Comunicación, campo(s), teorías y problemas. Una perspectiva internacional

 

 

Título del Capítulo «No hay nada más práctico que una buena teoría: reflexiones a partir del metamodelo constitutivo de Robert T. Craig»

Autoría: Leonarda García-Jiménez

Cómo citar este Capítulo: García-Jiménez, L. (2016): «No hay nada más práctico que una buena teoría: reflexiones a partir del metamodelo constitutivo de Robert T. Craig». En Vizer, E.; Vidales, C., Comunicación, campo(s), teorías y problemas. Una perspectiva internacional. Salamanca: Comunicación Social Ediciones y Publicaciones

ISBN: 978-84-15544-57-9

d.o.i.: https://doi.org/10.52495/c10.emcs.17.ei13

 

 

 

10. No hay nada más práctico que una buena teoría: reflexiones a partir del metamodelo constitutivo de Robert T. Craig1

 

Leonarda García-Jiménez

 

 

En este capítulo desarrollo dos posibles aplicaciones pragmáticas del Metamodelo Constitutivo (MC) de Robert T. Craig (1999), una de las propuestas en teoría de la comunicación más importantes de la última década, en la que el catedrático estadounidense recogió las principales tradiciones teóricas que históricamente han analizado los fenómenos comunicativos e interactivos. En primer lugar, el MC más allá de sus fines epistemológicos y de ordenación del saber comunicológico, es una herramienta útil para entender y analizar la sociedad contemporánea. Y en segundo, el metamodelo de Craig es también una apuesta teórica valedera para analizar cómo hablamos sobre comunicación en nuestras interacciones personales y cómo podemos empoderar al individuo, dotándolo de mayores recursos comunicativos con los que entender sus relaciones y el entorno que le rodea.

No hay nada tan práctico como una buena teoría, escribió Lewis a mediados del siglo pasado. Y sin duda, el Metamodelo Constitutivo de Robert T. Craig es una excelente y práctica propuesta teórica. Desarrollada en el artículo «Communication Theory as a Field» (1999), nos encontramos ante uno de los artículos más importantes del campo de la comunicación de la última década que abogó por entender la teoría de la comunicación como un campo polifórmico en el que las diferentes perspectivas sobre la comunicación (retórica, semiótica, crítica, fenomenológica, sociocultural, cibernética y sociopsicológica) debían dialogar entre sí. Con ello, el objetivo último del trabajo de Craig era incrementar la coherencia, el diálogo y el pluralismo dentro de la investigación en comunicación. Como Craig ha argumentado (2007: 143): «El proyecto de la teoría de la comunicación como un metamodelo constitutivo es una empresa pragmática que implica un programa político más amplio alineado con el pragmatismo democrático de Dewey. El fin es promover las condiciones sociales en las cuales progresivamente las prácticas comunicativas inclusivas, participativas y críticamente reflexivas puedan florecer.» Esta idea apunta que los valores democráticos y plurales pueden florecer pensando y entendiendo nuestras prácticas y análisis comunicativos desde diferentes puntos de vista.

Pero más allá de las metas de tipo epistemológico que alcanzó el metamodelo de Craig (ordenando el saber comunicativo y poniendo en diálogo a las diferentes tradiciones de pensamiento), esta propuesta metateórica tiene además una enorme importancia en el habla ordinaria, por tanto, transciende los límites acádemicos disciplinares. Así, el autor apuntó que los discursos científicos sobre la comunicación son también discursos presentes en el habla cotidiana: «El metamodelo constitutivo es útil porque ofrece una variedad dispar de teorías de la comunicación que pueden iluminar, retar y enriquecer las formas que utilizamos para hablar sobre comunicación, sus problemas y prácticas» (Craig, 2007: 129). Y es en este aspecto en el que centraré el presente capítulo. Así, en este trabajo voy a desarrollar la metateoría de la comunicación como el arte práctico de la comunicación. Históricamente, las aproximaciones metateóricas, como la propuesta por Craig, han sido concebidas en su dimensión epistemológica, especialmente, para la organización del conocimiento científico (Galindo Cáceres, 2008; García Jiménez, 2007; Littejohn y Foss, 2008). Como el propio Craig (2015: 358) ha reconocido recientemente, su artículo «Communication Theory as a Field» «ha contribuido, de alguna manera, a la existencia transdisciplinaria socialmente construida de la teoría de la comunicación como campo de estudio. El campo se cita como fuente de autoridad, por tanto, existe.» La metateoría ha sido también importante para enseñar teoría de la comunicación a los estudiantes de grado y posgrado de nuestras facultades (Littlejohn y Foss, 2008). Pero lo que aquí planteo es que la metateoría puede ir más allá, pues puede ser un constructo teórico válido para el análisis de primer orden de la comunicación en sus diferentes niveles (interpersonal, grupal, organizacional, mediático y cultural). La metateoría de la comunicación se torna en el arte práctico del discurso comunicativo; no es solamente una teoría de teorías sino un corpus de conocimiento que puede hacer análisis de primer nivel de nuestras prácticas socio simbólicas:

 

El modelo constitutivo de la comunicación como metamodelo propone que la comunicación es más que un explanandum, es decir, algo que debería ser explicado por nuestros modelos o teorías, sino que es también considerado un explanans, esto es, algo que explica cómo nuestro mundo es, qué es y cómo funciona (Cooren, 2012: 2).

 

Como vemos, hasta el momento, la mayoría de los desarrollos basados en el Modelo Constitutivo se han centrado en sus aportaciones epistemológicas y docentes (Myers, 2001; Rusill, 2009; Martín Algarra, 2009; Littlejohn y Foss, 2008) y, en menor medida, en sus aplicaciones prácticas (Cooren, 2012). Como Cooren (2012: 13) nos recuerda, la teoría de la comunicación como metadiscurso debería ser entendida como:

 

Un esfuerzo práctico, capaz de proveer recursos conceptuales para reflexionar sobre lo real, el día a día social, político y los problemas éticos. En medio de la confusión que vive el planeta, sea Rusia, Siria, Egipto o cualquier otro lugar, nosotros, como investigadores en comunicación, deberíamos mostrar que nuestras tradiciones de pensamiento tienen algo que decir sobre lo que está pasando en el mundo.

 

Por todo ello, propongo dos aplicaciones pragmáticas para el metamodelo que nos ocupa. En primer lugar, pienso que el metamodelo puede y debe hacer más públicas las tradiciones de pensamiento (García-Jiménez y Craig, 2010). Los teóricos de la comunicación deberían tener una mayor presencia en el espacio público (medios de comunicación, blogs, redes sociales, etc.) utilizando y aplicando los diferentes enfoques teóricos para analizar las realidad social. ¿Qué diría el pensamiento crítico, el sociopsicológico o el fenomenológico del conflicto de Siria? ¿Cuáles serían las lecturas en clave comunicológica que podrían hacerse de la crisis económica y social que comenzó en el año 2008 y que ha azotado de forma tan dura a la globalización? Como esta cuestión ya la he desarrollado más ampliamente en otro lugar (García-Jiménez y Craig, 2010), en este capítulo voy a centrarme en la segunda aplicación pragmática que propongo al metamodelo de Craig. Así, como ya he comentado, el Metamodelo Constitutivo es también una matriz teórica válida para analizar cómo la gente habla sobre comunicación y proponer formas alternativas para enriquecer los propios procesos comunicativos cotidianos. Desde este punto de vista, el metamodelo constitutitvo puede empoderar a la gente con más recursos cognitivos con los que entender sus interacciones comunicativas. Para desarrollar en mayor profundidad esta segunda aplicación pragmática, he llevado a cabo 20 entrevistas en profundidad a estudiantes de la Universidad de Colorado Boulder (Estados Unidos) y 17 entrevistas a estudiantes de la Universidad de Murcia (España).

Con este trabajo empírico pretendo responder a los siguientes objetivos: 1) analizar cuáles son los principales discursos sobre comunicación en España y Estados Unidos; 2) detectar similitudes y diferencias; y 3) explicar los diferentes discursos a partir del contexto cultural en el que se han desarrollado (Hoefstede, 1980; Bauman, 2006 y 1999). Este tercer objetivo está basado en la idea de que la cultura produce comunicación y la comunicación es, a su vez, productora también de cultura, tal y como indicara James W. Carey en su obra Communication as Culture (2009). Es por ello que debemos interpretar la complejidad cultural para lograr entender por qué la gente comunica de la forma en que lo hace.

