Espejo de Monografías

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ISSN: 2660-4213 Número 10, año 2023. URL: espejodemonografias.comunicacionsocial.es


monografías de acceso abierto open access monographs


ISBN 978-84-17600-63-1


El debate público en la red: polarización, consenso y discursos del odio (2022)

Enrique Arroyas Langa, Pedro Luis Pérez-Díaz, Marta Pérez-Escolar (editores)


Separata Capítulo 5

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Título del Capítulo

«El desmentido como instrumento para mejorar la calidad del debate público en el escenario digital»

Autoría

Marta Pérez-Escolar; Paula Herrero-Diz

Cómo citar este Capítulo

Pérez-Escolar, M.; Herrero-Diz, P.

(2022): «El desmentido como instrumento para mejorar la calidad del debate público en el escenario digital». En Arroyas Langa, E.; Pérez-Díaz, P.L.; Pérez-Escolar, Marta (eds.), El debate público en la red: polariza- ción, consenso y discursos del odio. Salamanca: Comunicación Social Ediciones y Publica- ciones. ISBN: 978-84-17600-63-1

D.O.I.:

https://doi.org/10.52495/c5.emcs.10.p96

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El libro El debate público en la red: polarización, consenso y discursos del odio está integrado en la colección «Periodística» de Comunicación Social Ediciones y Publicaciones.


La confrontación forma parte de la política; es el nudo alrededor del cual se articula la competencia entre los partidos encargados de cana- lizar las alternativas ideológicas de los votantes. Ahora bien, cuando el conflicto se basa en identidades básicas, en mensajes simplistas y en visiones maniqueas de la realidad y del adversario, el fenómeno de la polarización se extiende en la sociedad, los discursos del odio hacen acto de presencia impulsando la exclusión política y social, y los consensos básicos saltan por los aires —así, queda eclipsado el necesario debate constructivo propio de las democracias, y éstas se debilitan hasta extremos peligrosos.

En este contexto, El debate público en la red: polarización, consenso y discursos del odio aborda los siguientes asuntos:

—las responsabilidades del liderazgo político y periodístico en la ca- lidad del debate;

—la dimensión ideológica de la polarización en un contexto de frag- mentación política, desafección y crisis de la democracia represen- tativa liberal;

—el discurso político y periodístico como factor de polarización con especial atención a las redes sociales digitales;

—las nuevas tendencias periodísticas de verificación de datos o como instrumento para el consenso en la esfera pública digital.

En palabras de Silvio Waisbord «los capítulos aquí reunidos ofrecen ideas para entender el problema y discutir formas de superación o mejoramiento de la polarización. Si se espera que un buen libro ayu- de a entender problemas y dispare nuevas preguntas, este volumen cumple con creces. Traza lineamientos de investigación, identifica problemas y tendencias, y deja abiertos interrogantes para futuros trabajos.»


