Título del Capítulo: «Laboratorios. La praxis tecnopolítica de las culturas cívicas»
Autoría: Jesús Sabariego; Francisco Sierra Caballero
Cómo citar este Capítulo: Sabariego, J.; Sierra Caballero, F. (2022): «Laboratorios. La praxis tecnopolítica de las culturas cívicas». En Sabariego, J.; Sierra Caballero, F., Tecnopolítica, cultura cívica y democracia. Salamanca: Comunicación Social Ediciones y Publicaciones.
ISBN: 978-84-17600-69-3
d.o.i.: https://doi.org/10.52495/c2.emcs.22.cc22
En lo que atañe a los llamados Nuevos Movimientos Sociales y la praxis tecnopolítica de las culturas cívicas que estos generan, hemos de destacar que, a partir de la década de los setenta del siglo XX, las coordenadas de la despolitización de los tópicos y espacios de lucha política que definían a la izquierda ortodoxa y formaban parte de su identidad, evolucionan hacia la politización de otros territorios y contextos discursivos directamente relacionadas con el crecimiento del llamado Tercer Sector —la oenegeización de lo público— y la absorción por parte de éste de activistas, prácticas y metodologías provenientes de aquellos. Hablamos de un sector en gran medida dependiente de las subvenciones provenientes de agencias públicas y privadas, con el auge del neoliberalismo, que marcará la construcción de una agenda internacional de cooperación, desarrollo y derechos humanos, a través del espacio proporcionado por los medios de comunicación de masas, en una escalada que arranca en los años sesenta y alcanza su plenitud a comienzos del siglo XXI con la celebración en Porto Alegre (Brasil) en enero de 2001 del primer Foro Social Mundial.
A partir de 2011, impulsadas por la crisis global de 2008, las transformaciones sustanciales acontecidas en el ámbito de los movimientos sociales y las formas de acción colectiva en el mundo (Sabariego, 2017a; Matos; Sabariego, 2020; Sola-Morales; Sabariego, 2020), nos obligan a pensar en la propia conceptualización sobre dichos movimientos, dominante en las últimas décadas.
Las llamadas «Primavera Árabe» y «Primavera de los movimientos» muestran el carácter global de las mismas. La utilización masiva y exponencial por parte de estas de medios y expresiones digitales, principalmente de redes sociales y servicios de mensajería privada en Internet, nos permitiría avanzar en la conceptualización de un nuevo sujeto de estudio para la teoría de la acción colectiva, a partir de la emergencia de nuevos actores políticos y de formas de movilización y de activismo inéditas, que enmarcan bien la redefinición de las relaciones entre el Estado y la sociedad civil, así como de las comprensiones clásicas acerca de la participación política y la democracia (Sierra; Gravante, 2018; Matos; Sabariego, 2020; Sola-Morales; Sabariego, 2020).
La estrategia de los que hemos llamado Recientes Movimientos Sociales Globales está fuertemente ligada a un proceso de planificación de la comunicación digital basada en la apropiación y mediación de la tecnología de la información y la comunicación al servicio de sus pretensiones, discursos e incluso organización interna, asumiendo el hecho de la centralidad de la representación a la hora de romper con los cercos informativos e invertir la espiral de silencio de los medios de cara a las acciones que dinamizan y a las transformaciones que proponen.
Esta es una diferencia esencial en relación con los movimientos sociales anteriores, cualitativa y cuantitativamente, lo que hace de la tecnopolítica (Sabariego, 2017b) una nueva disciplina a privilegiar en el ámbito de la teoría de los movimientos sociales a partir de su praxis, así como las ulteriores apropiaciones de ésta por otro tipo de organizaciones de corte tecnopopulista, especialmente en la esfera que calificamos como e-mo(na)cional y sus derivas posdemocráticas hacia la instauración de un régimen de posverdad, tal y como ya hemos apuntado. Corresponde aquí señalar que la lógica de la apropiación forma parte sustancial, constituye el ADN de muchas de las luchas (comunes digitales, propiedad intelectual, Internet libre y neutral…) de los movimientos globales, y han acabado configurando una arena política extendida más allá de las plazas, a través de la ocupación de espacios virtuales en la red, también como una constelación de fragmentos encontrados que tal vez —intuición y creencia de nuevo— pueda inspirar las luchas por venir y construir una nueva agenda y nuevos agenciamientos colectivos desde aquellos. En esta línea, nuestro proyecto Technopolitics ha tratado, desde el inicio, de concretar la descripción de este nuevo sujeto de estudio así como la definición epistémica del fenómeno asociado al ciberactivismo, como aportación relevante tanto a la Teoría de los Movimientos Sociales como a las Ciencias Sociales y de la Comunicación de forma general, a partir del estudio de las culturas cívicas urbanas surgida en contextos del Sur —tanto de la Unión Europea, con especial destaque de Portugal y España, como de América Latina, especialmente Brasil—, tomando como eje central y estratégico de nuestro análisis sus prácticas comunicativas en entornos digitales, la apropiación, mediación y re-construcción de esos entornos sobre el propio territorio local, y su desarrollo en ecosistemas híbridos que aunaban las dimensiones online/offline a partir de los rituales y repertorios de acción colectiva de dichos movimientos, considerados en esta propuesta como Recientes Movimientos Sociales Globales, a partir del uso estratégico distribuido de la Tecnopolítica, una nueva disciplina interdisciplinar a ser reivindicada en estos estudios y procesos, como elemento determinante y diferenciado con respecto a otros procesos y movimientos sociales anteriores.
