Comunicación, campo(s), teorías y problemas. Una perspectiva internacional

 

 

Título del Capítulo «El metamodelo constitutivo: una revisión a diecisésis años»

Autoría: Robert T. Craig

Cómo citar este Capítulo: Craig, R.T. (2016): «El metamodelo constitutivo: una revisión a diecisésis años». En Vizer, E.; Vidales, C., Comunicación, campo(s), teorías y problemas. Una perspectiva internacional. Salamanca: Comunicación Social Ediciones y Publicaciones.

ISBN: 978-84-15544-57-9

d.o.i.: https://doi.org/10.52495/c9.emcs.17.ei13

 

9. El metamodelo constitutivo: una revisión a diecisésis años1

 

Robert T. Craig

 

Traducción de Carlos Vidales2

 

 

 

Este capítulo revisa los usos que se le han dado al metamodelo constitutivo (Craig, 1999) en los primeros dieciséis años desde su publicación. El metamodelo ha sido ampliamente citado como una referencia sintetizada del campo y ha sido utilizado también como un dispositivo para la enseñanza teórica, para reflexionar sobre los problemas de la comunicación desde múltiples perspectivas y para evaluar teorías particulares o áreas subdisciplinarias en relación con el campo general de la comunicación. Los académicos han propuesto, además, nuevas tradiciones de las teorías de la comunicación y al menos una noción corregida de las tradiciones en general. Las críticas al metamodelo se han enfocado en cuestiones de sesgo epistemológico, en la desconexión de la teoría con la investigación, en la definición de las tradiciones y en el potencial de un diálogo productivo en el campo, temas todos que serán abordados en el presente trabajo. Al final, el capítulo concluye con una breve reflexión sobre el estado actual y el futuro prospectivo de las teorías de la comunicación como campo.

 

1. Revisión del metamodelo constitutivo, dieciséis años después

 

La justificación para el metamodelo constitutivo de las teorías de la comunicación que presenté en Craig (1999), fue esencialmente un argumento con una oportunidad práctica. Las diversas teorías de la comunicación concebidas en este metamodelo (un modelo de modelos), nos proporcionan una amplia gama de propuestas normativas para constituir (entender y dar forma) la práctica de la comunicación. En este metamodelo, el plural campo de la teoría de la comunicación se unifica a través de dos acciones complementarias: el diálogo entre sus siete principales tradiciones de pensamiento y el debate sobre problemas comunicativos a lo largo de un continuum que conecta el «metadiscurso teórico» de la disciplina con el «metadiscurso práctico» de la vida cotidiana Las diversas teorías de la comunicación concebidas en este metamodelo (un modelo de modelos), nos proporcionan una amplia gama de modelos normativos para constituir (entender y dar forma) la práctica de la comunicación, en el cual el campo pluralista de la teoría de la comunicación es unificado por un compromiso entre sus siete principales tradiciones en diálogo y debate sobre problemas comunicativos a lo largo de un continuum que conecta el «metadiscurso teórico» de la disciplina con el «metadiscurso práctico» de la vida cotidiana. En este sentido, el presente capítulo no asume que el metamodelo constitutivo presente una conclusión garantizada a través de un argumento racional (como una necesidad onto-epistemológica), ni de un hecho empírico (como una descripción del campo). Por el contrario, este modelo de y para el campo fue propuesto como una alternativa práctica, como una oportunidad para superar la fragmentación intelectual y para darse cuenta del potencial heurístico de la diversidad, es decir, para maximizar la contribución práctica del campo a la sociedad. De acuerdo a lo que el artículo citado concluyó, «el campo de la teoría de la comunicación no es un repositorio de verdad absoluta. No afirma nada más que ser útil» (p. 154). Dieciséis años después quizá estemos en una mejor posición para evaluar el valor efectivo de esa afirmación.

¿Cómo podemos evaluar su utilidad? Craig (1999) sugirió que el trabajo en el campo debería usar el metamodelo: 1) para explorar las tradiciones de la teoría de la comunicación y reconocer así temas clave entre ellas, 2) para crear y participar en discusiones sobre nuevas tradiciones y nuevas formas de representar el campo y, 3) para aplicar las tradiciones con la intención de hacer frente a los problemas de comunicación en el mundo real, así como para ser usado como marco para la enseñanza de la teoría de la comunicación. Craig (2009b) también sugirió que el metamodelo podía mejor ser usado para cultivar el cosmopolitismo teórico (un amplio reconocimiento de acercamientos alternativos) para desarrollar análisis comparativos y multi-teóricos de problemas comunicativos, para conceptualizar o re-conceptualizar tradiciones teóricas y para involucrarse en diálogo y debate con otras concepciones del campo. Craig (2007) advirtió que el metamodelo «es en el mejor de los casos un dispositivo heurístico simplificado para pensar en el campo como un todo» y que «únicamente una pequeña parte del trabajo del campo puede directamente abordar este nivel [metateórico] de análisis» (p. 139). Pero, ¿hasta qué punto han usado los teóricos de la comunicación el metamodelo como un dispositivo heurístico para pensar sobre el campo en conjunto, y qué se ha derivado de esos esfuerzos? Una revisión de la literatura muestra que los académicos han aplicado el metamodelo de formas que implícitamente siguen algunas de las sugerencias que han sido mencionadas. En años recientes, cada vez más el metamodelo se ha convertido en un tema de discusión crítica entre los teóricos de la comunicación, en cierta medida, cumpliendo de ese modo con su propósito declarado de «comenzar» [jump-start] un discurso reflexivo en el campo (Craig, 1999: 132). Estas aplicaciones y críticas son discutidas en las secciones siguientes, y el capítulo concluye con una breve reflexión sobre el estado actual y el futuro prospectivo de la teoría de la comunicación como campo.

 

2. Aplicaciones

 

El metamodelo ha sido aplicado a través de mera citación como una forma abreviada de referirse al campo, y ha sido usado de manera más sustantiva como dispositivo para la enseñanza de teorías de la comunicación, para reflexionar sobre problemas de comunicación y para evaluar teorías particulares o áreas subdisciplinares en relación con el campo en su conjunto. Los académicos también han propuesto nuevas tradiciones y, al menos, una concepción revisada de las tradiciones en general. En lo que se refiere a la citación, hasta principios de 2015, Craig (1999) se acercaba a las 800 citas en Google Scholar y obtuvo 130 citas en la Web of Science, posicionándolo como el octavo artículo más citado entre los 514 artículos publicados en los primeros 24 volúmenes de Communication Theory. Las citaciones oscilan ampliamente entre las disciplinas. Por ejemplo, la citación más reciente de la Web of Science en aquel tiempo fue en el campo de la conservación acuática. El artículo también ha sido reimpreso (en Craig y Muller, 2007) y ha aparecido con traducciones al ruso (Крэйг, 2003) y al francés (Craig, 2009a), cuyas versiones han obtenido citaciones adicionales.

Parece plausible asumir que muchos de los que han citado el artículo nunca lo hayan han leído o, en todo caso, no han hecho un uso sustancial de él. Una inspección informal sugiere que algunas citas —tanto aquellas encontradas en los estudios de comunicación y medios, así como en otras disciplinas— han utilizado el artículo como un simple atajo para constatar la existencia de teoría de la comunicación en general o de una o más de las siete tradiciones que inicialmente habitaron al metamodelo, añadiendo pocos o nulos comentarios. De cualquier forma, como un representante ampliamente difundido por el campo, aun como mera referencia, el artículo quizá haya contribuido parcialmente a la construcción social y a la existencia transdisciplinar del campo de las teorías de la comunicación: el campo es citado como una fuente de autoridad; por tanto, existe.

