El Tercer Sector de la Comunicación. Manual didáctico (2023)

 

 

Título del Capítulo: «El Tercer Sector de la Comunicación. Definición, características y potencialidades»

Autoría: Alejandro Barranquero; José Candón-Mena; Sara García-Caballero

Cómo citar este Capítulo: Barranquero, A.; Candón-Mena, J.; García-Caballero, S. (2023): «El Tercer Sector de la Comunicación. Definición, características y potencialidades». En Candón-Mena, J. (ed.), El Tercer Sector de la Comunicación. Manual didáctico. Salamanca: Comunicación Social Ediciones y Publicaciones.
ISBN: 978-84-17600-16-7

d.o.i.: https://doi.org/10.52495/c1.emcs.28.tam4

 

 

 

 

Capítulo 1. El Tercer Sector de la Comunicación. Definición, características y potencialidades

 

 

 

Alejandro Barranquero

Universidad Carlos III de Madrid

 

José Candón-Mena

Universidad de Sevilla

 

Sara García-Caballero

Universidad Carlos III de Madrid

1. Introducción

El Tercer Sector de la Comunicación (TSC) abarca medios y organizaciones mediáticas privadas y sin ánimo de lucro, cuyo fin es promover la participación ciudadana en el sistema de medios con fines de expresión, reconocimiento y justicia ecosocial. Pese a su enorme importancia para ejercer el derecho a la comunicación, el TSC sigue ocupando un lugar marginal en los planes de estudio de las carreras de Comunicación. Tradicionalmente, estos planes han prestado una atención preferente a la comunicación de titularidad privada y lucrativa, que comprende medios comerciales, industrias del entretenimiento y, más recientemente, agregadores de contenido y operadores de telecomunicaciones y vídeo bajo demanda (VOD). En los últimos años se han incluido fenómenos como la desinformación, el periodismo de datos o la creación de contenidos y marcas en redes sociales. Estos últimos han ayudado a adaptar los planes de estudio al nuevo escenario. Sin embargo, el excesivo énfasis en el mercado y los actores privados descuida la misión social de la Universidad y su potencial para construir una ciudadanía informada que tome las riendas para intervenir en el sistema de medios.

El objetivo de este Manual es divulgar entre alumnado y profesorado un sector mediático en auge cuya función social ha sido avalada por organismos internacionales como la UNESCO, el Parlamento o la Comisión Europea (Reguero; Scifo, 2010). Nuestro fin último es contribuir a impulsar aquellas prácticas, soportes y modelos que van más allá del «periodismo representativo» y «profesionalizado» en el que periodistas y medios convencionales hablan «en nombre de» la ciudadanía y dicen «representarla». Frente a prácticas comunes de estos medios como la tendencia al sensacionalismo, los estereotipos o la descontextualización, el TSC concibe espacios de expresión directamente impulsados por la ciudadanía y en los que no importa tanto la factura técnica del «producto» (una noticia, un programa, un pódcast, etc.) como el «proceso» de participar en un medio, aprender habilidades o valores mientras se comunica y construir relatos afines al sentir ciudadano.

Este libro es resultado del Proyecto de Innovación Docente «Red de Innovación Docente mediante Aprendizaje de Servicio sobre el Tercer Sector de la Comunicación», financiado por el IV Plan Propio de la Universidad de Sevilla (US) en el curso 2022-2023 y coordinado por José Candón-Mena. En dicho proyecto, en el que participamos profesoras y profesores de distintos grados y departamentos de la Facultad de Comunicación de la US,1 además de miembros de la Red de Investigación en Comunicación Comunitaria, Alternativa y Participativa (RICCAP), nos proponemos el reto de reivindicar la importancia del TSC y resarcir su injustificada ausencia en los planes de estudio de las Facultades españolas. Consideramos que unos programas docentes que simplifican el sistema mediático en la sola existencia de medios públicos y comerciales son, sencillamente, incompletos. Dicha concepción priva al alumnado de tener una imagen plural y diversa de su entorno mediático y le impide conocer que existen múltiples caminos para participar y comunicar en la vida pública. Esta ausencia también implica renunciar a un importante escenario para la transferencia, la cooperación o la intervención social. De hecho, estudios anteriores han demostrado el importante potencial del sector para la formación tanto en comunicación como en valores democráticos. Asimismo, en el TSC participan jóvenes de carreras de comunicación (periodismo, comunicación audiovisual o publicidad), pero también de titulaciones como psicología, pedagogía o trabajo social, por lo que podemos afirmar que nos hallamos frente a un nuevo y prometedor, aunque escasamente explotado, yacimiento de empleo (Barranquero, 2015).