La investigación ha elucidado, además, el impacto sobre la democracia de las llamadas redes sociales y los servicios corporativos de mensajería privada de Internet, presente en los discursos y prácticas comparados entre dichos movimientos y su impacto en la opinión pública y los medios de comunicación, unida a la apropiación por parte de estructuras y organizaciones políticas de carácter centralizado e institucional, especialmente en el seno de los calificados como tecnopopulismos y su caracterización pospolítica, en ecosistemas mediáticos condicionados por la instauración de un régimen de posverdad y el flujo constante de información falsa, desinformación, manipulación y fake news.
El trabajo ha estado fundamentado en la experiencia previa en el tópico de los investigadores implicados (Engaged research), además de las habilidades y competencias adquiridas en el periodo, fruto de las interacciones entre los diferentes grupos de investigación internacionales e interdisciplinares, además del propio trabajo de campo, implementadas a través de programas de trabajo y eventos académicos.
En estos años, a pesar de la pandemia, hemos venido desarrollando una intensa actividad online, también y más recientemente, en medios tradicionales, además de la producción de resultados de impacto, la organización de seminarios, conferencias y debates en diversos lugares del mundo (España, Italia, Alemania, Austria, Brasil, Colombia, Ecuador, entre otros), y la publicación de artículos de impacto académicos, capítulos de libros, libros y monográficos en revistas especializadas, con la idea de contribuir al objetivo general del proyecto Technopolitics, a partir de la construcción de una cartografía teórica y empírica avanzada sobre la praxis de las nuevas culturas cívicas y su impacto en la democracia, lo que nos ha permitido analizar en detalle sus dimensiones objetivas y subjetivas, así como sus fundamentaciones expresivas y cognitivas, el uso transversal extensivo de las tecnologías de la información y la comunicación, sus campañas, agenda y agenciamientos, no sólo en lo que atañe a las dimensiones comunicativa u orgánica, sino también particularmente sobre el carácter estratégico en la propia definición del movimiento y su identidad, a partir de sus prácticas tecnopolíticas, como la contribución más relevante al proyecto.
2.1. Tecnopolítica: Propuesta metodológica
Como hemos reseñado, desde 2011 han ocurrido transformaciones sustanciales en el ámbito de los movimientos sociales y las formas de acción colectiva en el mundo. Las llamadas «Primavera Árabe» y «Primavera de los movimientos», muestran el carácter global y estrechamente imbricado de las mismas, a partir de un elemento marcadamente novedoso y diferenciado, la tecnología, o más bien, el uso de esta —su apropiación y mediación— con una finalidad política.
Los movimientos sociales que tuvieron lugar en muchos lugares del mundo en 2011 y adelante, resultan paradigmáticos para esta nueva propuesta, que desafía las concepciones dominantes sobre la naturaleza de estos actores políticos en las últimas décadas, transformando las concepciones clásicas sobre las culturas cívicas, a partir de la emergencia de esos nuevos sujetos políticos y de las formas singulares de movilización y de activismo, que han contribuido a la redefinición de las relaciones entre el Estado y la sociedad, así como de las comprensiones clásicas acerca de la participación política y la democracia, como elemento expresivo de una nueva concepción de la ciudadanía, expresada digitalmente.
Este vector conceptual, que tiene a la comunicación por eje estratégico, atraviesa las concepciones teóricas dominantes en las últimas décadas en torno a los movimientos sociales, alertando de la necesidad de actualización y coherencia de estas, en relación con la utilización masiva y exponencial, por parte de los medios y expresiones digitales que formatean al nuevo sujeto de estudio como aportación diferenciada y valor añadido a la teoría dominante sobre los movimientos sociales desde finales del siglo XX. Hemos constatado cómo la crisis de 2008 provocó innegables transformaciones en la esfera de los movimientos sociales y en las formas de acción colectiva, que los han caracterizado en la última década, con una innegable influencia de la dimensión digital en sus prácticas y repertorios de acción. Este es un elemento determinante, que además los vincula entre ellos, haciendo necesaria una reformulación de los postulados clásicos en torno a los propios movimientos sociales que dimanan de sus praxis conectadas globalmente, a través de prácticas comunicativas tecnopolíticas, en las que la comunicación y la información no sólo nos remiten a la visibilidad de su agenda y su capacidad de agencia, sino también a su propia identidad y reconocimiento como movimientos, podríamos decir, a golpe de hashtag (e.g. #MeToo, #BlackLivesMatter). Puede decirse que el uso de hashtags ha transformado determinados eventos en movimientos sociales, constituyéndolos como verdaderos acontecimientos, dotándolos de memoria e historia, ampliando y distribuyendo sus repertorios de acción (Moreno, 2022: 159-164), su praxis distribuida como verdaderos laboratorios de experimentación política, que han transformado Internet en una arena antagónica, y agonista, de disputa ideológica.
Considerando la novedosa emergencia de estos fenómenos novedosos virales o representativos de la red, y a partir de las premisas iniciales del trabajo y la revisión bibliográfica de la fase inicial de éste, diseñamos un complejo sistema de triangulación metodológica, de carácter cualitativo, basada en el análisis documental de datos así como el análisis crítico del discurso (Critical Discourse Approach) de medios y actores sociales ligados a los contextos y periodo estudiados, realizando entrevistas en profundidad semi-estructuradas y grupos de discusión con activistas y diversos actores políticos, además de la observación participante y una etnografía digital de los repertorios de los movimientos estudiados.
