Obsolescencia informativa programada. Incidencias de lo local a lo global (2025)

 

 

Título del Capítulo: «El sesgo ideológico o empresarial es fundamental para que se produzca la obsolescencia informativa programada»

Autoría: Isabel González-Mesa

Cómo citar este Capítulo:González-Mesa, I. (2025): «El sesgo ideológico o empresarial es fundamental para que se produzca la obsolescencia informativa programada». En Jurado-Martín, M.; López-Rico, C.M. (eds.y dirs.), Obsolescencia informativa programada. Incidencias de lo local a lo global. Salamanca: Comunicación Social Ediciones y Publicaciones. .
ISBN: 978-84-10176-06-5

d.o.i.: https://doi.org/10.52495/c8.emcs.34.p113

 

 

 

Capítulo 8. «El sesgo ideológico o empresarial es fundamental para que se produzca la obsolescencia informativa programada»

 

Isabel González-Mesa

 

La obsolescencia informativa, es decir, el hecho de que las noticias que abren informativo un día queden relegadas al olvido, no al día siguiente sino en la siguiente edición del informativo, está íntimamente ligada a la amplia y vertiginosa oferta informativa que busca hacerse un hueco en unos noticiarios televisivos. Unos noticiarios con una duración escasa y unas redacciones raquíticas que abarcan más de lo que pueden primando la cantidad sobre la calidad. Las piezas televisivas son cada vez más cortas para poder introducir más diversidad de temas. Los vtr rara vez superan el minuto de duración con cortes de voz incluidos. Y en las escaletas televisivas proliferan muy rápidamente otras piezas más cortas aún, como las colas, las pantallas, las pastillas presentadas o los «no comment» que sintetizan la información en treinta segundos para pasar a la siguiente.

La cebolla informativa y el ritmo vertiginoso

La obsolescencia informativa programada es un neologismo para indicar que la información tiene fecha de caducidad atendiendo a algunos de los requisitos imprescindibles que convierten la realidad en noticia: la actualidad y el interés público. Estas serían las primeras capas de una cebolla informativa que esconde otros factores ligados al ritmo vertiginoso con el que aparecen los temas de interés informativo y las rutinas de trabajo de una profesión. La proliferación de la información que llega a través de innumerables canales no se corresponde con la extensión de las plantillas, cada vez más exiguas y multiservicio, totalmente insuficientes para dar cobertura y/o seguimiento a los posibles temas objeto de las escaletas.

Ese es el itinerario habitual que siguen las noticias de recorrido más largo. El primer día se informa en un vtr y en las ediciones consecutivas se hace un seguimiento en formatos más breves, como los anteriormente mencionados. Es el caso de algunos juicios de interés, de investigaciones policiales abiertas o algunos temas sociales o de interés humano que se expanden más allá de una edición informativa. Lo primero es reducir el tiempo que se les dedica en las escaletas y lo segundo es mantenerlos en «stand by» hasta que surja un nuevo hilo del que engancharse a la actualidad. Un hilo del que no pueden seguir tirando unas plantillas desbordadas.

Si bien no puedo respaldarlo con mi experiencia profesional en una cadena pública, con relación a si la obsolescencia informativa responde a una imposición empresarial, he de decir que, como observadora de mi entorno, detecto una correlación importante entre los intereses ideológicos o empresariales y la atención y pervivencia de determinadas informaciones en las escaletas. En este sentido, cabría destacar la desmesurada atención de algunas cadenas televisivas sobre las okupaciones o inquiocupaciones frente a los desahucios. O la persistencia en seguir día tras día algunas investigaciones judiciales incluso cuando no ha habido ninguna novedad reseñable. El único objetivo, no informativo, es mantener un estado de opinión pública que interesa al medio por motivos espurios, bien sean ideológicos o comerciales.