En lo que se refiere a la enseñanza, algunos de los usos sustanciales más tempranos del metamodelo fue en prominentes libros de texto sobre teorías de la comunicación en general. Em Griffin agregó un capítulo sobre «Mapear el Territorio» en la cuarta edición de su texto (Griffin, 2000) en el que presentó sus interpretaciones de las siete tradiciones (las ediciones posteriores agregaron una octava, la «tradición ética») y situó las tradiciones en un mapa visual del campo en un continuum primario que van desde las formas teóricas de lo «objetivo» a lo «interpretativo». Stephen Littlejohn (2002) agregó una sección sobre el metamodelo a su séptima edición y en su siguiente edición, Littlejohn y Foss (2005) reorganizaron el texto de acuerdo a una matriz que clasificaba de forma transversal las teorías en siete tradiciones (exceptuando la retórica), con un conjunto de dominios temáticos (el mensaje, el comunicador, etc.) mostrando así, qué tradiciones fueron representadas por qué teorías en cada dominio. Algunos otros textos incluyeron pequeñas secciones en las cuales el metamodelo y las siete tradiciones fueron utilizadas para ilustrar la amplitud de las teorías de la comunicación (Miller, 2002; Richard y Lussier, 2005). Algunos otros libros de texto han mencionado brevemente al metamodelo o simplemente lo han omitido.

La diversidad intelectual de las teorías de la comunicación, así como la gran cantidad de material que potencialmente podría ser incluido, lo hacen un tema desafiante para la enseñanza. Incluso en un curso en el que no se abarquen los principios fundamentales del metamodelo constitutivo, las siete tradiciones pueden ser útiles para dar a los estudiantes un panorama general del tema antes de introducirlos en la selección de teorías particulares para un estudio más detenido (p.ej. Maguire, 2006). De cualquier manera, el desacuerdo en los principios fundamentales del metamodelo puede ser una buena razón para no usarlo, o un acercamiento más limitado puede ser preferido por muchas otras razones. De igual forma, esta manera de representar el campo compite con la clasificación bien establecida de esquemas como los paradigmas epistemológicos, los «niveles» de la comunicación e incluso con el antiguo marco de las «leyes-reglas-sistemas» que todavía es usado en algunos cursos.

Los autores de los libros de texto han adoptado el esquema de las siete tradiciones y lo han insertado dentro de esquemas organizacionales anteriores de forma creativa, aunque sin abordar necesariamente los temas teóricos que emergen al hacerlo. Por ejemplo, la «tradición ética» de Griffin capta lo que es seguramente una dimensión importante de la teoría de la comunicación a través de las tradiciones, pero su presentación no toma en cuenta los criterios del metamodelo para la definición de las tradiciones (Craig, 1999 y 2007). Algunos otros autores han redefinido tradiciones particulares sin reflexionar en sus implicaciones. Por ejemplo, Littlejohn (en 2002 y en la edición posterior con Foss) define la tradición fenomenológica de tal forma que concuerda bien con el contenido que ha desarrollado en ediciones previas, pero difiere sustancialmente con lo dicho en Craig (1999), sin mencionar las diferencias. Mi postura es que mi versión no es necesariamente mejor, sino que los esfuerzos por clarificar y discutir las diferencias pueden servir positivamente al campo (aunque uno podría argumentar en respuesta que los libros de texto tienen una función diferente.)

Mientras el uso más común del metamodelo en la educación ha sido con el propósito de enseñar teorías de la comunicación, García-Jiménez (2014 y 2015) ha propuesto aplicarlo directamente como método para analizar los problemas en la comunicación interpersonal desde múltiples perspectivas. Su Metamodelo Pragmático de la Comunicación incorpora las siete tradiciones en un modelo heurístico de tres niveles que incluye los rasgos culturales, las relaciones dialécticas y el metadiscurso, lo que posibilita a los usuarios reflexionar sobre cómo describen sus problemas de comunicación interpersonal para considerar así descripciones alternativas. El metamodelo también provee un marco para la investigación comparativa transcultural [cross-cultural] sobre concepciones de la comunicación y el razonamiento práctico sobre problemas de comunicación. Este acercamiento, implícitamente, responde a las críticas que sostienen que el metamodelo constitutivo inherentemente centra el foco del campo de la teoría de la comunicación en el estudio de las teorías y no en el estudio de la comunicación en sí misma (Martín Algarra, 2009).

Entendiblemente, los usos del metamodelo en la enseñanza tienden a menudo a enfatizar las siete tradiciones en lugar de los principios bajo los cuales el esquema fue construido, lo que puede promover un malentendido común de enunciados como, «la teoría X está en la tradición Y», a través de una metáfora del contenedor. Las tradiciones, tal y como son concebidas en el metamodelo constitutivo no son contenedores discretos e inertes, no suponen un sistema fijo de clasificación en el cual cada teoría pueda ser colocada en una, y sólo una tradición. Esta visión del contenedor se olvida de la historicidad esencial y la apertura interpretativa de las tradiciones. El «estar en» una tradición, es menos como estar contenido en una categoría y más como intervenir para llevar adelante un discurso, tomando algo dicho en el pasado y aplicándolo a una situación actual, lo que siempre cambia la tradición de alguna manera (Gadamer, 1989). Las teorías son in-formadas por las tradiciones y llevadas adelante. Y, por supuesto, desde este sentido una línea de desarrollo de una teoría puede estar simultánea o sucesivamente «dentro» de más de una tradición.

 

3. Reflexión Crítica sobre teorías y sub-campos

 

Algunos académicos han utilizado el metamodelo constitutivo para reflexionar sobre teorías particulares o subcampos de la investigación de la comunicación en relación con el campo en su conjunto. Por ejemplo, Davis (2013) evaluó las contribuciones de Luhmann en el contexto de la cibernética de segundo orden y de las teorías de la autopoiesis social, y Siebers (en García-Jiménez, Simonson, Siebers y Craig, 2012) reflexionó sobre la filosofía de Badiou sobre el evento como una contribución que podría transformar la tradición fenomenológica o que, posiblemente, debería ser reconocida como una nueva tradición.

Diversos estudios (además del trabajo de García-Jiménez discutido con anterioridad) han utilizado el metamodelo en descripciones sobre la comunicación interpersonal académica. Isotalus y Hargie (2012) describen los artículos de su número especial «Interpersonal Communication and Social Interaction», en parte, a través de asociarlos a tradiciones particulares de las teorías de la comunicación. Manning (2014) construyó un modelo de investigación de la comunicación interpersonal para mostrar cómo ocho tradiciones de las teorías de la comunicación son actualmente las que contribuyen al campo, y para sugerir cómo el diálogo puede avanzar mediante la extensión y traducción de teorías a través de las tradiciones. Haugh, Kádár y Mills (2013) argumentaron que la interdisciplinariedad del campo de la Pragmática Interpersonal requiere de una metateoría similar a la del metamodelo constitutivo para facilitar así una interacción más productiva entre diferentes acercamientos teóricos en el campo.

García-Jiménez (en García-Jiménez, Simonson, Siebers y Craig, 2012) utilizó las tradiciones socio-psicológica y crítica del metamodelo para desarrollar un argumento sobre las concepciones de la comunicación como una fuerza social en el pensamiento del siglo XX. Ella argumentaba que tanto la tradición sociopsicológica-funcionalista y la crítica, describieron la comunicación (de masas) tecnológicamente mediada como una fuerza que funcionó para mantener el estatus quo en la sociedad y para marginalizar contra-ideologías, sin embargo, teóricos de ambas tradiciones evaluaron de forma distinta esta realidad. Paradójicamente, la comunicación fue entendida tanto como una fuente primaria de poder simbólico que mantenía el orden establecido, y a su vez, como medio principal de la emancipación de la opresión. Por otra parte, Rich y Craig (2012) entablaron un debate entre la teoría crítica de Habermas sobre la acción comunicativa y la teoría cibernética de Bateson acerca de la comunicación relacional con el fin de teorizar la disuasión nuclear como un problema normativo de la comunicación.