Este Manual Didáctico se publica de forma abierta y no sólo se dirige al ámbito académico, sino también a profesionales, activistas y personas interesadas en potenciar las relaciones entre medios, educación y ciudadanía. Por su parte, este primer capítulo ayuda a definir el TSC, señalar sus principales características y enfatizar en su potencial para el desarrollo social y democrático. En los últimos apartados, profundizamos en las oportunidades que abre el sector para la inserción laboral y política de la juventud y para activar procesos de educación formal no reglada mediante la construcción de laboratorios de creatividad e innovación ciudadana.

2. Características y tipología del Tercer Sector mediático

Los medios del TSC comparten algunas características, entre las principales: (1) Su propiedad pertenece a una organización no lucrativa, legalmente constituida en forma de asociación, fundación, cooperativa, etc. En esta línea, en el TSC no se reparten dividendos, sino que cualquier beneficio económico se destina a la sostenibilidad del proyecto o al cumplimiento de sus fines sociales; (2) Se gestionan de manera comunitaria, facilitando y promoviendo la participación directa de la ciudadanía y de las comunidades a las que el medio apela, sean estas geográficas (el vecindario de un barrio, la población de una localidad, etc.), etnolingüísticas (un grupo étnico, lingüístico o de migrantes), o de intereses (comunidades profesionales, personas con hobbies semejantes, grupos de afinidad ideológica, etc.). Estos medios promueven la participación de colectivos que históricamente han sufrido algún tipo de marginación por razones de género, procedencia étnica o geográfica, edad, clase social, orientación sexual, discapacidad, etc. Asimismo, sus fuentes priorizan a la sociedad civil organizada: desde grandes ONG a entidades locales en defensa de los derechos humanos; (3) Son medios independientes y apartidistas, es decir, no realizan proselitismo político ni religioso, lo que excluye de esta definición a la prensa de partidos o a las radios religiosas o evangélicas; (4) Su objetivo esencial no es la compra-venta de audiencias, sino la defensa y promoción de valores de justicia social y ambiental y la pluralidad y apertura del sistema de medios.

Compartiendo estos rasgos comunes, podemos señalar una amplia diversidad de medios del TSC. En España distinguimos, al menos, cinco tipos:

1. Medios Comunitarios, impulsados por ONG, ONGD u otros tipos de entidades sociales no lucrativas. Estos medios están abiertos a la participación de la ciudadanía con el objeto de ofrecer información independiente. Algunos tienen un carácter más reivindicativo pero la mayoría cumplen misiones de tipo educativo e «inclusivo», en especial si observamos su orientación a la acción social o su composición heterogénea: desde activistas y jóvenes a grupos de afinidad (García García, 2017). Siguiendo las definiciones de AMARC (2010) o las recomendaciones del Parlamento Europeo (2008), la Red de Medios Comunitarios (ReMC), fundada en 2005, es la principal federación de estos medios en España. También existen redes autonómicas o regionales como la Unión de Radios Libres y Comunitarias de Madrid (URCM), Arrosa Sarea en Euskadi o la Red de Radios Libres y Comunitarias de Canarias (Ramos et al., 2018). Un ejemplo de radio comunitaria es Radiópolis,2 localizada en Sevilla y activa desde 2006. El compromiso de Radiópolis es ofrecer una alternativa de comunicación tanto a los/as vecinos/as del territorio como a las asociaciones y colectivos sociales y culturales que lo pueblan, por lo que se adapta bien al modelo de «radio inclusiva» que anteriormente definíamos (García García, 2017). Como proclaman desde su web y redes sociales, el principio que los mueve es la participación ciudadana, así como la cooperación y la realización de actividades socioculturales, solidarias y educativas en diferentes barrios de la ciudad. Otro ejemplo paradigmático, que surge en 1996, es CUAC FM,3 una radio comunitaria —antes universitaria— con sede en A Coruña. Su fin social es garantizar el derecho a la comunicación de la ciudadanía del entorno, desarrollando programas variados que van desde la música y el humor a las radioficciones y los programas informativos.

