Narrativas digitales contra la desinformación.

Verificación de datos y alfabetización en la sociedad de la información (2023)

 

 

Título del Capítulo: «Racismo en redes. El discurso de odio contra la comunidad china durante la pandemia de covid-19»

Autoría: Amparo Huertas Bailén; Luiz Peres-Neto

Cómo citar este Capítulo: Huertas Bailén, A.; Peres-Neto, L. (2023): «Racismo en redes. El discurso de odio contra la comunidad china durante la pandemia de covid-19». En Míguez-González, M.I.; Dafonte-Gómez, A. (coords.), Narrativas digitales contra la desinformación. Verificación de datos y alfabetización en la sociedad de la información. Salamanca: Comunicación Social Ediciones y Publicaciones.

ISBN: 978-84-17600-85-3

d.o.i.: https://doi.org/10.52495/c12.emcs.19.p105

 

 

 

 

12. Racismo en redes. El discurso de odio contra la comunidad china durante la pandemia de covid-19

 

Amparo Huertas Bailén

 

Universitat Autònoma de Barcelona

 

Luiz Peres-Neto

 

Universitat Autònoma de Barcelona

 

Introducción

 

El 1 de diciembre de 2019 se detectó en Wuhan (China) el primer caso del virus de la covid-19 y unos tres meses más tarde, el 11 de marzo de 2020, la Organización Mundial de la Salud (OMS) determinó que la situación respondía ya a las características de una pandemia. El primer registro fuera de China se dio en Tailandia el 13 de enero de 2020. Pero Europa, en su conjunto, fue una de las primeras zonas afectadas. En España, el primer registro se produjo el 1 de marzo de 2020. Ahora bien, la pandemia provocada por el entonces nuevo coronavirus no sólo fue una crisis sanitaria, sino que también desencadenó conflictos sociales, muy especialmente contra la comunidad china, identificada como responsable de la aparición del virus (Whitworth, 2020).

Para los equipos de investigación interesados en conocer la retroalimentación entre el racismo online y las agresiones en espacios físicos, la covid-19 delimitó un periodo temporal excepcional (Weber; Viehmann; Ziegele; Schemer, 2020). Coincidimos con Uyheng, Bellutta y Carley (2022), cuando apuntan que no hay duda de que existe una relación bidireccional entre ambos espacios: los contextos de discriminación social se hacen visibles en el mundo online y la respuesta digital acaba alimentando un «ciclo de violencia» en diálogo con el espacio físico. De hecho, se pueden consultar diversos estudios que así lo corroboran, como el de Awan y Zempi (2016), que trataron la relación entre el discurso online anti-musulmán y el desarrollo de actos violentos.

No obstante, el momento histórico generado por la covid-19 no fue del todo ideal para profundizar en este asunto. Si bien es cierto que los periodos de confinamiento incrementaron la actividad digital, hay que tener en cuenta que también supusieron una reducción de la actividad en los espacios físicos. Y quizá, por esta razón, algunos de los autores que se han aproximado al objeto de estudio aquí planteado pongan en cuestión la existencia de esta correlación (Horton, 2020).

Este texto surge del proyecto de investigación «La comunidad china ante el discurso de odio durante la pandemia de la covid-19» (ICI01521_00001/2021), financiado por el Institut Català Internacional per la Pau (ICIP) y realizado durante el año 2022 en el marco de la Cátedra UNESCO de Comunicación, con sede en el Instituto de la Comunicación de la Universitat Autònoma de Barcelona (InCom-UAB). El trabajo empírico, de carácter cualitativo, consistió en la realización de 20 entrevistas a miembros de la comunidad china que durante la pandemia vivieron en el área metropolitana de Barcelona (Cataluña). En concreto, en este capítulo recogemos un resumen de nuestra reflexión teórica sobre la circulación del racismo en las redes.

 

1. Hablemos de sinofobia

 

El hecho de que China fuera señalada como responsable de la aparición del virus comportó que la población originaria de aquel país se viera especialmente afectada por un incremento del rechazo social durante la pandemia (Ha; Nguyen; Sales; Chang; Ta; Srinivasan; Chug; Palaniappan; Lin, B., 2020; Dubey, 2020; Stechemesser; Wenz; Levermann, 2020). Ahora bien, hay que tener en cuenta que el problema alcanzó a todas las personas que, por sus rasgos físicos, podían ser identificadas como de origen asiático (Reny; Barreto, 2022; Mamuji; Lee; Rozdilsky; D’Souza; Chu, 2021; Gover; Harper; Langton, 2020; Litam, 2020; França; Gaspar; Mathias, 2022; Canalda; Vargas, 2022). Human Rights Watch, en mayo de 2020, alertó del incremento de ataques físicos contra personas con rasgos asiáticos, especialmente en Estados Unidos, donde se habían contabilizado 125 casos (HRW, 2020).