Un uso especialmente interesante de múltiples tradiciones para esclarecer un problema normativo en la teoría y práctica de la comunicación lo encontramos en el libro de Eleanor Sandry (2015), Robots and Communication. Sandry utiliza el metamodelo constitutivo tanto para explicar las interacciones humano-robot desde diversas perspectivas, como para explorar las implicaciones de estas nuevas formas de comunicación para el diseño de robots. Específicamente, Sandry critica la creencia de sentido común de que la comunicación humano-robot mejorará en la medida en que los robots se vuelvan más humanoides; es decir, más parecidos a los seres humanos. Detrás de esta creencia se asume que una comunicación efectiva depende de la semejanza y que produce más similitud en la forma de entendimiento mutuo. Las tendencias actuales en teorías de la comunicación dan razones para cuestionar este supuesto y la visión ideal de la comunicación con robots humanoides que se deriva de ellos y, en su lugar, enfatiza la importancia de la otredad y la diferencia en la comunicación. Algunos de estos argumentos son funcionales y/o socio-psicológicos (e.g. en relación con los sistemas dinámicos y la colaboración en equipo), algunos son ontológicos (e.g. neo-cibernética, el cuestionamiento neo-cibernético posthumanista de las distinciones antropocéntricas tradicionales entre seres humanos, animales y máquinas), y algunos más son existenciales o fenomenológicos, con el argumento de que la verdadera comunicación es fundamentalmente una experiencia de la no-comprensión y de la diferencia irreductible. Sandry utiliza estas teorías para describir, interpretar y criticar ejemplos de la comunicación humano-robot devenidas de la ficción, la investigación robótica y el arte contemporáneo, al mismo tiempo que sobre la marcha plantea preguntas que provocan reflexionar sobre las tradiciones de las teorías de la comunicación que actualmente son representadas en el metamodelo.

 

4. Tradiciones nuevas o redefinidas

 

Craig (1999) enfatizó que la matriz del metamodelo constitutivo sobre las siete tradiciones teóricas no es un sistema cerrado con un número fijo de tradiciones. No sólo es debatible la estructura específica de la matriz, sino que es probable que ésta evolucione con el tiempo a medida que avanza el campo de estudio. El metamodelo está abierto a integrar «nuevas» tradiciones adicionales, a la reinterpretación de tradiciones e incluso a nuevas formas de representar al campo. Con respecto a las nuevas tradiciones, Craig (1999; véase también Craig y Muller, 2007: 495-502) menciona diversas candidatas, incluyendo tradiciones como la feminista, la estética, la espiritual, la económica y la biológica. Aparentemente son pocos los investigadores que han respondido a esta invitación de sugerir incorporaciones o modificaciones al metamodelo. Hasta donde yo sé, sólo dos propuestas completamente desarrolladas de nuevas tradiciones han aparecido en las publicaciones arbitradas hasta 2015.

La primera fue la propuesta de Russill (2005 y 2008) sobre una tradición pragmática de las teorías de la comunicación, la cual elaboré más a fondo en Craig (2007). Para los teóricos posicionados en esta tradición, los problemas de la comunicación emergen de la dificultad que requiere lograr un consenso respecto a las cuestiones de interés común en medio de los diversos intereses e inconmensurables cosmovisiones que se tienen en las complejas sociedades modernas. La teoría pragmática de la comunicación se interesa por aquellas formas de discurso que permitan la creación y mantenimiento de comunidades cooperativas y plurales en respuesta a este tipo de problemas. Russill no sólo mostró que esta tradición existe en el campo y ofrece además una concepción distinta de la comunicación, sino que también hizo la interesante observación de que el metamodelo constitutivo es, en sí mismo, una teoría pragmática de la comunicación: una teoría en el campo, así como del campo.

En segundo lugar, Rich (2015) ha propuesto una tradición espiritual de las teorías de la comunicación en la que se concibe la comunicación como una mimética de lo atemporal. Esta tradición se basa en una distinción dualista entre el mundo temporal y material en el que practicamos la comunicación humana y un plano atemporal espiritual de la verdad que puede influir en nuestras creencias temporales y prácticas cuando logramos conectar con él, pero que de ninguna forma es influenciado, y mucho menos construido socialmente, mediante la interacción humana. La comunicación humana normativa puede representar la verdad atemporal, pero sólo de manera imperfecta. Entre los muchos escritos que hablan sobre comunicación en la tradición espiritual, Rich cita obras clásicas de Platón y Agustín, ciertas ramas del pragmatismo norteamericano y obras contemporáneas, incluyendo las de varios estudiosos de la comunicación. Una vez definida la tradición espiritual, Rich la pone en conversación con las ocho tradiciones previamente definidas en el campo, nada más que, por ejemplo, un diálogo genuino en la tradición fenomenológica es una experiencia de encuentro entre individuos, mientras que en la tradición espiritual éste emerge de un momento atemporal compartido.

El metamodelo constitutivo propone ciertos criterios para que algo pueda ser tomado en cuenta como una tradición principal dentro del campo. No obstante, una tradición debe operar una cantidad sustancial de conocimiento caracterizado por el desarrollo histórico y su complejidad interna, además de que debe de estar centrado en una concepción fundamental de la comunicación que sea claramente distinta de aquéllas propuestas por las otras tradiciones. El uso de estos criterios para juzgar el estatus de una tradición no es un fin en sí mismo. Esto sirve al mayor propósito heurístico de reflejar cómo un cuerpo de pensamiento en desarrollo se relaciona con otros enfoques que existen en el campo y las implicaciones que puede tener para la práctica de la comunicación como es concebida desde otras tradiciones. Rich (2015) nota, por ejemplo, que posicionar a Platón en la tradición crítica, si bien no es inválido, hace caso omiso de una importante distinción entre el concepto dualista de Platón de la verdad atemporal y el materialismo monista de la teoría crítica más reciente.

Este ejercicio interpretativo puede ser instructivo incluso cuando nuestro juicio respecto a una tradición candidata resulta ser negativo. Por ejemplo, he sostenido que no hay una tradición biológica de las teorías de la comunicación como tal, incluso al reconocer el creciente e importante rol del pensamiento biológico en el campo (Craig, 1999: 151-152; Craig y Muller, 2007: 497-499). Los dos números especiales recientes de «Biological and Physiological Approaches to Communication» (Afifi y Floyd, 2015) y «Biology and Brains. Methodological Innovations in Communication Science» (Weber, 2015) no retan fundamentalmente a esta aseveración. Los enfoques biológicos continúan ganando importancia. El «problema» desde el punto de vista del metamodelo constitutivo (el cual, por supuesto, no es un problema en absoluto para los acercamientos biológicos en sus propios términos) es que tanto los conceptos sociopsicológicos y/o cibernéticos de la comunicación que subyacen a esta investigación no son ni nuevos ni distintos de la tradiciones definidas previamente en el metamodelo. Estos estudios conceptualizan la comunicación como expresión del comportamiento, interacción e influencia (tradición sociopsicológica) y/o como transmisión y procesamiento de información (tradición cibernética), dependiendo del enfoque particular de la investigación. La contribución novedosa de estas aproximaciones no es una concepción distinta de la comunicación, sino un nuevo rango de técnicas de investigación y mecanismos causales para explicar el comportamiento de la comunicación —un interés primario en la tradición sociopsicológica.

Aunque el giro biológico no constituye una nueva tradición en el metamodelo, aun así marca un cambio importante de énfasis en la tradición sociopsicológica de la teoría de la comunicación, con implicaciones que atraviesan el campo. La reflexión sobre esas implicaciones podría tener valor heurístico. El «mensaje» central y práctico de la teoría sociopsicológica para el campo en su conjunto se refiere a la predictibilidad causal de la comunicación, y a la posibilidad de intervención para manipular las causas y, así, controlar los resultados. El giro biológico sugiere que esas intervenciones tomarán cada vez más la forma de drogas, terapia de genes, implantes prostéticos, aparatos de asistencia, etcétera, y así, más y más problemas de comunicación tal y como son pensados desde esta tradición, ya no tendrán soluciones de comunicación (informativa o basada en la conversación). No solo esta tendencia desafía potencialmente los postulados sobre la centralidad de la comunicación que podrían emerger de otras tradiciones, sino que además proyecta un territorio cambiante entre las tradiciones marcadas por la convergencia de teorías psicosociológicas (v.g. explicaciones psicosociológicas sobre los efectos de los mensajes), cibernéticas (v.g. procesamiento neuronal; biocomputación) y semióticas (biosemiótica).