2. Medios Cooperativos, inspirados en modelos de economía social y solidaria, que se constituyen como empresas propiedad de sus socios/as trabajadores/as y que se dotan de mecanismos de organización asamblearia (Barranquero; Sánchez Moncada, 2018; Camps-Durbán, 2021). Algunos forman parte de la Red de Economía Social y Solidaria-REAS y/o de redes autonómicas de economía solidaria. Un ejemplo de medio cooperativo es Pikara Magazine,4 que nació en 2010 en Bilbao para hacer periodismo con perspectiva feminista, crítica, transgresora, e incluso «disfrutona», como afirman sus socias fundadoras. Este grupo de periodistas quería construir un espacio en el que disfrutar comunicando sobre temas feministas. El tiempo les ha dado la razón, porque su agenda interesa y mueve cada vez más tráfico y adhesiones tanto en webs como en redes sociales. Otro ejemplo es La Marea,5 cuyo germen proviene de 2012. Ese año, un grupo de trabajadores y trabajadoras de la edición en papel del diario Público fueron despedidos en condiciones abusivas y crearon la cooperativa integral MásPúblico Soc. Coop. Querían lanzar una publicación donde no cupiesen presiones políticas o empresariales, y así fue como en 2021 nació el medio con en torno a 90 socios/as copropietarios/as, donde cada trabajador/a tiene un voto, con independencia de la cuantía de sus aportaciones al capital social.

3. Medios Libres, de asociaciones e incluso de colectivos sin forma jurídica, que siguen los principios definidos por el Manifiesto de Villaverde (1983) y discutidos a lo largo de encuentros periódicos en localidades como Zarautz, Girona o Zaragoza. Los medios libres enfatizan en un funcionamiento autogestionario y horizontal y en la elaboración de contenidos independientes, para lo cual suelen rechazar financiarse mediante publicidad o subvenciones públicas (Pérez Martínez, 2017). Más afines al modelo de las radios libres francesas e italianas de los 70 y 80, un ejemplo paradigmático es HalaBedi,6 iniciativa vasca que surgió ligada al movimiento popular del mismo nombre en agosto de 1983 con el objetivo de amplificar la voz del territorio y los colectivos locales. Entre sus principios destacan la autogestión y el funcionamiento asambleario, la interculturalidad y la comunicación de proximidad y participativa. También enfatizan en sus misiones la no sujeción a cualquier tipo de interés económico o político, si bien su agenda está ligada al territorio de Euskadi, la red de medios Arrosa Sarea —muy orientada a la promoción de la lengua y cultura vascas—, y la lucha contra la desigualdad en todas sus formas. Otro ejemplo de medio libre es Radio Almaina,7 una radio libre de Granada que se define por promover la participación abierta de la ciudadanía, la horizontalidad en la toma de decisiones y un compromiso activo con la autoproducción y la libertad de expresión. Elabora sus parrillas de programación en forma asamblearia y se abre a la inclusión de contenidos de movimientos sociales e iniciativas culturales de carácter crítico.