Sumario


Prólogo, por Silvio Waisbord 9

  1. La grieta: polarización ideológica y afectiva en el debate político español,

    por Manuel A. Egea Medrano; Antonio Garrido Rubia 13

    Introducción 13

    1. La polarización ideológica en España 14

    2. La polarización afectiva 16

      1. Conceptualización 16

      2. Investigación y medición en Estados Unidos 18

      3. Relación entre polarización ideológica y afectiva 20

    3. La polarización afectiva en España 21

      1. Antecedentes y estudios 21

      2. Polarización afectiva hacia los partidos políticos 23

      3. Polarización afectiva hacia los líderes políticos 28

    4. Conclusiones 29

      Bibliografía 30

  2. Los populismos como ideologías de la polarización en el declive de la democracia liberal,

    por Enrique Arroyas Langa 33

    Introducción 33

    1. Liberalismo: señas de identidad y primeros desafíos 35

    2. Los grandes enemigos de la democracia liberal: fascismo

      y comunismo 38

    3. La seducción del autoritarismo 41

    4. El peligro del populismo hoy: antipluralismo y exclusión 43

    5. Conclusiones 48

      Bibliografía 49

  3. La polarización discursiva como estrategia de comunicación en las cuentas de líderes y partidos políticos en Twitter,

    por Juan Antonio Marín-Albaladejo 51

    Introducción 51

    1. La raíz estratégica de la polarización en redes sociales 53

    2. Polarización y retórica maniquea 59

    3. Mecanismos discursivos polarizadores 62

    4. Conclusión 65

      Bibliografía 66

  4. La cultura de la verificación periodística frente a

    la desinformación digital y sus efectos polarizadores,

    por Pedro Luis Pérez-Díaz 69

    Introducción 69

    1. Las tribulaciones de una verdad incómoda 70

    2. El auge de una cultura de la verificación periodística 73

    3. Las contranarrativas de la verdad en entornos digitales 76

      1. Determinar si se ha alcanzado el punto de inflexión ... 76

      2. Emplear una amplificación estratégica 76

      3. Verificar con efectividad 77

      4. Profundizar en el contexto 78

      5. Elegir el lenguaje idóneo 79

      6. Ofrecer emparedados de verdad 80

      7. Visualizar los datos disponibles 80

      8. Rectificar con diligencia 81

    4. Los efectos polarizadores de la desinformación 82

    5. Conclusiones 84

      Bibliografía 85

  5. El desmentido como instrumento para mejorar

    la calidad del debate público en el escenario digital,

    por Marta Pérez-Escolar; Paula Herrero-Diz 89

    Introducción 89

    1. Identificando al enemigo: la desinformación y

      la ‘misinformación’ 92

    2. El desmentido: estructura y estilo informativo 97

    3. ¿Y ahora qué? Orientaciones para futuros periodistas verificadores 102

    4. Conclusiones 105

      Bibliografía 106

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      Sumario

  6. El medio es el mensaje y el canal es el masaje: intentos de ges- tión de la polarización y los discursos del odio en Twitter,

    por José Manuel Noguera-Vivo 109

    Introducción 109

    1. Consumo incidental: informarse mientras hacíamos

      otra cosa 114

    2. Cambios sistémicos de Twitter en los últimos años 117

    3. Conclusiones 123

      Bibliografía 125

  7. Antídotos contra la epidemia desinformativa. Hacia un estado de la cuestión en la lucha contra la desinformación en España,

    por Beatriz Correyero-Ruiz; Antonio José Baladrón-Pazos 127

    Introducción 127

    1. Las soluciones europeas a la desinformación 131

    2. Marco institucional y normativo contra la desinformación

      en España 132

      1. Las iniciativas del Partido Popular 132

    3. Hacia un marco institucional y normativo 134

    4. El apoyo de la sociedad civil 141

    5. Conclusiones 141

      Bibliografía 143

  8. Liderazgo político, soberanía digital y desplataformización en tiempos de pandemia,

    por Pablo S. Blesa Aledo 145

    1. Infodemia y gula informativa 147

    2. La infoesfera: la irrupción en la dieta informativa

      de ingestas digitales 149

    3. Posverdad, fake news y teorías conspirativas 150

      1. Sandeces y posverdad 151

      2. Fake news y teorías conspirativas 152

    4. La soberanía digital 153

      1. Los gigantes tecnológicos asumen la soberanía

        digital 154

        1. Trump, la mentira es una estrategia

          de comunicación efectiva 155

        2. La dudosa legitimidad desplataformizadora

          de las tecnológicas 157

          4.2. Las cuestionables leyes reguladoras constrictivas

          de los Estados 158

    5. Periodismo de calidad en la era de los populismos,

la posverdad y la infodemia 160

Bibliografía 161

5.

El desmentido como instrumento para mejorar la calidad del debate público

en el escenario digital


Marta Pérez-Escolar Universidad Loyola Andalucía [martaperez@uloyola.es]


Paula Herrero-Diz Universidad Loyola Andalucía

[pherrero@uloyola.es]


Introducción

La obra Cuadernos de la cárcel es una recopilación de los en- sayos que el filósofo italiano Antonio Gramsci escribió durante su reclusión en una prisión de Turi —en la provincia de Bari, Italia—. De este compendio de escritos, que reúne las ano- taciones y pensamientos de Gramsci desde 1929 hasta 1935

—cuando abandonó la cárcel por problemas de salud—, se desprende un concepto que, a pesar de su senectud, podemos utilizar para describir y explicar el momento de desconcierto y cambio que ha derivado de la pandemia del coronavirus: in- terregnum. Las crisis implican desequilibrio y, como tal, tam- bién simbolizan un momento de transformación en donde «lo viejo muere y lo nuevo no puede nacer; en este interregnum, aparecen un gran número de síntomas macabros» (Gramsci, 1999: 556). En este sentido, la crisis sanitaria, social, política y mediática, que ha brotado como consecuencia de la covid-19, es una etapa de interregnum.

