Perturbaciones informativas. Desinformación y mediatización digital (2025)

 

 Título del Capítulo: «Acusaciones cruzadas de mentir: la desinformación como arma política durante la pandemia de coronavirus»

Autoría: Jaume Doménech-Beltrán

Cómo citar este Capítulo: Doménech-Beltrán, J. (2025): «Acusaciones cruzadas de mentir: la desinformación como arma política durante la pandemia de coronavirus». En Cabrera-Altieri, D.H.; López-García, G.; Campos-Domínguez, E. (coords.), Perturbaciones informativas. Desinformación y mediatización digital. Salamanca: Comunicación Social Ediciones y Publicaciones.
ISBN: 978-84-10176-13-3

d.o.i.: https://doi.org/10.52495/c5.emcs.41.p117

 

 

 

Capítulo 5. Acusaciones cruzadas de mentir: la desinformación como arma política durante la pandemia de coronavirus

 

Jaume Doménech-Beltrán

Universitat de València

 

1. Marco teórico

 

1.1. El fenómeno de la desinformación

 

El fenómeno de la desinformación ha estado presente en el ámbito de la Comunicación desde hace décadas. La definición de este concepto no hace referencia únicamente a las denominadas fake news, término que se ha popularizado para referirse a los contenidos informativos de carácter fraudulento (Corner, 2017), sino que también se puede inscribir el contenido engañoso, los discursos de odio, los discursos deliberadamente falseados, la manipulación, las teorías de la conspiración o los errores no intencionados de los periodistas. Por tanto, la desinformación debe entenderse, en un sentido amplio, como la distorsión de la realidad a partir de la difusión de información errónea (Rodríguez Pérez, 2019) que acaba alterando los procesos cognitivos de la audiencia.

La difusión de informaciones intencionadamente falsas ha supuesto un desafío multidimensional, que afecta tanto al sistema político y a la credibilidad de los medios de comunicación como a cuestiones mucho más concretas, como las posturas frente al cambio climático o la pandemia de covid-19 (Salaverría et al., 2020). La investigación en España ha demostrado que las formaciones políticas han hecho uso de las redes sociales para propagar mensajes sesgados e información tergiversada, incluso más allá de periodos electorales (Cano-Orón et al., 2021). Por ello, y como consecuencia de la polarización afectiva y la crisis de intermediación de los actores sociales tradicionales, diversos autores apuntan a la intensificación y consolidación del fenómeno de la desinformación en los últimos años.

El aumento de la mediatización en la esfera pública digital, propiciado especialmente por el uso intensivo de las nuevas tecnologías, ha dañado considerablemente el papel de intermediación ejercido tradicionalmente por los medios de comunicación (López-García, 2017). De hecho, la consolidación de las redes sociales como canales de comunicación y fuentes de información para amplios segmentos poblacionales supone un importante problema de desinformación, ya que han permitido nuevas formas de producir, distribuir y consumir noticias falsas (Kalsnes, 2018) y han erosionado el papel de los medios como intérpretes privilegiados del mundo social y político (Masip; Ruiz-Caballero; Suau, 2019; Fisher et al., 2019) y, como consecuencia, se entrega su interpretación a los emisores interesados sin que la información sea sometida a ningún filtro interpretativo.

Esta desintermediación permite que las fake news penetren en el discurso público con mayor facilidad, en tanto que las redes sociales actúan como un vehículo clave de difusión de información (Aleixandre-Benavent; Castelló-Cogollos; Valderrama-Zurián, 2020), un hecho que tiene como consecuencia directa la erosión de la legitimidad de los medios de comunicación como actores encargados de proporcionar información, a la vez que se cuestiona de manera inmediata el discurso que emiten. Esto provoca un desafío entre las personas que buscan información veraz y contrastada (Vázquez-Herrero; Vizoso; López-García, 2019), algo que se ha demostrado muy valioso en situaciones de emergencia como la pandemia de coronavirus (Casero-Ripollés, 2020).

Las preferencias políticas del individuo también determinan su percepción sobre la fiabilidad y credibilidad de las noticias (Masip; Ruiz-Caballero; Suau, 2019). Este sesgo influye en su disposición a aceptar como válidos contenidos que refuercen sus convicciones, incluso cuando dichos contenidos carecen de veracidad (Dou et al., 2021; Thaler, 2024), lo que dificulta su capacidad para discernir entre información auténtica y falsa. En consecuencia, los individuos son más propensos a consumir, otorgar credibilidad y difundir contenidos que se alinean con su cosmovisión (Valera-Ordaz; Humanes, 2022). Es decir, la veracidad de las informaciones no es el elemento principal que rige su consumo y su difusión, sino la coincidencia con sus creencias ideológicas, lo que agrava el problema de la desinformación.

