76

      2. Emplear una amplificación estratégica 76

      3. Verificar con efectividad 77

      4. Profundizar en el contexto 78

      5. Elegir el lenguaje idóneo 79

      6. Ofrecer emparedados de verdad 80

      7. Visualizar los datos disponibles 80

      8. Rectificar con diligencia 81

    4. Los efectos polarizadores de la desinformación 82

    5. Conclusiones 84

      Bibliografía 85

  5. El desmentido como instrumento para mejorar

    la calidad del debate público en el escenario digital,

    por Marta Pérez-Escolar; Paula Herrero-Diz 89

    Introducción 89

    1. Identificando al enemigo: la desinformación y

      la ‘misinformación’ 92

    2. El desmentido: estructura y estilo informativo 97

    3. ¿Y ahora qué? Orientaciones para futuros periodistas verificadores 102

    4. Conclusiones 105

      Bibliografía 106

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      Sumario

  6. El medio es el mensaje y el canal es el masaje: intentos de ges- tión de la polarización y los discursos del odio en Twitter,

    por José Manuel Noguera-Vivo 109

    Introducción 109

    1. Consumo incidental: informarse mientras hacíamos

      otra cosa 114

    2. Cambios sistémicos de Twitter en los últimos años 117

    3. Conclusiones 123

      Bibliografía 125

  7. Antídotos contra la epidemia desinformativa. Hacia un estado de la cuestión en la lucha contra la desinformación en España,

    por Beatriz Correyero-Ruiz; Antonio José Baladrón-Pazos 127

    Introducción 127

    1. Las soluciones europeas a la desinformación 131

    2. Marco institucional y normativo contra la desinformación

      en España 132

      1. Las iniciativas del Partido Popular 132

    3. Hacia un marco institucional y normativo 134

    4. El apoyo de la sociedad civil 141

    5. Conclusiones 141

      Bibliografía 143

  8. Liderazgo político, soberanía digital y desplataformización en tiempos de pandemia,

    por Pablo S. Blesa Aledo 145

    1. Infodemia y gula informativa 147

    2. La infoesfera: la irrupción en la dieta informativa

      de ingestas digitales 149

    3. Posverdad, fake news y teorías conspirativas 150

      1. Sandeces y posverdad 151

      2. Fake news y teorías conspirativas 152

    4. La soberanía digital 153

      1. Los gigantes tecnológicos asumen la soberanía

        digital 154

        1. Trump, la mentira es una estrategia

          de comunicación efectiva 155

        2. La dudosa legitimidad desplataformizadora

          de las tecnológicas 157

          4.2. Las cuestionables leyes reguladoras constrictivas

          de los Estados 158

    5. Periodismo de calidad en la era de los populismos,

la posverdad y la infodemia 160

Bibliografía 161

3.

La polarización discursiva como estrategia de comunicación en las cuentas de líderes y

partidos políticos en Twitter


Juan Antonio Marín-Albaladejo

Universidad Católica de Murcia (UCAM)

[jmalbaladejo@ucam.edu]


Introducción

«Sobrerrepresenta las polémicas y los discursos de odio, te acaba casi convenciendo de que la humanidad es mala, des- confiada, egoísta». La alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, ex- plicaba de este modo, en 2021, los motivos que la llevaban a abandonar de forma indefinida Twitter y a seguir «en otras redes menos polarizadas y menos aceleradas». En enero y abril del mismo año, la red social limitó de forma temporal la cuen- ta de Vox por «conductas de incitación al odio», al sancionar diferentes mensajes en los que esta formación relacionaba in- migración y delincuencia. Un año antes, Twitter ya suspendió la cuenta del partido por identificar al PSOE con la promoción de «la pederastia». Tras el asalto al Parlamento por parte de un grupo de seguidores de Donald Trump, la plataforma tomó medidas más drásticas contra el expresidente estadounidense y cerró su cuenta definitivamente para evitar el riesgo de que éste pudiese incitar a la violencia. En España, pocos meses después, el portavoz de Unidas Podemos Pablo Echenique, uno de los diputados cuyas publicaciones suelen generar más polémica, borró casi todos sus tuits anteriores —al igual que ya hizo a finales de 2019—. Todos estos casos pueden ser presentados como muestras de la importancia que han adquirido los dis- cursos antagonistas y hostiles en Twitter, y de las controversias que generan en el debate público los mensajes en internet de determinados políticos y partidos.