Las limitaciones de este tipo de experimentos del pensamiento con el metamodelo deben ser reconocidas. Son ejercicios interpretativos llevados a cabo con propósitos heurísticos. La adherencia ciega a las «reglas» para definir las tradiciones puede ser juzgada como extremadamente rígida, artificial o incluso pedante en algunos casos. El debate debe centrarse en los postulados de teorías particulares, con el contexto amplio del campo usualmente bien situado en sus fundamentos. De cualquier forma, yo creo que los beneficios de hacer el movimiento metateórico ocasionalmente puede ser bastante sustancial. Incluso solo revisar las tradiciones como en una lista de posibles aproximaciones a un problema particular puede ceder el paso a sorpresivos descubrimientos, sugiriendo nuevas distinciones e iluminando dilemas prácticos. La utilidad es limitada pero no in-considerable.

 

5. Reconstruyendo el metamodelo

 

Craig (1999) invitó a representaciones alternativas del campo, y Craig (2007) postuló que cualquier tradición puede ser usada para reconstruir la matriz completa de tradiciones de acuerdo con sus propias concepciones de comunicación. Craig y Muller (2007) señalaron en particular que las tradiciones no occidentales de las teorías de la comunicación desafían el eurocentrismo del esquema actual y podrían encabezar el camino hacia una representación más inclusiva del campo. La des-occidentalización de las teorías de la comunicación ha emergido recientemente como un importante movimiento que enfrenta problemas complejos (Waisbord y Mellado, 2014). Gunaratne (2010), mientras perseguía una agenda de la des-occidentalización, no obstante, usó las siete tradiciones originales del metamodelo como marco para articular las distintas contribuciones no occidentales al campo. Sin embargo, también notó que la integración del pensamiento no occidental transformaría las tradiciones, al corregir su sesgo eurocéntrico. Estas sugerencias de una reconstrucción desoccidentalizada del metamodelo constitutivo aún tiene que ser retomada por otros académicos.

Cooren (2012 y 2014), por otro lado, ha desarrollado una reconstrucción del metamodelo constitutivo sobre la base de una teoría de la comunicación «ventrílocua». La metáfora de la ventriloquía destaca las propiedades de la interacción humana que explican cómo las realidades sociales abstractas, tales como las identidades, las organizaciones y las ideologías, son constituidas comunicativamente. El ventrílocuo que habla por un muñeco debe hablar con la voz del muñeco y responder por su parte a lo que el muñeco le dice, y de esta forma puede decirse que el muñeco da vida al ventrílocuo tanto como el ventrílocuo da vida al muñeco. El muñeco tiene su propio tipo de agencia en la situación. Así, los humanos interactuantes que hablan por o en el nombre de figuras como reglas, hechos y grupos, con la intención de validar líneas de acción social, tanto vivifican como son vivificados por esas cosas, las cuales al mismo tiempo tienen su propio tipo de agencia. Una ideología, por ejemplo, solo existe realmente mientras anima a hablantes que le dan su voz por sus propios propósitos.

Como muchos de los nuevos trabajos teóricos, la teoría de Cooren no sigue totalmente ninguna tradición del metamodelo; sin embargo, habla claramente de los intereses propios del aspecto interaccionista (micro) de las teorías socioculturales. Cooren (2014), de cualquier manera, ubica su teoría en la tradición pragmatista y propone usarla como un metamodelo constitutivo del campo de las teorías de la comunicación, tal como yo (implícitamente en Craig, 1999; explícitamente en Craig, 2007) derivé el metamodelo desde una forma diferente de pragmatismo. En la versión de Cooren, el problema de las teorías de la comunicación es cómo construir comunicación, y las tradiciones están definidas por lo que «tienen que decir» sobre ese problema, o lo que Cooren llama «especificaciones de diseño» de cada tradición para la comunicación. Un metamodelo coherente puede ser construido al incorporar las especificaciones de diseño que responden a las preocupaciones de cada tradición. Cada tradición, entonces, vivifica al metamodelo tanto como es vivificado por el metamodelo y los propósitos propios de éste. Esta es la versión de Cooren del diálogo en el campo.

En contraste con el ideal de coherencia «dialógico-dialéctica» propuesta en Craig (1999), la versión de Cooren del metadiscurso teórico en el campo tiene por objetivo algo parecido a una metateoría unificada que incorpore conocimientos relevantes de todas las tradiciones, pero es caracterizado por una «cierta coherencia ontológica y epistemológica» (2012: 11-12). Craig (1999) se opone de manera explícita a este objetivo, argumentando que una teoría unificada de la comunicación no es únicamente poco probable en la práctica, sino que sería poco deseable desde un punto de vista práctico (porque sacrificaría el potencial heurístico de diversos modelos de la comunicación que ofrecen perspectivas diversas a problemas), y que un metamodelo constitutivo de la comunicación debe reconocer la «paradoja reflexiva»: que ningún modelo constitutivo de la comunicación puede ser exclusivamente verdadero en principio. Cooren no ha respondido a esos argumentos.

Estas dos versiones del metamodelo están de acuerdo en algunos fundamentos. El problema central de las teorías de la comunicación para ambas es cómo construir la práctica de la comunicación, y ambos definen las tradiciones de las teorías de la comunicación como formas de metadiscurso para constituir la comunicación. La diferencia clave es que Craig (1999) intentó definir las tradiciones enteramente en sus propios términos, permitiéndoles felizmente contradecirse unas a otras (y a ellas mismas, a través de la auto-crítica) buscando iluminar cuestiones y abriendo espacios para el diálogo; mientras que Cooren (2012 y 2014) ha buscado incorporar elementos selectos de todas las tradiciones en una metateoría unificada. Como escribe Cooren (2012: 9), «la idea básica de nuestro ejercicio es no respetar a toda una tradición, sino responder a lo que parece importar a sus representativos en términos de constitutividad comunicativa.» Esta es una posición razonable: si el problema de las teorías de la comunicación es cómo construir comunicación, entonces debemos desarrollar una teoría coherente en respuesta a ese problema. Sin embargo, ¿cuál es el potencial de cada teoría para servir como metateoría para un campo que se mantiene terco, y rígidamente, pluralístico? Si un metamodelo constitutivo debe reconocer una «paradoja reflexiva» epistemológica, debe también reconocer la «paradoja del pluralismo» pragmático que confronta al pragmatismo en sí mismo: una posición que quiere abarcar el todo pluralístico, y con ello niega su propia posición (Craig, 2007). La coherencia en una comunidad pluralística es un objetivo elusivo, pero también lo es el diálogo, un punto al que regresaré más adelante.

Cooren (2012: 13) apoya el principio de que la teoría de la comunicación es una práctica metadiscursiva orientada a los problemas, y escribe que la reconstrucción ventrílocua del metamodelo constitutivo tiene la intención de proveer recursos conceptuales para reflejarlos en problemas prácticos. Sin embargo, su presentación de las siete tradiciones no se involucra con sus distintas maneras fundamentales de enmarcar problemas de comunicación, que es la fuente primaria de su valor heurístico para Craig (1999). Esto no es para sugerir que la teoría ventrílocua no tiene uso práctico. Todo lo contrario, parece ser especialmente útil para reflexionar sobre problemas de agencia, autoridad y responsabilidad en la comunicación. Provee un rico y matizado vocabulario para distribuir agencia entre diferentes tipos de entidades, tomando en cuenta la reversibilidad paradójica de los roles del ventrílocuo y el muñeco, y negociando reclamaciones de autoridad. En este sentido, puede probar ser más útil como una teoría en el campo que como una teoría del campo. Sin embargo, en el último rol abre de manera útil las discusiones críticas sobre la pregunta de lo epistemológico contra la coherencia dialógico-dialéctica en el campo de las teorías de la comunicación.