4. Medios Educativos y asociados a colegios, institutos y universidades. Más allá de sus funciones de representación institucional de la entidad a la que pertenecen o están ligados, su consideración como tercer sector tiene que ver con su apertura a la participación de la comunidad educativa y del entorno territorial en el que actúan. Ayudan tanto a la divulgación del conocimiento científico como a tareas de extensión académica y relación con el tejido social o laboral que rodea al centro educativo. La principal red en la que se encuadran en España es la Asociación de Radios Universitarias (ARU), creada en 2011. Un buen ejemplo de estos medios es Onda Campus,8 la radio de la Universidad de Extremadura (UNEX), que nació en 2004 gracias a un acuerdo entre la Universidad y la Junta de Extremadura. Onda Campus tiene dos líneas de trabajo: Por un lado, las acciones que se realizan en el seno de la UNEX a través del Gabinete de Información y Comunicación, por ejemplo, cubriendo actos, acciones promocionales, campañas de difusión, etc.; por otro, la actividad que se desempeña a través de proyectos con entidades públicas y del tercer sector como el Ayuntamiento de Badajoz o la Asamblea de Extremadura. Otro ejemplo es UPF Radio,9 el medio de la Universidad Pompeu Fabra en Barcelona. Se creó en 2007 y fue la primera radio universitaria en emitir en pódcast. Desde esta emisora se anima a toda la comunidad universitaria a colaborar y el alumnado que participa de manera regular puede convalidar un Crédito de Libre Elección por curso.

5. Otras organizaciones del TSC, entre las que se cuentan proyectos o entidades cuyo fin social principal es promover el derecho a la comunicación, la educación en medios o la elaboración de contenidos en formatos como el vídeo participativo y comunitario, activismo digital, productoras y agencias de servicios comunicativos, etc. Un ejemplo es la entidad Mosaico Consultoría Social,10 localizada en Santa Cruz de Tenerife. Se trata de un equipo interdisciplinar especializado en el asesoramiento, investigación y formación en educación social, gestión de la diversidad, perspectiva de género e intervención comunitaria. Desde 2020 ofrece apoyo técnico y asesoramiento a entidades públicas y privadas para promover la participación ciudadana y la igualdad por medio del diálogo. Mosaico forma parte del Grupo de Trabajo CLACSO Procesos y Metodologías Participativas, la Red Sentipensante y la Red de Innovación en Procesos Participativos. Otro ejemplo es la entidad ElParlante,11 que nace en Barcelona en 2009 con el objetivo de diseñar, implementar y evaluar estrategias de educación y comunicación para promover la ciudadanía activa. Se inspiran en la larga tradición de trabajo teórico y metodológico latinoamericano de educación/comunicación popular y experimentan con distintos formatos —vídeo participativo, vídeos institucionales, festivales, webs, etc.— para trabajar adaptados a los soportes y registros de distintas poblaciones, de jóvenes a mayores y de colectivos estigmatizados a barrios de clase alta.

3. Las potencialidades educativas y sociolaborales del TSC

Al volcarse a la participación y expresión de la ciudadanía, el TSC ayuda al cumplimiento de los derechos humanos. Organismos como la UNESCO (2008), el Consejo de Europa (2009) o el Parlamento Europeo (2008) indican que su presencia es crucial para fomentar la diversidad cultural en una región, considerado un factor clave para la existencia de una verdadera democracia. Dado que sus contenidos son directamente producidos por las comunidades y territorios, el TSC ayuda a proteger y promocionar las identidades y realidades culturales y lingüísticas de su entorno geográfico (AMARC, 2010; Lema-Blanco; Meda, 2016), por lo que son garantía del pluralismo informativo promovido en el artículo 11 de la Carta de Derechos Fundamentales de la Unión Europea.