El diseño metodológico propuesto nos ha permitido cartografiar los principales movimientos y colectivos surgidos, analizar en profundidad sus argumentos y sus principales reivindicaciones, identificar variables independientes determinantes de tales procesos y categorizar las prácticas y formas de inserción en la tecnopolítica de estos actores. Los datos recabados nos han ofrecido pues, información relevante para la problematización de los impactos en la sociedad y la opinión pública de los movimientos de protesta y las movilizaciones sociales a lo largo de la década, sus articulaciones y configuraciones así como sus repertorios de acción y agenda.
La Observación Participante en este periodo, investigado en diferentes contextos del Sur, nos ha permitido establecer un análisis coherente ante la complejidad de la constelación de movimientos y acciones, tanto en objetivos como en métodos, facilitando el análisis etnográfico y de contexto entre los activistas y miembros de los movimientos sociales en sus interacciones, su autopercepción y discursos, incluso los no-verbales, sobre, a través y en torno a la tecnopolítica.
Estos datos cualitativos, desagregados en razón de género, edad y auto-percepción en la adscripción social, fueron triangulados con los datos arrojados por la observación y el análisis etnográfico digital, y las entrevistas fueron complementadas por el análisis de casos investigados en diferentes contextos del Sur de Europa y América Latina por investigadores comprometidos en los procesos y praxis analizadas (Sabariego; Jobim; Salles, 2022; Jobim; Koppe; Sierra; Sabariego, 2022).
Los grupos de discusión complementaron y subrayaron de forma destacada las hipótesis de partida del trabajo, así como la información etnográfica levantada, ilustrando las percepciones y discursos de los activistas en relación con personas que no participaban en los movimientos de diferentes grupos de edad, sexo y adscripción de género e ideológica. Una dinámica de interacción que permitió cruzar percepciones sobre acciones de protesta realizadas como forma de participación política y sus efectos.
Las entrevistas semi-estructuradas estuvieron centradas en activistas implicados en estos procesos en torno a la constitución de los movimientos, sus reivindicaciones, organización de protestas y expectativas sobre los efectos producidos; entre otros actores privilegiados en el contexto de la movilización analizado se incluyeron académicos que han trabajado en esta temática o en temáticas análogas. Además, se realizó el análisis de los medios, recurriendo al marco analítico elaborado al efecto, destacando los argumentos avanzados por los movimientos sociales y las principales acciones desencadenadas, complementado por la percepción de los propios efectos producidos en la sociedad.
En la investigación se ha privilegiado el análisis cualitativo, considerando las diferentes fuentes de datos que sustentan éste, así como la necesaria triangulación metodológica, para solventar la eventual contingencia de una recolección sesgada, en diversas oleadas y fases por diferentes equipos en diversos contextos que fueron objeto de discusión y estudio comparado en seminarios de carácter internacional, previos a la publicación y diseminación de resultados en el ámbito científico y académico. Paralelamente, hemos tratado de comparar la influencia del investigador sobre la problemática objeto de estudio (Duarte, 2009), en la propia elaboración de una categoría teórica nueva a partir del sujeto investigado y su incidencia en la metodología y los métodos, así como de los problemas externos e internos derivados del propio proceso de análisis. Ello nos permitió adquirir conocimientos-clave en relación con la teoría dominante en las últimas décadas sobre los movimientos sociales, aumentando la transferencia de resultados científicos con elevado impacto producidos como contribución al proyecto en varios de los más prestigiosos centros y grupos de investigación, como el Centro de Estudios Sociales de la Universidad de Coimbra y el Instituto de Ciencia y Tecnología de la Universidad de Lisboa y el apoyo de sus investigadores y grupos de investigación, junto al Grupo de investigación en Comunicación Política y Cambio Social, de la Universidad de Sevilla (COMPOLITICAS), y el grupo de investigación en Política y Criminología de la Pontificia Universidad Católica de Río Grande del Sur, en Porto Alegre (Brasil) partícipes en el Consorcio Internacional en Tecnopolítica del programa H2020 y la Red Transform. El objetivo común de todos ellos, que de forma intertextual atraviesan las disquisiciones y aperturas al análisis de este ensayo, ha sido la contribución al desarrollo de políticas públicas en el ámbito europeo y estatal de la Unión, que entronquen con los desafíos de sus sociedades y los pilares en que aquellas se sustentan, especialmente en lo relacionado con una sociedad más inclusiva y las potencialidades para una ciudadanía digital a partir de las prácticas creativas y transformadoras de la ciudadanía. Cabe recordar que el abordaje epistemológico centrado en la praxis de los movimientos estudiados implicó la participación en el proyecto de las partes interesadas (shareholders).
