El problema de la verdad. Retos y riesgos en la comunicación

 

 

 

Título del Capítulo: «La lucha contra la desinformación en la sociedad post-pandemia: un reto para el periodismo y más allá»

Autoría: Concha Pérez-Curiel; Andreu Casero-Ripollés

Cómo citar este Capítulo: Pérez-Curiel, C.; Casero-Ripollés, A. (2022): «La lucha contra la desinformación en la sociedad post-pandemia: un reto para el periodismo y más allá». En Caro-González, F.J.; Garrido-Lora, M.; García-Gordillo, M.M. (editores) (2022), El problema de la verdad. Retos y riesgos en la comunicación. Salamanca: Comunicación Social Ediciones y Publicaciones.

ISBN: 978-84-17600-75-4

d.o.i.: https://doi.org/10.52495/c4.emcs.11.p98

 

 

 

La lucha contra la desinformación en la sociedad post-pandemia: un reto para el periodismo y más allá

 

 

 

 

Concha Pérez-Curiel

Universidad de Sevilla

 

Andreu Casero-Ripollés

Universidad Jaume I de Castellón

 

 

 

1. Introducción

 

El nuevo coronavirus Sars-Cov-2, responsable de la enfermedad covid-19, avanza por todo el planeta sumando más de 2,5 millones de muertes y más de 112,7 millones de personas contagiadas en marzo de 2021.1 La irrupción de esta pandemia ha marcado una nueva era que ha trastocado todos los estratos de la sociedad. Aparecida inicialmente en China a finales de 2019, se generalizó en Europa y en el resto del mundo a partir de marzo de 2020. Uno de sus efectos ha sido la configuración un clima de disrupción de la ciudadanía, debido a la sobreproducción de desinformación en las redes sociales. En este escenario de crisis global (Roth, 2018), que afecta a las estructuras políticas y mediáticas, los desórdenes informativos se incrementan (Del-Fresno-García, 2019) y las plataformas digitales se convierten en espacios referentes para la difusión de falacias y bulos (Pérez Curiel; Velasco Molpeceres, 2020; Pérez-DaSilva et al., 2020).

Las primeras investigaciones sobre los efectos de la desinformación sobre la pandemia (Nielsen et al., 2020) recogen resultados de encuestas (N=8502) entre usuarios de seis países (Alemania, Argentina, Corea del Sur, España, Estados Unidos y Reino Unido) en marzo de 2020. Un tercio de los ciudadanos afirma haber visto mucha o muchísima información falsa o engañosa en la última semana, sobre todo en las redes y en los servicios móviles de mensajería instantánea. Este fuerte incremento de las fake news durante la crisis del coronavirus ha sido verificado también en otros estudios (Moreno-Castro et al., 2020; López-Borrull; Vives-Gràcia; Badell, 2018).

Esto coincide con un momento histórico en el que conviven una gran cantidad de canales mediáticos que permiten la circulación de todo tipo de contenidos, lo que implica transformaciones profundas en la manera de informarse. El principal cambio es la creencia de que uno puede estar bien informado a través de sus pares y de las redes virtuales sin necesidad de buscar activamente información en los medios profesionales, simplemente esperando que las noticias «me encontrarán» (Gil de Zúñiga; Weeks; Ardèvol-Abreu, 2017). Se perfila así una audiencia que manifiesta desconocimiento y desinterés por los asuntos públicos (Lee; Xenos, 2019), influida por la habilidad de nuevos actores que impulsan falsedades. Esta radiografía describe un panorama determinado por el incremento de la desinformación (Bennett; Livingston, 2018), la desconfianza hacia los medios tradicionales (Waisbord, 2018), la polarización (Neudert; Marchal, 2019) y la configuración de un entorno mediático de alta elección (Van-Aelst et al., 2017).