Si una meta explícita del metamodelo constitutivo era estimular la discusión sobre y dentro del campo, entonces las críticas al metamodelo pueden ser evidencia de su utilidad para los propósitos planteados, especialmente cuando una propuesta creativa —como la reconstrucción ventrílocua de Cooren— es el resultado de ello. Mientras Cooren ha presionado por una adherencia más estricta a la postura epistemológica constructivista, otros críticos han tomado el asunto de la excesiva epistemología constructivista del metamodelo, su fracaso al articular teoría con investigación, su concepción de las tradiciones en general o de algunas en particular, o el modelo «dialógico-dialéctico» de la comunicación en el campo. Repaso a continuación cada una de estas áreas de críticas antes de concluir.

6. El sesgo epistemológico

 

 

El metamodelo ha sido criticado por su relativismo epistemológico y su idealismo. Es en sí relativista al suponer que muchas teorías de la comunicación pueden ser útiles para propósitos distintos, así que no necesitamos buscar la mejor o la verdadera teoría; y es idealista al asumir que la práctica de la comunicación es constituida en parte por los vocabularios metadiscursivos que usamos para hablar sobre ella. Un crítico anterior, Myers (2001; ver también Craig, 2001) argumentó que el modelo, mientras planteaba falsamente abarcar la diversidad del campo, en realidad reducía y asimilaba todas las tradiciones teóricas a un modelo constructivista social impuesto de comunicación, al tiempo que no proporcionaba ninguna base para evaluar la verdad empírica de teorías o para rechazar teorías falsas. En un ensayo que defiende un acercamiento objetivista y biológico-conductista de la investigación de la comunicación, Sánchez y Campos (2009) rechazan el metamodelo, además de todas las otras «formas de abordar la teoría de la comunicación desde perspectivas posmodernas, relativistas, y constructivistas contemporáneas de moda» (2009: 76). Bergman (2012), aun escribiendo desde una posición realista pero alineada con el pragmatismo filosófico, propuso una visión más matizada en la que el metamodelo no es, de hecho, incompatible con algunas versiones del realismo epistemológico, un punto con el que estoy de acuerdo.

Sin embargo, a pesar de que el metamodelo es tanto relativista como idealista en algunos aspectos, es en realidad más un proyecto fundamentalmente pragmático (Craig, 2007) que busca que nuestro campo realice una diferencia real en el mundo real al informar sobre las conversaciones acerca de los problemas y prácticas de comunicación que están sucediendo todo el tiempo en la sociedad (Kirtiklis, 2009, la razón de conversar sobre las teorías de acuerdo con el metamodelo es precisamente establecer su relevancia en relación con los problemas de todos los días.) El metamodelo asume que esas conversaciones realmente pueden hacer una diferencia en la formación social de las normas y las creencias de sentido común sobre la comunicación, y por lo tanto, que nuestro trabajo en realidad puede influir esas conversaciones. Este proceso de comunicación a través del cual la investigación de la comunicación, en el marco de una disciplina práctica, interactúa con prácticas comunicativas en la sociedad (Craig, 1989 y 2006) es tal que puede y debe ser estudiado empíricamente mientras se tiene en mente la distinción entre los procesos como actualmente transcurren y los procesos como podrían transcurrir si la investigación de la comunicación estuviese más orientada a este propósito. En otras palabras, el rol y la misión de nuestra disciplina en la sociedad es fundamentalmente una cuestión normativa, no una empírica, aunque el éxito potencial de cualquier modelo normativo de la disciplina está sujeto a las limitaciones y consecuencias empíricas reales que justifican la investigación.

Así como es con la práctica de la investigación de la comunicación, así es con la práctica de la comunicación. El metamodelo constitutivo asume que las prácticas comunicativas son suficientemente maleables (al menos en la medida en que han sido probadas en su variabilidad histórica y cultural), de tal forma que las conversaciones sobre cómo deberían ser conducidas podrían hacer una diferencia sobre cómo realmente son conducidas. Esto, nuevamente, es una pregunta que puede ser investigada de forma empírica, (e.g. García-Jiménez, 2014) mientras se mantenga en mente que éste no es un problema puramente empírico. La cuestión referente a cómo debemos conducir nuestras prácticas comunicativas es fundamentalmente una cuestión normativa, a pesar de que las respuestas posibles estén sujetas a consecuencias y restricciones empíricas. En la medida en que estudios biológico-conductuales demuestran que ciertos fenómenos comunicativos son altamente predecibles, determinados por causas conocidas y no maleables en ningún sentido, entonces esos hechos empíricos deberán influenciar nuestras discusiones normativas en la teoría y en la práctica. En términos del metamodelo, esto podría tomar la forma de una crítica socio-psicológica de los supuestos poco realistas sobre comunicación que reinan en algunas otras tradiciones teóricas. Esta es una forma en que la teoría de la comunicación socio-psicológica puede ser útil. Aún así, otras fuentes de metadiscursos, incluyendo otras tradiciones de la teoría de la comunicación, también pueden seguir siendo útiles para los diferentes marcos problemáticos normativos y visiones de la práctica comunicativa que sugieren. Por lo tanto, el relativismo pragmático y el idealismo del metamodelo constitutivo no son inconsistentes con el realismo pragmático y un adecuado respeto a la verdad empírica.

 

7. La articulación de la teoría a la investigación

 

Una segunda línea de crítica relacionada con la epistemología radica en que la forma en que el metamodelo constitutivo define las tradiciones teóricas de acuerdo a sus concepciones características de comunicación, falla al alinear las tradiciones con las principales posiciones epistemológicas y metodológicas en el campo y en las ciencias sociales de manera general, por lo que desconecta la teoría de la investigación, aísla a la comunicación de otras ciencias sociales y distrae la atención de los supuestos fundamentales que subyacen a los distintos acercamientos (Kirtiklis, 2011; véase también Nastasia y Rakow, 2010). Esta crítica revela una limitación del metamodelo y apoya la conclusión de que otras formas de representar la estructura de las teorías en el campo son necesarias, al menos para ciertos propósitos. También nos permite aclarar a través del contraste, los fines específicos a los que el metamodelo puede servir mejor a partir de aquellos para los que no puede servir.

Kirtilkis (2011) argumenta que una tipología de la teoría en el campo debería alinearse con posiciones epistemológicas y sus metodologías asociadas de investigación, las cuales, argumenta, son esencialmente dos: naturalista e interpretativa. Tal tipología aclara cómo diferentes tipos de investigación contribuyen con sus correspondientes formas de desarrollo teórico. También captura la dimensión más obvia en que la disciplina de la comunicación se tiende a polarizar, no sólo en relación con la epistemología, al igual que otras ciencias sociales, sino también con respecto a la idea misma de la comunicación. Es decir, la teoría naturalista (realista, objetivista, empírico-científica) no solo se alinea con ciertos métodos de investigación empírico-analíticos, sino que también se alinea con lo que Carey (2009) denominó un concepto de la comunicación como transmisión (informacional, orientada a los efectos). En un polo opuesto, la teoría interpretativa se alinea con los métodos de investigación crítico-interpretativos y con los conceptos rituales de la comunicación (culturales y constitutivos).

Este análisis me parece esencialmente correcto. Incluso mi más reciente intento de representar los métodos de la construcción teórica en la investigación de la comunicación se fundamenta en una distinción primaria entre enfoques empírico-científicos y crítico-interpretativos, mientras reconoce también muchas distinciones más finas dentro de cada una de esas dos categorías más amplias (Craig, 2013). Las líneas transversales de las diferencias señaladas por Stanfill (2012) todavía tienden a correlacionarse a lo largo de esta dimensión principal. Notablemente, las tradiciones definidas en el metamodelo constitutivo también se alinean en cierta medida con esta dimensión. Gunaratne (2010) dividió las siete tradiciones, aunque tal vez demasiado ingeniosamente, en tres tradiciones identificadas con las ciencias de la comunicación (socio-psicológica, cibernética, y sociocultural) y cuatro identificadas con las artes de la comunicación (retórica, semiótica, fenomenológica y crítica). Tomando en cuenta la intensa hibridación entre las tradiciones en las teorías recientes, Craig y Muller (2007) también especularon que el campo quizá podría polarizarse en dos principales tradiciones que corresponden en mayor o menor medida a las distinciones dibujadas por Gunaratne (2010), Kirtiklis (2011) y Nastasia y Rakow (2010), entre otros.