Esta forma de aplicar el metamodelo persigue alcanzar varias metas de tipo normativo:

Educación: explorar cómo la gente habla sobre comunicación y relacionar este discurso cotidiano con las tradiciones teóricas puede facilitar la enseñanza de teorías de la comunicación en la universidad, una materia que suele crear no pocos quebraderos de cabeza a los alumnos de grado. Sería una forma de mostrar a nuestros estudiantes que las teorías de la comunicación no están desconectadas del día a día, al contrario, se encuentran presentes en nuestra vida ordinaria. Además, podríamos potenciar habilidades cognitivo-comunicativas entre nuestros estudiantes ejercitando con ellos el planteamiento de problemas comunicativos y pidiéndoles que definan el mismo tema (una conversación interpersonal, un conflicto, noticias, programas de televisión, etc.) a partir de los diferentes puntos de vista que proponen las tradiciones de pensamiento.

Mediación. Las tradiciones de pensamiento pueden también ayudar a la gente a entender sus propios procesos comunicativos y enriquecer sus recursos cognitivos, aspectos que pueden ayudar a resolver problemas.

Resistencia. Por último, el enriquecimiento del habla ordinaria sobre comunicación es también una forma de resistir el abuso de poder, las desigualdades y la dominación que las élites simbólicas ejercen sobre el discurso (Van Dijk, 2009).

 

1. Metacomunicación en España y Estados Unidos: una aproximación

 

De acuerdo con el Metamodelo Constitutivo de Craig, hay diferentes formas de entender el mundo, hablar sobre la comunicación y definir los problemas de cada día. Concretamente, el autor propuso 7 tradiciones de pensamiento: retórica, semiótica, crítica, fenomenológica, sociocultural, cibernética y sociopsicológica. Algunas de estas perspectivas (como la sociopsicológica o la retórica) conciben la comunicación de forma transaccional (la comunicación como transmisión), mientras que otras conciben los procesos interactivos más como un ritual simbólico (sería el caso de las perspectivas fenomenológica o sociocultural). Por último, hay tradiciones de pensamiento que incluirían elementos propios de la transmisión, pero también de las formas ritualísticas (como así lo hacen la semiótica, la crítica o la cibernética).

La primera forma apuntada, la comunicación como transmisión, habla de un proceso en el que un emisor envía un mensaje a un receptor; la comunicación es por tanto una transacción de información. Esta idea está basada en una concepción objetiva de la realidad en la que el mundo existe fuera del sujeto y los mensajes son una representación fidedigna de la realidad. Por el contrario, en la concepción ritualística, la comunicación construye la realidad (no la representa) y los significados no son objetivos, sino que son producidos mediante la interacción. Por tanto, al realidad no es algo objetivo, sólido y estático, sino subjetiva, líquida y dinámica. «Primero producimos el mundo mediante la labor simbólica y después tomamos parte de ese mundo que hemos producido» (Carey, 2009).

El dominio de cada concepción de la comunicación (ora transmisión, ora ritual), históricamente, ha dependido del contexto cultural e histórico (Carey, 2009). Por ejemplo, el desarrollo del ferrocarril o el telégrafo impulsó la idea de la comunicación como transportación durante el siglo XIX. Con la consolidación de los medios de masas durante el siglo XX y, sobre todo, el advenimiento de las tecnologías digitales más recientemente, la comunicación es concebida más como participación y diálogo, una concepción que conecta con las aproximaciones ritualísticas. Ambas concepciones (transmisión y ritual) dan forma a la perspectiva comunicacional que identifica y define al campo de la investigación en comunicación: «La comunicación, desde una perspectiva comunicacional, no es un fenómeno secundario que pueda ser explicado por antecedentes psicológicos, sociológicos, culturales o económicos; más bien, la comunicación en sí misma es el proceso social constitutivo primario que explica todos esos otros factores mencionados anteriormente» (Craig, 1999: 126).

Una vez relacionadas las perspectivas teóricas con las formas o transmisoras o ritualísticas, a continuación voy a desarrollar cómo las tradiciones de pensamiento ilustran el metadiscurso ordinario, es decir, cómo la gente habla sobre comunicación y cómo este habla se relaciona en mayor o menor medida con las tradiciones de pensamiento propuestas por Craig.

 

Perspectiva Sociopsicológica. Concebir la comunicación desde esta perspectiva es la forma predominante en España (junto con las concepciones retórica y semiótica). Es una tendencia destacada en Estados Unidos también, pero con menos presencia que en el caso español. De acuerdo con Craig (1999: 143), esta tradición concibe la comunicación como:

 

Un proceso de expresión, interacción e influencia en el cual el comportamiento humano y otros complejos organismos expresan mecanismos psicológicos, estados y rasgos y, a través de las interacciones con similares expresiones de otros individuos, produce efectos cognitivos, emocionales y conductuales. El proceso comunicativo tiene causas y efectos, también una explicación psicológica. Hay fuerzas psicológicas que explican qué está sucediendo. La comunicación es el proceso por el cual los individuos interactúan y se influyen los unos en los otros.