La covid-19 ha impulsado el consumo de noticias entre la práctica totalidad de la población ante un momento de crisis excepcional (Casero-Ripollés, 2020a). Este aumento se ha localizado especialmente en la televisión, que ha vuelto a ser la opción preferida por la audiencia. En el caso de EEUU se produjo un incremento del 60% de espectadores (Nielsen et al., 2020). Por su parte, en España, el consumo de televisión creció un 37,8% entre la primera y la segunda quincena de marzo de 2020, coincidiendo con el agravamiento de la situación sanitaria (Barlovento, 2020). De este modo, se revierte la tendencia de los últimos tiempos en los que se evidencia la pérdida de autoridad social de los medios tradicionales (Carlson, 2017) y se consolida un sistema híbrido dónde conviven diferentes medios online y offline (Chadwick, 2017).

Como contrapartida, este aumento del consumo de noticias ha provocado un incremento del consumo de fake news. La multiplicidad de canales de acceso a la información puede repercutir en un aumento del riesgo de desinformación, teniendo en cuenta el interés del público por el infoentretemimiento, la desconexión de las noticias duras (Willians; Delli-Carpini, 2011) y la incapacidad de distinguir las falsedades frente a la información veraz.

En esta etapa postpandemia sigue el debate abierto sobre la gestión institucional y política del coronavirus (López García, 2020; García-Santamaría; Pérez-Serrano; Rodríguez-Pallares, 2020) y sobre la hiperabundancia informativa de bulos en circulación (Moreno-Castro et al., 2020). En este sentido, el impacto de la crisis del coronavirus sobre el periodismo está siendo ambivalente y genera múltiples retos de futuro (Casero-Ripollés, 2020b). Desde esta perspectiva, el objetivo principal de este capítulo es examinar la lucha contra la desinformación sobre la covid-19 y el rol del periodismo en la misma. En paralelo, pretendemos reflexionar sobre las oportunidades y desafíos que el protagonismo del fact-checking genera para el periodismo en el marco de la covid-19.

 

2. Desinformación y bulos contra la salud pública: la influencia de nuevos actores

 

La dosis de producción e impacto de fake news a la que está expuesta la ciudadanía del siglo XXI requiere con urgencia un punto de inflexión. La covid-19 ha desencadenado la mayor fuente de rumores y de desinformación conocida (Larson, 2020). Destacan los rumores, bulos y teorías conspirativas sobre (1) el origen, expansión y letalidad del virus; (2) las recomendaciones y prácticas curativas; y (3) la gestión de la pandemia por parte de las administraciones públicas y organismos internacionales (Ramón Vegas; Mauri Ríos; Rodríguez Martínez, 2020).

A principios de marzo de 2021, la base de datos CoronaVirusFact Alliance, impulsada por el Poynter Institute y la International Fact-Checking Network, registraba 12.075 engaños relacionados con el coronavirus circulando por todo el mundo.2

 

 

Tabla 1. Tipos de noticias falsas relacionadas con la Covid-19.

Temática de Fake News

Ejemplos

Sobre el origen

del coronavirus

Teorías de conspiración especulando que se trata de un virus

generado en laboratorio como arma biológica de China contra

Estados Unidos, o que ha sido creado en un laboratorio de Fort Detrick (Maryland, EUA) para frenar el desarrollo de la tecnología 5G, o como medida drástica para frenar el crecimiento de la población.

Sobre las formas

de contagio y las medidas preventivas

Informaciones sobre métodos pseudocientíficos para prevenir la covid-19. Por ejemplo, hacer gárgaras con agua caliente y sal o vinagre previene la infección por coronavirus.

Sobre cómo eliminar

el coronavirus

Informaciones sobre métodos pseudocientíficos para eliminar la covid-19. Por ejemplo, usando metanol.

Sobre posibles

tratamientos o curas

de la enfermedad

Complementos alimenticios que supuestamente previenen, tratan o curan las infecciones por coronavirus. Por ejemplo, el uso de la

hidroxicloroquina y la azitromicina que se utiliza para el tratamiento del paludismo. Esta última apareció en un tweet del anterior presidente de Estados Unidos, Donald Trump.