En su origen, el término interregnum se utilizaba para des- cribir el lapso de tiempo que transcurría entre la muerte de un soberano y la llegada al trono del sucesor (Bauman, 2012). Sin


embargo, en la actualidad, tal y como apunta Bauman (2012), la noción de interregnum adquiere un nuevo significado: hoy en día, el interregnum hace referencia a situaciones extraordi- narias —como puede ser la crisis del coronavirus— en donde el marco legal vigente, que determina el orden social, pierde fuerza y se desvanece mientras van apareciendo, tímidamente, nuevas realidades y marcos que, aunque todavía no han re- emplazado a los antiguos, anuncian la necesidad de renovar y cambiar lo viejo —que se ha vuelto obsoleto e ineficaz—.

Estas nuevas realidades y marcos sociales, que van brotando durante un periodo de interregnum, condicionan la moral y la conducta social de los ciudadanos. La pandemia del coro- navirus puede desatar lo peor de una sociedad y convertir el devenir de una ciudad en una distopía, como así lo anunciaba Albert Camus en La Peste —donde aseguraba que las crisis o epidemias morales eran peores, incluso, que las biológicas porque desencadenan comportamientos nefastos y perniciosos como el egoísmo, la irracionalidad, el egocentrismo o la inma- durez social—, o José Saramago en Ensayo sobre la ceguera —la ceguera de la humanidad es una metáfora para explicar el nivel de codicia, ambición y egocentrismo que surge en cualquier sociedad sumida en una crisis—.

Así pues, teniendo en cuenta las reflexiones de Gramsci, Bauman, Camus o Saramago, entre otros intelectuales, este trabajo propone entender el mundo actual como un periodo de interregnum donde tropiezan y se interponen dos realida- des: en la más antigua, prácticamente moribunda y destinada a desaparecer, se impone la necesidad de continuar con las di- námicas propias del clásico paradigma de producción infor- mativa y consumo mediático. En cambio, la nueva realidad que se va asentando hoy en día actúa como catalizador de dos fenómenos informativos preocupantemente nocivos: la ‘misin- formación’ y la desinformación (Wardle; Derakhshan, 2017). Cada vez más ciudadanos, sobre todo jóvenes, prefieren infor- marse a través de redes sociales o plataformas online, en lugar de recurrir a los medios de comunicación tradicionales. Esta nueva forma de consumo de información y conocimiento (Sil-


verman, 2015) convierte a esa generación en un grupo poten- cialmente vulnerable a los bulos y engaños que se difunden y comparten en las comunidades online, pues es precisamente en el escenario online donde los contenidos inexactos o engañosos se propagan más rápidamente y tienen un mayor poder de in- fluencia entre los usuarios (Fogg, 2008).

Así, por ejemplo, el estudio realizado por Edelman (2020) ya alertó de que más del 54% de los jóvenes había acudido a las redes sociales para informarse sobre el coronavirus porque confiaba en que los contenidos que le llegaban a través de es- tos canales eran verídicos. Tan sólo el 43% de los encuestados confiaba en los periodistas como fuente de información, una cifra menor a la confianza que inspiraban los portavoces ofi- ciales del gobierno: el 52% de los ciudadanos recelaba de la información que provenía de estas figuras políticas. Por todo ello, a principios de abril de 2020 la Policía Nacional puso sobre aviso a los ciudadanos sobre la calidad de los contenidos que se compartían en comunidades online, pues habían detec- tado más de un millón y medio de cuentas falsas, sobre todo en Twitter, que tenían el propósito de manipular y engañar a la opinión pública y «crear alarma social» sobre la pandemia (EFE, 2020).

Por ello, durante la pandemia del coronavirus, la civilización se enfrentó realmente a dos epidemias: una sanitaria, que de- riva del propio virus, y otra informativa, como consecuencia de la masiva propagación de los bulos. No es un hecho nuevo que los ciudadanos consulten dudas médicas en internet. Este comportamiento, en sí, no es pernicioso. El problema reside en la calidad de la información que encontremos en la red. El efecto doctor Google evidencia la falta de criterio de muchos usuarios para encontrar fuentes fiables en internet cuando buscan información relacionada con la salud: los bulos y los contenidos inexactos o engañosos contribuyen a que los pa- cientes cuestionen permanentemente el criterio profesional de los expertos en salud; mucha gente murió como consecuencia del excesivo consumo de sal —esta información era parte de una broma que se hizo viral en WhatsApp— durante el bro-


te de Ébola en Nigeria en 2014; se han popularizado bulos relacionados con la odontología, especialmente en YouTube; muchos ciudadanos confían en tratamientos ineficaces contra el cáncer; etc.

