Título del Capítulo: «El frottage: aparecer»
Autoría: María del Mar Bernal
Cómo citar este Capítulo: Bernal, María del Mar (2024): «El frottage: aparecer». En Bernal, María del Mar, La Estampación [como proceso creativo]. Salamanca: Comunicación Social Ediciones y Publicaciones.
ISBN: 978-84-10176-00-3
d.o.i.: https://doi.org/10.52495/c10.emcs.29.art2
El frottage es una técnica a caballo entre la estampación y el dibujo, entre el hueco y el relieve. Su desarrollo plástico se le debe a Max Ernst, hacia 1925, cuando se inspiró en la veta de un suelo de madera en un hotel del Midi francés. Depositó papeles encima, frotó con lápiz y carboncillo y creó 34 imágenes, que se publicaron un año después bajo el título de Histoire Naturelle, una de las obras más emblemáticas de la Historia del Arte.
Dice Ernst: «Dejé caer, enteramente al azar, algunas hojas de papel que froté por encima con un lápiz negro. Al fijarme de manera intensa, tanto en las partes oscuras como en el claroscuro suave y luminoso, me sentí asombrado del súbito acrecentamiento de mis capacidades visionarias y de la alucinatoria sucesión de imágenes (…).»1
La palabra renderizar procede del ámbito informático y es, tal vez, la más precisa para convertir al castellano un galicismo que procede de frotter. Renderizar remite a una representación gráfica que genera imágenes fotorrealistas y que Henri Michaux acuñó con el término apariciones. En este contexto, frotar, restregar, pasar, calcar, masajear o rozar, conforman un procedimiento que combina el dibujo, la estampa y la escultura para capturar las propiedades indexales de la materia. Por este motivo es una técnica utilizada para conformar rotundos proyectos expositivos, ya que registra con extraordinaria precisión la escala y el detalle.
Es común pensar que los surrealistas utilizaron el frottage espontáneamente. Pero si se analizan sus dibujos se ve que, a la vez que se crean imágenes oníricas aparentemente sin sentido, la precisión en el dibujo y la intención anula mucho del azar y el automatismo. Aunque parezca una paradoja, una vez ideada la imagen, el artista no cede en su estricto método de trabajo plagado de criterios compositivos y estéticos: compone, encaja, contornea y sigue las líneas directrices frotando las texturas para completar la valoración dentro de un armazón previamente dibujado. Hay poco de improvisación. Los resultados manifiestan que el artista llega a él con una amplia experiencia relativa al comportamiento de las superficies, los soportes y los lápices de dibujo. En esta posibilidad de creación el artista genera realidades casi posibles, paisajes casi existentes, personajes casi reales en un porcentaje de «casi» mayor o menor, según los casos. Derivado del cubismo, encumbrado por el surrealismo, estos frottocollages se convierten en una gran apuesta del grabado expandido que rompe con la monoestampa ventana, con el uso tradicional de la tinta y con la pesada maquinaria aneja.
Hay un llamativo precedente que consiste en reproducir con los mismos procedimientos las lápidas de piedra o de latón. El calco de lápidas, brass rubbing en inglés, es una actividad que ya se hacía en China en el siglo VI y que se extendió a los monumentos de gran parte de Oriente. En Inglaterra se hizo muy popular en la época victoriana para registrar los atractivos diseños mortuorios y en la actualidad, al mero deseo de calcar se une la necesidad emocional de cumplir con el fallecido. El trabajo genera una impronta del nombre, de sus datos más breves, de su presencia, del lugar donde reposa; es un acto simbólico, un recuerdo táctil que ayuda a superar la ausencia en un contacto cercano que la fotografía no puede suplir por su rapidez y racionalidad. Pero el calco de lápidas y el frottage artístico, aunque tienen momentos comunes, responden a finalidades diferentes. El primero consiste en generar una estela portátil en papel, algo que la pesadez de la piedra no permite, y el segundo crea y anida texturas para mezclarlas con inteligencia y poesía.
Una categoría del frottage tiene que ver con el collage. Las posibilidades de montar un dibujo de esta naturaleza son muy ricas ya que implica no solo recortar y calcar, sino también pensar en collage. «Pensar en collage sería, entre otras cosas, intentar reflexionar sobre los cortes y las continuidades, las diferencias y las coincidencias, las separaciones y los vínculos. Se trataría de ver de qué manera, dentro de una totalidad armoniosa, unos deseos de fusión se mezclan con una inclinación intensa por las dispersiones, las distancias entre las cosas, la mezcla de sueño y de reflexión.»2 Si algo caracteriza este método de dibujo a partir del frotado de anecdóticas matrices es su categoría de ecléctico, ya que multiplica la naturaleza de los reportes unificando una realidad fragmentada. El azar es un colaborador inevitable, pero no es un rector autoritario, y se reconduce construyendo la significación final del dibujo: «El azar es una constante, un cómplice, un traductor de la realidad al papel. El termino azar es inexacto; sería más adecuado hablar de las veleidades y aspiraciones y un material que se rebela.»3
Un gran grupo de artistas contemporáneos generan sus calcos a partir de objetos tridimensionales que envuelven en papel para provocar una realidad cubista. Al observarlo, el espectador abstrae su particular objeto a partir de la planta, el alzado y los distintos abatimientos de sus caras. Ejemplos de esta naturaleza son los frottages de Simryn Gill, a partir de tres máquinas de escribir antiguas, una Olivetti Studio 46, una Lemain Deluxe 850 TR y una Underwood Universal (2008). Por su naturaleza, muchos de estos objetos se resisten a ser trazados, dejando caprichosos espacios en blanco, rectas curvadas o rotas y superficies discontinuas que dan cierto aspecto de presencia y ausencia simultáneas.
