Narrativas digitales contra la desinformación.

Verificación de datos y alfabetización en la sociedad de la información (2023)

 

 

Título del Capítulo: «Enfrentando la desinformación en salud: aprendizajes de la pandemia de covid-19 y estrategias para el futuro»

Autoría: Javier Abuín-Penas; Francisco Fernández-Medina

Cómo citar este Capítulo: Abuín-Penas, J.; Fernández-Medina, F. (2023): «Enfrentando la desinformación en salud: aprendizajes de la pandemia de covid-19 y estrategias para el futuro». En Míguez-González, M.I.; Dafonte-Gómez, A. (coords.), Narrativas digitales contra la desinformación. Verificación de datos y alfabetización en la sociedad de la información. Salamanca: Comunicación Social Ediciones y Publicaciones.

ISBN: 978-84-17600-85-3

d.o.i.: https://doi.org/10.52495/c9.emcs.19.p105

 

 

 

 

 

 

 

9. Enfrentando la desinformación en salud: aprendizajes de la pandemia de covid-19 y estrategias para el futuro

 

Javier Abuín-Penas

 

Universidade de Vigo

 

Francisco Fernández-Medina

 

Pontificia Universidad Católica de Chile

 

Introducción

 

En los últimos años Internet y las redes sociales nos han proporcionado un nuevo espacio para buscar y compartir información sobre salud, convirtiendo esto en una práctica habitual para todo tipo de población (Chou et al., 2018), independiente de su sexo, edad o ubicación (Xiong; Liu, 2014).

También, los propios profesionales y organizaciones de la salud aprovechan las ventajas de estas plataformas para publicar y compartir hábitos saludables, información médica o contenido dirigido a la prevención de enfermedades (McGloin; Eslami, 2015). En este sentido, las redes sociales representan una gran oportunidad para aumentar la alfabetización en salud, la autoeficacia y la adherencia a diversos tratamientos (Funk et al., 2009; Funk et al., 2010; Dredze et al., 2016).

Estas posibilidades que ofrecen Internet y las redes sociales también traen consigo una oleada de riesgos sociales y sanitarios sin precedentes (Míguez-González et al., 2019), que pone como prioridad la lucha contra la desinformación en el ámbito de la salud, especialmente en periodos de crisis sanitarias como la provocada por la covid-19.

Para combatir esta crisis de desinformación varios estudios indican que la verificación de datos (fact-checking) es una herramienta efectiva y capaz de reducir las creencias falsas (Chan et al., 2017; Porter; Wood, 2019). Porter y Wood (2021) concluyeron que las verificaciones disminuyen considerablemente la creencia en la información errónea sobre salud. Además, los fact-checkers potenciaron la solidez de ciertas afirmaciones reduciendo las creencias sobre desinformación sobre salud. Otros investigadores como Zhang et al. (2021) demostraron la efectividad de los verificadores a la hora de definir la actitud de la población ante las vacunas.

Así, a través de este capítulo presentamos una serie de descubrimientos y consejos que los investigadores han concluido sobre la desinformación y la verificación de hechos en el ámbito de la salud.

 

1. Desinformación en el ámbito de la salud

 

Si bien la desinformación sobre salud genera situaciones indeseables en la población, durante las crisis sanitarias se produce una sobreproducción de información que, unida a la calidad y velocidad con la que se difunde, provoca resultados mucho más graves para la salud de la sociedad (Tsao et al., 2021; Rovetta y Bhagavathula, 2020). Este fenómeno, denominado infodemia, implica un torrente de información que contiene información falsa y engañosa o con contenidos inexactos.

Aunque las crisis sanitarias han incrementado estas avalanchas de desinformación en el ámbito de la salud, no se trata de un fenómeno nuevo. Desde el año 2005 se pueden encontrar estudios que analizan rumores o informaciones erróneas sobre la gripe aviar (Godoy, 2006; Ruiz-Loyola, 2012), y otros más recientes sobre vacunas y autismo, la epidemia del ébola, el virus Zika, los daños causados por arácnidos o el uso de opiáceos y otras sustancias (Montero-Liberona; Halpern, 2019).

Aun así, hasta ese momento, la mayoría de los estudios sobre desinformación se habían centrado en temas relacionados con la política (Salaverría et al., 2021). Salaverría et al. (2021), en el informe «Entender y combatir la desinformación sobre ciencia y salud» indicaban que la pandemia que generó el coronavirus trajo una combinación de diversos factores, algunos endógenos del sistema científico, aunque la mayor parte son externos y están incrementando la desinformación sobre asuntos de ciencia y salud:

  1. Factores tecnológicos: la difusión de investigaciones o resultados no contrastados a través de aplicaciones de mensajería y redes sociales, cuyos algoritmos premian los contenidos polémicos.
  2. Factores psico-sociológicos: las personas difícilmente tendemos a cambiar de opinión y sólo prestamos atención a las evidencias y argumentos que respaldan nuestro punto de vista, obviando la información que lo contradice.
  3. Factores políticos: pese a la evidencia científica, hay dirigentes políticos que son líderes de opinión y que utilizan argumentos falsos en favor de sus postulados políticos, debates o campañas electorales.
  4. Factores mediáticos: la situación actual que viven los medios de comunicación, junto con la transformación digital, provoca que mensajes falsos pasen el filtro profesional de los periodistas y se conviertan en noticias falsas.
  5. Factores educativos: la insuficiente alfabetización mediática propicia que las personas tengan dificultades para distinguir la verdad de la opinión, o sepan diferenciar fuentes fiables en temas científicos o sobre salud.
Estos factores propician que la desinformación en torno a la ciencia y la salud se distribuya y se arraigue en la sociedad generando diversos peligros, especialmente en situaciones de crisis sanitarias. En este sentido, Hansson et al. (2021) identificcaron, durante la crisis sanitaria provocada por el coronavirus seis categorías que distinguen tipos de mensajes potencialmente dañinos para la población:

1. Describiendo como perjudiciales o innecesarias medidas de protección obligatorias o recomendadas por las autoridades.

2. Promoviendo el uso de remedios falsos.

3. Relacionando la inmunidad o escasa probabilidad de contagio de personas con ciertas características biológicas (grupo sanguíneo) o hábitos (tabaquismo).

4. Minimizando la peligrosidad del virus, las posibilidades de transmisión o incluso su existencia y alentando comportamientos poco responsables.

5. Presentando estafas relacionadas con falsas medidas de protección o sustracción de datos personales.

6. Promoviendo el odio hacia ciertos colectivos como supuestos responsables de la propagación del virus.

Estos mensajes pueden ser difundidos a través de diferentes medios masivos, pero en este sentido destacan las redes sociales. Este tipo de plataformas son el canal perfecto para la desinformación (Martínez-Rolán; Dafonte-Gómez, 2022). Tal y como recogen Borges do Nascimento et al., (2022), son muchos los estudios que destacan que la desinformación sobre salud se propaga de manera vertiginosa a través de publicaciones y vídeos compartidos por aplicaciones de mensajería o grupos cerrados creados en redes sociales y que influyen de manera significativa en las personas de edad avanzada o con poca alfabetización en salud y medios. Las principales fuentes de desinformación sobre la salud son los grupos de WhatsApp o las comunidades de Facebook, que se presentan como los más adecuados para potenciar todo tipo de teorías de la conspiración (Wang et al., 2019).

La desinformación sobre la salud también aumenta en paralelo a la evolución de las crisis sanitarias. En situaciones como la pandemia ocasionada por la covid-19, la viralización de bulos en redes sociales y aplicaciones de mensajería instantánea destaca en los momentos más álgidos, consiguiendo un alcance internacional y dificultando enormemente identificar a sus promotores (Sánchez-Duarte; Magallón Rosa, 2020).

 

2. Redes sociales y fact-checking en el ámbito de la salud.

 

Si bien las redes sociales pueden ser potenciadores de la desinformación, también se usan para la comunicación y gestión de crisis sanitarias o para promocionar hábitos de salud. Se ha observado que la difusión de información sobre salud en redes sociales mejoró la conciencia del conocimiento y el cumplimiento de las recomendaciones sanitarias por parte de la población (Álvarez-Gálvez et al., 2021; Gunasekeran et al., 2022).

Otros estudios como el de Abuín-Penas y Abuín-Penas (2022), demostraron cómo el volumen y el seguimiento de la comunicación de los ministerios de salud de los países europeos aumentó a lo largo del año 2020, estando directamente relacionado con la evolución de la crisis sanitaria. También, plataformas como Twitter y Facebook mostraron sus beneficios en la comunicación de crisis de agencias gubernamentales o entidades sanitarias ayudando a crear conciencia sobre la situación sanitaria, disminuir rumores o centrar la atención en acciones concretas (Eckert et al., 2018).

Además de los organismos oficiales, los verificadores de hechos (fact-checkers) son relevantes en la lucha contra la desinformación en el ámbito de la salud. Según Luengo y García-Marín (2020), las entidades de fact-checking independientes sirven como mediadores entre las autoridades públicas y la sociedad «al separar los hechos de la información inexacta y clasificar la información como falsa, engañosa, distorsionada o descontextualizada» (p. 425). La verificación y evaluación de la información por estas organizaciones retrasa los rumores o las teorías de la conspiración y mitiga sus efectos, pudiendo convertirse en «símbolos de la verdad» si consiguen que sus contenidos se compartan de manera masiva y reciban un alcance mayor a la desinformación (Luengo; García-Marín, 2020).