El metamodelo constitutivo fue diseñado explícitamente para enfocar la atención del campo en una serie de concepciones pragmáticamente orientadas de la comunicación, en lugar de en dominios temáticos, «niveles» de la comunicación, o en posturas epistemológicas y metodológicas (Craig, 1999: 132-135). Esta elección reconoce tanto la diversidad del campo como el potencial heurístico de sus múltiples tradiciones. Ilumina una base común en la que visiones que, de otra manera, estarían aisladas, pueden informar una deliberación práctica sobre problemas comunicativos. En vez de dos tradiciones estáticas en sus propias posiciones filosóficas polarizadas, un modelo que distingue siete o más tradiciones orientadas a los problemas, construye la posibilidad de una conversación deliberativa abierta a múltiples y cambiantes visiones. Sin embargo, por más atractiva o realista que esta posibilidad pueda sonar, Kirtiklis y otros están en lo cierto al exponer que los supuestos epistemológicos —y sus metodologías asociadas— que guían la investigación en el campo, no pueden ser dejadas de lado por cualquier propósito. Como lo he mencionado antes, la conversación abierta propuesta por el metamodelo constitutivo solo puede ser una actividad a tiempo parcial.

 

8. ¿Qué tradiciones? ¿Tradiciones de quién?

 

La tradiciones teóricas que ilustran el metamodelo —es importante asumir— son «más construcciones instrumentales que categorías esenciales» (Craig, 1999: 132), son el producto de elecciones interpretativas que han estado y estarán sujetas a la crítica. Es cierto, existen brechas: el esquema original ignoró su propia tradición pragmática; la matriz parece encajar más en el pensamiento alemán que en el francés, aunque de ninguna manera lo haría en el pensamiento chino. Además de estos y otros sesgos mencionados con anterioridad, algunos académicos han cuestionado la definición de tradiciones particulares. Martínez (2008) criticó mi breve descripción de la tradición fenomenológica argumentando que ésta era superficial, estaba mal interpretada y podía ser potencialmente perjudicial para la recepción en el campo del pensamiento fenomenológico. Bergman (2012), por su parte, argumentó que la concepción de Craig-Russill simplifica demasiado la tradición pragmática al ignorar diferencias internas y al separarla artificialmente de la semiótica y otras tradiciones de las teorías de comunicación, y además, la identifica muy próxima al constructivismo social, ignorando una cepa importante del realismo filosófico en el pensamiento pragmático (incluyendo mi propio pensamiento pragmático, como lo mencioné antes.) También existe un estado ambiguo del pragmatismo tanto como tradición en el campo, como metateoría del campo (Craig, 2007) —la contraparte blanda del metamodelo de la «dualidad onda-partícula» en física.

Sin duda, todas las tradiciones del metamodelo fueron simplificadas para satisfacer los «lentes de diseño» del modelo, el cual requería que cada tradición se centre en una definición de comunicación única. Mientras, la complejidad interna, la superposición, la hibridación y el cambio histórico —todos fueron enfáticamente reconocidos en la presentación narrativa de Craig (1999) y en otros trabajos— es decir, estuvieron casi ausentes de la representación de la matriz del metamodelo, excepto por una celda que presentaba la auto-crítica interna de cada una de las tradiciones. Esto puede ser comprensiblemente problemático para los académicos que realmente trabajan al interior de una tradición, para los que su posicionamiento interno, sus conexiones al exterior y el cambio innovador de ideas, son verdaderamente importantes. Las tradiciones, en este sentido, son muy tradicionales, centradas en figuras como Aristóteles, Locke y Wiener, quienes podrían ser cualquier cosa, menos una moda.

Desde otro punto de vista, las tradiciones no son lo suficientemente tradicionales. Aun cuando la tradición es un concepto diacrónico, el metamodelo representa las tradiciones de forma sincrónica. Vladutescu (2013), quien prefiere un modelo «axial» del campo, sostiene que algunas de las tradiciones no son realmente tradiciones, puesto que una tradición debe al menos transitar por dos generaciones de intelectuales (aunque yo creo que todas cumplen con esta particularidad desde una definición razonable de «generaciones»). Kulczycki (2014), por su parte, considera que las tradiciones no se desarrollan con respecto a la historia de la idea de comunicación. Es cierto que mi aproximación a la definición de las tradiciones ha sido más conceptual que histórica, y que hay tensión entre ambas.

Y existe, finalmente, un aspecto político de la definición de las tradiciones que no ha sido muy discutido en forma impresa (Craig, 2007; 2009b) pero que se ha discutido en innumerables ocasiones en seminarios. Las tradiciones casi siempre fallan al tratar de alinearse con identidades intelectuales contemporáneas. Investigadores desde la retórica crítica, que trabajan desde la teoría transgénero o nuevo materialismo, no se sienten cómodos dentro de la «tradición retórica»; el análisis conversacional se siente dejado de lado por el metamodelo aun cuando, al menos, las tradiciones semiótica y sociocultural lo podrían incluir, mientras que los científicos sociales cuantitativos no se sienten representados en un esquema que «únicamente» les da cabida en una o dos de las siete u ocho tradiciones. Mientras que asociaciones profesionales como la ICA (International Communication Association) pueden dar lugar a nuevas identidades académicas al crear nuevas unidades divisionales ad hoc (lo que trae consigo nuevos problemas), un modelo conceptual del campo debe conservar algo de coherencia desde un punto de vista, y siempre estará fuera de lugar cuando emergen nuevas tendencias.

Así, dado que parece no haber solución real a este problema, quizá la mejor aproximación sea bajar las apuestas políticas al pensar cualquier metamodelo como «mera herramienta», no como un mapa literal del campo sino como un dispositivo conceptual para pensar sobre el campo a través del uso de puntos referenciales semi-arbitrarios (p.ej. las tradiciones). El propósito es heurístico, generar distintos acercamientos sobre problemas y apertura al diálogo, y ese propósito puede ser cumplido, de igual forma, articulando miradas tanto en contra de la matriz, como dentro de la matriz.

 

9. El diálogo y la paradoja del Pluralismo

 

Una última área de críticas a ser discutidas aquí se relaciona con el diálogo en el campo. El metamodelo constitutivo propone un principio de «coherencia dialógico-dialéctica» que no está libre de cuestionamientos. Primero que nada, debe entenderse que el metamodelo, a pesar de que pretende describir e invitar al diálogo, no es un diálogo en sí mismo. Una teoría o metateoría que argumente un diálogo sigue siendo un argumento monológico, una posición que destaca en el campo en un momento determinado, no un diálogo. Es por esto que el metamodelo constitutivo manifiesta su intención de «comenzar» [jump-start] una conversación cuyo curso no puede ser anticipado, mucho menos contenido por el metamodelo en sí mismo: mientras la conversación sigue su marcha, el campo va a cambiar.

Meyers (2001) consideró esta llamada al diálogo como engañosa porque requería que todos los modelos de la comunicación se adaptaran al metamodelo constitutivo. Yo argumenté en respuesta que el metamodelo no se adapta a todas las teorías, sino que éstas permanecen tan diversas y discutibles como antes, aunque sí llama a los participantes a reconocer otras tradiciones teóricas con diferentes perspectivas sobre problemas prácticos que, quizás, tengan algo útil en qué contribuir. Se requiere lo que yo llamé «cosmopolitismo teórico» [theoretical cosmopolitanism], es decir, la habilidad y voluntad de participar en más de una conversación teórica (Craig, 2001). Aun así, debe de reconocerse que un ideal de diálogo probablemente apele más a académicos del lado crítico-interpretativo de la gran división epistemológica, que a muchos del espacio empírico-científico, dado que la epistemología de los primeros otorga mayor valor a las interpretaciones múltiples. Por otro lado, el metamodelo recomienda el diálogo por su valor heurístico, y nadie, de hecho, se opone a la creatividad. La división epistemológica se encuentra sobre la validación, no sobre la heurística. De todas formas hay, inevitablemente, un sesgo social constructivista en el metamodelo, y se me ocurrió después que el sesgo ejemplifica una inevitable «paradoja de pluralismo» en el pragmatismo tal y como yo lo entiendo (Craig, 2007). El pluralismo es una posición que intenta —y necesariamente falla en— trascender su propio posicionamiento, pero ésta no es una razón para rechazar el pluralismo, porque la mera inestabilidad de dicha posición invita al diálogo.