Pese a que la Unesco impulsó en mayo de 2020 un documento con recomendaciones para evitar el discurso de odio en el ámbito de la covid-19 (UN, 2020), la OMS no prohibió que las narrativas asociaran el virus con un espacio geográfico concreto hasta junio de 2021. Es decir, la OMS dio este paso cuando esta práctica ya estaba muy extendida, tanto dentro como fuera de los medios de comunicación tradicionales; aunque también cabe pensar que la falta de transparencia del gobierno chino pudo haber contribuido. Gao y Sai (2020) recuerdan que tan sólo un mes después del primer registro en Wuhan, en enero de 2020, el diario danés Jyllands-Posten publicó una caricatura de una imagen que recordaba la bandera china, en la que se habían reemplazado las cinco estrellas doradas por el dibujo con el que se reconocía el virus.

Efectivamente, estamos hablando de sinofobia, una actitud racista de carácter histórico contra la comunidad china, que fue recuperada por la covid-19 gracias, en gran parte, a los discursos políticos basados en el nacionalismo y la xenofobia (Dhanani; Franz, 2021; Kim; Kesari, 2021). Viejos estigmas con los que la población china ha venido lidiando, sobre todo aquellos directamente relacionados con la higiene y los hábitos alimenticios como la suciedad o el poco civismo, despertaron a raíz de la pandemia (Li; Nicholson, 2021; Roberto et al., 2020). Chan y Montt Strabucchi (2021), a partir del análisis de los discursos de diferentes líderes políticos chilenos, concluyen que esta pandemia significó la recuperación de viejos patrones racistas y de sentimientos negativos contra la población china. Estos autores hablan de resurgimiento de la distinción entre lo «Oriental» y lo «Occidental».

En lo que se refiere a la recuperación y creación de expresiones racistas, Canalda y Vargas (2022) señalan el retorno del «peligro amarillo», utilizada en el siglo XIX para hablar de la invasión asiática de los países occidentales. El presidente de Estados Unidos Donald Trump, uno de los más activos en este sentido, empleó reiteradamente diversos términos. Quizá el más repetido fue «virus chino», pero aquí nos gustaría destacar por su sarcasmo «kung flu». A partir de la palabra Kung-fu, que se refiere al arte marcial chino tradicional basado en el vigor y la fuerza, Trump repitió hasta la saciedad este chiste racista (Guardian, 2020).

En definitiva, este resurgir de la sinofobia no sólo pone de manifiesto el olvido de que la comunidad china también estaba siendo afectada por el virus, sino que también supone la anulación de la consideración de la comunidad china como «minoría modelo». Muchos trabajos anteriores sobre la recepción de la migración china en países occidentales habían destacado una buena acogida por valorar su inteligencia, capacidad de trabajo y obediencia (Yeh, 2014; Costigan; Hua; Su, 2010).

Desde la perspectiva europea, cuando es en Occidente donde se detecta el foco de un virus no se generan narraciones racistas. Pero, en cambio, sí es habitual cuando se produce en lugares con los que las relaciones políticas europeas no están basadas en la igualdad. Es toda una paradoja, pues es como si, ante una pandemia, se pudiera distinguir entre países responsables y países afectados (Bonilla-Silva, 2020).

 

2. El estudio del discurso del odio, un camino para saber más acerca de cómo circulan las narrativas racistas

 

Tratar el racismo desde la mirada de las propias víctimas nunca ha sido tarea fácil. No nos referimos tan sólo a la dificultad de abarcar los diferentes tipos de comportamientos (agresiones físicas, maltratos psicológicos, violencia vicaria,…), sino más bien, y sobre todo, a la forma de abordar la cuestión en el trabajo empírico sin caer en la revictimización y de una manera que las personas se sientan cómodas. En nuestro trabajo de campo prestamos especial atención a los recuerdos de las situaciones en las que la muestra había sido víctima de comportamientos racistas. Y, en lo que se refiere al marco teórico, nos interesamos por la noción de discurso de odio, cuya definición general apunta al uso de un lenguaje abusivo dirigido a un grupo social concreto (Waldron, 2012; Bliuc; Faulkner; Jakubowicz; McGarty, 2018; MacAvaney; Yao; Yang; Russell; Goharian; Frieder, 2019).