Los fact-checkers se agrupan a nivel internacional en organizaciones como la International Fact-checking Network (IFCN), asegurando así que cumplen códigos de principios estrictos y que pueden ser evaluados por entidades independientes. En enero de 2020, cuando el coronavirus aún no había salido de China, pero la desinformación sobre el virus ya estaba esparcida por el mundo, más de 100 verificadores de todo el mundo se unieron para formar la #CoronaVirusFacts Alliance, que pretendía publicar, compartir y traducir los hechos relacionados con el nuevo coronavirus (Fighting the Infodemic: The #CoronaVirusFacts Alliance, 2020).

Con el mismo objetivo se han coordinado otro tipo de iniciativas alrededor del mundo. Por ejemplo, la red LatamChequea Coronavirus, nació en abril del 2020 a partir de la colaboración entre 22 verificadores y medios de 15 países latinoamericanos (LatamChequea Coronavirus, una plataforma para verificar información en 15 países, 2020). Este proyecto es otro ejemplo de la labor que los verificadores han desarrollado durante la pandemia, como lo son las más de 10.000 verificaciones publicadas en el año 2020 en Facebook por los 16 fact-checkers iberoamericanos que forman parte de la IFCN y que desmintieron información relativa a un total de 15 temáticas diferentes, todas relacionadas con la covid-19 (Abuín-Penas et al., 2022).

Tanto las instituciones y organizaciones vinculadas al ámbito sanitario, como los fact-checkers se enfocaron en luchar contra la desinformación, utilizando las redes sociales e incrementando su actividad, especialmente en situaciones específicas como la reciente pandemia ocasionada por la covid-19. Estas acciones no siempre son suficientes, también es fundamental proveer a las personas con capacidad analítica que les permita discernir la calidad de la información que reciben sobre salud (Montero-Liberona; Halpern, 2019).

 

Conclusiones

 

De las reflexiones expuestas, observamos el potencial perjudicial de la desinformación en el ámbito de la salud. Aunque ya se daba en los medios de comunicación, hoy en día ha trascendido y se ha potenciado en las redes sociales y en las aplicaciones de mensajería, cuyas dinámicas de comunicación sumadas a la confianza que las personas tenemos en nuestro entorno, propician una diseminación masiva e inmediata de los contenidos falsos.

La pandemia de la covid-19 desencadenó un aumento exacerbado de los niveles de desinformación en el ámbito médico y sanitario. Para prevenir esta situación o, al menos, minimizar parcialmente estos efectos, Salaverría, et al. (2021) sugieren las siguientes recomendaciones:

1. Utilizar el término desinformación, en lugar de fake news.

2. Promover una cultura de transparencia desde las instituciones públicas y privadas.

3. Activar sistemas de alerta temprana y respuesta rápida ante la desinformación.

4. Impulsar la alfabetización mediática.

5. Crear una base de datos o repositorio de acceso público sobre contenidos desinformativos en torno a la covid-19.

6. Impulsar estudios multidisciplinares sobre la desinformación.

Destacamos el alfabetizar mediáticamente a los usuarios, pues los medios digitales serán los principales vehículos para la difusión de información (y desinformación) durante desastres relacionados con la salud. Como estos son utilizados mayoritariamente por jóvenes, las próximas generaciones deberán identificar, seleccionar y procesar las informaciones de forma crítica y activa. Esta tarea no sólo compete a la escuela, sino también a investigadores, profesionales de la comunicación y salud y autoridades públicas.

Por otro lado, la comunicación temprana de las autoridades sanitarias y las organizaciones internacionales de salud podría jugar un papel importante en la mitigación de la desinformación en estas situaciones (Walter et al., 2021). La utilidad y la importancia de los esfuerzos de los fact-checkers para minimizar los riesgos de la desinformación durante crisis sanitarias (Krause et al., 2020) y el poder que tiene involucrar a expertos a la hora de corregir conceptos erróneos relacionados con la salud (Walter et al., 2021) podrían ser las grandes armas para combatir la desinformación en el ámbito de la salud de cara a los próximos años.

No parece existir una solución a corto plazo para erradicar la desinformación en el ámbito de la salud. A largo plazo, apostar por la alfabetización mediática que permita a la ciudadanía ser sus propios fact-checkers, parece una de las soluciones más definitivas, pero menos inmediatas (Ferreira; Amaral, 2022). El papel de los medios de comunicación, las redes sociales y las entidades de fact-checking será crucial en la acción de verificar la desinformación en el ámbito de la salud, pero no es menos relevante la responsabilidad de cada individuo a la hora de tener un espíritu crítico con la información recibida, independientemente de la fuente de la cual provenga.

 

Agradecimientos

Este capítulo forma parte del proyecto «Narrativas digitales contra la desinformación. Estudio de redes, temas y formatos en los fact-checkers iberoamericanos», financiado por la Agencia Estatal de Investigación, de España (Ref. PID2019-108035RB-I00/AEI/ 10.13039/501100011033).

 

Referencias

 

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