Mientras que ninguna posición metateórica puede trascender a todas las posturas en el campo, algunas pueden invitar al diálogo de forma más efectiva que otras. Comparaciones de mi versión del metamodelo constitutivo con el de Cooren (2012 y 2014) son ilustrativas en este sentido. Mi versión acepta una coherencia más holgada que permite a cada tradición tener sus propias visiones en conflicto con otras visiones, mientras que Cooren selecciona sólo las ideas más compatibles de cada tradición para construir un metamodelo epistemológicamente consistente. Cooren manifiesta apertura a la crítica desde su propia posición, pero no «ventrilocuiza» las tradiciones para sugerir cuáles podrían ser esas críticas —lo que sería una postura hacia el diálogo (aunque no un sustituto de diálogo real, como hemos señalado.) Cooren describe el hecho de que cada una de las tradiciones expuestas en Craig (1999) tiene algo «interesante» que decir de todas las otras tradiciones (incluyendo las autocríticas al interior de cada tradición), pero no incluye esta característica en su metamodelo reconstruido, lo que sería una forma de constituir las tradiciones como posiciones que interactúan con el potencial de cambio. Éstas, creo yo, son diferencias que potencialmente hacen una diferencia para una cultura del diálogo en el campo.

¿Está sucediendo el diálogo en el campo? ¿Cómo se vería eso? ¿Qué puede esperarse de manera realista? Los teóricos del diálogo nos dicen que el diálogo genuino, si es que ocurre, lo hace durante momentos breves, no como un proceso continuo que se extiende a través del tiempo (Cissna y Anderson, 1998). En esta analogía, la coherencia dialógico-dialéctica en el campo de las teorías de la comunicación no tomará la forma de un intercambio constante a través de las tradiciones. Para repetir: la discusión metateórica entre los teóricos de la comunicación no puede ser más que una actividad de tiempo parcial. Más que un diálogo continuo, debemos buscar «momentos» de diálogo provocado por el pensamiento sobre problemas particulares a través de las tradiciones. Muchos de los trabajos citados en este capítulo me parece que representan esos momentos de diálogo, facilitados por el metamodelo constitutivo.

 

Conclusión

 

Después de dieciséis años, el metamodelo constitutivo puede sostener que ha demostrado alguna utilidad. Ha sido usado ampliamente como una muestra de la existencia del campo, como una representación del campo y para enseñar sobre el campo. Ha sido utilizado ocasionalmente como un método para discutir problemas de comunicación desde múltiples puntos de vista y para mapear subcampos o teorías que se posicionan con referencia al campo en su conjunto. Ha inspirado algunos esfuerzos por definir nuevas tradiciones y, por lo menos, un intento por rehacer todo el metamodelo. También ha sido criticado por sus imperfecciones, y así ha estimulado el debate productivo sobre cómo representar al campo. Por otro lado, el metamodelo no ha alcanzado un estatus paradigmático y no ha sido adoptado ampliamente como modelo oficial del campo para propósitos burocráticos —una limitación por la que todos podemos estar agradecidos.

¿Está el campo de las teorías de la comunicación menos fragmentado que hace dieciséis años, y puede el metamodelo constitutivo reclamar algún crédito por hacerlo más coherente? Esta es en parte una pregunta empírica para la que nos hace falta buena evidencia. Una réplica del estudio informal de libros de texto de Anderson (1996), que encontró sorpresivamente muy pocos traslapes entre sus contenidos, podría encontrar más convergencias en la actualidad. Un estudio bibliométrico reciente que se enfocó en las teorías citadas dentro de revistas con orientación empírica encontró evidencia de convergencia entre áreas del campo, aunque omitió casi todas las tradiciones del metamodelo (Chung, Barnett, Kim y Lackaff, 2013). Mi impresión es que la estructura predominante de las teorías de la comunicación continua presentando una «fragmentación productiva» (Craig, 1999), lo que es bueno por el bien de la productividad. Si el reconocimiento de la teoría de la comunicación como un campo ha crecido tras un cuarto de siglo de vida de la revista Communication Theory, este artículo seguramente da cuenta de más de ese cambio que cualquier otro artículo que haya aparecido en sus páginas. Por lo tanto, esta revisión sugiere que el metamodelo constitutivo ha jugado un rol que puede continuar siendo relevante en un futuro.

¿Necesitamos una versión revisada del metamodelo? He argumentado aquí, como en otros sitios, que múltiples versiones son teóricamente posibles y deben ser bienvenidas si parecen ser potencialmente útiles, pero no voy a dedicar mis días restantes a desarrollar esas versiones. Ciertamente, cualquier presentación futura del metamodelo deberá tomar en cuenta las aplicaciones, extensiones y las críticas mencionadas en esta revisión, y he bosquejado aquí algunas líneas argumentativas para servir a ese propósito. En el corazón del metamodelo constitutivo, de cualquier versión, se encuentra una visión ideal de múltiples discursos teóricos que incentiven la reflexión y la deliberación sobre los problemas prácticos de la comunicación. Para mí, la tarea más urgente es desarrollar más y mejores formas para realizar ese ideal.

 

Referencias bibliográficas

 

Afifi, T.D., y Floyd, K. (2015). Communication, Biology and Physiology: An Introduction to the Special Issue. Communication Monographs, 28(1), 1-3.
Anderson, J.A. (1996). Communication theory: Epistemological foundations. Nueva York, NY: The Guilford Press.

Bergman, M. (2012). Pragmatism as a communication-theoretical tradition: An assessment of Craig’s proposal. European Journal of Pragmatism and American Philosophy, 4(1), 208-221. Recuperado de http://lnx.journalofpragmatism.eu/wp-content/uploads/2012/07/11_bergman.pdf.

Carey, J.W. (2009). Communication as culture: Essays on media and society (ed. revisada). Nueva York y Londres: Routledge.

Chung, C.J., Barnett, G., Kim, K. y Lackaff, D. (2013). An analysis on communication theory and discipline. Scientometrics, 95(3), 985-1002.
Cissna, K.N. y Anderson, R. (1998). Theorizing about dialogic moments: The Buber-Rogers position and postmodern themes. Communication Theory, 8, 63-104.
Cooren, F. (2012). Communication theory at the center: Ventriloquism and the communicative constitution of reality. Journal of Communication, 62(1), 1-20.

Cooren, F. (2014). Pragmatism as ventriloquism: Creating a dialogue among seven traditions in the study of communication. Language Under Discussion, 2(1), 1-26. Recuperado de http://www.ludjournal.org/index.php?journal=LUD&page=article&op=download&path%5B%5D=16&path%5B%5D=5.
Craig, R.T. (1989). Communication as a practical discipline. En B. Dervin, L. Grossberg, B.J. O’Keefe y E. Wartella (eds.), Rethinking communication; Volume 1 : Paragim issues (pp. 97-122). Newbury Park, California: Sage. Craig, R.T. (1999). Communication theory as a field. Communication Theory, 9, 119-161.

Craig, R.T. (2001). Minding my metamodel, mending Myers. Communication Theory, 11, 231-240.
Craig, R.T. (2003). Теория коммуникации как область знания // Компаративистика - III: Альманах сравнительных социогуманитарных исследований / Под ред. Л.А. Вербицкой, В.В. Васильковой, В.В. Козловского, Н.Г. Скворцова. -СПб.: Социологическое общество им. М.М. Ковалевского, 2003. Сс.72-126. [Las teorías de la comunicación como campo. Comparativistics - III: Almanaque de investigaciones comparativas socioculturales. Ed.: L.А. Verbitskaya, V.V. Vasilkova, V.V. Kozlovsky, N.G.Skvortsov. Saint-Petersburg, Kovalevsky Sociological Society, 2003: 72-126.]