Por todo ello, surge la necesidad de educar a los ciudadanos para que puedan encontrar fuentes de información fiables en la red. Para que esto sea posible, los periodistas y futuros profesio- nales de la información deben adquirir una serie de competen- cias y habilidades (Pérez-Escolar et al., 2021) que les permitan luchar contra la desinformación y la ‘misinformación’. En esta línea, la Asociación de la Prensa de Madrid (2019), en su últi- mo Informe anual de la profesión periodística, también instaba a los futuros comunicadores a combatir los bulos, ya que la su- pervivencia del periodismo depende, en gran medida, de cómo los medios de comunicación orienten su lucha contra los conte- nidos inexactos o engañosos. En este combate, los profesionales de la información necesitarán saber cómo utilizar correctamen- te su principal escudo o herramienta de trabajo: el desmentido. En este sentido, la calidad del debate público, en el escenario digital, depende, precisamente, de la capacidad de los periodis- tas y futuros profesionales de la comunicación para identificar y detectar la información falsa, buscar la verdad y crear una nueva noticia —el desmentido— que explique los datos y el contexto adecuado y rectifique la información errónea.


  1. Identificando al enemigo: la desinformación y la ‘misinformación’

    Los bulos, rumores e información inexacta o engañosa que circulan en la red tienen un impacto significativo en la opi- nión pública y en el comportamiento de los ciudadanos (All- cott; Gentzkow, 2017; Dewey, 2016; Parkinson, 2016). Por ello, las mentiras representan hoy en día un problema global que debe ser abordado con urgencia (Pal; Banerjee, 2019). Las informaciones falsas siempre han existido a lo largo de la historia y, de hecho, su origen es tan antiguo como la pro-


    pia oratoria (Moore, 2017; Tandoc et al., 2018). Es habitual que los bulos adopten la forma de noticia periodística, sobre todo «en momentos de gran ansiedad, crisis, conflicto y re- volución» (Waisbord, 2019: 1867). Sin embargo, a pesar de ser un fenómeno primitivo, en los últimos años el poder de la mentira ha crecido como consecuencia del poder de internet (LaGarde; Hudgins, 2018), que ha actuado de catalizador y ha favorecido que ahora la información engañosa se multi- plique y se difunda más rápido que nunca antes, no sólo por las oportunidades que la comunicación digital brinda a los usuarios, sino también porque la tecnología y los medios so- ciales desempeñan un papel esencial en la vida cotidiana de los ciudadanos (Tandoc, 2019).

    Wardle y Derakhshan (2017: 5) afirman que el concepto de fake news no es el más preciso «para describir el complejo fenó- meno de la contaminación informativa». En esta línea, diver- sos investigadores (Basson, 2017; Ireton; Posetti, 2018; Unes- co, 2017; Wardle, 2017; Wardle; Derakhshan, 2017) también sostienen que este término desvirtúa el periodismo y todas las noticias. Por esta razón, es más conveniente utilizar los tres tipos de falsedad establecidos por Wardle y Derakhshan (2017:

    5) para examinar los desórdenes informativos que han emergi- do en la actualidad:

    —La ‘misinformación’, que hace referencia a aquella infor- mación falsa que se crea o se comparte, pero sin inten- ción de causar daño. Las noticias satíricas, por ejemplo, suelen originar ‘misinformación’, ya que muchos usuarios consumen este tipo de contenidos sin ser conscientes de que están ante una historia inventada. Cuando los lectores asumen como verdaderos este tipo de bulos jocosos y los comparten, convierten a otros usuarios en cómplices de la mentira y ayudan a propagar este desorden informativo.

    —La desinformación, que hace referencia a aquella informa- ción que se crea o se comparte con el principal motivo de herir o causar daño. En este sentido, la desinformación política o sanitaria es, ahora mismo, la más preocupante, ya que busca crear alarma social o avivar el escepticismo


    ciudadano sobre ciertos temas sociales de gran relevancia, como así hemos podido experimentar durante la pande- mia del coronavirus.

    —La ‘malinformación’, que hace referencia a aquella infor- mación genuina que debe permanecer en el ámbito priva- do, pero que se comparte en la esfera pública para causar daño como, por ejemplo, las filtraciones, el acoso o los discursos de odio.