 

La comunicación siempre implica mediación (de dispositivos tecnológicos, predisposiciones psicológicas, etc.) (Galindo Cáceres, 2008). Desde esta perspectiva teórica no hay un encuentro directo con el otro (como sí sucede en otras tradiciones, como la fenomenológica). Uno de los entrevistados españoles apunta: «Lo más importante en comunicación es que el mensaje sea recibido y entendido por la otra persona. Comunicación es entender lo que la otra persona está intentando decir (…) Intercambio de mensajes (…) Un montón de problemas que aparecen en las relaciones personales vienen de no entender lo que la otra persona está diciendo.» En el mismo sentido, otro estudiante de España señala: «Cuanto más claro sea el mensaje, mejor será la comunicación (…) Comunicación es el intercambio de ideas a través de un canal.»

Los sujetos, desde este punto de vista, entienden que la comunicación es el intercambio de ideas y que existe una relación causal en el proceso interactivo. Según una entrevistada estadounidense: «Comunicación es enviar mensajes en dos sentidos, intercambiar mensajes para llegar hasta tu audiencia.» La audiencia o el receptor es algo que se encuentra separado del emisor, por ello se acentúa la importancia de alcanzar o llegar a la audiencia, un aspecto que conecta a la vez con la tradición retórica. Los participantes no comparten la misma esfera, como en el encuentro fenomenológico, sino que tienen roles perfectamente delimitados. En otras palabras, «un buen comunicador es alguien que es capaz de hacer que su audiencia entienda su mensaje.» Según vemos, en el habla ordinaria, un buen comunicador es alguien que muestra «seguridad en sí mismo» porque «es importante enviar tus mensajes con seguridad» para tener una interacción exitosa. El conflicto, desde este punto de vista, no es algo co-construido por los interactuantes, sino que es la consecuencia de una situación previa. El problema de la objetividad (los mensajes son una realidad material que reside más allá de los participantes) también puede ser enmarcado en esta tradición.

 

Perspectiva Fenomenológica. Las entrevistas apuntan que ésta ha sido una tradición presente en el habla ordinaria, sobre todo en Estados Unidos. Las tradiciones fenomenológica y sociocultural son una tendencia muy importante en este país del norte de América, más importante incluso que las tradiciones enmarcadas en la visión de la transmisión. No sucede así en el caso español. En el sur de Europa, solamente 4 entrevistados (de un total de 17) concibieron sus relaciones desde un punto de vista ritualístico. De esta forma, la tradición fenomenológica entiende que la comunicación es diálogo, entendimiento, apertura al otro, autenticidad y empatía (Galindo Cáceres, 2008). Un entrevistado estadounidense explica cómo una de las conversaciones más importantes que ha tenido con su pareja fue aquella en la que ambos hablaron muy próximos y se sintieron muy cerca el uno del otro:

Yo estaba realmente decaído por algo. Estaba sentado en el sofá. Y ella vino y me preguntó qué pasaba. Se sentó a mi lado y empezó a hacerme preguntas y trabajamos sobre nuestros problemas juntos. ¿Cómo podíamos hacerlo mejor? Y esa fue una buena conversación porque ella vino a mí, me miró a los ojos y construimos un espacio muy íntimo, ella estaba realmente pensando sobre lo que yo hablaba.

El encuentro fenomenológico implica que los interactuantes sienten que están compartiendo el mismo espacio e incluso sintiendo emociones similares. Otra estudiante de la Universidad de Colorado Boulder asegura que las mejores conversaciones con su pareja son cuando ambos «miran haca el futuro en la misma dirección y comparten similares sentimientos». Y es por ello que la comunicación es tan importante en las relaciones, porque «es el pegamento que nos mantiene unidos». Es una interacción directa, sin mediaciones, un contacto directo entre almas que es la base para la construcción del yo y el tú. La falta de transparencia, mentiras o las relaciones instrumentales (el uso de las relaciones personales para otros fines más allá del mejor conocimiento del otro) son el camino directo a la cosificación, lo que es completamente contrario al desarrollo del auténtico yo. El yo verdadero puede ser alcanzado, de acuerdo con la tradición fenomenológica, solamente a través del diálogo auténtico. Así, un estudiante estadounidense señala: «Comunicación es diálogo, es un diálogo cálido, afectuoso. Es un buen flujo. Después de una buena comunicación, te sientes como una nueva persona, descubres algo sobre ti que no sabías antes.» De acuerdo con Craig (1999: 138), «la comunicación explica la interacción de las identidades y la diferencia en relaciones humanas auténticas». El diálogo verdadero está, por tanto, fundamentado en la honestidad, la reciprocidad, la transparencia, la no dominación y la capacidad de empatizar con la experiencia del otro. «Es comúnmente aceptado que la interacción interpersonal es la forma básica de la interacción humana y que la comunicación tecnológicamente mediada o masiva es, en el mejor de los casos, un pobre sustituto del contacto humano directo» (Craig, 1999: 140). Un estudiante de Colorado expresa esta idea diciendo que la comunicación es importante porque «crea lazos humanos, vínculos humanos».

