Investigación en comunicación y feminismo. Debates en torno a la producción, usos y trayectorias en el siglo XXI

 

 

Título del Capítulo «Introducción»

Autoría: Teresa Vera Balanza; Inmaculada Postigo Gómez

Cómo citar este Capítulo: Vera Balanza, T.; Postigo Gómez, I., (2023): «Introducción». En Postigo Gómez, I.; Vera Balanza, T. (eds.), Investigación en comunicación y feminismo. Debates en torno a la producción, usos y trayectorias en el siglo XXI. Salamanca: Comunicación Social Ediciones y Publicaciones.

ISBN: 978-84-17600-65-5

d.o.i.: https://doi.org/10.52495/intro.emcs.16.cyg1

 

 

 

Introducción

 

Teresa Vera Balanza

 

Universidad de Málaga

 

Inmaculada Postigo Gómez

 

Universidad de Málaga

 

 

 

 

 

En este monográfico, Investigación en comunicación y feminismo: debates en torno a la producción, usos y trayectorias en el siglo XXI, hemos querido propiciar un foro de encuentro entre investigadoras que transitan redes, proyectos y trayectorias coincidentes.

Contamos con los aportes de miembros del proyecto I+D+i «RESPEct: Produsage juvenil en las redes sociales: construcción de la identidad sexual y gestión de las desigualdades de género», que hacemos confluir con los trabajos y líneas de investigadoras pertenecientes a la Red Iberoamericana de Investigación en Comunicación y Feminismo para la Justicia Social (IBERFEMCOM) auspiciada por la AUIP, y que desde su inicio ha buscado las sinergias resultantes de abordar intereses temáticos compartidos entre universidades españolas y latinoamericanas, y también con los trabajos desarrollados por investigadoras vinculadas a la sección de Género y Comunicación de la Asociación Española de investigación en Comunicación (AE-IC).

Desde distintos territorios, con diferentes ámbitos de especialización, y con preocupaciones dispares, nos ha reunido el objetivo de participar del diálogo en torno a las relaciones entre la comunicación y el género en el siglo XXI, donde el escenario digital nos dota de oportunidades de expansión del activismo y la praxis feminista, pero donde también se ha incrementado el número de canales de difusión de mensajes reactivos, misóginos, y, en no pocas ocasiones, de odio.

Desde el punto de vista de la producción de contenidos, se presentan aportes sobre ilustradoras feministas en Instagram, sobre memes en páginas feministas de Facebook, y sobre pódcasts feministas, avalando las posibilidades que el escenario digital ofrece. Como contranarrativas a estas producciones, contamos con las experiencias vividas o percibidas por usuarios de Instagram que observan y expresan mensajes violentos o agresivos que van naturalizándose en el ruido digital; y más allá, en el punto más extremo de esta tendencia, son analizados los vídeos en YouTube y TikTok como ejemplos de la net-narcocultura.

Así, este itinerario por las redes sociales en torno a la diversidad de textos y propósitos dotan de unicidad al monográfico respecto al sentido construido y resignificado en las propias comunidades de interpretación, al describir el circuito completo que abarca la producción, la recepción, la recreación, la interpretación y la resignificación, en un constante rol en el que el receptor y productor de contenidos coinciden en el mismo individuo que alterna el papel en sus acciones (produsage).

Complementariamente, presentamos sendas reflexiones sobre las pautas, rutinas, condicionantes y dilemas que definen la investigación feminista. Una, sobre las condiciones de producción de la comunicación feminista, sus trayectorias, su consolidación, sus incentivos y sus limitaciones. Otra, imprescindible, sobre el impacto social del conocimiento al que contribuimos, su relación con las personas investigadas y sus testimonios, la explotación —en todos sus sentidos— de los resultados y el retorno del conocimiento a la sociedad.

La obra se estructura en siete capítulos que responden a los itinerarios descritos.