    En general, los bulos pueden adoptar cualquiera de estos for- matos. Por ello, el estudio de estos fenómenos es crucial en la actualidad, sobre todo teniendo en cuenta que las plataformas digitales, especialmente las redes sociales, son las principales fuentes de información para los más jóvenes y constituyen, a la vez, el principal canal por el que se propaga la desinformación y ‘misinformación’.

    En este contexto, uno de los principales retos del periodismo actual es orientar a los ciudadanos a la hora de discernir si las noticias son historias falsas o hechos reales. Esta nueva res- ponsabilidad va más allá de las rutinas periodísticas tradicio- nales (Humprecht, 2020). Los deberes de los periodistas son comúnmente proporcionar a la sociedad información fiable y no sesgada —en relación con los cinco elementos clave del periodismo: quién, qué, dónde, cuándo, por qué y cómo—, en lugar de detectar historias falsas y desacreditarlas con los testimonios de fuentes veraces y datos precisos.

    La sociedad actual se encuentra inmersa en una nueva era de los bulos, especialmente en el mundo online donde «la in- formación recae en una de las dos categorías —verdadera o falsa—» (LaGarde; Hudgins, 2018: 29) y, por tanto, el perio- dismo ya no sólo implica desarrollar un conjunto de prácticas para informar a la gente, sino también una forma de controlar la información digital y denunciar las noticias falsas. De este modo, a pesar de que el periodismo siempre se ha entendido como un proceso tanto de recopilación de noticias como de narración, hoy en día, los valores periodísticos fundamentales han cambiado y ahora los periodistas deben comprometerse a


    identificar e informar también de los bulos, rumores e infor- mación engañosa o inexacta, ya que las noticias están sujetas a una dicotomía: ser verdaderas o falsas.

    En consecuencia, la desacreditación de bulos o rumores es una actividad cada vez más consolidada en las redacciones. La verifi- cación de la información puede desarrollarse en dos tipos de me- dios. En el contexto español destacan, por un lado, las unidades de verificación que se crean dentro de medios de comunicación ya asentados, como EFE Verifica, de la Agencia EFE; AFP Fac- tual, de la agencia de noticias AFP; y Pruebas de Verificación, del espacio televisivo ‘El Objetivo’. Por otro lado, están los me- dios ad hoc de verificación; esto es, redacciones o equipos pe- riodísticos independientes que no están vinculados a un equipo editorial concreto y han surgido para identificar bulos y publicar desmentidos como, por ejemplo, Polétika —actualmente inacti- vo—, Newtral, Maldita.es y Verificat.

    Este escenario mediático parece indicar que los medios de comunicación han reaccionado ante la nueva realidad infor- mativa y se han dado cuenta de que su responsabilidad ya no se centra sólo en contar historias, sino también en frenar la difusión de rumores y bulos (Urzúa, 2017). De ahí que asista- mos a un rápido crecimiento del número de medios de comu- nicación especializados en verificar, aclarar y desmentir desin- formaciones de todo tipo en todo el mundo (Harsin, 2018; Humprecht, 2020; Solís, 2015). En total, según el estudio realizado por el Duke Reporters’ Lab (Stencel; Luther, 2021), existen más de 341 plataformas activas que se dedican a la ve- rificación y que operan en 102 países. Este tipo de medios se caracterizan por seguir ciertas rutinas, por su transparencia, por publicar abiertamente su trabajo y por no estar afiliados a ningún partido político. Desde sus inicios, estas plataformas han llamado la atención de miles de visitantes únicos (Graves; Glaisyer, 2012) y, hoy en día, ya existen varias organizaciones no gubernamentales que se dedican a crear desmentidos de bulos, rumores e información inexacta o engañosa que circu- la por la red (Damarad; Yeliseyeu, 2018; Iannelli; Splendore, 2017).