Destaca asimismo su papel educativo. Como parte de su misión social, los medios del TSC organizan cursos sobre el manejo del pódcast, las redes sociales o el periodismo con enfoque decolonial o de género. A pesar de no ser entornos educativos reglados, sus actividades formativas se conciben cuidadosamente y ofrecen un grado de formalidad muy elevado (Barbas-Coslado; Candón-Mena, 2022). Sus cursos no solo capacitan en destrezas del campo de la comunicación (producción de contenidos, locución, montaje, etc.), sino que, además, forman en torno a derechos humanos, participación o dinamización cultural, irradiando influencia hacia otros actores, desde organizaciones civiles al resto de medios comunitarios (Lema-Blanco et al., 2016).

Es raro que los medios convencionales ofrezcan espacios de formación abiertos a la ciudadanía. Sin embargo, el TSC lleva años desafiando el modelo meramente «representativo» de la comunicación por uno en el que la ciudadanía se convierte en actor y protagonista. En esta línea, estudios recientes han identificado hasta tres fuentes de aprendizaje en el sector: (1) Sobre la dimensión cognitiva, que ayuda a ampliar los marcos de interpretación que nos permiten comprender la realidad; (2) La dimensión emocional, o aprendizajes relacionados con el autoconocimiento y la comprensión de las emociones propias y ajenas; (3) La dimensión sociopolítica, para participar en la toma de decisiones públicas o en los propios medios comunitarios (Barbas-Coslado; Martínez-Ortiz de Zárate, 2020). Por último, en estos medios los saberes se canalizan a partir de procesos de transferencia (peer-to-peer) de saberes, eminentemente prácticos (learning-by-doing) pero orientados a reflexionar y expresar contenidos, entre otras habilidades (Lema-Blanco, 2015).

Dadas las carencias de alfabetización mediática tanto en educación secundaria como universitaria y FPO, la alfabetización mediática es clave para que la ciudadanía conciba sus propios productos comunicativos, detecte y/o denuncie fake news o discursos de odio, e incluso recupere la confianza perdida en la vida política. En un contexto amenazado por el auge de movimientos populistas, ultranacionalistas y reaccionarios, la formación en materia de medios y audiovisual es fundamental para defender y promocionar ciertos derechos y construir una sociedad más plural y tolerante. Por último, estos medios ayudan a afrontar los importantes retos sociales y ecológicos del presente, promocionando voces críticas en un escenario de concentración global y monopolística de unos medios convencionales escasamente preocupados por la justicia y el medioambiente.

4. EL TSC como yacimiento de empleo y espacio de formación complementario para el alumnado universitario

Los medios del TSC son escuelas de comunicación y ciudadanía que promueven la solidaridad, la inclusión y el empoderamiento para participar en la vida pública. Además, sus procesos de educación no formal no sólo se enfocan a promover conocimientos profesionales, sino que educan en valores y ayudan a conformar una ciudadanía informada y activa, objetivos que entroncan con la misión social de la Universidad.

Además de preparar para el futuro sociolaboral, el TSC también tiene un contrastado potencial como nuevo yacimiento de empleo, en especial para jóvenes que buscan su primer trabajo y que proceden de titulaciones de comunicación, educación o trabajo social (Barranquero, 2015: 20-34; Martínez-Ortiz de Zárate; Barbas-Coslado, 2021). Esto es especialmente relevante en un país como España en el que los medios atraviesan una profunda crisis de credibilidad, en especial entre los jóvenes (Pérez-Escoda; Pedrero, 2021). Distintos trabajos han dado cuenta de la necesidad de innovar y promover un nuevo ecosistema de medios, más atento a la función de servicio público y a nuevos formatos y productos online en los que se percibe una interacción ciudadana más estrecha con el discurso mediático (Carvajal et al., 2022; López-Golán et al., 2019). En la crisis económica de 2008, y posteriormente en la del coronavirus de 2020, se hicieron patentes las «costuras» de unos medios tradicionales que vivían en exceso condicionados por intereses económicos y estratégicos cortoplacistas, a lo que se sumó una fuerte caída de los ingresos publicitarios. Por otra parte, la aplicación de medidas de ahorro y rentabilidad desde finales de siglo XX provocó que dichos medios nunca llegasen a ser rentables, sino en exceso dependientes de ayudas públicas y por criterios de venta de publicidad que para nada se corresponden «con las necesidades informativas de la sociedad» (Soengas et al., 2014: 121). Los factores expuestos provocaron una precarización sin precedentes del empleo periodístico, el cierre de medios de referencia y la consecuente pérdida de pluralidad en los contenidos. No obstante, estallidos como el 15M, las Mareas o el movimiento feminista pusieron de manifiesto que la ciudadanía reclama cada vez más un ejercicio informativo en manos de profesionales independientes, vigilantes con respecto al resto de poderes y por parte de medios que actúen como «delegados» de la ciudadanía (Sampedro, 2014: 13).