También se realizan frottages con la intención de obtener un gofrado. Así trabajó la libanesa Mona Hatoum, cuyas creaciones hemos visto en la White Cube de Hong Kong o el MoMA de Nueva York. En este caso, la piel del papel cobra una especial importancia ya que va generando los frunces y pliegues que crean el resultado. Estrujar, apretar, estriar, agujerear, perfilar, rasgar, doblar son acciones de dibujo que producen cicatrices blancas bajo el efecto de la presión. Importan las grafías mínimas surgidas del roce, las morfologías literales en las que predomina un contenido lírico exiguo por su brevedad. No se puede pretender que un gofrado hecho a mano quede igual que el realizado por una máquina, pero sí se puede destacar, de nuevo, la ventaja que supone rodear elementos de cierto volumen. A veces este es sustituido por láminas de latón o estaño generando hermosas esculturas.
Esta técnica ha sido utilizada para conquistar nuevos territorios asociados al paisaje y a la arquitectura: habitaciones forradas de papel, frotadas y convertidas en un dibujo habitable, impresivas sucesiones de rocas generadas por una explosión atómica, desiertos y riscos calcados, puentes de piedra derruidos y registrados en gigantescos papeles. Una de las obras más llamativas es la realizada por el polifacético Xu Bing. Después de mucha preparación, en el mes de mayo de 1990, se fue junto a unos amigos, estudiantes y residentes locales a la sección Jinshanling de la Gran Muralla china, donde pasaron casi un mes transformándola en una edición en papel de sí misma. El frottage Ghost Pounding the Wall sorprende por sus dimensiones. Su título se adapta del aforismo chino Gui Da Qiang —«un muro construido por fantasmas»— refiriéndose a la historia de un hombre atrapado por los muros laberínticos de su pensamiento. Estos fantasmas golpean ahora el muro envuelto en papel con las muñequillas manchadas en pigmento.
Contraviniendo la individualidad artística, intentaré generalizar algunas cuestiones técnicas que se mantienen en un porcentaje elevado de proyectos. El tamaño y afilado de las herramientas, la presión, la calidad del elemento marcador y en especial el gramaje, resistencia y resiliencia de los papeles, son fundamentales a la hora de obtener un buen resultado; por ello, los papeles orientales, de poco gramaje, fuertes y adaptables, son los favoritos. La mayoría de los frottages son monocromos, mayoritariamente negros, después azules y a partir de ahí surgen, aunque de forma tímida, los colores. Muchos artistas coinciden en que el grafito y los lápices y barras litográfica son los mejores, ya que la proporción de cera y pigmento permite elegir las tonalidades. Además, se pueden afilar con precisión. En países donde el calco de lápidas ha tenido una gran tradición se ha desarrollado un importante negocio en los materiales para calcar. Ahí se engloba el papel Aqaba que se caracteriza por su resistencia multidireccional y por encontrarse también en negro, permitiendo conseguir llamativos efectos si se frota con cera plateada o brillante. En internet se pueden encontrar todo tipo de kits, bruñidores y tutoriales y hasta se puede contratar un tour para salir al encuentro de la tumba más atractiva o el muerto más fotogénico. La posibilidad de reproducción de las texturas permite la edición, un atractivo añadido. Esta seriabilidad puede conseguirse también a través de los procesos tradicionales, tales como el calotipo (mucho de los trabajos de Ernst se reprodujeron así) o la fotolitografía, como es el caso del trabajo de Juan Carlos Bracho, Geometría para E.C. (2014).
El frottage también se usó durante en el periodo covid-19 para frotar las matrices trabajadas con las técnicas tradicionales en ausencia de maquinaria. Los resultados fueron muy sugerentes.
Raquel Serrano Tafalla, Huella de reproducción, 2020. Frottage, grafito sobre papel, 139,6 × 95,2 cm. Genalguacil. | María del Mar Bernal, Tumba de la Virreina Dña. Catalina de Ribera y Cortés, 2022. Frottage, grafito sobre papel. 55 × 50 cm.
Simry Gill, Lemain Deluxe 850 TR, 2008. Frottage con grafito sobre papel, 98 × 62 cm. Museum of Contemporary Art Australia, Sídney. | Mona Hatoum, Sin Título, 2005. Frottage sobre papel encerado, 18,5 × 25,5 cm.