Craig, R.T. (2006). Communication as a practice. En G.J. Shepherd, J.St. John y T. Striphas (Eds.), Communication as…: Perspectives on theory (pp. 38-47). Thousand Oaks, California: Sage. Craig, R.T. (2007). Pragmatism in the field of communication theory. Communication Theory, 17(2), 125-145.
Craig, R.T. (2009a). La communication en tant que champ d’études. Revue internationale de communication sociale et publique, 1(1), 1-42. Recuperado de http://www.revuecsp.uqam.ca/numero/n1/pdf/RICSP_Craig_2009.pdf

Craig, R.T. (2009b). Reflection on «Communication Theory as a Field». Revue internationale de communication sociale et publique, 2009(2), 7-11. Recuperado de http://www.revuecsp.uqam.ca/numero/n2/pdf/RICSP_Craig_2009c.pdf

Craig, R.T. (2013). Constructing theories in communication research. En P. Cobley y P.J. Schulz (Eds.), Theories and models of communication (pp. 39-57). (Handbooks of communication science, HOCS 1.) Berlin / Boston: De Gruyter Mouton.
Craig, R.T. y Muller, H.L. (Eds.). (2007). Theorizing communication: Readings across traditions. Thousand Oaks, California: Sage.

Davis, C. (2013). An introduction and interpretation of Niklas Luhmann’s theorising from within communication theory as a field. Tydskrif vir Geesteswetenskappe, 53(1), 76 - 88. Recuperado de http://www.scielo.org.za/scielo.php?script=sci_abstract&pi=S0041-475120130001000 06&lng=es&nrm=iso&tlng=en

Gadamer, H.-G. (1989). Truth and method (J. Weinsheimer y D. Marshall, Trans.; 2ª ed. rev.). Nueva York: Crossroad. (Trabajo original publicado en 1960). García-Jiménez, L. (2012). Elements for a social theory of technologically mediated communication: From modernity to postmodernity. Estudios sobre el Mensaje Periodístico, 18(1), 101-114.
García-Jiménez, L. (2014). The Pragmatic Metamodel of Communication: A cultural approach to interaction. Studies in Communication Sciences, 14(1), 86-93. doi: http://dx.doi.org/10.1016/j.scoms.2014.03.006

García-Jiménez, L. (2015). La teoría de la comunicación como matriz práctica para la resolución de confictos. Comunicación y Sociedad, (Nueva época, núm. 23), 45-65. Recuperado de http://www.revistascientificas.udg.mx/index.php/comsoc/article/view/63

García-Jiménez, L., Simonson: , Siebers, J. y Craig, R.T. (2012). Some foundational conceptions of communication: Revising and expanding the traditions of thought Empedocles: European Journal for the Philosophy of Communication, 4(1), 73-92. doi: 10.1386/ejpc.4.1.73_1

Griffin, E. (2000). A first look at communication theory (4ta ed.). Boston: McGraw-Hill.
Gunaratne, S.A. (2010). De-Westernizing communication/social science research: opportunities and limitations. Media Culture Society, 32(3), 473-500.

Haugh, M., Kádár, D.Z. y Mills, S. (2013). Interpersonal pragmatics: Issues and debates. Journal of Pragmatics, 58, 1-11. doi: 10.1016/j.pragma.2013.09.009

Isotalus, P. y Hargie, O. (Eds.). (2012). Interpersonal Communication and Social Interaction [número especial]. Empedocles: European Journal for the Philosophy of Communication, 3(1), pp. 3-110.

Kirtiklis, K. (2009). Dvi Roberto T. Craigo pragmatinė komunikacijos metateorijos problemos [Dos problemas en la metateoría pragmática de la comunicación de Robert T. Craig]. Problemos, 75, 85-93. Recuperado de http://www.zurnalai.vu.lt/files/journals/40/articles/1973/public/85-93.pdf

Kirtiklis, K. (2011). Not by communication alone. Epistemology and methodology as typological criteria of communication theories. Informacijos Mokslai, 58, 42-55.

Kulczycki, E. (2014). Communication history and its research subject. Analele Universitatii din Craiova, Seria Filozofie, 33(1), 132-155.

Littlejohn, S.W. (2002). Theories of human communication (7ª ed.). Belmont, California: Wadsworth/Thomson Learning.

Littlejohn, S.W. y Foss, K.A. (2005). Theories of human communication (8va ed.). Belmont, California: Thomson Wadsworth.

Maguire, K.C. (2006). Making sense of the seven communication traditions. Communication Teacher, 20(4), 89 - 92.

Manning, J. (2014). A constitutive approach to interpersonal communication studies. Communication Studies, 65(4), 432-440.
Martín Algarra, M. (2009). La comunicación como objeto de estudio de la teoría de la comunicación. Anàlisi, 38, 151-172.

Martínez, J.M. (2008). Semiotic phenomenology and the `dialectical approach’ to intercultural communication: Paradigm crisis and the actualities of research practice. Semiótica, 2008(169), 135-153.
Miller, K.I. (2002). Communication theories: Perspectives, processes, and contexts. Boston: McGraw-Hill.

Myers, D. (2001). A pox on all compromises: Reply to Craig (1999). Communication Theory, 11, 218-230.
Nastasia, D.I., & Rakow, L.F. (2010). What is theory? Puzzles and maps as metaphors in communication theory. tripleC - Cognition, Communication, Co-operation, 8(1), 1-17. Recuperado de http://www.triple-c.at/index.php/tripleC/article/viewFile/137/158
Rich, M.H. (2015). Spiritual debate in communication theory: Craig’s metamodel applied. Journal of Communication and Religion, 38(2).

Rich, M.H. y Craig, R.T. (2012). Habermas and Bateson in a world gone M.A.D.: Metacommunication, paradox, and the inverted speech situation. Communication Theory, 22(4), 383-402.
Richard, C. y Lussier, M.-T. (2005). La communication professionnelle en santé. Quebec: Editions du Renouveau Pédagogique, Inc.

Russill, C. (2005). The road not taken: William James’s radical empiricism and communication theory. The Communication Review, 8(3), 277-305.
Russill, C. (2008). Through a public darkly: Reconstructing pragmatist perspectives in communication theory. Communication Theory, 18(4), 478-504.

Sánchez, L. y Campos, M. (2009). Content and sense. Empedocles: European Journal for the Philosophy of Communication, 1(1), 75-90.
Sandry, E. (2015). Robots and communication. Palgrave Macmillan. Stanfill, M. (2012). Finding birds of a feather: Multiple memberships and diversity without divisiveness in communication research. Communication Theory, 22(1), 1-24.
Vlăduţescu, Ş. (2013). A Completion to the traditions matrix-standard - R.T. Craig, induced by the transformation of communication-as-a-field membrane in communication-as-a-universe membrane. American International Journal of Contemporary Research, 3(10), 6-12. Recuperado de http://www.aijcrnet.com/journals/Vol_3_No_10_October_2013/2.pdf

Waisbord, S. y Mellado, C. (Eds.). (2014). De-westernizing Communication Studies: A Reassessment [número especial]. Communication Theory, 24(4), pp. 361-454.

Weber, R. (2015). Biology and Brains — Methodological Innovations in Communication Science: Introduction to the Special Issue. Communication Methods and Measures, 9(1-2), 1-4.

 

 

1 El texto ha sido originalmente publicado en 2015 en el Journal of Communication Theory bajo la siguiente referencia: Craig, R. (2015). «The constitutive metamodel: a sixteen year review» in 25th anniversary special issue of Communication Theory, 25(4), pp. 119-161. La traducción que aquí se publica cuenta con el permiso de la editorial John Wiley con licencia Nº 3853730857734 y ha estado supervisada y autorizada por el autor.

2 Este artículo ha sido traducido con ayuda del Grupo de Investigación en Comunicación Pública (GICOP) de la Universidad de Guadalajara en México, integrado por Ángela Flores Urdiales, Abraham Torres Díaz, Melissa Rodríguez Pérez, Dafne Alfaro, Magdalena Cortez Valladolid, Marlene Elizabeth Soriano Barba y Ramón Flores Bravo.

9.