La fenomenología está centrada en entender el encuentro, la empatía en la esfera más íntima de los interactuantes. En este sentido, otro entrevistado de Boulder (Colorado) indica:

 

La comunicación es conectar con otra persona. Tengo que mostrarle a mi pareja que él es lo más importante. Y yo espero igualmente ser especial para él, preguntándole preguntas profundas. El deseo siempre debería estar ahí. Es importante un deseo fuerte de conexión con el otro.

 

Cuando la gente habla tal y como plantea la tradición fenomenológica, otros elementos del proceso comunicativo como los efectos, el contexto, las redes sociales, etc., tienen un rol secundario. Desde este punto de vista, un buen comunicador es alguien capaz de dialogar y entender al otro participante de forma abierta, honesta, transparente. Dicho en el habla ordinaria, de nuevo un estudiante de Estados Unidos asegura: «Cuando estoy con mi mejor amiga, me siento como en casa. Es como volver a mi propia casa (…) Ella siempre sabe dónde está mi cabeza (…) Estoy estresada y ella lo sabe, puede sentirlo.» Esta aproximación tiene también importantes elementos socioculturales. Podemos ver esta doble concepción ritualística en la siguiente cita: «Mi amiga entiende sobre lo que yo estoy hablando y eso sucede porque ella es una estudiante como yo, pero también sucede porque ella sabe cómo soy yo.» En esta cita, la estudiante estadounidense destaca los lazos personales que le unen a su mejor amiga pero también el conocimiento y la experiencia compartidas porque ambas están estudiando en la universidad, conocimiento social compartido que nos lleva hasta la siguiente tradición, la sociocultural.

 

Perspectiva Sociocultural. Esta ha sido otra forma bastante habitual utilizada por los entrevistados para definir sus procesos comunicativos en Estados Unidos. Su uso ha sido menos frecuente en España. La comunicación dentro de esta tradición es «un proceso simbólico que produce y reproduce patrones socioculturales compartidos» (Craig, 1999: 144). Esta perspectiva explica cómo el orden social, la cultura, los significados, son producidos y reproducidos mediante la interacción. Esta perspectiva también incluye cómo los individuos actúan en sociedad de acuerdo con los significados aprendidos. Claramente, esta tradición integra los niveles micro y macro de la interacción comunicativa. Una estudiante de la Universidad de Colorado, que expresa un entendimiento ritualístico de sus interacciones cotidianas a partir de las tradiciones sociocultural y fenomenológica, señala:

Mi mejor amiga es exactamente como yo. Somos muy similares. Podemos terminar las frases la una de la otra. Ella me mira y sabe perfectamente lo que yo estoy pensando. (…) Yo puedo decir solamente una palabra y ella sabe perfectamente qué estoy pensando. Para tener una buena comunicación, es muy importante que las dos personas estén en la misma página y tengan el mismo conocimiento, vamos, que compartan conocimiento. Yo veo mucho la televisión y ella también consume mucha tele. Entonces, si digo una palabra que he visto en la tele, ella la entenderá perfectamente. Pero si le digo esa palabra a otra persona, me va a responder, ¿pero de qué estás hablando? Entonces la comunicación es acerca del conocimiento compartido. Para comunicarte con alguien necesitas tener conocimiento sobre esa persona y su situación personal.