La intensa actividad internacional online-offline ha tenido un gran impacto en el desarrollo de redes de investigación internacionales, actividades y eventos académicos tanto en Europa (Francia, Alemania, España, Italia, Portugal, Dinamarca) como en América Latina (Brasil, México, Colombia, Chile, Argentina, Ecuador), reforzando la presencia de la investigación española en este tópico en el ámbito internacional y generando nuevos consorcios y redes, además de programas de formación de posgrado y líneas de investigación en el tema.1
Este proceso enriquecedor nos permite hoy vislumbrar nuevos horizontes de conocimiento en el tópico objetivo de estudio. Si bien la original concepción de nuestro proyecto no ha estado exenta de obstáculos. Como expresábamos líneas arriba, las estrategias implementadas en la investigación, además del volumen de información generado por los llamados Recientes Movimientos Sociales Globales como movimientos urbanos a partir de su praxis tecnopolítica y sus imbricaciones con una nueva ciudadanía digital, tuvo que enfrentar los cambios en los contextos políticos a lo largo de la última década en países del Sur, además de los acaecidos en el ámbito internacional. En algunos casos, como España, muchos de los informantes clave vinculados inicialmente al ciberactivismo y también al ámbito académico, alcanzaron posiciones institucionales, lo que dificultó su disponibilidad e incluso el acceso a la propia información ofrecida por estos. Si bien la diversidad de técnicas y métodos considerados, complementados por la etnografía digital de los ecosistemas mediáticos y organizativos de los movimientos estudiados, junto al análisis de discurso de sus plataformas digitales cruzado con el discurso ofrecido sobre estos en los medios de comunicación, permitieron arrojar un mapa amplio y enriquecido de la tecnopolítica contemporánea que incluso contribuye a perfilar futuros abordajes, una arqueología y geología de los medios para una crítica de la mediación digital, especialmente si consideramos la desmembración de los eslabones de las cadenas de valor con la pandemia de la covid-19 y la guerra en Ucrania. Una experiencia significativa que contribuye a redefinir la práctica teórica ha sido el trabajo en laboratorios ciudadanos. Los talleres y actividades con los propios movimientos sociales, además de la colaboración con otros colegas, tanto de los centros de investigación en Lisboa, Coimbra, Sevilla y Porto Alegre, como de otros centros e instituciones internacionales, no solo permitieron superar las contingencias referidas, acrecentando y cuestionando el estado del arte inicial del proyecto, sino además identificar problemas e hipótesis de trabajo equívocas cuando no incluso lagunas en el análisis bibliográfico de partida.
2.2. Tecnopolítica, culturas cívicas y democracia: los casos de España y Portugal 2
A lo largo del ensayo, hemos observado cómo la escalada en las respuestas a la crisis y la austeridad desencadenó a partir de finales de la primera década del siglo XXI un nuevo ciclo de protestas, nuevas dinámicas de acción y movilización colectivas diferenciadas de otras anteriores, concentrando la mediación digital buena parte de las tensiones y luchas por el sentido en países sacudidos por la crisis financiera internacional.
Particularmente evidente fue el aumento del conflicto social en sus diversas formas de protesta en aquellos países con estructuras organizativas más centralizadas, tradicionalmente encuadradas en organizaciones históricas (Matos; Sabariego, 2020; Sola-Morales; Sabariego, 2020; Sabariego; Jobim; Salles, 2022; Jobim; Koppe; Sierra; Sabariego, 2022), corporativas y profesionales, a cargo de estructuras funcionales como los sindicatos, que fueron desbordadas por un creciente contingente de personas (Costa et al., 2014; Baumgarten, 2013; Lima; Martín Artiles, 2014; Matos; Sabariego, 2020; Sola-Morales; Sabariego, 2020), lo cual ya estaba evidenciado por una parte de los investigadores que habían estudiado las movilizaciones en su primera fase y constatamos en la revisión bibliográfica de nuestra investigación.
El análisis de la evolución del número de acontecimientos registrados al abrigo del derecho de reunión y de manifestación, protestas y movilizaciones ciudadanas de carácter público entre 2009 y 2016, mostró el notorio incremento de esta forma de acción colectiva en relación con el periodo más grave de la crisis a la que estaba estrechamente ligada en sus diversas configuraciones en los diferentes contextos estudiados, con especial incidencia de España y Portugal (Matos; Sabariego, 2020).
La crisis económica y la consecuente crisis política desencadenada por la austeridad se constituyeron, por tanto, como un terreno fértil para el surgimiento de nuevos actores y otras formas de acción colectiva.
El acontecimiento destacado que constituye la diferencia en relación con las anteriores conceptualizaciones sobre los movimientos sociales es la centralidad de la comunicación y la tecnología en este contexto emergente, constatable por la replicabilidad y conexión online de las ocupaciones de plazas a partir de la primavera de 2011 y la acción global del 15 de octubre de ese mismo año, así como el resto de movilizaciones, protestas y movimientos analizados a lo largo de la década. Ello nos permite pensar no sólo las apropiaciones y mediaciones tecnológicas con una finalidad política, desarrolladas por los propios movimientos, sino cómo la tecnología ha transformado estos haciendo de la comunicación el elemento central que los caracteriza, como verdaderos acontecimientos sociales a través de esta. Pensemos, por ejemplo, en el uso de hashtags, del etiquetado, no apenas como un elemento comunicativo para visibilizar la agenda, sino como el potente elemento que concentra, representa y simboliza la identidad de un movimiento global y su vitalidad (e.g. #MeToo). Subrayando el carácter de acontecimiento —histórico, político, social…—, de cambio cultural que la disrupción tecnológica ha supuesto, más allá de los propios movimientos sociales, su constitución, agenda, repertorios de acción, etc., da cuenta de la constitución de una esfera cada vez más autónoma, que ha trasformado a la propia política, haciendo que el término tecnopolítica resulte un oxímoron, en tanto que la tecnología, específicamente en lo que atañe a las redes sociales de Internet, ha devorado metonímicamente a la política.
Se trata de un momento —un acontecimiento— caracterizado por un marcado carácter de innovación social en relación con el vector tecnológico y la comunicación. Centenares de miles de personas salieron a las calles, ocupando y conectando las plazas ocupadas de las principales ciudades del mundo, como laboratorios distribuidos de ciudadanía, en un único y singular acontecimiento marcado por la diversidad y la pluralidad del mismo.
Este es, además, el punto de partida de las movilizaciones, que acabó identificando a la constelación de movimientos y eventos que tuvieron lugar en el periodo estudiado, coincidentemente, tal y como sustentan los datos levantados en la investigación.