En «La investigación en feminismo y comunicación en España: criterios de evaluación, asignación de recursos y proyectos», firmado por Vera, Postigo y Hernández, las autoras parten del reto marcado por la Estrategia del Espacio Europeo de Investigación que plantea como objetivo para 2030 que la mitad de todo el personal científico en todas las disciplinas y los niveles sean mujeres. A partir de este objetivo, se realiza un balance sobre la génesis y consolidación del espacio académico de la investigación en género, y de los estudios en género y comunicación desarrollado en las universidades españolas, sobre los nodos, áreas y campos donde fueron generándose las contribuciones teóricas, metodológicas y aplicadas al campo de la comunicación y el género, para concluir con un balance de la situación que nos sitúa dentro de los estándares de países del entorno pese a las diferentes condiciones de partida.

La revisión sistemática de la información pública sobre convocatorias, programas y planes de investigación, así como las resoluciones de dichas convocatorias, la identificación, cuantificación e interpretación de las brechas de género, los avances y retrocesos, han permitido evaluar el impacto de género en la I+D+i. Complementariamente se sistematizan los resultados sobre la evaluación de los resultados científicos tanto en su dimensión investigadora como en la de transferencia como evidencias de los sesgos de género y como indicadores de la brecha salarial, lo que se traduce en obstáculos objetivos a la continuidad, progresión y consolidación de la carrera profesional de mujeres y hombres en universidades y centros de investigación. Finalmente, el capítulo presenta las dimensiones de la desigualdad que se concretan en la brecha de género en los proyectos de investigación, en la aplicación de la perspectiva de género en las investigaciones, y en la valoración y progreso de la carrera investigadora. Reconocidos los hándicaps, estamos en condiciones de establecer mecanismos para su disolución.

En «Ilustrar el feminismo en Instagram. Las redes sociales como escenario de la agenda feminista», Simancas, Galarza, y Sánchez Martín analizan cómo las luchas y las reivindicaciones feministas ocupan las calles y los discursos políticos, pero también, estratégicamente, los espacios sociales y de comunicación. En el contexto de la Agenda para el Desarrollo Sostenible, no solo el ODS 5 sino, transversalmente, el 8, el 12 y el 16 transitan por la igualdad como línea de sus acciones y retos. En el conocimiento de estos retos y para el logro de sus principios, los medios de comunicación y las redes sociales pueden contribuir decididamente. Las autoras ubican su análisis en el contexto de la llamada cuarta ola feminista y son sus tópicos los que van a usar como indicadores en la indagación que comparten en este volumen, esto es, la violencia sexual, la agenda feminista y la expansión de la solidaridad internacionalista del feminismo en el contexto global. Así, las autoras nos presentan el análisis de las producciones de seis de las ilustradoras más populares en España (Feminista Ilustrada, Lyona Ivanova, Moderna de pueblo, Maria Hesse, Lola Vendetta y Flavita Banana) y las 813 publicaciones que realizan en el periodo comprendido entre la primera huelga feminista (marzo 2018) y la finalización del estado de alarma por covid-19 (junio 2020) con el objetivo de conocer cómo estas creadoras abordan el feminismo a través de los temas que tratan. Los resultados que obtienen sitúan la mayor parte de la producción en torno a la (auto) promoción y el marketing vinculado a la creación de marca propia, en línea con el contexto del capitalismo cognitivo y la economía digital. Pero también, aunque menos definitoriamente, a la reivindicación de la sexualidad y el placer femenino y a la crítica a las distintas formas de violencias. Ambivalentemente, concluyen exponiendo que los resultados más significativos coinciden con el enfoque individualista vinculado al éxito personal y a la autorrealización percibidos como elementos de empoderamiento de las influencers; pero también, y esa es la potencialidad de estas propuestas, con el ejercicio de reivindicar el punto de vista propio y la legitimación de su voz en el debate público y con el engagement de sus públicos, con la incentivación del deseo y disposición de los públicos para la participación como oportunidad para la denuncia de las violencias, la ridiculización de los estereotipos y de las desigualdades.