El sesgo ideológico o empresarial es fundamental para que se produzca la obsolescencia informativa programada. Hay medios que mantienen el interés informativo sobre temas donde no se ha producido ninguna novedad. Incluso hay medios que provocan artificialmente el interés informativo a través de declaraciones buscadas expresamente para que parezca que el tema sigue vivo. Este sesgo se observa especialmente en medios de ámbito nacional y en la sección política porque resulta muy evidente solo con echar un vistazo a las portadas de los diarios o los temas de cabecera de los informativos televisivos. Si la actualidad es la que manda, es imposible tanta diversidad de elección entre medios que comparten el mismo ámbito geográfico. Solo se explica atendiendo a la diversidad ideológica de los medios que apuestan por mantener el interés informativo sobre unos temas determinados, relegando otros que no se ajustan a su sesgo ideológico o empresarial.

El seguimiento de las noticias como antídoto a la obsolescencia

Creo que la obsolescencia informativa programada se practica con más intensidad cuanto más amplia es la zona de cobertura porque la oferta informativa es mayor y, por tanto, existe una lucha encarnizada por abrirse hueco dentro de las agendas informativas. En este sentido, aunque no es mi especialidad, observo que las agendas nacionales e internacionales pasan deprisa por los temas, acuciados ante el siguiente punto de interés. Las noticias son flor de un día. Los medios recogen la espectacularidad o intensidad de los hechos cuando se producen, pero se olvidan de mantenerlos vivos en sus agendas cuando estos se cronifican. Así, los temas descienden rápidamente de la espectacularidad de las portadas y los sumarios televisivos a ofrecerse como breves o unas simples colas que no centran el interés de las escaletas y, por ende, de los receptores.

El seguimiento de las noticias, como antídoto contra la obsolescencia informativa programada, es caro. Especialmente en la sección de internacional porque la mayoría de los medios están sujetos a la oferta de las grandes agencias. Cuando éstas dejan de prestar atención a según qué temas, serían los propios medios los que tendrían que actualizar las noticias tomando el relevo y no tienen condiciones para hacerlo. Ni económicamente ni con sus propios recursos humanos.

El impacto de la obsolescencia en televisión

La obsolescencia informativa programada tiene más impacto en las televisiones y radios generalistas porque cuentan con un tiempo delimitado para ofrecer las informaciones más relevantes de la jornada. Si un tema ya se dio ayer o en la anterior edición, tiene menos posibilidades de abrirse hueco en las escaletas. Hay otras muchas informaciones inéditas esperando para ocupar su lugar. El ritmo con el que aparecen y desaparecen los temas informativos es vertiginoso. Los medios generalistas tienen asumido que esas son las reglas del juego y, excepto que haya algún interés específico que les haga mantener su centro de atención en algún tema en particular, la actualización y seguimiento no salen bien parados.

Existe una lucha encarnizada por formar parte de las escaletas informativas audiovisuales porque éstas vienen delimitadas por las parrillas de programación. Y si no cabe, no cabe. Mejor avanzar con nuevos temas que volver a dedicarles unos minutos a informaciones que ya se han dado. Esto ocurre menos en medios especializados donde los temas permanecen más tiempo porque la oferta informativa está más acotada. De hecho, algunas fuentes como instituciones, organismos o partidos políticos tienen en cuenta, o deberían hacerlo, el día en que sacan a la luz las informaciones que les interesa comunicar para que no coincida con algún acontecimiento relevante que pueda competir con ellas en las agendas de los medios. Es decir, cuando la selección nacional de fútbol gana un partido importante, muere alguna persona famosa, se da a conocer un escándalo político o se produce alguna catástrofe, «saltan» de las escaletas muchos de los temas previstos para el día. Y esto ocurre en todos los medios y en todos los ámbitos.