Como productos concretos de estas movilizaciones desencadenadas a partir de redes sociales de Internet como Facebook, Twitter, fora y espacios online como Reddit o Loomio, además del uso de servicios de mensajería privada (WhatsApp, Telegram, Signal), nacieron colectivos que se organizaron y que acabaron por profundizar la red global de acción e identidad calificada en nuestra investigación como Recientes Movimientos Sociales Globales, dentro de los nuevos movimientos urbanos, conformando una nueva ciudadanía y culturas cívicas digitales, que han resultado verdaderos laboratorios distribuidos para la experimentación de los derechos digitales de las multitudes conectadas.
Nuestra investigación puso notoriamente de manifiesto que estos movimientos sociales globales asumieron forma, contenido y destaque a partir de una lista de reivindicaciones específicamente orientada contra la política de austeridad, la crisis y la forma como se venía ejerciendo la democracia, siendo particularmente relevante el contexto del que emergieron específicamente en el Sur, en España y Portugal, donde tuvieron lugar las mayores manifestaciones registradas desde el último tercio del siglo XX.
En el caso luso, el Movimento 12 de março (M12M) y sus circunvoluciones o rearticulaciones ulteriores tuvieron un gran impacto en la sociedad civil portuguesa, contribuyendo a generar una fuerte respuesta social a la austeridad decretada por las autoridades de la república. En relación con lo que denominamos laboratorios ciudadanos, la investigación permitió constatar que la crisis, en Portugal, fue el detonante de una nueva configuración de los movimientos sociales que desde 2011 intensificaron sus acciones, generando nuevas discusiones, posibilitando pensar alternativas al punto de crear oportunidades para nuevas alianzas, con un fuerte componente crítico con las instituciones de la democracia representativa liberal y la excepcionalidad decretada como medidas de austeridad para solventar la crisis de 2008 y su impacto en el país luso. Así, a la protesta de Geração à Rasca se unieron otros grupos, algunos de ellos ramificaciones de redes globales como los Indignados de Lisboa, Acampada Lisboa —Democracia Verdadeira Já, Portugal UNcut o ATTAC Portugal— que consolidaron la plataforma 15-O (Plataforma 15 de outubro) (Matos; Sabariego, 2020). El estudio de estas nuevas alianzas y movimientos sociales nos permitió entender cómo fueron establecidas desde entonces y posteriormente, a partir de un fuerte componente digital, las apropiaciones y mediaciones de medios digitales, redes sociales y servicios de mensajes, estableciendo una mediación tecnopolítica de estos, no sólo en lo que atañe a la comunicación y organización, así como a la visibilidad de la agenda y las reivindicaciones, sino como un elemento estratégico en el propio discurso y la construcción de elementos expresivos de la propia identidad de los movimientos estudiados, destacando los llamados Recientes Movimientos Sociales Globales, como una configuración urbana de una nueva ciudadanía expresada digitalmente como realidad aumentada de sus capacidades y formas de representación públicas (Jobim; Koppe; Sierra; Sabariego, 2022; Sabariego; Jobim; Salles, 2022). En esta dialéctica desplegada por las organizaciones tuvieron lugar nuevas articulaciones y la colaboración activa o permanente entre varios movimientos sociales con actores políticos convencionales, señaladamente, para el Congreso Democrático das Alternativas (CDA), cuando se registró el periodo de mayor movilización social de la historia reciente de Portugal, con enormes manifestaciones contra el gobierno de derecha y la Troika (Matos; Sabariego, 2020).
En nuestro análisis, como resultado relevante, tanto las manifestaciones y movilizaciones sociales de carácter público como el CDA marcaron el inicio de un cambio en la trayectoria del proceso político y social propiciado por el ajuste de la austeridad y los programas y memorandos gubernamentales, que vino a culminar finalmente con la derrota de la derecha en las elecciones legislativas de octubre de 2015 (Matos; Sabariego, 2020). A la movilización masiva de las manifestaciones contra la Troika y la austeridad, el CDA aportó una definición de denominadores políticos comunes, una nueva agenda y una alternativa. Fue además creado el movimiento por una Auditoría Ciudadã à Dívida Pública, con la intención de promover el debate sobre la reestructuración de la deuda soberana del Estado.
Otro elemento destacado puesto de manifiesto en el análisis es que, a pesar de esta singular e histórica vitalidad, ya a inicios de 2012 aparecían las primeras señales de las fracturas en los movimientos, muchos de ellos laminados por las tensiones entre la izquierda portuguesa institucional, el Partido Comunista Portugués (PCP) y el Bloco de Esquerda (BE). En relación con lo anterior, la investigación reveló que 2013 marcó un giro sustentado en el debilitamiento de la frecuencia y la intensidad de las protestas, llegando a constatarse la disolución de algunos de los movimientos surgidos en este tiempo, una tendencia también evidenciada al realizar el análisis crítico del discurso en los medios. En el nuevo escenario político, el movimiento contestatario acabó finalmente rendido a su incapacidad de poder transformar el sistema mientras que ninguno de los partidos que habían gobernado (PSD, PS y CDS) y gestionado la crisis y el austericidio fueron claramente penalizados en los procesos electorales que siguieron a las movilizaciones (Matos; Sabariego, 2020). En realidad, tuvo lugar una suerte de legitimación del poder de los partidos, imponiéndose una solución gubernamental asentada en la coalición de izquierda integrada y posteriormente de la victoria del PS en las últimas elecciones.