«La violencia que seremos: jóvenes y taxonomía de mensajes de odio en las redes», firmada por las profesoras Sell, Núñez y Romo, resulta complementaria a la propuesta anterior al virar el enfoque hacia los y las usuarias de esas redes sociales, la llamada generación Z, instalada en las nuevas formas de conexión y relación de la juventud, y entendiendo que las redes facilitan la resistencia y también la reacción, les permiten producir contenidos y validan la pertenencia a la comunidad. De otro lado, también ponen el acento en los mensajes de odio y la agresividad que transita y se expande, especialmente en aquellos comentarios que se refieren a los cuerpos de las mujeres.

El objetivo de este capítulo es explorar cómo la juventud identifica y expresa formas de relación o prácticas violentas o machistas, cómo perciben la violencia y cómo la gestionan, todo ello teniendo en cuenta su doble experiencia como productores y como usuarios. Mediante un diario virtual han obtenido y analizado 777 respuestas a una población de entre 15 y 30 años. Las autoras cuantifican que dos de cada tres personas reconocen conductas violentas, que han visto o leído comentarios que pueden identificar con violencia de género, y que uno de cada cinco narran que han sufrido este tipo de mensajes agresivos relacionados con su aspecto físico, y que la virulencia de los mensajes se acrecienta en los perfiles más activos como consecuencia de la sobreexposición. Pero, además, y resulta lo más interesante desde el punto de vista cualitativo, las autoras analizan los efectos de estas interacciones, el impacto, los mecanismos de autorregulación y la reapropiación de los mensajes para activar la circulación y el debate público (aunque efímero) que generan unos patrones de sociabilidad reconocibles en el mundo offline pero cualitativamente distintos. El análisis realizado sobre los discursos explicita los niveles de tolerancia, la normalización de los ataques y agresiones, la percepción de las desigualdades, entendiendo, en definitiva, cómo la juventud convive con todas estas violencias en las redes de manera naturalizada, pero también, el aporte de este capítulo nos permite determinar que pueden existir opciones para elaborar medidas de control y para proponer acciones que logren revertir comportamientos narrativos inaceptables.

En «De la otredad abstracta a las «otras mujeres»: dilemas éticos y metodológicos del uso de experiencias femeninas en los estudios culturales», Willem, Tortajada y Moreno Segarra apelan al feminismo académico para preguntarse quiénes son los sujetos y los objetos de la investigación, qué voces y qué saberes estamos construyendo y difundiendo. Conforme a su propuesta, el imperativo de la investigación de generar impacto social supone una oportunidad para volver a traer algunas de las miradas que en las décadas de los 80 y 90 conectaron la academia y las demandas ciudadanas, que encontraron un espacio idóneo en la articulación de los debates feministas en los estudios culturales, insistiendo en que la incorporación de las experiencias culturales de las mujeres mejora la teoría cultural pero que, a fecha de hoy, todavía permanecen inconclusas. Willem, Tortajada y Moreno nos ofrecen los argumentos teóricos y metodológicos que retoman la relación entre las investigadoras y aquellos colectivos no académicos instrumentalizados en la investigación, constituyendo a «las otras» de la «otra investigación». Desde la etnografía feminista se preguntan quién puede hablar por las mujeres, cómo gestionar las experiencias y las biografías de las investigadoras en el desarrollo de las investigaciones, o cómo gestionar las relaciones entre las audiencias femeninas y la crítica feminista. Sustentadas sus propuestas en McRobbie, Modleski o Brundson, entre otras, el capítulo apela a la distancia o proximidad entre las investigadoras y los sujetos de la investigación, reconociendo los nexos que nos implican con las otras mujeres, con la única diferencia solo de poseer una voz más articulada y reconociendo también el uso, a menudo extractivo, de la información personal de las investigadas a las que, con demasiada frecuencia, negamos autonomía y capacidad de agencia, en un debate circular que nos implica por cercanía pero sin renunciar a los privilegios de quien está en posesión del capital cultural y de una voz más articulada.