Así pues, la percepción de las redes sociales, en sus oríge- nes, como un espacio de diálogo e intercambio de ideas ha ido dando paso a una visión creciente de éstas como una esfera en la que prevalecen el ruido, el linchamiento y los ataques al adversario (Arias Maldonado, 2016). En este escenario las cuentas de los partidos y de sus representantes adquieren un papel trascendental, de forma que los comportamientos en sus perfiles constituyen uno de los vectores de la polarización que se genera en el debate online sobre determinados temas. Aun- que algunos estudios han concluido que, en líneas generales, los mensajes tóxicos, caracterizados por un lenguaje ofensivo e irrespetuoso, son minoritarios en las publicaciones de los car- gos públicos españoles (Guerrero-Solé; Philippe, 2020), se ha observado también que los tuits que critican o atacan a los rivales tienen una presencia muy significativa en las cuentas de los líderes (Marín-Albaladejo; Figueira, 2022).

Con todo, la responsabilidad de la sentimentalización y ne- gatividad de la conversación política no se puede achacar ex- clusivamente a las acciones de las élites. Como muestra de ello, los mensajes que consiguen un mayor número de retuits y ‘me gusta’ por parte de los usuarios suelen ser aquéllos que em- plean una retórica más agresiva y polarizadora (Álvarez, 2021). Además, diversas investigaciones del Reuters Institute llevadas a cabo en distintos países han puesto de manifiesto que los tuits que mencionan a políticos presentan una mayor tenden- cia a contener elementos tóxicos (Majó-Vázquez et al., 2020) y que, a su vez, el nivel de toxicidad de estas publicaciones se correlaciona directamente con su viralidad y la cantidad de interacciones que provocan (Molins, 2021).

La elevada visibilidad y circulación de los mensajes que utilizan un tono radical o tratan de exacerbar las emociones se puede vincular estrechamente con las consecuencias de la fragmentación mediática y con el éxito de las estrategias de polarización. Como señala Waisbord (2020: 249): «En la co- municación mediatizada actual, apelar a discursos polarizan- tes tiene rédito, ya sea en términos de audiencia y publicidad como así también de compensaciones simbólicas en platafor-


mas digitales —seguidores, popularidad, relevancia—». La proliferación de medios de todo tipo, junto con la multipli- cación de nichos de públicos que esto conlleva y los ciclos acelerados de difusión en el ecosistema comunicativo, acarrea una lucha constante por la atención que, como dice Salmon (2019: 255), «favorece una lógica del enfrentamiento». Desde esta perspectiva, podemos concluir que la radicalización de los discursos políticos y mediáticos y la búsqueda de la confron- tación se ven premiadas en un mercado informativo saturado en el que determinados actores tratan de poner el foco en la exaltación de las diferencias para lograr generar así un mayor impacto de forma continua.


  1. La raíz estratégica de la polarización en redes sociales

    La personalización de las campañas contribuye a que los mensajes tengan una creciente orientación a desacreditar al rival. De ahí que la demonización del adversario se haya ex- tendido como práctica habitual y se conciba como una de las estrategias más eficaces en términos electorales. En este senti- do, tras analizar 109 comicios celebrados durante las anteriores seis décadas en España y en otras trece democracias europeas, Garzia y Ferreira da Silva (2021: 3) confirmaron «la tendencia, cada vez mayor, a que la elección de un partido por parte de los votantes esté determinada por sus evaluaciones negativas hacia los líderes de otros partidos». Además, los datos de este estudio mostraron un incremento importante del fenómeno en el tiempo, que coincide también con la caída generalizada de las valoraciones de los dirigentes en las encuestas. Los auto- res atribuyen estos resultados al aumento de las campañas de estilo negativo, que se basan en fuertes ataques a la imagen y credibilidad del contrario y estimulan el rechazo social hacia los oponentes.