Si bien los movimientos estudiados remiten a procesos amplios y plurales de debate y construcción colectiva, ampliamente participativos, como consta en la declaración política y el manifiesto en común consensuado (‘Resgatar Portugal para um Futuro Decente’), lo cierto es que la voluntad en los movimientos por aunar fuerzas respetando las diferencias no resultó, en la práctica, operativa políticamente hablando (Matos; Sabariego, 2020; Sola-Morales; Sabariego, 2020; Jobim; Koppe; Sierra; Sabariego, 2022; Sabariego; Jobim; Salles, 2022). Ni tampoco fue capaz de incluir a todos los sectores. Resulta por ejemplo constatado que la pérdida de fuerza de los movimientos dejó fuera a los Precários Inflexíveis (Precarios Inflexibles, PI), cuyo activismo se remonta a 2007 y que, a pesar de ello, y estando implicados en las redes globales de protesta, continúan afirmando su agenda reivindicativa con gran dinamismo, como el paradigma de este vector tecnopolítico en los movimientos globales del Sur.
La coalición de gobierno integrada por el Partido Socialista, el Bloque de Izquierda, el Partido Comunista Portugués y Los Verdes, una alternativa que se tornó realidad tras las elecciones legislativas de octubre de 2015, contribuyó, según las percepciones levantadas en la investigación a través de las entrevistas y grupos de discusión, a diluir aún más la acción de un movimiento ya de por sí fragmentado, en el que las organizaciones evidenciaban claras asociaciones a estos partidos que se tornaron fuerza de gobierno (Matos; Sabariego, 2020). De este modo, incluso en momentos de convergencia, por ejemplo, entre sindicatos y otras organizaciones cívicas, el proceso acabó por desembocar en manifestaciones marcadas por enfrentamientos entre manifestantes.
A pesar de esta disminución de las acciones y la desintegración y reconfiguración de los movimientos, la crisis y las medidas adoptadas no dejaron de incentivar la continuidad de la movilización y la organización de colectivos que luchan por nuevas causas y reivindican nuevas temáticas en la agenda: por ejemplo Fridays for future, movimientos de afectados por las quiebras bancarias, Os Indignados e Enganados do Papel Comercial, grupos sociales contra la turistización y la gentrificación, y afectados por la crisis hipotecaria, entre otros.
En España, por el contrario, las acampadas en la Puerta del Sol, Madrid, y en otras plazas del territorio, fueron una respuesta directa e inmediata a las políticas de austeridad impuestas por la Troika (Fernández et al., 2012: 14-16) y al desgaste del llamado Régimen del 78 y la «cultura de la transición» (Martínez et al., 2016).
La crisis se afirmó como una ventana de oportunidad para que viejos y nuevos movimientos mostraran públicamente sus agendas reivindicativas (Della Porta; Mattoni, 2014) en clara contraposición a las agendas de los actores institucionales, configurando, de ese modo, un nuevo ciclo de protestas (Accornero y Pinto, 2015: 398). En este proceso, la crisis de representación significaría un cuestionamiento radical del modelo de regulación normativo aquejado de debilidades y claras señales de crisis institucional (Graeber, 2013), entre las cuales destacan:
A la luz del cuadro de crisis de legitimidad, era evidente la necesidad de desplegar nuevas y mejores oportunidades de participación pública en procesos deliberativos (Santos, 2002; Matos, 2016). La participación en la política y en las decisiones colectivas, ampliamente debatida y evaluada a lo largo de las últimas décadas, hace tiempo que se viene identificando como una solución, como un factor de esperanza, capaz de alterar el curso de la democracia, orientándola para prácticas de alta intensidad democrática. Y el contexto de las movilizaciones de protestas en todo el mundo fue inicialmente valorado como una oportunidad no solo por el surgimiento de nuevos grupos y movimientos, sino también como red o complejo proceso de articulación ciudadana dinámico y creativo. En esta lectura, regeneracionista, por así decir, del modelo formal de democracia, Internet fue considerado una infraestructura de articulación vital, tanto por su naturaleza descentralizada como la lógica del don y del compartir que hacía posible el diálogo social (Castells, 2015). De hecho es preciso reconocer que la revolución digital, la extensión tecnológica de las redes de información, ha contribuido significativamente a fortalecer la sociedad civil en lo que atañe al proceso de universalización de valores y derechos democráticos, congregando intereses y necesidades, concretas o simbólicas, ayudando a promover acciones en defensa de la ciudadanía, de los derechos humanos, pero, sobre todo, a establecer un espacio de construcción colectiva en torno al bien común (Moraes, 2001; Ferreira, 2011) con el surgimiento de movimientos globales conectados tecnopolíticamente que cultivan nuevas culturas cívicas.
El papel desempeñado por las redes sociales que se constituyeron en plataformas que permitían la emergencia de nuevas formas de activismo hizo posible no sólo el fomento e intercambio de información, sino, y sobre todo, la movilización colectiva en torno a la lucha contra la austeridad, reivindicando más participación, y otra democracia posible. Fue con el recurso a esta mediación tecnológica, basada en el desarrollo de redes sociales digitales temáticas o de redes de indignación y esperanza (Castells, 2015), con el que muchos de estos movimientos cobraron fuerza en un contexto de disrupción digital de fuerte innovación social (Brescia, 2020), resultando, en el caso español, la tecnopolítica, un vector decisivo en la configuración de los movimientos de la última década y las culturas cívicas que estos han generado desde entonces.