Dentro de la tradición sociocultural, el constructivismo o el interaccionismo simbólico son dos de las propuestas teóricas que conciben la vida como una construcción social. En general, los sujetos hablan de manera sociocultural cuando entienden que la comunicación y las relaciones personales o sociales son una construcción social. Las normas, los rituales y las cosmovisiones colectivas han sido construidos mediante negociaciones simbólicas, en un mundo en el que los actores actuarán en sociedad a partir del propio rol que cumplen en el entorno social (por ejemplo, el «buen padre», el «hijo responsable», la «madre protectora».) Cuando el conflicto aparece en la interacción, habrá una construcción conjunta del problema que ha sido creado por ambos interactuantes y que responde a un contexto cultural concreto. No hay una causa específica que haya originado el problema, pues el problema ha sido construido mediante la interacción. Para los participantes que conciben sus interacciones a partir de esta aproximación sociocultural, entender y adaptarse a la situación social resulta de vital importancia. Por ejemplo, a la pregunta de cuáles deben ser las cualidades que un buen comunicador debería tener, un entrevistado estadounidense señala:

 

Necesitas ser una persona con la que sea fácil hablar. Y fácil de leer. Y necesitas captar a la persona con la que estás hablando. Saber cómo deberías responder en cada momento. Yo soy un buen comunicador porque capto muy bien a mi alrededor. Yo sé cuándo es apropiado hablar, capto lo que la gente quiere oír, lo que quieren que yo responda… Me gusta sentirme cómodo y evitar situaciones raras.

 

Perspectiva Retórica. Junto con la semiótica y la sociopsicológica, la retórica ha sido una tradición mucho más presente en el habla ordinaria de los entrevistados españoles que los estadounidenses. Dentro de esta tradición, la comunicación es el arte de la persuasión. A la hora de definir sus interacciones comunicativas, las personas utilizan palabras tales como «persuasión», «buen-mal comunicador», «el poder de las palabras», «comunicación estratégica», etc. Esta forma de expresarse es utilizada por una estudiante en los siguientes términos: «Un buen comunicador es alguien que entiende cómo ser efectivo en la situación, alguien que sabe utilizar diferentes estrategias de comunicación.»

En el nivel interpersonal, los sujetos hablan de forma retórica cuando se refieren a lo sucedido en función de la calidad de sus habilidades y capacidades persuasivas o manipulativas. Otra forma de hablar de manera retórica es cuando los interactuantes identifican los problemas con no saber qué decir o cómo decirlo. Como uno de los entrevistados españoles señala: «Mi amiga no sabe cómo comunicar bien porque cuando le pregunto ¿qué sucede?, ella no me responde nada, solamente me dice «No sé cómo decirlo, no sé qué sucede (…) Yo creo que es muy importante tener claros tus sentimientos para ser capaz de comunicarlos.»

 

Perspectiva Crítica. Hablar de forma ordinaria a partir de los supuestos planteados por el pensamiento crítico no ha sido una tendencia destacada en ninguno de los dos países analizados. Dentro de esta tradición, la comunicación genera desigualdades, de tal forma que la auténtica comunicación es una crítica a las distorsiones del proceso interactivo. Dicho de manera más breve, la comunicación es crítica metacomunicativa:

La comunicación concebida de esta forma explica cómo la injusticia social es perpetuada por las distorsiones ideológicas y cómo la justicia puede ser restaurada a través de las prácticas comunicativas que permiten la reflexión crítica o la concienciación para desenmascarar aquellas distorsiones. De este modo se permite la acción política que libere a los participantes (Craig, 1999: 147).

Por tanto, hay conflicto inherente, distorsión, injusticia y procesos de dominación en el entorno social (Galindo Cáceres, 2008). Uno de los entrevistados estadounidenses, quien también ha hablado de manera fenomenológica, señala:

 

Me gusta la gente que se adhiere, que me sigue en la conversación. Como mi mejor amigo, él me sigue en la conversación muy bien. Supongo que me gusta la gente que es capaz de comprometerse en un nivel más alto y son capaces de contribuir a la conversación (…) Es importante hablar sobre raza, dinero (…) Porque a mí no me gusta ocultar las cosas que nos impactan cada día. Encuentro fascinante cómo todos necesitamos el dinero pero no hablamos sobre él… La raza también es algo que nos impacta. ¿Por qué no hablamos sobre ello? Cultura civil, cultura de participación, comprometerte y participar en tu comunidad… Estas son cosas que importan e influyen nuestro día a día. Yo no quiero hablar sobre la fiesta de la noche pasada. Quiero hablar sobre las cosas que realmente importan. Estoy interesado en las cosas que pueden cambiar el mundo y que me importan.