    Este componente estratégico de la polarización también se refleja en la utilización de cuentas automatizadas (bots) para propagar discursos inflamatorios. Las máquinas representan


    un porcentaje no desdeñable de los perfiles que operan en Twi- tter —entre un 9% y un 15%— (Varol et al., 2017), y juegan un papel fundamental en la difusión de propaganda y desin- formación (Caldarelli et al., 2020).

    La propia red social ha alertado en varias ocasiones de que España se encuentra entre el grupo de países donde las cuentas falsas relacionadas con determinados partidos u organizacio- nes estatales tienen una intensa actividad. En concreto, Twi- tter informó de la eliminación de un importante número de perfiles, asociados a formaciones como Esquerra Republicana de Catalunya en 2018 y el Partido Popular en 2019, que esta- ban dedicados a manipular la conversación con el bombardeo masivo de mensajes o retuits. Igualmente, en septiembre de 2019, Facebook comunicó la supresión de 100 cuentas falsas de esta plataforma y de Instagram por el mismo motivo. Estos usuarios, además de incrementar la visibilidad de las publica- ciones de otros perfiles, incluían entre sus mensajes ataques a rivales. Asimismo, los análisis expuestos en el blog vinculado a la cuenta @BotsPoliticosNo muestran que los aumentos re- pentinos de seguidores artificiales se producen de forma asidua en los perfiles de representantes de múltiples partidos.

    También podemos atribuir una especie de comportamiento automático a los activistas de las formaciones que tienden a actuar de forma coordinada e intervienen en las dinámicas po- larizadoras que se manifiestan en las redes. Estos perfiles, con la ayuda de otros usuarios muy politizados, movilizan hashtags, alimentan la presencia de determinados temas y reproducen de forma continua las críticas destructivas a los adversarios. Si además los mensajes generan burlas, controversia o contesta- ción, éstos obtienen mayores posibilidades de convertirse en trending topic y, por consiguiente, de lograr aún más atención en la red (Andrino; Pérez-Colomé, 2020).

    De igual modo, determinados perfiles falsos manejados por los equipos de los partidos se emplean para disfrazar mensajes hostiles hacia los oponentes políticos como manifestaciones propias de ciudadanos corrientes. Como ponen de manifiesto Bulut y Yörük (2017: 4106) en un trabajo realizado en Tur-


    quía, estos ‘ejércitos’ de trolls suelen desempeñar un rol rele- vante a la hora de alimentar las estrategias populistas con tuits que difunden conspiraciones y «discursos de demonización y victimización». A todo ello se suman también los discursos proyectados en los perfiles oficiales de los partidos en los que se reproducen esquemas antagonistas que representan a los ri- vales, por ejemplo, como «enemigos del pueblo» o «traidores a la nación».

    Todos estos tipos de cuentas ligadas a actores políticos pue- den contribuir a distorsionar la percepción sobre el grado de polarización existente en la sociedad y en el debate público. De hecho, en general, Twitter no es un mapa fidedigno de las opiniones y actitudes del conjunto de la ciudadanía, ya que en la plataforma tienen una presencia más activa los usuarios con fuertes sesgos ideológicos y deseos de participación política (Waisbord, 2020). Por ejemplo, según datos del Pew Research Center (2020), en Estados Unidos el 10% de los tuiteros pu- blican el 92% del total de los tuits y tienden a postear sobre política con mayor frecuencia, mientras que la mayoría de los perfiles en esta red registra una escasa actividad.

