Título del Capítulo: «Inteligencia Artificial y comunicación política»
Autoría: Ángel Torres-Toukoumidis; Tatiana León-Alberca; Daniel Javier de la Garza Montemayor
Cómo citar este Capítulo: Torres-Toukoumidis, Á.; León-Alberca, T.; de la Garza Montemayor, D.J. (2024): «Inteligencia Artificial en la comunicación científica». En Torres-Toukoumidis, Á.; León-Alberca, T. (coords.), ComunicAI. La revolución de la Inteligencia Artificial en la Comunicación. Salamanca: Comunicación Social Ediciones y Publicaciones.
ISBN: 978-84-10176-01-0
d.o.i.: https://doi.org/10.52495/c4.emcs.23.ti12
Ángel Torres-Toukoumidis
https://orcid.org/0000-0002-7727-3985
Universidad Politécnica Salesiana (Ecuador)
Tatiana León-Alberca
https://orcid.org/0000-0002-7448-9756
Universidad Nacional de Educación (Ecuador)
Daniel Javier de la Garza Montemayor
https://orcid.org/0000-0001-6962-9059
Introducción
La comunicación política, subcampo de la ciencia política que se ha incorporado en programas de grado y posgrados de Publicidad y Relaciones públicas y Periodismo (Casero-Ripollés; Yeste, 2014), contribuyendo en la tendencia del uso de herramientas digitales vinculadas a las redes sociales, acceso, adquisición de datos y replicabilidad, y es un ámbito fundamental en la vida democrática de cualquier sociedad, implica la transmisión de mensajes políticos a través de diversos canales y medios para influir en la opinión pública, analizar el comportamiento de los votantes y construir la imagen de los líderes y partidos políticos (Maarek, 2014).
En este contexto, la inteligencia artificial (IA) ha surgido como una herramienta catalizadora que puede tener un impacto significativo en la comunicación política. La relevancia de la inteligencia artificial en la comunicación política se basaría en su capacidad para analizar grandes volúmenes de datos, identificar patrones y tendencias, y generar insights valiosos para los estrategas políticos (Barredo-Ibañez et al., 2021), precisando la realización de análisis de sentimiento, personalización de mensajes electorales, trazabilidad de campañas, predicción de resultados y detección de noticias falsas sobre los candidatos.
Sin embargo, la implementación de la inteligencia artificial en la comunicación política también plantea desafíos y preocupaciones. Por ejemplo, existe el riesgo de que los algoritmos de IA puedan replicar o amplificar sesgos existentes en los datos de entrenamiento sumado al uso de bots, lo que podría tener un impacto negativo en la equidad y la diversidad en la comunicación política. Además, la recopilación y el uso de grandes cantidades de datos personales plantea preocupaciones sobre la privacidad y la seguridad de la información.
En resumen, la inteligencia artificial tiene un gran potencial para transformar la comunicación política al permitir un análisis más sofisticado de los datos, una personalización más efectiva de los mensajes y una automatización de tareas. Sin embargo, es necesario abordar los desafíos éticos y legales asociados con su implementación para garantizar que se utilice de manera responsable y en beneficio de la sociedad.
1. ¿Qué dice la literatura científica?
En cuanto a la literatura científica existente, hasta el día que se realizó esta investigación, solo 2 autores contienen la combinación de ambos términos: «inteligencia artificial» y «comunicación política» en Google Scholar. Andreas Jungherr de la University of Bamberg, Alemania; y Daniel Allington de King’s College London, Inglaterra, poseen una serie de investigaciones relacionadas con el nexo de estas temáticas. Por su parte, Jungherr se enfoca hacia marcos conceptuales de la inteligencia artificial aplicada a la democracia y campañas electorales (Jungherr, 2023a; Jungherr, 2023b), mientras que Allington enfoca sus estudios hacia un análisis más microsocial, prospectivo y al discurso antisemita (Allington, 2022).