Sobre las vacunas

Afirmaciones que cuestionan o critican las vacunas. Por

ejemplo, las declaraciones de la viróloga activista antivacunas Judy Mikovits.

Sobre problemas

en la atención sanitaria no existentes

Por ejemplo, informaciones sobre que no se está atendiendo a pacientes con síndrome de Down enfermos de coronavirus.

Noticias xenófobas

Por ejemplo, sobre el supuesto origen chino del virus.

Relacionadas con la gestión de la pandemia

Informaciones falsas sobre las medidas políticas adoptadas por los gobiernos para frenar la pandemia. Por ejemplo, el cierre de ciudades (que generó compras masivas de alimentos) o los motines en cárceles españolas con imágenes de cárceles italianas.

Sobre determinados

efectos del coronavirus

en el organismo

Falsedades sobre los efectos sobre la salud del coronavirus. Por ejemplo, que ataca a la hemoglobina de la sangre y no a los

pulmones, o que se está tratando mal la enfermedad porque

la causa de la muerte no es la neumonía sino una trombosis.

Fuente: Poynter: http://www.poynter.org/coronavirusfactsalliance

 

 

Antes de la pandemia, los profesionales de la salud ya trataban pacientes que se habían desinformado en línea sobre el coronavirus, un fenómeno denominado Dr. Google (Lee et al., 2014). Sin embargo, las entrevistas realizadas por el New York Times3 a más de una decena de doctores e investigadores especializados en desinformación de Estados Unidos y Europa revelaron que nunca habían visto un volumen tan elevado como el relacionado con la covid-19. Estos profesionales sanitarios culparon a líderes como el presidente estadounidense Donald Trump de amplificar teorías alternativas, a las plataformas digitales por no hacer lo suficiente para acabar con la información falsa, y a las personas por creer con tanta facilidad lo que consumen en línea.

Reafirmando esta teoría, la política y los políticos se presentan como germen de desinformación en las redes sociales, especialmente en periodos electorales (Pérez Curiel; García Gordillo, 2020). En este sentido, destaca la acción desplegada por las organizaciones políticas de extrema derecha y los partidos populistas. Su finalidad es desestabilizar la democracia en un momento de crisis global (Levitsky; Ziblatt, 2018). Se produce entonces una eclosión de noticias falsas que han empoderado las políticas antidemocráticas (Pérez Curiel et al., 2021) y que igualan al número de noticias profesionales de medios acreditados (Wooley; Howard, 2016). Un ejemplo son las teorías conspirativas lanzadas por Donald Trump que acusan a China del mal endémico, o el anuncio de medicamentos sin respaldo científico, (Chadwick; Cereceda, 2020). También, la denuncia sobre la eficacia de las vacunas de otros países o su actitud de politizar y restar importancia al virus son señas de identidad del discurso populista de este líder político.

A la influencia de los políticos se suma el activismo de una audiencia social, que también participa en la creación y la propagación de bulos. Temas relacionados con el origen del virus, expectativas ante la vacuna, progresión del brote de enfermedades infecciosas o medidas preventivas han sido objeto de falacia en crisis sanitarias anteriores (Broniatowski et al., 2018). A principios de abril de 2020, 113 millones de autores únicos habían compartido en Twitter mensajes sobre covid-19 (Larson, 2020). La libertad de expresión permite que las redes sociales puedan difundir cualquier información errónea no contrastada y noticias falsas (Rosenberg; Syed; Rezaie, 2020). Algunos mensajes son apocalípticos y producen un efecto de miedo que acompaña a la enfermedad infecciosa (Aleixandre-Benavent et al., 2020).