En este contexto, los medios del Tercer Sector se constituyen como una pieza clave de la innovación periodística y, con ello, para el propio fomento del empleo juvenil. Son los sectores más jóvenes los que cuentan con mayores ventajas a la hora de incorporar innovaciones en el relato mediático y también en sus propias formas de presentación: desde el recurso a formatos transmedia a fórmulas de remix, reapropiación, humor, gaming, etc. Por otra parte, los medios comunitarios pueden contribuir a relanzar el deteriorado territorio de la comunicación local y de proximidad, sobre todo porque este tiende a estar dominado por actores privados lucrativos o por medios públicos cooptados o atacados por responsables políticos deseosos de desregularizar el sistema audiovisual local y autonómico. Asimismo, el TSC es un sector crucial para reforzar la protección de lenguas, grupos y colectivos discriminados, además de para impulsar innovaciones en el sector artístico y cultural, como las que caracterizaron a la historia de las radios libres en Europa o el cine comunitario en África o Latinoamérica.

La creciente digitalización y profesionalización del sector suponen una oportunidad laboral que debería superar la brecha que aún nos distancia de los niveles de otros países europeos, donde el TSC supone un importante nicho de empleo. Estos medios constituyen una excelente oportunidad para adquirir experiencia y conocimientos mediante la participación (como voluntariado, pero también mediante prácticas o relación contractual) de los y las egresadas en los distintos grados de comunicación. El TSC constituye un espacio ideal para el desarrollo de aprendizajes como: (1) La adquisición de nuevos conocimientos técnicos y comunicacionales como producción de noticias y reportajes o la locución de productos audiovisuales, técnicas de redacción y edición digital, manejo de redes sociales y software, etc.; (2) El desarrollo de habilidades sociales como la participación política, el trabajo en equipo, la corresponsabilidad y asunción conjunta de responsabilidades, etc.; (3) La implementación de habilidades emocionales como la empatía frente al «otro» o las relaciones de interdependencia, protección y cuidado del entorno natural.

Todos estos aprendizajes son complementarios a la educación formal universitaria y resultan útiles para aumentar la inserción laboral de la juventud no solo en el TSC, sino también en el propio sector comercial o público. Hablamos de un ámbito en el que jóvenes y estudiantes suelen desempeñarse no solo en la creación de contenidos sino en la adquisición de muchas otras habilidades, como la dinamización sociocultural, el diseño de proyectos de voluntariado o cooperación, además de la gestión del trabajo en equipo. Dichas competencias resultan fundamentales en un escenario mediático caracterizado por la división y especialización de tareas, pero en el que también se necesitan profesionales con habilidades integrales, formación humanista y profundas convicciones sociales.

5. Referencias

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1 Además del coordinador participan en este proyecto: Salomé Sola Morales, David Montero Sánchez y Cora Cuenca Navarrete, del Departamento de Periodismo I; Elena Bellido Pérez y Miguel Ángel Pérez Gómez, del departamento de Comunicación Audiovisual y Publicidad; y Rosalba Guadalupe Mancinas Chávez, del Departamento de Periodismo II; además del profesor de la Universidad Carlos III de Madrid Alejandro Barranquero Carretero.