Uyheng, Bellutta y Carley (2022), quienes también analizaron el racismo sobre la comunidad china durante la pandemia, consideran el discurso de odio como una forma específica de lenguaje abusivo: aquella comunicación estratégicamente pensada para menospreciar o manipular a un grupo poblacional en el marco de objetivos políticos más amplios que apelan a la identidad o a las identidades de acuerdo con las estructuras sociales dominantes sobre las que se sostiene. Además, este planteamiento nos resulta de gran interés, pues apunta a cuatro pilares que consideramos esenciales para el estudio del racismo: estructuras sociales dominantes, identidad, manipulación y objetivos políticos.

Pero el discurso de odio se puede expresar de formas muy diversas. Sue, Bucceri, Lin, Nadal y Torino, (2007), en un trabajo sobre el racismo contra la población de origen asiático en Estados Unidos, distinguen entre micro-agresiones (manifestaciones raciales explícitas, conscientes y deliberadas que tienen como propósito ofender), micro-insultos (acciones no intencionadas que se realizan sin ser consciente y que generan sentimientos de rechazo entre las personas que se sienten víctimas) y micro-invalidaciones (acciones inconscientes fruto de la ignorancia por las que se denigran o invalidan los pensamientos, sentimientos y experiencias de determinadas personas o colectivos).

El discurso de odio es un problema central de la comunicación en las redes sociales (Reichelmann; Hawdon; Costello; Ryan; Blaya; Llorent; Oksanen; Räsänen; Zych, 2021) y, por tanto, no ha sido ninguna sorpresa encontrarlo vinculado al rechazo de la comunidad china durante la pandemia. En este contexto, desde el primer momento se advirtió del alto volumen de información falsa y de contenido conspiranóico que circulaba en las redes. Recordemos, por ejemplo, que Youtube tuvo que plantear la desmonetización (parcial o total) de los vídeos que hablaran de la pandemia, colocando así este asunto en el mismo rango que las drogas o las armas de fuego. Fue en febrero de 2020. Con el objetivo de evitar la desinformación, Youtube también se preocupó por incentivar la consulta de las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud introduciendo un enlace específico en los contenidos sobre la pandemia. O también podemos mencionar las medidas que tomó Facebook, cuando en mayo de 2021 prometió públicamente que controlaría que no se siguiera difundiendo la idea de «un virus de fabricación humana».

El estudio de Uyheng, Bellutta y Carley (2022) resulta muy interesante para entender esta expansión del discurso de odio. Estos autores compararon el comportamiento de los bots (programas informáticos que efectúan tareas de forma automatizada) con el de las personas. Analizaron un corpus de tuits difundidos desde Estados Unidos (a) con presencia de expresiones racistas explícitas dirigidas a minorías racializadas o (b) que incluyeran la palabra «racista» como calificativo de grupos o individuos. De este modo, pudieron observar el nivel de odio y el target al que éste se dirigía, además de las interacciones generadas (respuestas y conversaciones). Uyheng, Bellutta y Carley (2022) llegaron a la conclusión de que las estrategias de ambos tipos de generadores de contenidos son distintas. Entre marzo y julio de 2020, el discurso de odio fue mayor en perfiles gestionados por personas y, a partir de agosto de 2020, se incrementó la actividad de los bots. Además, mientras que los contenidos de las personas atacaban a la ciudadanía asiática y china, el objetivo de los bots eran actores políticos del país. Es decir, mientras que unos se dirigían a «identidades racializadas», el destinatario de los otros eran «identidades políticas».

 

3. La reacción de la comunidad china ante la sinofobia

 

La mayor parte de los trabajos disponibles no hablan de la reacción de la comunidad china ante el discurso de odio en línea durante la pandemia y, en caso de hacerlo, tienden a concentrarse en el activismo digital. No obstante, después de nuestra revisión literaria, podemos decir que éstas son las cuatro palabras que mejor parecen definirla: además de activismo, catarsis, cuidados y solidaridad.