Más allá de los autores mencionados, también puede constatarse un cambio transicional de paradigmas hacia el uso de algoritmos e inteligencia artificial en la comunicación política a partir de la pandemia transformando los perfiles de los votantes, el lenguaje y las estrategias para comprometer a los ciudadanos (García-Orosa, 2021; López-López et al., 2023; Musial-Karg; Luengo, 2023). De igual modo, en el análisis de sentimiento, la IA puede analizar cantidades masivas de datos y percepciones en línea, como ocurre con los mensajes en redes sociales, particularmente en Twitter (Matalon et al., 2021), que ha servido para determinar el sentimiento general hacia un candidato o tema político, permitiendo a los estrategas políticos evaluar la opinión pública y ajustar su estrategia de comunicación.
Otra de las cuestiones que igualmente se valoran en esta conjunción es la personalización de mensajes: la IA puede utilizar datos demográficos, comportamientos en línea y preferencias individuales para desarrollar mensajes políticos y adaptarlos a audiencias específicas, impulsando el acercamiento y la familiaridad de los políticos con la población y potenciales votantes (Yeboah, 2020), sin embargo, esta situación se observa con suspicacia debido a la necesidad previa de establecer políticas comunicacionales que integren su aplicación de forma afectiva (Zhang, 2022), reduciendo la posibilidad de establecer neo-dictaduras basadas en la manipulación segmentada de la conciencia de masas limitando la libre recepción de información (Volodenkov, 2020).
Sumado a ello, la inteligencia artificial podrá servir como predicción electoral, modificando las mediciones y sondeos tradicionales aplicadas por los medios de comunicación. El monitoreo computacional, codificación, minería de datos y clasificación metalingüística, facilita la extracción de clasificaciones de comportamientos e intereses exhibidos en el ecosistema digital logrado mediante modelos predictivos de interacción (Gómez, 2019).
De igual forma, se localiza una serie miscelánea de investigaciones relacionadas con inteligencia artificial y comunicación política, siendo su mayoría de orden teórico sobre la desinformación (Kilic; Kahraman, 2023; López-López et al., 2021; Brkan, 2019), sistemas políticos (Unver, 2018), participación política (Martos, 2023) y opinión pública (Olivarría, 2022) que articulan el marco conceptual. No obstante, dentro del orden práctico carecen de mayor desarrollo académico y estudios de casos que profundicen las nociones teóricas.
En definitiva, Osei-Mensah et al., (2023) expresan que la inteligencia artificial aplicada a la comunicación política es una caja negra con un enorme potencial que pudiera servir para optimizar la cercanía con el votante a través del contenido de la propaganda política, pero a su vez puede ser un arma desinformativa que pudiera actuar a favor de populismos y polarizaciones.
2. ¿Cómo se aplica?
La comunicación política contemporánea debe de entenderse en tiempos actuales a partir del uso de los algoritmos y la automatización de los mensajes. Esto permite la transmisión de mensajes inmediatos y personalizados que pueden tener mayor impacto que las campañas de promoción masiva del pasado (Iosifidis; Wheeler, 2020).
También es posible argumentar que, desde la irrupción de internet, ha cambiado la manera de concebir y de hacer política. Esto se debe principalmente no sólo a la manera que tienen los ciudadanos de informarse, también tiene que ver con el modo de implicarse en asuntos de interés colectivo (Woolley; Howard, 2016).
La forma en la que se han planteado estrategias de comunicación política se ha modificado de forma acelerada desde los años ochenta, en la medida en que la disputa política se ha tornado cada vez más mediática. Pasamos de la videopolítica y al predominio de los medios masivos a los actuales debates sobre el auge de la inteligencia artificial (Sartori, 1989; Larrondo-Ureta; Meso-Ayerdi, 2022).
Esta evolución puede identificarse por lo menos desde la década del 2000, cuando irrumpieron las redes sociales virtuales y fueron utilizadas estratégicamente en las campañas electorales, de manera notable en el caso de la primera elección de Barack Obama. Más adelante, irrumpieron con fuerza en movimientos sociales, como fue el caso en la primavera árabe (Hughes et al. 2010; Comunello; Anzera, 2012).