La invitación a no hablar de las mujeres sino de hablar con las mujeres, la evitación de las fracturas académicas, la incentivación de la dimensión transformadora de la investigación incrementando la capacidad de agencia y promoviendo el cambio social, la cooperación intelectual y el fortalecimiento de los vínculos con los movimientos sociales, no solo para incorporar los conocimiento subalternos, sino para asegurar que la vida cotidiana esté en el centro de la investigación, es más que una propuesta, es un compromiso, un reto y una hoja de ruta para la agenda de la investigación feminista en comunicación.

En «Polifonías de la memesfera feminista: entre el carnaval, la tecnopolítica y la contrahegemonía. Fanpages de feminismo geek en México», Collado nos invita a observar los memes distribuidos en redes sociales en tanto unidades discursivas que son fuente de entretenimiento, información y denuncia. La autora nos propone un análisis multimodal del discurso canalizado por memes feministas difundidos en las páginas de Facebook Bobfeminista, Feminigeek y Otakufeminista, de temática geek, un subgénero que ha experimentado un importante auge a partir de 2020 coincidiendo con la pandemia.

Mediante el análisis de la estructura y el contenido y de las dimensiones lingüística, visual y digital, el meme se presenta como descriptor de una idea general y compleja trasvasada a la cultura popular donde alcanza su sentido en la apropiación subversiva. Así, los memes feministas son vehículos de debate, expresión, manifestación y crítica reflexiva del papel de las mujeres y del feminismo en la sociedad.

En línea con otras propuestas de este volumen, en la subcultura geek, las jóvenes feministas se erigen en creadoras y consumidoras (produsage) y subvierten las narrativas violentas y machistas dominantes en redes sociales, resignificándolas en un nuevo discurso a través de su deconstrucción paródica o satírica —como puede verse igualmente en el segundo capítulo— como estrategia de resistencia popular en el sentido carnavalesco de translocación de formas, discursos y roles.

La propuesta insiste en que, de igual manera que se ha producido una reconfiguración del espacio público digital, también se han reconfigurado las formas políticas del feminismo mediante esta praxis cotidiana en el entorno de la tecnopolítica.

El meme feminista no rehúye, antes al contrario, de la vulgaridad o la grosería como elementos de resistencia de la cultura popular; el vocabulario, las imágenes de fiesta, lo grotesco o la ridiculización, resultan elementos constitutivos de unos actos discursivos híbridos entre lo humorístico y la indignación. Con todo, su impacto real ni siquiera depende del contenido ni del sentido que le dieron en su origen, sino de las apropiaciones e interpretaciones que se agregan en las comunidades por donde circula.

En un sentido opuesto respecto al discurso, pero similar en sus formas, la propuesta de Villaplana y León sobre la net-narcocultura en «Resistencia algorítmica y discursos contra la violencia feminicida en las redes sociales. Estudios de género, narrativas digitales y visualidades analíticas», abunda en la construcción de relatos digitales encuadrados en la narcocultura mexicana que, si bien no es reciente, sí que ha encontrado en el territorio digital unas posibilidades de difusión y unas tramas de relación con otros discursos aspiracionales del narco-rap global, ya sea en forma de ganstarap, rap quinqui, o de trap. En todos ellos —y es donde incide el análisis de las profesoras León y Villaplana— los productos son narraciones sobre las dinámicas de hiperconsumo, y la estetización y naturalización de la violencia feminicida.

Contextualizado en torno a 2006, coincidiendo con lo que se denominó «la guerra del narco», los relatos de ficción, la oferta de las plataformas, las redes digitales y los vídeos musicales (primero en YouTube y luego en Tiktok) narran las andanzas de los narcos, interaccionan con los usuarios, recrean su constructo de las relaciones amorosas, objetivizan los cuerpos femeninos, y expresan la violación como castigo.