    No obstante, cuando las referencias al adversario son adere- zadas frecuentemente con representaciones negativas, insultos, términos ofensivos o discursos de odio, la conversación se su- merge de forma profunda en la sentimentalidad y puede tener incidencia en el crecimiento de la polarización afectiva. Este tipo de polarización no depende necesariamente del incremen- to de la distancia ideológica entre los grupos sociales, sino que se encuentra determinada por el antagonismo emocional y su manifestación en el tono y lenguaje de los discursos (Iyengar; Westwood, 2015).

    Lo cierto es que las redes parecen generar algún tipo de efec- to en los mecanismos de percepción selectiva que se produ- cen en el ecosistema digital y suponen un incentivo para las estrategias divisivas de las élites. La controversia en la discu- sión académica sobre este aspecto reside en cómo se vincula directamente el desarrollo de las posiciones polarizadas con el uso de las plataformas digitales. Trabajos como los de Sun-


    stein (2017) postulan que la polarización se debe a las ‘cámaras de eco’ que se dan como consecuencia del incremento de las posibilidades que tienen los ciudadanos de poder exponerse sólo a contenidos que confirman sus ideas y prejuicios. Den- tro de esta perspectiva se hallan también las teorías sobre los ‘filtros burbuja’ provocados por la exposición, en cierto modo involuntaria, a noticias y mensajes que los algoritmos ajustan a intereses y patrones personalizados de consumo previo de información (Pariser, 2017).

    Sin embargo, investigaciones recientes ponen en duda que la mayoría de los usuarios queden atrapados en nichos digitales de información filtrada, y advierten de que los individuos más polarizados suelen consumir más noticias y tener un mayor in- terés por asuntos políticos (Cardenal et al., 2019; Guess et al., 2018). Incluso algunos estudios concluyen que el contacto en Twitter con los mensajes emitidos por líderes y organizaciones de ideologías opuestas, lejos de atenuar las posturas, lo que hace es reforzar las posiciones de las personas con orientacio- nes políticas muy definidas (Bail et al., 2018).

    Otro enfoque relaciona la polarización con el aprovecha- miento estratégico que determinados individuos hacen de los recursos expresivos que consiguen captar una mayor atención y con el uso continuo de un lenguaje moralizante que fomenta la indignación en la red (Pérez Zafrilla, 2021). En este sentido, Brady y otros (2020) argumentan que las características de las herramientas sociales intensifican las inclinaciones psicológi- cas de las personas a atender más a los contenidos que expresan emociones morales, al otorgarles mayor visibilidad a éstos, así como a actuar de acuerdo con sus identidades de grupo. Las plataformas tratan así de maximizar el tiempo que los ciudada- nos pasan en ellas, mientras que los líderes exageran sus críticas a los adversarios y utilizan encuadres morales que se activan con términos emocionales para ganar reputación e influencia entre sus colectivos ideológicos. En este contexto, los usuarios tienen más posibilidades de percibir amenazas a su identidad grupal como consecuencia tanto de los mensajes exacerbados de cuentas afines que alertan sobre las acciones y personalidad


    de determinados dirigentes como de los ataques lanzados por líderes de ideología contraria. Además, la retroalimentación constante (en forma de número de seguidores, comentarios, ‘me gusta’, comparticiones, etc.), las posibilidades de respuesta rápida y el anonimato que ofrecen las redes incentivan la «ex- presión de emociones morales» tales como indignación, des- precio o condena (Brady et al., 2020: 1000).

    Por consiguiente, las espirales de confrontación en la red responden principalmente a motivaciones estratégicas y emo- cionales como los sentimientos de adhesión identitaria, la ga- nancia de notoriedad en un entorno de saturación informativa y de discursos, o la mejora de la propia reputación dentro de los grupos de referencia (Brady et al., 2020). De modo que, como afirma Pérez Zafrilla (2021), conviene distinguir entre las situaciones de polarización real y fenómenos comunicativos como, por ejemplo, los «discursos incendiarios» o los «lincha- mientos virtuales», que obstaculizan el debate y crean una «po- larización artificial». Este tipo de comportamientos estimulan una impresión distorsionada de las divisiones existentes en la sociedad y contribuyen a que se perciba como más polarizados, sobre todo, a los actores de ideología opuesta (Levendunsky; Malhotra, 2016).