Un ejemplo claro lo observamos cuando se incendiaron dos bloques de viviendas en el barrio de Campanar, en Valencia. Las escaletas de À Punt para el informativo de la noche se habían diseñado a las cuatro de la tarde, cuando aún no se había producido la catástrofe. Casi todos los temas se «flotaron» para primar la actualidad con conexiones en directo. Se hubo de reubicar a todos los informadores para acudir al lugar del suceso y para dar apoyo a los equipos que estaban en la calle. Las noticias previstas para esa edición pasaron a la «nevera». Los temas que fueran recuperables se dejaron para otras ediciones informativas, pero aquellas que perdían actualidad, murieron definitivamente.

El tiempo es el principal enemigo del profesional

El tiempo es el principal enemigo del profesional de la comunicación. Especialmente de aquellos profesionales que trabajan para la siguiente edición y no para el día siguiente. Antes, cuando aún no había irrumpido la digitalización de la información, eran los medios audiovisuales (radio y televisión) los que sufrían la presión del tiempo. Trabajar para el próximo boletín horario o para la próxima edición del informativo resulta estresante. Ahora, con la permanente actualización de los diarios digitales, esa presión se ha ampliado a toda la profesión. Esta falta de tiempo para elaborar las noticias supone rebajar la calidad de las noticias que apenas se pueden contrastar ni buscar un amplio abanico de fuentes para mostrar todas las aristas que puedan presentar los hechos que se cuentan.

La única solución para contrarrestar este efecto negativo es recuperar la noticia en siguientes ediciones para hacer un mejor seguimiento u ofrecer distintas perspectivas. Pero aquí volvemos a encontrarnos con el obstáculo que supone la OIP. Si ya hemos contado la noticia una vez, sea como sea, resulta mucho más complicado volver a abrir hueco en las escaletas para hacer un seguimiento más exhaustivo, a no ser que se trate de una noticia importante de largo recorrido.

Conclusión

La obsolescencia informativa programada solo tiene inconvenientes porque prima la velocidad frente al sosiego informativo. Lo efímero frente a la exhaustividad del seguimiento. Y los intereses ideológicos y empresariales frente al análisis crítico de una realidad que atienda lo que de verdad interesa a los que reciben la información frente a aquellos que la generan.

La información local no consta como una especialización periodística a pesar de ser el ámbito en el que se mueve la gran mayoría de los profesionales de la información. Parece una sección de segunda categoría, idónea para novatos, antes de «ascender» a otras especialidades que se consideran de primera división como política o economía. Para hacer un buen periodismo local se ha de ser un periodista todoterreno que conozca a fondo la realidad política, socioeconómica y cultural del ámbito sobre el que se trabaja. Para ello es fundamental ir tejiendo una buena agenda de contactos, documentarse profundamente sobre los temas para no caer en el error de «descubrir el Mediterráneo» en cada noticia y pisar la calle con una mirada crítica. Esto último se está perdiendo, ya que cada vez se hace más periodismo sin moverse de la redacción a golpe de teléfono y más pendientes de las redes sociales que de comprobar en vivo y en directo cómo discurre la vida. Por eso la información local se parece cada vez más a una información institucional cuyo epicentro son los ayuntamientos olvidando que son los barrios y la gente que los habita quienes deberían ser los auténticos protagonistas.

La sociedad no es consciente de la obsolescencia. El olvido mediático condiciona nuestra perspectiva informativa y nos hace muy vulnerables ante la manipulación sin ser conscientes de ella. La solución debería pasar por incluir la alfabetización mediática en los currículos escolares, pero percibo poco interés en llevarlo a la práctica. Ningún mago quiere que los espectadores descubran sus trucos.

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Soy Isabel González Mesa, 61 años, nacida en Rosal de la Frontera (Huelva). En la actualidad soy periodista-redactora en la delegación de À Punt Mèdia en Alicante. Anteriormente he trabajado en la extinta Canal 9 y en RNE, entre otros. Compagino este trabajo con la docencia en la Universidad Miguel Hernández donde imparto la asignatura de Periodismo Televisivo en el Doble Grado de Comunicación Audiovisual y Periodismo.