Abidin y Zeng (2020) analizaron el grupo privado de Facebook «Subtle Asian Traits», creado en septiembre de 2018 y con cerca de 2 millones de usuarios en el momento del estudio. Estos autores apuntan que la comunidad online asiática empleó las redes para compartir expresiones catárticas, organizar maneras de cuidarse mutuamente e implicarse en el activismo discursivo. Por su parte, Kuo, Zhang, Shaw y Wang (2020) comprobaron el empleo de las redes para organizar actividades a desarrollar en espacios físicos, o sea, como una herramienta comunicativa más para organizarse.

Con relación al activismo, Canalda y Vargas (2022) prefieren hablar de solidaridad intercultural como resistencia contra el racismo. Estos autores defienden la utilidad de las campañas antirracistas en entornos digitales, pues consideran que estas pueden ser seguidas y defendidas por personas con diversos orígenes culturales, personas que comparten la defensa de un mismo tipo de lucha social (y que no tienen por qué compartir aspectos identitarios). Pero, curiosamente, el movimiento que tuvo mayor resonancia en España no responde a esta característica. Nos referimos a #yonosoyunvirus, iniciado en Francia con #JeNeSuisPasUnVirus. El significado del hashtag empleado obligaba a que sólo pudiera ser utilizado por personas cuyo físico pudiera ser identificado como de origen chino (Kim, 2020), aunque esto tampoco pareció impedir su expansión.

A partir de nuestro trabajo de campo, realizado sobre una muestra de 20 personas de origen chino (migrantes, descendientes y estudiantes universitarios) residentes en el área metropolitana de Barcelona, podemos añadir más información. Nuestra principal conclusión es que la comunidad migrante china está muy acostumbrada a sufrir microagresiones, es decir, a ser objeto de manifestaciones verbales directas, conscientes y deliberadas, cuyo propósito es ofenderles. Aunque los espacios públicos, sobre todo los medios de transporte, son escenarios habituales, también resulta necesario prestar atención a los puestos de trabajo, especialmente a aquellos que implican el contacto con el público, y a los centros escolares. Una de las personas entrevistadas en el trabajo de campo justificaba que su hijo no era víctima de estos ataques diciendo lo siguiente: «No, porque tampoco parece demasiado chino de cara. Además, durante el virus no iba a la escuela ni salía de casa».

Desde el punto de vista de la comunidad migrante china, la covid-19 marcó un punto de inflexión por la aparición, en primer lugar, de nuevas expresiones racistas que le señalaba como responsable de la aparición del virus y, en segundo lugar, de nuevos comportamientos que favorecían actitudes racistas. Por ejemplo, al inicio de la pandemia, el uso de la mascarilla estaba mucho más extendido entre la comunidad china que en el resto de la población —muy probablemente debido a que era conocedora de la grave situación que se avecinaba por la información que recibía de sus contactos transnacionales— y, en consecuencia, esa práctica provocaba reacciones racistas en los espacios públicos. No obstante, en nuestro trabajo, no percibimos que se produjera un incremento de las agresiones.

En cuanto a la exposición al discurso de odio en línea, la juventud corre un mayor riesgo por ser la franja de edad con mayor actividad digital. Ahora bien, la reacción más habitual es abandonar las redes cuando esto sucede, evitándose así el problema de raíz, aunque puntualmente también están quienes optan por editar su perfil para no poder ser asociado con la cultura china.

Pero, para acabar, lo que queremos destacar es que este proyecto de investigación nos volvió a recordar lo difícil que resulta investigar el racismo desde la mirada de las personas que lo sufren. En el caso de la comunidad china, hemos comprobado una marcada tendencia a minimizar las microagresiones y, sobre todo, a evitar dar la imagen de ser víctimas. Se les hace difícil hablar sobre racismo, especialmente a las generaciones de mayores. En este tipo de trabajos empíricos es imprescindible generar un vínculo empático con las personas entrevistadas. Hay que escucharlas con el máximo respeto.

 

Agradecimientos

 

Este capítulo es resultado del proyecto «La comunidad china ante el discurso de odio durante la pandemia de la covid-19» (ICI01521_00001/2021) y se publica como colaboración con el proyecto «Narrativas digitales contra la desinformación. Estudio de redes, temas y formatos en los fact-checkers iberoamericanos», financiado por la Agencia Estatal de Investigación, de España (Ref. PID2019-108035RB-I00/AEI/ 10.13039/501100011033).

 

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