El 15M interpretó la crisis en España como una excusa para la adopción de políticas de austeridad, de forma semejante al contexto portugués o griego, y aún más allá, como una oportunidad para la adopción de un modelo de gobierno democrático más radical recurriendo a la tecnopolítica como recurso estratégico de ensamblaje sociopolítico. La lectura evidente sobre el momento o encrucijada histórica que vivía el país llevó a una ruptura ciudadana con respecto a las instituciones, animando una respuesta popular masiva sin precedentes en la historia moderna del país. Más aún, el despliegue y desarrollo intensivo del movimiento hizo posible materializar una pedagogía democrática popular y una nueva agenda capaz de colocar las reivindicaciones de los movimientos sociales en la matriz de la política y como deber del Estado, atravesando incluso el cerco informativo de los conglomerados mediáticos. El 15M tuvo el acierto de iniciar una dialéctica de semiosis social efectiva situando en el centro una concepción democrática basada en lo común (A Commons-based democracy la denominamos) (Sabariego; Jobim; Salles, 2022) y una nueva epistemología en red y horizontal abierta a la interpelación y las asambleas ciudadanas (Aguiló; Sabariego, 2016) que rechazó por principio el contrato social incumplido por el Estado en virtud de las medidas aplicadas con el rescate bancario. De este modo, el espacio ocupado por la apropiación de las redes sociales de Internet con una finalidad política acabó por conferir, tanto al movimiento español como al portugués, una identidad múltiple y heterogénea basada exactamente en esta dimensión tecnopolítica (Candón, 2013; Sabariego; jobim; Salles, 2022). La experiencia acumulada en este proceso, particularmente en España, justifica la conceptualización antes razonada de Recientes Movimientos Sociales Globales para diferenciarlos de los Nuevos Movimientos Sociales (Offe, 1985), precisamente por la importancia del papel desempeñado por la tecnología y, especialmente, por las redes sociales, en sus dinámicas, representaciones y autopercepción.
La configuración de los movimientos globales del Sur en España a lo largo de la segunda década del siglo XXI supuso, de hecho, una ruptura histórica trascendental en la medida en que habilitó una nueva ecología cultural, un nuevo habitus y estructura de sentimiento en la cultura política local.
En este proceso cabe concebir la tecnopolítica como una de las principales herramientas de su sustentación y su apropiación política —Prácticas Comunicativas Emancipadoras (Milan, 2013)—, de cara al colapso del sistema de representación en España, marcado por la institucionalización de la crisis y la excepcionalidad de la austeridad como forma de gobierno, lo que vino a agravar la distancia entre las instituciones, la clase política y la ciudadanía, diluida en la corrosión del Estado de Bienestar a través de la globalización capitalista neoliberal.
El 15M, y los siguientes movimientos sociales globales acontecidos en el país, han logrado desde entonces construir una nueva narrativa en torno a los factores antes enumerados (Rodrigo Mora et al., 2011; Díaz Arroyo, 2011), ausente hasta su irrupción en los medios de comunicación y en los discursos del gobierno, y alterar radicalmente el tablero político, del mismo modo que sucedería en Grecia o en Italia con el movimiento Cinco Estrellas. Decíamos que la cuestión narrativa —la semiosis social desplegada— fue de una potencia inusitada y pronto integró al conjunto de la población, despertando simpatías en casi todos los sectores sociales, edades y adscripciones geográficas del país (Barómetros CIS, junio-diciembre de 2011).
Las reivindicaciones de gobierno abierto y los usos y apropiaciones políticas de la tecnología permitieron con ello situar su agenda en el debate público nacional, al tiempo que se consolidaba la infraestructura tecnológica de creación y sustentación del movimiento, integrada por muchos jóvenes universitarios, mileuristas.
A través de la mediación establecida en las redes sociales de Internet, el movimiento acabó así conquistando el respaldo de buena parte de la sociedad española, a pesar de los intentos de demonizarlo por parte de los medios de comunicación y de la clase política, empeñados desde el primer día en deslegitimar su movilización en las formas y en el contenido, en su origen y en los objetivos demandados. Al tiempo, el movimiento fue blanco de intentos de cooptación por formaciones políticas y movimientos sociales previos a la crisis (Feixa et al., 2009), a través de la creación de estructuras internas como comisiones y subcomisiones al comando, la coordinación y elección de portavoces entre personas vinculadas a organizaciones externas. La respuesta del 15M fue reforzar las dinámicas horizontales, rechazando líderes o portavoces para consumo del establishment periodístico, estableciendo así una pedagogía basada en la búsqueda del consenso y no en las lógicas agonísticas de la representación parlamentaria.
Es necesario subrayar, a este respecto, la importancia e interés que representó, desde una perspectiva estatal, el papel de las multitudes conectadas en el análisis de los impactos provocados por las formas de movilización colectivas aquí tratadas y sus actores, y más aún los contextos históricos o la cultura política en cada caso objeto de estudio. En este sentido, a pesar de las múltiples interrelaciones que se puedan identificar y que nos permiten hablar de movimientos sociales globales orientados por la tecnopolítica (Sierra; Gravante, 2018), como un elemento diferenciador de estos en relación con movimientos anteriores, la cuestión es que cada contexto surge marcado por circunstancias, coyunturas y sistema de oportunidades diferentes. Aunque radicando en una misma crisis económica global, y a pesar de la ligazón entre movimientos conectados digitalmente, sus influencias y reciprocidades no se pueden disociar de las particularidades históricas de estos contextos democráticos, ya que ayudan a determinar las oportunidades políticas y la movilización de recursos nacionales específicos.