Otras herramientas de base para la difusión de fake news y de bulos sobre la pandemia han sido las plataformas digitales (Scheufele; Krause, 2019). Los servicios móviles de mensajería han jugado un papel clave en la extensión de noticias engañosas (Salaverría et al., 2020). De hecho, en España el 80% de fake news provenían de WhatsApp (Tardáguila, 2020). Una de las causas que explica el uso de esta aplicación es el carácter personal, ya que son familiares o amigos quiénes envían los mensajes, lo que genera credibilidad en los públicos. El denominador común que caracteriza el procedimiento de las audiencias en las redes responde a informaciones abiertamente falsas, sin fundamento en hechos verídicos y que pueden ser refutadas mediante mecanismos de verificación básicos (Bounegru et al., 2017). Sin embargo, la dicotomía se plantea en la dificultad para localizar el origen del bulo y preparar un antídoto capaz de intervenir la acción de la fuente ante la metástasis informativa de la red.

 

3. Oportunidades y nuevo rol del periodismo: entre el fact-checking y la media literacy

 

El avance del autoritarismo y de los populismos (McNair, 2018) son señas de identidad de una potencial crisis democrática (Wardle; Derakhshan, 2017). A esto cabe sumar el avance de la plataformización de nuestra sociedad (Gerbaudo, 2018; Van Dijck et al., 2018; Lockwood; Mooney, 2018; Kriscautzky; Ferreiro, 2014). Ante este desafío, la verificación de los hechos está pasando a jugar un papel clave. En el caso del periodismo, esta función de chequeo de la autenticidad de una información acentúa su protagonismo en este contexto. Las rutinas productivas tradicionales cobran una nueva relevancia en un momento marcado por la eclosión de noticias sobre la covid-19 (Casero Ripollés, 2021). Es preciso garantizar la veracidad y el contraste de fuentes, frenar el consumo incontrolado de desinformación y ofrecer recursos para desmontar las falacias y el efecto de las fake news.

Esto provoca cambios a un doble nivel. En primer lugar, los news media han enfatizado el fact-checking durante la pandemia. Los profesionales del periodismo pueden proporcionar y actualizar la información basada en pruebas y transmitirla a través de plataformas y cuentas institucionales. Asimismo, pueden aportar consejos para evitar la desinformación, controlando los rumores y las noticias falsas y educando a la ciudadanía para diferenciar la información creíble de la que no es fiable (Ali; Gatiti, 2020).

 

Tabla 2. Funciones primarias de los profesionales de la información durante la pandemia de covid-19.

Investigar y contrastar las fuentes de la noticia.

Desconfiar de mensajes reenviados desde las redes sociales si se desconoce la fuente.

No ser cómplices de la difusión de información falsa.

Producir contenidos fiables en los medios de comunicación.

Diseñar indicadores de evaluación de calidad aplicables a los sitios web, como HONcode y Discern.

Aconsejar a los gobiernos sobre cómo desarrollar estrategias para enseñar a la población a verificar la información sobre salud.

Contribuir a establecer códigos éticos globales para la publicación de información sobre la salud en internet.

Participar en programas de los medios de comunicación para compartir información legítima.

Educar a la audiencia y dotarla de recursos para que puedan diferenciar las noticias verdaderas de las falsas .

Promover los sitios web de las instituciones oficiales, de institutos científicos y organizaciones sanitarias para compartir información fiable.

Fuente: elaboración propia a partir de Aleixandre-Benavent; Castelló-Cogollos; Valderrama-Zurián (2020).

 

 

Otro marco de verificación se concentra en las plataformas de fact-checking, un actor relativamente reciente en el ecosistema periodístico que está ganando preeminencia. Su particular modelo empresarial estriba en convertir un aspecto auxiliar del periodismo (la verificación) en un nicho de mercado diferente al de los medios y de sus rutinas. Estas agencias no generan información nueva, sino que chequean la autenticidad de los contenidos producidos y difundidos por terceros. Aportan un valor añadido que refuerza los procedimientos básicos de contraste periodístico.