    El problema aquí es el estilo que puede establecerse con el tiempo como guía de uso para tratar de ejercer influencia en este escenario, especialmente «si los individuos están integra- dos en redes sociales online en las que las normas de comuni- cación son más propensas a tolerar las agresiones y el lenguaje extremo en lugar de la reflexión profunda» (Brady et al., 2020: 989). Con todo, el incremento de expresiones fuertemente emocionales también puede tener importantes repercusiones en el mundo offline, como propiciar climas de hostilidad o vio- lencia, denigrar la imagen del adversario o dificultar el diálogo para la consecución de consensos democráticos, entre otras.

    Sea uno u otro el impacto de las tecnologías sobre el fenóme- no, la preocupación acerca del incremento de la polarización se ha extendido durante los últimos años. A nivel global, la brecha se ensancha y afecta tanto a las posiciones sobre los


    asuntos públicos como al desarrollo de antipatías entre votan- tes, líderes y formaciones políticas. En el caso de España, los datos del CIS muestran que las distancias ideológicas y afecti- vas también han crecido en los últimos veinte años, lo que ha coincidido sobre todo con la emergencia de nuevos partidos como Podemos y Vox, situados en los distintos extremos del eje ideológico, y con la consolidación de una política de blo- ques (Orriols, 2021).

    A pesar de que la polarización tiende a ser más intensa en lugares donde se dan determinadas condiciones socioeconó- micas y sistemas políticos (Barreda, 2021), conviene tener en cuenta otros factores y cambios globales que pueden estar vinculados con el aumento del fenómeno. Dado que los dife- rentes niveles de alineamiento partidista de los sistemas me- diáticos tradicionales propios de cada país se reproducen de forma casi idéntica en los entornos online, Waisbord (2020: 255-256) sostiene que el agrandamiento de la polarización no se puede atribuir necesariamente a las tecnologías digitales. Por tanto, de acuerdo con su argumentación, es preciso poner el foco también en ciertos «procesos comunicativos-políticos» como el crecimiento de los discursos populistas y su combi- nación «con ecologías informativas, que incluyen medios tra- dicionales y digitales, factibles de ser utilizadas para explotar divisiones y resentimientos».

    Las estrategias de crispación política influyen de forma no- table en la polarización social (Orriols, 2021), siendo clave el papel de los líderes que aprovechan las fracturas existentes y las alimentan con una retórica demonizante que es recompen- sada, en muchos casos, en los comicios (Carothers y O’Do- nohue, 2019). Como ya hemos señalado, la propia dinámica de funcionamiento de algunas herramientas sociales facilita las identidades tribales y la utilización de un lenguaje emocional y simplificador; lo que ayuda a la difusión de los encuadres polarizantes que transmiten políticos populistas. En este senti- do, los discursos inflamantes de figuras como Trump o Salvini, que han hecho un uso intensivo de Twitter y otras redes como elemento fundamental de su estrategia comunicativa, pueden


    favorecer la normalización y el contagio, entre líderes de otros países, de un estilo provocador, insultante y enfocado en la estigmatización continua del oponente (Kreis, 2017).


  2. Polarización y retórica maniquea

    La comunicación de las formaciones políticas y sus dirigen- tes desempeña un papel básico en la concepción del rival como un enemigo que actúa guiado sólo por malos propósitos y su- pone una amenaza esencial para la sociedad. Esta representa- ción simbólica de los adversarios aleja el foco del debate de la discusión de las propuestas y hace prácticamente imposible el entendimiento, o incluso el mero diálogo, con los opuestos ideológicos. Es decir, la utilización habitual de determinadas estrategias discursivas por parte de las élites se encuentra es- trechamente relacionada con el desarrollo de la polarización afectiva.