A lo largo de la década del 2010, estas herramientas se consolidaron en los procesos electorales. En otras palabras, los partidos políticos y los estrategas de campaña comenzaron a tomarlas en serio y terminaron por incorporarlas como herramientas importantes para difundir plataformas electorales. Con el tiempo, se comenzaron a utilizar de manera estratégica, en la medida en que la inteligencia artificial permitió el procesamiento de información de carácter masivo (De la Garza, 2023).
Adicional a esto, existe evidencia empírica que apunta que el punto de inflexión sobre la discusión de la inteligencia artificial en la comunicación política se produce a partir de la entrada en escena de Cambridge Analytica en las elecciones presidenciales de Estados Unidos y Reino Unido en 2016. La forma en la que se utilizaron algoritmos con el fin de influenciar a sectores específicos de la población de manera diferenciada comenzó a generar controversia sobre los efectos de las plataformas digitales en el proceso democrático (Schippers, 2020).
De esta manera, la propaganda en tiempos modernos adquiere un uso más decisivo. En el caso de las campañas contemporáneas, la publicidad puede ser dirigida de forma selectiva hacia segmentos de la población que tienen características similares, distinto a lo que prevalecía en el modelo de comunicación tradicional de los medios masivos en el que se buscaba que una misma campaña tuviese un impacto global. En el caso de la ciberpolítica, es posible generar estrategias eficaces que han probado tener un enorme impacto en los procesos electorales (Bolsover; Howard, 2017; Aronson, 2012).
La incidencia de la inteligencia artifical en el presente es un factor tan real que se ha convertido en materia de debate en Europa. Al respecto, Martos (2023) sugiere la existencia de un reglamento europeo que permita contener los excesos más nocivos de la inteligencia articial. En general, la discusión se centra en prevenir la desinformación que puede tener incidencia en los procesos electorales y con ello, en las democracias contemporáneas.
Y esto es porque las implicaciones éticas de la aparición de la inteligencia artificial en los procesos electorales no son menores. Existen elementos que tienen un carácter positivo, derivado del uso de la tecnología para comunicar de manera eficaz el contenido de una campaña política. La existencia de una tecnología sofisticada no se traduce de forma automática en acciones que vulneren preceptos éticos fundamentales. Pero sí han surgido prácticas que vulneran reglas de convivencia básica que no deben de ignorarse (Bostrom; Yudkowsky, 2018; Claramunt, 2019).
Como se ha mencionado antes, resulta cada vez más común que en las campañas políticas actuales se difunda información falsa con propósitos de incidir en la contienda. Pero la inteligencia artificial puede funcionar en ambos sentidos. De acuerdo con el estudio de Węcel et al. (2023), una herramienta como ChatGPT puede ser útil para poder validar o en su caso desmentir información, aunque tampoco puede resolver definitivamente cualquier controversia que surja al respecto.
En esto existen coincidencias con la indagación de Moreno Espinosa et al. (2024). Los autores concluyen que existen medidas efectivas tecnológicas que apoyan en la disminución de la información falsa, pero ello debe de ir acompañado de una adecuada deliberación y regulación con énfasis democrático.
Sin embargo, es también importante destacar que existe una enorme probabilidad de que la desinformación no se limite a textos o mensajes. En la actualidad se pueden producir inclusive imágenes o videos falsos (conocidos como Deepfake) con el fin de confundir a la opinión pública. Esto es algo que reconoce el estudio de Samoilenko y Suvorova (2023), quienes aseguran que las campañas coordinadas que utilizan deepfakes contribuyen a minar la confianza de las personas y ahondan las diferencias políticas tanto entre ciudadanos de una misma nación como entre países que tienen disputas diplomáticas, como es el caso de Estados Unidos y Rusia.
En el contexto latinoamericano, también se ha identificado la irrupción de la inteligencia artificial. En especial, se analizó en el contexto de las elecciones presidenciales de Brasil en 2022. De acuerdo con la investigación de Welter y Canavilhas (2023) los dos candidatos que pasaron a la segunda vuelta (Luiz Inácio Lula da Silva y Jair Messias Bolsonaro) utilizaron la inteligencia artificial para difundir información falsa, algo que sugiere un problema sistémico.