 

Como podemos ver en esta cita, la referencia a la injusticia social y la oportunidad de aprender y cambiar es una de las metas normativas de esta tradición. «Capitalismo, racismo y patriarcado» (Craig, 1999: 147) son algunos de los discursos denunciados desde el pensamiento crítico. En las relaciones interpersonales, la tendencia crítica será la dominante cuando la metacomunicación de los sujetos presente de manera clara una doble dimensión crítica sobre sus propios procesos comunicativos. Desde este punto de vista, un buen comunicador será una persona que critica al poder establecido para desenmascarar las desigualdades.

 

Perspectiva Cibernética. Al igual que ha sucedido con la tradición crítica, concebir las interacciones cotidianas a partir del pensamiento cibernético no ha sido muy frecuente entre las personas entrevistadas. Desde este punto de vista, la comunicación es entendida como la interacción de sistemas (familia, trabajo, universidad, amigos, vecinos, etc.) en un proceso que es circular. Tal y como señalara la Escuela de Palo Alto, no existe acción-reacción, sino la interacción. Las relaciones humanas están enmarcadas en sistemas (complejos procesos repetidos de interacción) donde el comportamiento de una persona afecta y es afectado por las actitudes de los demás. Los individuos no pueden excluirse del entorno social. Como un entrevistado estadounidense plantea: «La comunicación es la base de todo. De hecho, yo creo que todo es comunicación.» Para otro participante de la Universidad de Murcia, «la comunicación no sucede solamente entre personas. Tú te levantas por la mañana con la alarma y ya estás comunicando. Empiezas el día e incluso sin hablar, con un gesto, con lo que sea, ya estás comunicando (…) Porque la comunicación está contigo todo el tiempo, desde el comienzo hasta el final del día.»

La concepción cibernética de la comunicación implica que los interactuantes entienden sus relaciones como conectadas e influidas por el contexto social (p.ej. La crisis económica, la cultura de un país, su situación laboral, etc.) y por sus redes sociales (familia, amigos, compañeros del trabajo, etc.). Por ejemplo, uno de los entrevistados en la Universidad de Murcia señala que «estoy siempre junto con mis tres mejores amigas. Estamos siempre juntos. Somos un grupo y no estamos aparte ni un minuto.» Otra participante dice cómo de importante es que «algunos amigos aquí en Colorado no conocen a mi familia, pero mi mejor amiga sí la conoce. Y ella me pregunta por mi familia y yo le pregunto por la suya. Y eso es realmente importante.» Las relaciones personales están enmarcadas en múltiples redes. Desde este punto de vista, en el habla ordinaria, un buen comunicador es aquella persona capaz de interconectar con muchos individuos, grupos y redes.

 

Perspectiva Semiótica. No ha sido una forma habitual de definir la comunicación en el día a día. De todas formas, los únicos entrevistados que se han expresado utilizando la perspectiva de esta tradición han sido españoles. Esta tradición cree que «la comunicación es típicamente teorizada como una mediación intersubjetiva mediada por signos» (Craig, 1999: 136). Por ejemplo, uno de los entrevistados define la comunicación como «la transmisión de información a través de las palabras.»

Desde este punto de vista,

 

La comunicación es más sencilla cuando compartimos un lenguaje común, las palabras pueden significar cosas diferentes a gente diferente, así que la falta de comunicación es un peligro constante, los significados son con frecuencia transmitidos indirectamente o de manera sutil por comportamientos que pueden pasar inadvertidos. Además, ciertas ideas son más fáciles de expresar en determinados contextos, por ejemplo, un cuadro puede tener innumerables significados o el email no debería ser utilizado para negociaciones delicadas (Craig, 1999: 137).

 

El problema comunicativo deriva del mal uso de los signos o símbolos (Galindo Cáceres, 2008). Por tanto, el problema es la consecuencia de «mensajes erróneos», «mala comunicación», «malentendidos», etc. Uno de los entrevistados españoles señala que «yo no soy muy buen comunicador porque necesito más palabras para expresarme de la forma correcta.» De manera similar, otro participante indica: «Yo creo que lo más importante es la palabra. La Palabra. Yo no soy un buen comunicador porque me confundo con mis propias palabras.» Otro estudiante español señala que «mi amiga es muy buena comunicadora porque ella habla de manera muy correcta, ella siempre sabe cómo hablar de manera apropiada (…) Es importante que tú sepas cómo comunicar, quiero decir, cómo hablar de forma correcta y cómo hacer que la gente disfrute oyéndote.»