En 2015 se creó en Estados Unidos la mayor red internacional de fact-checkers: la International Fact-Checking Network (IFCN), que en abril de 2020 contaba con 74 plataformas acreditadas. Los candidatos que aspiran a ingresar en esta red son evaluados externamente sobre su compromiso con la imparcialidad y la no politización, por un lado, y sobre la transparencia de las fuentes, de la financiación, de la organización —de sus vínculos— y de la metodología, por otro. También, se valora la honestidad y la capacidad de rectificar, de acuerdo con un código de buenas prácticas divulgado por la IFCN (Salaverría et al., 2020).

Asimismo, el informe de Duke Reporter’s (2020) muestra una lista de 237 organizaciones dedicadas a la verificación en 78 países, diferenciadas por especialización temática (Pavleska et al., 2018). En el campo de la salud y la medicina destacan, entre otras, Health News Review, activa entre 2006 y 2018, Health Feedback, nacida en noviembre de 2018, y Metafacts, lanzada en abril de 2018. Estas plataformas han alcanzado un crecimiento notable con motivo de la covid-19 (Brennen; Simon; Howard; Nielsen, 2020) y han desempeñado un papel significativo en esta crisis sanitaria, debido a la trascendencia mundial de la pandemia y la cantidad de bulos que ha generado.

En un proceso de hibridación con los medios, la verificación se posiciona como valor agregado periodístico ante el continuado incremento de la desinformación en la sociedad post-pandemia (Palau Sampio, 2018; Pellegrini; Múgica, 2006). Las nuevas rutinas de trabajo exigen una mayor capacitación de los periodistas y una mayor transparencia en cuanto a su política editorial (Amorós García, 2019) y remarcan la necesidad de la alfabetización mediática. Esto supone una nueva oportunidad para la reinvención del periodismo que, ante un contexto marcado por la extensión de la desinformación, puede encontrar en el fact-checking y la media literacy un valor diferencial para prestar un servicio a sus audiencias y para conectar, así, con la ciudadanía.

 

4. Plan de acción de instituciones y plataformas sociales contra la infodemia

 

La lucha contra las noticias falsas vinculadas a la covid-19 no sólo concierne al periodismo, sino que va más allá involucrando a actores procedentes de otros ámbitos sociales. Así, la verificación se está situando también como centro de las preocupaciones y las estrategias de agentes no periodísticos.

En primer lugar, cabe destacar a las fuentes del ámbito político, especialmente los organismos internacionales. En una Resolución de junio de 2017, el Parlamento Europeo instó a la Comisión Europea a analizar «en profundidad la situación actual y el marco jurídico en lo relativo a las noticias falsas y a utilizar si es posible la vía legislativa para limitar la difusión y propagación de contenidos falsos».4 En marzo de 2018, el Consejo Europeo declaró que «las redes sociales y las plataformas digitales deben garantizar unas prácticas transparentes y la plena protección de la privacidad y los datos personales de los ciudadanos».5 La Declaración conjunta sobre libertad de expresión y «noticias falsas», desinformación y propaganda, adoptada en 2017 por relatores especiales designados por organizaciones internacionales,6 realizó un tratamiento específico de la aplicación de las leyes internacionales de derechos humanos a este fenómeno. Además, se creó un observatorio europeo7 que elaboró un detallado plan de acción contra la desinformación de la Comisión, publicado el 5 de diciembre de 2018. Su objetivo es reforzar las capacidades y fortalecer la cooperación entre los Estados miembros y la UE en cuatro áreas clave: mejorar la detección, coordinar las respuestas, trabajar con plataformas e industrias en línea y concienciar y empoderar a los ciudadanos para responder a la desinformación en línea.