3. Reflexión crítica
Después de comprender el funcionamiento de la inteligencia artificial (IA) y de internalizar su rápida intervención en diversos aspectos de la vida humana, en particular en la comunicación política, surge la necesidad de investigar, indagar, cuestionar y reflexionar sobre cómo esta tecnología podría impactar en el desarrollo de todos los individuos que conforman la sociedad y, por ende, participan en la política. Es esencial reconocer que esta influencia va más allá de las decisiones electorales, permeando aspectos fundamentales de la interacción y la toma de decisiones que configuran el tejido mismo de la sociedad. Pero, ¿en qué medida puede la IA incidir en la comunicación política? No es arriesgado, dado lo que la tecnología ha demostrado, afirmar que puede hacerlo en todas las facetas que la componen. Por lo que, para este análisis, resulta valioso descomponer los posibles ámbitos de inserción de la inteligencia artificial en la comunicación política.
No es desconocido que la IA ha desempeñado un papel significativo en el manejo de grandes volúmenes de datos, superando con creces las capacidades humanas que pueden destinarse a esta tarea (Corvalán, 2018). No obstante, esta realidad presenta una dualidad evidente al ser utilizada tanto para propósitos que se prodrían considerar constructivos, así como para otros que podrían ser potencialmente perjudiciales. ¿Qué podría suceder?, o ¿qué está sucediendo ahora mismo fruto de esta relación?
Desde un enfoque optimista, la capacidad de procesar datos tiene el potencial de transformar positivamente la toma de decisiones en la sociedad. Un ejemplo ilustrativo sería la aplicación de inteligencia artificial en una ciudad para identificar y gestionar eficientemente las congestiones de tráfico, reduciendo así el flujo vehicular (Frąckiewicz, 2023). Este caso refleja las ventajas de la inteligencia artificial al procesar datos de manera rápida, una capacidad que se extiende a diferentes áreas.
La comunicación política no es la exepción. El procesamiento de datos también desempeña un papel clave, abarcando aspectos como demografía, comportamiento histórico del electorado, tendencias de voto, interacciones, datos geoespaciales, comportamiento en redes sociales, análisis de encuestas y sondeos en línea. Esto es esencial para que los políticos personalicen sus mensajes de manera efectiva, alcanzando audiencias específicas de forma ágil y reconociendo las necesidades de los diversos sectores (León- Alberca et al., 2023).
Sin embargo, existe un ámbito negativo, la posibilidad de que la IA sea empleada por políticos para construir discursos que se alineen exactamente con las preferencias del electorado, potencialmente atrapando a la ciudadanía en una cámara de eco y fomentando la tan temida polarización (Mota Orlob, 2023). Este fenómeno plantea preguntas cruciales sobre la procedencia de los datos y la conciencia de las personas acerca de cómo su información alimenta los algoritmos de la IA, generando inquietudes legítimas sobre la privacidad.
Uno de los notables desafíos que enfrentan los especialistas en comunicación política es establecer vínculos sólidos entre el gobierno y los ciudadanos mediante una comunicación continua, requiriendo dedicación de tiempo y esfuerzo. En este contexto, Riorda (2011: 97) destaca la importancia de la comunicación gubernamental, subrayando que, aunque es una parte integral de la comunicación política, difiere en su forma y destinatarios. Su objetivo principal es «legitimar las acciones de gobierno».
Para cumplir con el objetivo mencionado anteriormente, es necesario identificar los canales idóneos, encontrar un lenguaje adecuado para hacerlo y sobre todo buscar las alternativas propicias para alcanzar la tan anhelada retroalimentación. ¿Cómo obviar las múltiples bondades de la IA para lograr estos fines?
Ante este escenario, surge una preocupación, y es la de que los gobernantes —o sus especialistas en comunicación— creen una dependencia al uso de estas herramientas. Esto haría que la comunicación gubernamental, lejos de cumplir su cometido, debilite aún más la ya fracturada relación entre los ciudadanos y la clase política, potencialmente erosionando la participación ciudadana y la comunicación esencial en una democracia, pues es claro que existen ciertos componentes irreemplazables en una una relación interpersonal —incluso mediada a través de plataformas digitales—.