Las autoras confrontan y analizan con técnicas etnográficas producciones musicales de narco-rap y producciones de rap feminista para identificar las tendencias discursivas. En el caso del narco-rap, sus letras son discursos sobre la construcción de la masculinidad en un contexto hiperviolento, sobre la creación del imaginario de la vida de narcotraficantes o sicarios, pero la representación de la imagen y el comportamiento de las mujeres que resulta es secundario frente al discurso hegemónico de pertenencia y de construcción identitaria. El rap feminista, al contrario, no es reactivo sino que es vehículo de denuncia en tanto enunciación de realidades invisibilizadas.

Con la migración a Tiktok, los mensajes experimentan algunas mutaciones provocadas por la inmediatez y la concreción. La edición, el resumen y la creatividad se orientan hacia la narración de mensajes de éxito materializados en la ostentación, en la mostración del consumo hedonista. Los contenidos de resistencia feminista, sin embargo, presentan una mayor variedad narrativa, performativa y discursiva: contar cosas, denunciar, sensibilizar, parodiar.

En «Escenarios sonoros feministas», Piñeiro, de Frutos y López nos introducen en las posibilidades y oportunidades del espacio sonoro digital como territorio seguro para las identidades subalternas y las subjetividades no hegemónicas.

Como se observa a lo largo de este volumen, en este siglo XXI, internet es el campo de batalla en la lucha por los derechos de las mujeres al ampliar las oportunidades para expresar, pero también multiplica las posibilidades de represión y agresión. No obstante, el espacio sonoro parece, por ahora, un lugar seguro para la interacción y el intercambio de contenidos, así como para la denuncia.

Las mujeres, que tienen un rol central en la transmisión oral, mantienen una relación ambivalente con la radio, una especie de apartheid, ya que, a pesar de constituir las audiencias más amplias, son grandes los obstáculos para localizar espacios alternativos para sus voces, temáticas y enfoques.

En este contexto, pero en las circunstancias actuales, aparece el pódcast como paradigma de la cultura de la convergencia, con potencialidad para mantener una extensa comunidad oyente, y posibilidades para la producción autónoma como práctica para visibilizar y reforzar identidades colectivas, temáticas y posicionamientos activistas, nutriendo a una creación más alternativa y diversa, y modificando los modos de enunciación por un «nosotras» que favorece la continuidad narrativa, el fomento de la participación, y la génesis de una voz-identidad como forma de resistencia.

En este ecosistema en progresión, las autoras nos presentan seis espacios sonoros representativos para su estudio: Deforme Semanal Ideal Total, De eso no se habla, La Totera, Sangre Fucsia, Estirado el chicle y Radiojaputa. No se trata solo de iniciativas exitosas en distintas plataformas, sino de ejemplos de integración del podcasting feminista en un contexto de enunciación y activismo, que proveen nuevos marcos de interpretación, que han conllevado su inclusión en estrategias transmedia (como núcleos o expansiones), y que posibilitan el establecimiento de acciones cruzadas con otros podcásters-medios.

En definitiva, siendo una ventajosa herramienta digital y un altavoz de denuncia, también genera empatía y sentimiento de identidad; facilita el derecho a la comunicación mediante el acceso a la producción de contenidos, ejemplo de resistencia y modos de redefinición del espacio sonoro digital más heterogéneo.

Si los contenidos son trasgresores, aún son más potentes las redes de intercambio y colaboración, las estrategias cruzadas con otras iniciativas y medios que ensanchan el espacio feminista.

Así, el presente monográfico y los temas tratados, nos permiten presentar un foro global de debate en cuanto al sentido de la imbricación entre comunicación y género en el siglo XXI, desde diferentes latitudes y miradas en un contexto cambiante.