Más allá de la aparición del 15M, la irrupción de los movimientos de 2011 y su imbricada conectividad significó un clinamen (Deleuze, 1988) en el sistema político del país, provocando diversos procesos interrelacionados (Razquin, 2015). Por un lado, impulsó el surgimiento de nuevas fuerzas políticas en la esfera institucional, que apelaron al movimiento como elemento constituyente, de las cuales PODEMOS es el caso más evidente. Por otro lado, los partidos del sistema tuvieron que modificar en buena parte sus discursos e imagen, adoptando progresivamente la tecnopolítica como estrategia política central no sólo en la comunicación, sino en su propia definición, con el desarrollo de una retórica que denominamos tecnopopulismo y e-mo(na)cionalpopulismo, ligada a la reconfiguración tecnopolítica de la extrema derecha global (alt right) y su apropiación de las redes sociales y los servicios de mensajería privada en Internet.
En España, el movimiento global en su caracterización particular continuó a través de nuevas formas de expresión y de nuevos repertorios de acción como las Mareas y las Marchas de la Dignidad, entre otras. En el ámbito de los procesos electorales municipales emergieron candidaturas populares, en muchos casos, de ciudadanos sin experiencia política institucional que consiguieron representación en buena parte de las ciudades de más de 50.000 habitantes, además de las conquistas emblemáticas de las dos mayores ciudades del país, cuya praxis, pionera en la historia democrática del país, constituyó verdaderos laboratorios ciudadanos distribuidos que han experimentado el desarrollo de nuevas culturas cívicas.
2.3. Los movimientos globales en España y Portugal y sus nuevas culturas cívicas
Lejos quedan las ocupaciones de las plazas y la constitución de ágoras virtuales en la red de hace una década. Pero el movimiento sigue y la práctica teórica ha de tratar de comprender los fenómenos que proliferan en la tecnopolítica contemporánea con nuevas fronteras, dinámicas y experiencias. Hace tres años nuestra propuesta de investigación partía de un doble compromiso intelectual. Por un lado, desafiar la teoría al uso sobre la acción colectiva y, por otro, contribuir a visibilizar sus agendas, facilitando la adopción de instrumentos políticos que posibiliten sus reivindicaciones como algo necesario para favorecer y potenciar los sistemas democráticos. El largo ciclo de protestas y la actual crisis económica internacional corrobora nuestra hipótesis de trabajo sobre la necesidad de reformas políticas integrales que, más allá de la desafección por la política, contribuyan al diálogo social y la autonomía de los ciudadanos. En este sentido, los nuevos actores y sujetos políticos deberían ser considerados legítimos interlocutores en la discusión e implementación de las transformaciones a operar, tal y como vienen reclamando desde las primeras movilizaciones tras la crisis financiera de 2008. Hablamos de un frente cultural en discusión que debe permear y redefinir también la teoría de la comunicación y los estudios sobre la acción colectiva. Debe hacernos pensar cuando menos al campo comunicacional las estrategias comunicativas que adoptan hoy los Recientes Movimientos Sociales Globales, los procesos deliberativos que intentan dinamizar y su agenda reivindicativa, entre otros elementos, a pesar de operar en contextos singulares específicos, al tiempo que es preciso aplicar estudios comparados sobre las relaciones entre las acciones y movimientos creados en España y Portugal, por ejemplo, con los de otros países. La primera particularidad de ambos países peninsulares es el contexto en el que tuvieron lugar las movilizaciones de protesta. La historia y estructura económica similar explica en parte, desde una lectura materialista, la potencia destituyente de movimientos como el 15M. La adopción de políticas de austeridad que afectaron a los países del sur de Europa tuvieron lugar en un contexto global de enorme recesión y un proceso virulento de desigual globalización neoliberal y transición tecnológica, no sólo en la comunicación, sino también en el ámbito del trabajo que en sistemas económicos periféricos o dependientes dieron lugar a respuestas más intensivas y extensivas en el tiempo y en el espacio. La pérdida de soberanía y el retroceso del Estado del Bienestar alimentaron la percepción pública de que, de hecho, era imposible mantener inalterable el sistema que sustenta la democracia liberal representativa ante la consecuente pérdida de legitimidad e incapacidad de respuesta a las reivindicaciones de la ciudadanía, las cuales acabaron aún más dilapidadas por las nuevas reglas de austeridad. La precarización de amplios contingentes de población alimentó de inmediato los Recientes Movimientos Sociales Globales nutriéndose de aquellos sectores de población más afectados por la crisis.
Por otro lado, en esta dinámica de clausura y lucha de clases, movimientos como el 15M terminaron transformándose en una clara oposición a los gobiernos que no se responsabilizaban de los compromisos asumidos con los ciudadanos a los que representan, al servicio como estaban de la oligarquía económica y financiera global. En países como Italia ello supuso la desaparición de la socialdemocracia liberal, en el caso de España la integración de una alternativa transversal, dinámica y pluralista, formada por trabajadores precarizados, jóvenes desempleados, jubilados, mayores que perdieron los derechos conquistados, ciudadanos provenientes de las clases medias urbanas empobrecidas, con formación universitaria y, en muchos casos, altamente cualificados, muchos de ellos sin formación política previa ni pasado activista, pero que pasaron a asumir posiciones políticas activas ligadas a las reivindicaciones más que a las agendas político-partidistas, conscientes de su incapacidad, y la del sistema, para resolver sus problemas cotidianos, personales y generacionales. En este proceso la apropiación de las luchas y las tecnologías fueron a la par, algunas de sus luchas (comunes digitales, propiedad intelectual, Internet libre y neutral...) han acabado configurando una arena política extendida, cuya centralidad es tal una década después, lo que demuestra claramente la potencia creativa de las multitudes conectadas tanto como la capacidad de cooptación del capitalismo de plataformas en los actuales procesos de subsunción por la propia lógica corporativa capitalista de las redes sociales y servicios de mensajería privada de Internet.