Tras el caos desinformativo de la pandemia, la UE está diseñando un conjunto de iniciativas que afectan al ámbito europeo, pero también se expanden a la cooperación en el escenario mundial. La información médica engañosa vertida por actores externos al campo sanitario, los delitos cibernéticos, las teorías de conspiración y el fraude al consumidor ponen en peligro la salud pública. La UE y sus Estados8 están decididos a contrarrestar los esfuerzos de los actores que intentan explotar la crisis y ponen en riesgo la vida de los ciudadanos, o que difunden propaganda u odio. Sobre la base del plan de acción de 2018 contra la desinformación,9 se exige una acción más coordinada, en consonancia con los valores democráticos. En esta línea la Comisión ha lanzado un sitio web dedicado al coronavirus que proporciona información en tiempo real y la respuesta de la UE ante los engaños más destacados sobre esta enfermedad.10

Por otro lado, la Organización Mundial de la Salud, en su política contra la infodemia ha creado la Red de Información sobre Epidemias de la OMS (EPI-WIN) centrada en ofrecer orientación procedente de fuentes confiables sobre la covid-19 y en combatir los riesgos de la desinformación propios de las sociedades digitalizadas. Una acción que requiere un cambio de comportamiento a todos los niveles (individual, comunitario, social, sistema de salud, gobierno, etc.) y la cooperación de todas las regiones del mundo.11

Un segundo actor que también está reaccionando contra la desinformación y los efectos nocivos sobre las democracias son las compañías tecnológicas propietarias de los principales social media (Facebook, Google, Twitter). La reactivación de un periodismo apoyado en la verificación es un resorte que anima a las plataformas a reaccionar (Wardle; Derakhshan, 2017), afanadas en demostrar a la sociedad su implicación en una lucha contra la desinformación compartida con los medios y las instituciones. Todo ello, para no perder la confianza de sus seguidores y usuarios. Las acciones más recientes impulsadas por estas compañías están relacionadas con las fake news sobre las vacunas. Algunos ejemplos relevantes son la eliminación de Google de más de 700.000 vídeos de YouTube con información médica falsa, el anuncio de una lista de vacunas autorizadas en 23 países de la UE, el etiquetado de tweets falsos sobre las vacunas en Twitter, la información de Facebook sobre las falsedades habituales detectadas por la OMS o el copatrocinio de Microsoft en la campaña #VaxFacts lanzada por NewsGuard para luchar contra los bulos sobre las vacunas.

 

5. Conclusiones

 

La pandemia ha situado la desinformación como uno de los principales problemas de nuestra sociedad. Esto ha acentuado la necesidad de luchar contra las noticias falsas y sus efectos negativos en términos sociales y democráticos. Como consecuencia, el protagonismo de la verificación de la información se ha intensificado. Esto supone una gran oportunidad para el periodismo en su rol de líder contra la desinformación. Implementar procesos y estrategias efectivas de verificación y reforzar su posición social, su legitimidad y credibilidad ante la ciudadanía son metas imprescindibles para garantizar su futuro.

Sin embargo, el periodismo no está solo en esta batalla. Otros actores procedentes de otros ámbitos sociales también se han sumado a esta lucha, que desborda el campo periodístico para ir más allá. Los organismos internacionales, como la UE o la OMS, por un lado, y las compañías de medios digitales, como Google, Facebook o Twitter, también se han incorporado al frente contra la desinformación.

Si el periodismo no es capaz de aprovechar el contexto actual y liderar la batalla contra las noticias falsas mediante la verificación y la alfabetización mediática, otros actores pueden suplantar y cuestionar su papel. Esto lo relegaría a una posición secundaria y provocaría una pérdida de su identidad como muckracker de lo falso. Por ello, hoy más que nunca, el periodismo se enfrenta a un gran desafío en la sociedad post-pandemia. No sólo está en juego la salud de la democracia sino también el papel y la relevancia del periodismo en un futuro inmediato.

 

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Notas


6 Declaración conjunta sobre libertad de expresión y «noticias falsas», desinformación y propaganda, http://www.osce.org/fom/302796?download=true .

4.