    No obstante, estos proyectos periodísticos también generan cierto escepticismo. Figueira y Oliveira (2017), por ejemplo, se preguntan quién sostendrá y financiará estos servicios a lar- go plazo. Otros autores, como Graves y Glaisyer (2012: 19), por ejemplo, cuestionan la imparcialidad de estas plataformas. Por su parte, Ireton y Posetti (2018) creen que el principal inconveniente es el flujo de trabajo que tienen estos medios, así como la viralidad y la eficacia de una historia ficticia, dado que la velocidad a la que viaja el rumor o la mentira es mucho mayor que la velocidad a la que viaja la información que la desmienta —el desmentido—: un bulo puede perdurar entre 10 y 20 horas sin ser desmentido. Este fenómeno se produce porque «los bulos o rumores son mucho más interesantes que la verdad o la rectificación» (Silverman, 2015: 70). Jiménez (2019) y Amorós (2019) también destacan que el mayor reto al que hay que enfrentarse para combatir la desinformación y la ‘misinformación’ es lograr que el desmentido viaje más rá- pido que el bulo y, sobre todo, que llegue a un mayor número de personas.

    En cualquier caso, tal y como sostienen autores como Kwan (2019: 16), la cuestión principal, dada la situación del pe- riodismo actual y de la realidad informativa, debe ser el tra- tamiento de los desmentidos. Los desmentidos son unidad informativa en sí misma y, como tal, son producto de una mi- nuciosa tarea que consiste en verificar los datos y en no fomen- tar falsos rumores en la mente de las personas (Urbani, 2019: 18). Por tanto, para ofrecer un desmentido bien argumentado y detallado es necesario desactivar el poder de la mentira (Je- rit, 2008, citado en Chan et al., 2017: 1532). El desmentido debe ser un mensaje lo suficientemente potente, transparente y detallado como para hacer salir la mentira de la cabeza del receptor. Clavero (2018: 178) propone el uso de este nuevo mensaje periodístico para revisar el «contrato social del perio- dismo con las audiencias». Esta forma transparente de mostrar la información debe beneficiar la credibilidad de los medios (Humprecht, 2020) y, sobre todo, mejorar con ello la calidad del debate público en el escenario online.


  2. El desmentido: estructura y estilo informativo

    El desmentido es un producto informativo que el periodis- ta verificador crea y publica cuando ha identificado un bulo o noticia engañosa o inexacta para aportar la verdad. Cada medio de verificación o unidad de verificación elabora el des- mentido siguiendo unas pautas propias o consejos internos. Aunque todavía no existe un consenso científico, en la práctica estos medios siguen unas rutinas similares de elaboración y estructura de los desmentidos, como así ocurre con otros géne- ros periodísticos —ya sea de carácter informativo, de opinión o híbrido—, donde cada narración tiene una estructura comu- nicativa particular y un estilo de escritura específico —como así se estudia y se refuerza, año tras año, en ciertas asignaturas de los grados de Ciencias de la Comunicación—. Por este mo- tivo, la creación y publicación de un desmentido implica tam- bién conocer cómo ordenar y organizar la información para este tipo concreto mensajes periodísticos.

    El profesor Lakoff (2018) recomienda seguir la estructura del «sándwich de la verdad» para redactar los desmentidos: lo primero es aportar la verdad en la noticia. Cuando se enfa- tiza la mentira en primer lugar, la mentira gana. Por tanto, siempre se debe comenzar con la verdad. A continuación, se hace referencia a la mentira. Para finalizar, se debe reiterar la verdad. La verdad siempre debe repetirse más que la menti- ra. Sin embargo, algunos periodistas expertos en verificación desaconsejan seguir este esquema porque el bulo debe figurar en algún lugar al principio el artículo, si no es en el título, al menos, en el encabezado. No obstante, otros profesionales argumentan que si la mentira se enmarca primero, gana. Por tanto, el verdadero reto para los periodistas verificadores de hoy en día es encontrar una fórmula eficaz para estructurar el desmentido con el fin de desacreditar la desinformación y ‘misinformación’ y, sobre todo, para proyectar la verdad sobre cualquier otro contenido.

    En este sentido, se aconseja encontrar un equilibrio sano en- tre lo verdadero y lo falso. A pesar de que a continuación se


    propone una estructura para crear desmentidos, este modelo no debe entenderse como una armadura rígida, sino como un punto de partida desde el que adaptar los desmentidos depen- diendo, sobre todo, del tema que se trate, pues no es lo mismo verificar, por ejemplo, bulos sobre salud o sobre asuntos po- líticos, que la desinformación de género (Herrero-Diz et al., 2020) o teorías de la conspiración. Por tanto, la estructura del desmentido que se aconseja seguir debería estar integrada, en líneas generales, por los siguientes elementos:


    Figura 1. Titular no recomendado para un desmentido.

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    Fuente: Maldito Bulo, 2021.