En esta misma línea, existe una herramienta que se está utilizando para combatir la burocracia propia de entidades gubernamentales y sus prologandos procesos, se trata de los bots, que funcionan como asistentes virtuales. Estos se ocupan de automatizar y agilizar tareas, optimizando la eficiencia administrativa en los trámites ciudadanos, situación que suele ser una de las problemáticas más visibles en este contexto. Por otro lado, aunque a priori los bots podrían ser una gran solución de administración pública, al carecer de emociones o de contexto, pueden resultar no ser tan eficientes al solucionar necesidades individuales. Asimismo, durante periodos electorales, tienden a convertirse en aliados para la generación continua de contenidos, a menudo tomando partido por uno de los bandos o incluso atacando con información potencialmente falsa o imprecisa (Olmedo-Neri, 2021).
A pesar de las notables divergencias en el camino, algunas rutas claramente señalan hacia un desafío que ha ocupado las discusiones de organizaciones no gubernamentales, estados, gobiernos, la academia y la sociedad en general en los últimos años. Este desafío, conocido como alfabetización digital, se afirma con más fuerza que nunca como una necesidad global. A decir de Aguaded y Romero Rodríguez (2015) su propósito es que los ciudadanos no solo sean conscientes del origen de la información que reciben, sino que también adquieran una comprensión profunda de los fundamentos tecnológicos, comprendan el funcionamiento de los algoritmos y sean capaces de discernir cómo se construyen las narrativas en el ámbito digital. Este imperativo planetario refleja la importancia crucial de cultivar habilidades que trasciendan el mero acceso a la información, buscando empoderar a la sociedad en su capacidad de navegar de manera crítica y segura en el vasto ecosistema digital contemporáneo (Calva-Cabrera et al., 2020).
Es evidente que, aunque pueda suscitar inquietudes, la integración entre la comunicación política y la inteligencia artificial ya está en desarrollo y seguirá evolucionando, a veces sin que la humanidad tenga plena conciencia de ello (Sancho Escrivá et al., 2020). No hay retorno; la realidad es aceptar la creciente necesidad de aprender a convivir con las implicaciones de esta combinación, tanto positivas como negativas.
Al respecto, Mota Orlob (2023) menciona que la adaptación y evolución son intrínsecas a la comunicación política, respaldadas por evidencia histórica significativa. Un ejemplo reciente es el éxito de algunas plataformas tecnológicas que ha llevado al abandono de ciertos grupos hacia los medios tradicionales, reafirmando la importancia de que la comunicación política camine de la mano con la tecnología y sus transformaciones.
3.1. Algunos cuestionamientos para el lector
Conclusiones
Es claro que no se puede satanizar la fusión entre la IA y la comunicación política, no obstante es fundamental que tanto la clase política, así como los ciudadanos, conozcan la dualidad existente resultado de esta inevitable conexión.
Es fundamental buscar un equilibrio entre la IA y la necesidad de mantener un enfoque humano en la comunicación política. Aunque la IA puede ayudar en el flujo de trabajo de quienes ejercen la comunicación política, no puede ni debe reemplazar la interacción humana en ninguna de sus dimensiones, pues de hacerlo se corre el riesgo de perder autenticidad, empatía y comprensión, cualidades imperantes en los humanos.
Es imperante, trabajar en la denominada alfabetización digital, entendiendo que esta va más allá de la promoción de habilidades instrumentales o de la necesidad de conexión y tiene que ver con el hecho de que los ciudadanos consuman la información proveniente de plataformas digitales de una manera reflexiva y crítica. Esto implica conocer la génesis de la información, así como las implicaciones de su construcción.
Es preciso que desde diversos sectores se continúe discutiendo las implicaciones de la inteligencia artificial (IA) en la comunicación en general, y en la comunicación política en particular. Esta reflexión es esencial, ya que para el adecuado funcionamiento de una democracia, es imperativo sostener ciertos valores éticos que guíen el desarrollo y la implementación de la IA en estos contextos.
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