    El estilo comunicativo de ataque a los antagonistas y discur- so hiperbólico se da principalmente entre los extremos de la escala ideológica (Ernst et al., 2017), pero no es un compor- tamiento exclusivo de estas opciones. Aunque se trata de una característica común y definitoria de los partidos populistas, la retórica maniquea aparece también de forma frecuente en mensajes publicados por otro tipo de actores (Engesser et al., 2017; Mazzoleni; Bracciale, 2018). En cualquier caso, el creci- miento de la polarización discursiva a menudo se halla ligado al ascenso de los populismos, así como también a las reacciones que sus estrategias comunicativas causan en el seno de otros países y competidores políticos. Por ende, resulta preciso dife- renciar entre la ideología populista en sí y los mecanismos po- larizadores empleados también en distintas clases de discursos políticos y mediáticos.

    Una aproximación bastante asentada en la literatura entien- de básicamente el populismo como una ideología poco ela- borada que divide la sociedad en dos grupos antagónicos: el ‘pueblo virtuoso’ frente a la ‘élite malvada’ (Albertazzi; Mc-


    Donnell, 2008; Ernst et al., 2017; Mudde, 2004). Esta pers- pectiva ideológica defiende que los auténticos representantes del ‘pueblo’, los líderes populistas, deben alcanzar el poder para devolverle a éste su soberanía robada y disolver el injusto trato de favor que las élites corruptas otorgan a determinados sectores minoritarios. La dirección de los ataques en los discur- sos varía en función del contexto nacional e histórico y de la orientación ideológica que complementa al nexo populista. En líneas generales, el populismo de izquierda suele centrarse en atacar a la élite económica, mientras que el de derecha tiende más a criticar a medios y presentar un mayor tinte nacionalista con discursos excluyentes hacia los inmigrantes, algunos gru- pos étnicos o religiosos y otras supuestas amenazas de origen extranjero (Engesser et al., 2017).

    Otra perspectiva interpreta el populismo como una herra- mienta discursiva que forma parte de la lógica democrática y permite construir identidades políticas para representar inte- reses sociales mediante la división dicotómica nosotros-ellos (Laclau, 2005). Como apunta Casullo (2019), el populismo se sustenta en liderazgos carismáticos y promueve narrativas antagonistas, simples y emocionales, lo que le lleva a marginar los debates programáticos y explicar la realidad social como un relato de oposiciones binarias entre héroes, víctimas, villanos, etc. Para esta autora, además, se trata realmente de una prác- tica discursiva ubicada en el extremo opuesto a los discursos tecnocráticos.

    Ciertamente, al dividir la sociedad en dos bandos y concebir la política como un conflicto permanente, el populismo fun- ciona como una espoleta de la polarización (Waisbord, 2020), sobre todo cuando su discurso adopta una visión antagonis- ta que entiende la lucha de proyectos políticos en términos de enemistad (Franzé, 2017). No obstante, para comprender mejor la relación entre el populismo y la polarización en los entornos digitales, consideramos que éste se debe entender también como un estilo de comunicación empleado de forma habitual en todo tipo de medios y plataformas sociales (Bu- lut; Yörük, 2017; Moffitt, 2016). Esta dinámica comunicativa


    implica una serie de actuaciones y mensajes emocionales de carácter polarizador que son proyectados por determinados actores políticos de forma recurrente y con grandes dosis de espectacularidad.