 

2. ¿Cómo explicar similitudes y diferencias? Concluyendo con algunas notas culturales

 

Como hemos visto, en general, una de las diferencias más importantes entre los dos países analizados es que en España se tiende más a hablar y entender los procesos comunicativos mediante las tradiciones que hemos enmarcado dentro de la concepción de la transmisión (perspectivas sociopsicológica o retórica), mientras que en Estados Unidos tienen una presencia más fuerte las formas que hemos denominado ritualísticas (incluidas en las tradiciones sociocultural y fenomenológica.) Por otra parte, la similitud más importante es que los entrevistados tienden a expresarse a través de diferentes tradiciones pero compartiendo una única concepción comunicativa: o la comunicación entendida como transmisión o la comunicación entendida como ritual. Han sido menos frecuentes los entrevistados que han entendido sus procesos comunicativos de ambas formas (ritual y transmisora). Este podría ser uno de los aspectos más importantes para utilizar el metamodelo de Craig como una herramienta para la mediación. Con el uso y aprendizaje de las diferentes perspectivas comunicativas incluidas en el Metamodelo Constitutivo, el individuo podría potenciar y desarrollar sus habilidades y conocimientos sobre comunicación con puntos de vista alternativos que no suelen estar presentes en su habla ordinaria.

Otra coincidencia es que los entrevistados usan un lenguaje y expresiones muy similares. Por ejemplo, «estar en la misma página», «comunicarte con un amigo es sentirte como en casa», «entendimiento», «emisor», «receptor», etc. Desde este punto de vista, el metamodelo constitutivo representa un lugar común que puede ser útil para el análisis cross-cultural (transcultural) comparativo entre diferentes culturas occidentales.

Me gustaría finalizar este capítulo tratando de responder cómo estos resultados parciales pueden mostrar diferentes tendencias culturales. Como ya he indicado en la introducción, la cultura produce la comunicación y la comunicación produce la cultura. Por supuesto, cuando hablo de cultura me refiero a los significados compartidos por los grupos humanos integrados por diferentes capas: normas, valores, supuestos, etc. (Goodwin, 1999: 7). Hablamos de significados construidos y mantenidos en el día a día que representan el marco más general que ayuda a los individuos a interpretar, percibir y actuar de una forma determinada. Así, las prácticas y concepciones que la gente tiene sobre comunicación (sus significados, interpretaciones, problemas, perspectivas, etc.) normalmente tienen sentido dentro de un entorno cultural y unos patrones interactivos específicos. Las formas que utilizamos para hablar sobre comunicación construyen (y a su vez son construidas) por la cultura.2 De este modo, las preguntas con las que finalizo este capítulo son las siguientes: ¿Son el carácter individualista, la alta aceptación de la incertidumbre (Hoefstede, 1980) y la vida líquida (Bauman, 2006) que caracterizan a Estados Unidos las tendencias culturales que producen y promueven las formas ritualísticas? Por el contrario, ¿son el carácter colectivista, el alto rechazo a la incertidumbre (Hoefstede, 1980) y la modernidad sólida (Bauman, 1999) de España tendencias culturales que promueven un entendimiento de la comunicación enmarcado en las formas de la transmisión? Según lo desarrollado en este capítulo, la respuesta a estas preguntas sería afirmativa. Pero es ésta una cuestión que permanece abierta, pues son necesarios más estudios en la línea del aquí planteado que refuercen o refuten las cuestiones aquí planteadas.

Finalmente, en este capítulo he tratado de mostrar que la teoría de la comunicación como campo y, más concretamente, el Metamodelo Constitutivo de Robert Craig es una propuesta teórica muy práctica (en el sentido que planteaba Lewin al comienzo de este trabajo) que puede incrementar el carácter plural y la comunicación de las sociedades contemporáneas.

 

Referencias bibliográficas

 

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1 La primera versión de este capítulo fue presentada en el 63 congreso de la International Communication Association, Retos de la Investigación en Comunicación (Londres, Junio de 2013). Concretamente, en el panel denominado Reconfiguring and Extending the Constitutive Metamodel (sección Filosofía, Teoría y Crítica). Agradezo enormemente los comentarios y sugerencias recibidos en aquél evento.
2 Es importante tener en cuenta que la cultura como tal no consiste en un conjunto estático de creencias y valores. Por el contrario, la cultura depende también de experiencias particulares, por lo que es importante concebir al yo como un proyecto en continua transformación. En otras palabras, debemos ser conscientes de la naturaleza multidimensional de la identidad humana. Por ejemplo, «podemos ser individualistas en algunas situaciones y colectivistas en otras» (Goodwin, 1999).

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