    Titular. El titular no debería mostrar la mentira, ni siquie- ra la refutación de la información en forma de negación al principio —ver Figura 1—. El hecho de reforzar tanto el bulo hace que los ciudadanos recuerden la mentira más que la verdad.

    Por tanto, se recomienda crear titulares más alfabetiza- dores, esto es, que aporten la verdad y obvien la mentira para ayudar a la opinión pública a interiorizar la verdad

    —ver Figura 2—.


    Figura 2. Un buen titular para un desmentido.

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    Fuente: Maldita Inmigración, 2021.


    Figura 3. Ejemplo a seguir del lead o primer párrafo de un desmentido.

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    Fuente: Newtral y Verificat, 2021.


    —Lead o primer párrafo. En el lead se debería describir la mentira o el bulo. En este primer párrafo convendría ex- plicar el origen de la información engañosa o inexacta, la fuente de origen, se contextualiza el motivo por el que se ha podido popularizar el bulo y se analiza cómo se ha di- fundido la mentira. En este sentido, en el lead se responde- ría a las 5 W’s básicas del periodismo —en relación con el bulo—, como así se puede ver en la Figura 3: quién (who), qué (what), cómo (how), cuándo (when), dónde (where) y por qué (why).


    Figura 4. Ejemplo de veredicto final de un desmentido.

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    Fuente: Maldito Feminismo, 2021.


    Cuerpo del texto. En el cuerpo del texto, se debe romper el orden de la pirámide invertida, ya que conviene que el periodista explique la verdad y el proceso de verificación que ha seguido de forma deductiva. Una vez el periodista ha reunido las pruebas necesarias para refutar la informa- ción sospechosa, debe exponer los resultados obtenidos en el proceso de verificación: las fuentes de información primarias que ha consultado o a las que ha tenido acceso, documentos oficiales, bases de datos, plataformas de ras- treo online, testimonios secundarios y rectificaciones, etc.

    Veredicto final. En el veredicto final, se enuncia o recupera la verdad y se exponen sugerencias, consejos y conclusio- nes para evitar futuros bulos sobre el tema.


    El desmentido es, por tanto, una herramienta lingüística; una forma de narrar la realidad que, al igual que el resto de géneros periodísticos, combina una serie de reglas, códigos y normas más o menos acordadas y compartidas por los profe- sionales verificadores. Martínez Albertos (1974) sostiene que los géneros periodísticos ostentan una serie de características particulares que definen a cada género y los diferencian del res- to de géneros. Como tal, siguiendo la clasificación de Martínez Albertos (1974), se infiere que el desmentido también posee una serie de particularidades que lo convierten en un formato periodístico único:

    —Al contrario que la noticia, el desmentido no tiene por qué hacer referencia a un tema de rigurosa actualidad. Muchos de los desmentidos publicados por los medios o unidades de verificación son bulos, rumores o informaciones falsas o engañosas que se llevan difundiendo y compartiendo en internet durante mucho tiempo como, por ejemplo, las no- ticias relacionadas con el phishing o con alimentos milagro.

    —Los desmentidos surgen en un contexto sociohistórico concreto. Así, por ejemplo, es habitual encontrar un gran número de desmentidos de bulos relacionados con pro- mociones, ofertas o sorteos en época navideña o durante el Black Friday.

    —El estilo lingüístico del desmentido es divulgativo, natural y de corte didáctico. Dependiendo del tema que aborden, los desmentidos pueden adoptar un estilo más o menos formal, pero nunca pierden su carácter divulgativo, natu- ral y alfabetizador.

    —El desmentido abarca una amplia variedad de temas: desde personajes públicos —como políticos o famosos—, hasta violencia de género, feminismo, migración, economía, sa- nidad, cambio climático, alimentación, etc.

    —Los desmentidos incluyen declaraciones y citas de las fuen- tes de información y, como tal, estas afirmaciones suelen ir entre comillas dobles. Las evidencias que proceden de documentos oficiales, bases de datos u otros medios de comunicación se vinculan siempre a la fuente original.


    —Los desmentidos están redactados por profesionales de la verificación. Los medios o unidades de verificación de- ben contar con un equipo experto cuyo único objetivo es identificar bulos, buscar la verdad y redactar noticias de desmentido.