    La utilización de un lenguaje hipermoralizado, la activación de marcos emocionales y la espectacularización de la política no es algo que nazca con las redes ni un aspecto anecdótico de la comunicación a través de medios tradicionales. Sin embar- go, tampoco cabe duda de que las herramientas digitales po- tencian el empleo y la difusión de estos elementos que suelen abundar en el estilo de las opciones populistas. Como aducen Mazzoleni y Bracciale (2018: 3):

    Podría decirse que las redes sociales contribuyen a dramatizar la comunicación populista porque son plataformas adecuadas para producir contenidos emocionales, controvertidos e inclu- so violentos típicos de gran parte del activismo populista, y para estimular una actividad de ‘remezcla’, un collage creativo de videoclips, fragmentos de sonido, cebos de clics, grafitis, parodias, memes y muchos otros contenidos, incluidos insul- tos y noticias falsas, que pueden resultar cruciales para impul- sar la popularidad del líder, de su credo, de su movimiento.


    Llegados a este punto, conviene subrayar que no sólo los movimientos, partidos y liderazgos definidos comúnmente como populistas contribuyen a ensanchar la polarización y a contaminar el debate, sino que también otros actores juegan un papel activo en el desarrollo de las espirales de división so- cial y exclusión de los adversarios. Por una parte, desde posi- ciones ideológicas moderadas se despliega a veces una retórica emocional en la que prevalece la demonización de los líde- res y simpatizantes de formaciones populistas o radicales (De Luca y Buell, 2005). Los adversarios del populismo tienden a adoptar, como advierte Waisbord (2020: 273), la dicotomía

    «amigo/enemigo», por lo que «insisten con mantener un úni- co eje divisorio político-mediático en su furibunda oposición y resistencia». Por otra parte, en ciertos contextos, sus rivales


    dentro del mismo arco ideológico (derecha/izquierda) pueden acabar recurriendo a marcos polarizadores y estrategias de cris- pación para tratar de recuperar a determinados electores o, al menos, reducir las fugas hacia sus competidores populistas. En definitiva, existen una serie de elementos polarizadores que suelen conformar las estrategias con las que múltiples activis- tas, dirigentes y partidos (especialmente los populistas) trazan antagonismos excluyentes.


  3. Mecanismos discursivos polarizadores

    Así pues, a continuación explicaremos siete mecanismos dis- cursivos que inciden en las divisiones políticas o en la hos- tilidad hacia los adversarios, y que se pueden observar en la conversación en Twitter:


    mo supremacista», «dictadura progre», «medios de desin- formación, etc.).


  4. Conclusión

El estilo comunicativo que los partidos y sus líderes desplie- gan en los medios y las redes contribuye al incremento de la crispación en el debate público y los afectos negativos de los ciudadanos hacia los grupos con visiones opuestas. Si bien la polarización en la conversación digital sobredimensiona las divisiones reales en la sociedad, también puede estimular la legitimación de una retórica focalizada en el ataque contra los adversarios, debido a las reacciones emocionales que ésta ge- nera, su efecto imitativo y su anclaje estratégico en las luchas de poder.

La revisión teórica que se ha expuesto en este capítulo recoge un conjunto de estrategias discursivas polarizantes que tienen presencia en las cuentas de formaciones políticas y de sus di- rigentes. Con todo, aquí se ha apuntado también que estos mecanismos de polarización suelen ser característicos de los populismos y las opciones extremistas y, por lo tanto, tienden a encontrarse con mayor amplitud en las publicaciones de este tipo de partidos o figuras públicas (Ernst et al., 2017; Wais- bord, 2020).

La difusión de encuadres polarizadores por parte de organi- zaciones y líderes con capacidad de darles una gran visibilidad en las redes y la agenda mediática fomenta el protagonismo de los debates emocionales. Sin embargo, la solución a este pro- blema parece difícil si no se reducen los incentivos para el em- pleo recurrente de estrategias discursivas centradas en la con- frontación partidista y la destrucción del oponente. Esto nos hace plantear la reflexión de si es realmente posible establecer unas reglas comunes o medidas para favorecer, de forma efecti- va, que la argumentación y el diálogo de carácter habermasiano no queden tan limitados frente a la batalla propagandística en las plataformas sociales.


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