    Las características mencionadas anteriormente (Martínez Albertos, 1974) son las más aceptadas, pero no están del todo actualizadas. Por tanto, para poder describir adecuadamen- te las particularidades del desmentido, conviene añadir una última característica muy significativa: la transparencia. Los periodistas verificadores siempre deben explicar el proceso de verificación que han seguido para encontrar la verdad y cómo han conseguido desmentir el bulo o la información inexacta o engañosa.


  3. ¿Y ahora qué? Orientaciones para futuros periodistas verificadores

    El principal objetivo del desmentido es mostrar la verdad. El periodista, como profesional de la verificación, debe dominar el arte de redactar correctamente el desmentido para alfabe- tizar a la opinión pública y orientar a los ciudadanos hacia la verdad. Esta tarea es especialmente complicada en el escenario online, donde se entremezclan y confunden los contenidos ve- rídicos con las falsedades y rumores. Los usuarios son crédulos por naturaleza y no sienten el instinto de comprobar si la in- formación que les llega es verdadera o no. El principal peli- gro de esta situación no es sólo que los ciudadanos consuman mentiras, sino las consecuencias directas que dimanan de esas mentiras: los bulos, rumores e información inexacta o engaño- sa alimentan los discursos del odio y la polarización ideológica.

    Por tanto, la labor de los periodistas verificadores es ayudar a los ciudadanos a encontrar la verdad. Los periodistas verifi- cadores deben proveer conocimiento e información de calidad a la sociedad para que los individuos opinen con rigor, criterio


    y seriedad en el debate público. Sólo así será posible acallar los discursos del odio y mitigar la polarización ideológica, que son los que realmente perjudican el debate público, sobre todo en el escenario online.

    Está en la naturaleza humana que los individuos se dejen lle- var, con mayor facilidad, por las opiniones y juicios que coin- cidan con su misma línea ideológica —lo que en psicología se conoce como sesgo de confirmación—. El ser humano está poco preparado para aceptar las críticas disruptivas, esto es, los comentarios que rebaten su versión de los hechos o cuestionan sus creencias. Esto convierte a los usuarios en particularmen- te vulnerables a los bulos que coinciden con su pensamiento y apoyan su ideología. Éste es el germen de los radicalismos. En este sentido, los periodistas verificadores deben actuar y utilizar los desmentidos para aportar conocimiento, revelar la verdad y favorecer la empatía social. Por ello, los desmentidos son la herramienta clave, entre otros factores, para mejorar el debate público en el escenario online. No es poca la responsa- bilidad que aquí tienen los periodistas verificadores, sobre todo porque, al igual que ocurre con cualquier medio de comuni- cación, siempre existe la tentación de dejarse llevar por fines partidistas —como Media Matters, que es un medio de veri- ficación americano y abiertamente orientado a la izquierda, que monitorea y combate los bulos de políticos republicanos; o NewsBusters, otro medio americano que pertenece a un gru- po conservador y busca combatir las declaraciones de políticos liberales— en lugar de cumplir con la función principal del periodismo: el servicio al ciudadano.

    Por este motivo, dado que el trabajo del periodista verifica- dor debe cumplir con unos escrupulosos y rigurosos estánda- res de objetividad para garantizar que el desmentido sea un producto informativo de calidad, se propone, a continuación, una serie de pautas y guías para ayudar y orientar a los futuros periodistas verificadores en sus investigaciones:

  4. Conclusiones

La verificación debe convertirse en un ritual más del perio- dismo y, por tanto, debería estar interiorizado como parte de las rutinas, procedimientos y dinámicas que desarrolla el profe- sional en su día a día. La desinformación y la ‘misinformación’ se han convertido en uno de los problemas más peligrosos y preocupantes de nuestra sociedad y, por tanto, exige que los profesionales de la información se rearmen para poder enfren- tarse a estos nuevos retos. Este rearme implica que los alumnos de Comunicación se conviertan en expertos de la verificación y de la creación de desmentidos. Quizá la parte más complica- da de todo este proceso sea encontrar la forma de enfrentarse a técnicas de desinformación cada vez más elaboradas, como


los deepfakes, esto es, la inteligencia artificial al servicio de la mentira; sin embargo, esta tecnología también puede conver- tirse en la aliada de los periodistas verificadores para combatir esta plaga informativa. Por todo lo expuesto, los estudiantes de Periodismo deben conocer cómo abordar esta problemática de forma profunda y consciente, así como adquirir las competen- cias, habilidades y conocimientos necesarios para que, cuando ejerzan su profesión, sepan adaptarse a las necesidades que de- manda la sociedad actual.


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