Ante la mayor presencia de informaciones falsas en la esfera pública, tanto en el ámbito mediático como en el político, las iniciativas para comprobar la veracidad de los contenidos se han multiplicado en todos los países del mundo en los últimos años (Dias; Sippitt, 2020). En concreto, el periodismo de verificación o fact-checking se ha erigido como la herramienta mayoritariamente aceptada para combatir la desinformación (Mayoral; Parratt; Morata, 2019), especialmente en un contexto como la pandemia de coronavirus, habilitando secciones específicas para luchar contra la desinformación online, proporcionando información fiable y, en definitiva, desempeñando un papel clave para neutralizar informaciones falsas relacionadas con el coronavirus (Brennen et al., 2020).

En esta línea, conviene destacar la instrumentalización que se realiza de la actividad de las agencias de verificación. Más allá de la apropiación de estrategias comunicativas por parte de los medios de comunicación en torno a bulos para la obtención de visitas online, hecho que profundiza en la crisis de credibilidad del ecosistema mediático (Cano-Orón et al., 2021), diversos estudios sugieren que la producción del fact-cheking también es susceptible de utilizarse como arma política. Prueba de ello es el posicionamiento de los medios de comunicación y los partidos políticos de corte progresista durante las semanas previas a las elecciones generales de 2019, que coparon la actividad de live fact-checking que caracterizó la campaña y que tuvo como consecuencia una mayor difusión de los desmentidos del candidato del Partido Popular, Pablo Casado, por la red social Twitter (Paniagua-Rojano; Seoane-Pérez; Magallón-Rosa, 2020). También se ha sugerido que las posiciones próximas a la extrema derecha instrumentalizan las verificaciones de los medios y agencias para lograr objetivos políticos (Díez-Garrido; Calvo; Cano-Orón, 2022).

 

1.2. La desinformación durante la pandemia en España: politización y consecuencias

 

La pandemia de covid-19 no solo trajo consigo una crisis sanitaria sin precedentes, sino que también aceleró la proliferación de estrategias de desinformación y la difusión de mensajes erróneos que agravaron el impacto de la emergencia. Según Salaverría et al. (2020), la pandemia catalizó un aumento significativo en la creación y circulación de información falsa, y provocó «dificultades para encontrar información fiable a casi la mitad de la población» (Casino, 2022: 97). Pero, además, la facilidad para producir y consumir noticias falsas también se ha agravado con la pandemia debido al aumento de la demanda de información y un uso intensivo de múltiples canales de comunicación (Moreno; Fuentes-Lara; Navarro, 2020). Esta crisis de información ha sido particularmente evidente en la cantidad de desmentidos documentados, un aspecto que evidencia tanto la variedad temática como la centralidad de la pandemia como foco de desinformación (Blanco Herrero et al., 2024).

En este sentido, cabe resaltar que la difusión de informaciones poco contrastadas resulta particularmente perjudicial en un escenario de crisis sanitaria, ya que puede inducir al temor excesivo, a una percepción del riesgo irreal de la gravedad de la situación, a la desconfianza de las directrices sanitarias, y/o al uso de tratamientos perjudiciales para la salud (Rosenberg; Syed; Rezaie, 2020).

Además del impacto sanitario, la desinformación sobre la covid-19 se ha caracterizado por su fuerte politización. Álvarez-Gálvez et al. (2024) destacan cómo los temas sanitarios, como la vacunación, el uso de mascarillas o las medidas de confinamiento se convirtieron en puntos de fractura social en España. Estas divisiones no son fortuitas, sino que están alimentadas por estrategias discursivas de actores políticos que instrumentalizaron la pandemia para promover sus agendas. En este contexto, los líderes políticos desempeñan un papel determinante, ya que sus mensajes afectan directamente la percepción de riesgo y el grado de cumplimiento de las medidas sanitarias (Abadía; Manfredi; Sayago, 2023).

La politización de la información en torno a la pandemia no solo genera confrontaciones entre diferentes sectores de la sociedad, sino que también debilita la confianza en las instituciones encargadas de gestionar la crisis (Fernández Alcaide, 2023). Es decir, la mentira por parte de líderes políticos en contextos de alta vulnerabilidad afecta directamente a la credibilidad institucional. De hecho, un año después de la fase más grave de la pandemia, la mayoría de las noticias falsas que han circulado en España estaban relacionadas con el debate político y no con cuestiones estrictamente sanitarias (Almansa-Martínez et al., 2022).

Por tanto, la pandemia de covid-19 ha evidenciado cómo las noticias falsas no solo intensificaron la crisis sanitaria y aumentaron el riesgo para la salud pública, sino que también influyeron profundamente en las dinámicas políticas y sociales. Según Gutiérrez-Coba, Coba-Gutiérrez y Gómez-Díaz (2020), la desinformación generada durante la pandemia en España mostró una tendencia particular a provocar debates antisistema. Por su parte, Calvo, Cano-Orón y Llorca-Abad (2022) destacan que la pandemia de coronavirus constituye un caso emblemático de las consecuencias políticas de la desinformación, ya que las noticias falsas en torno a la pandemia intensificaron la polarización social. De hecho, uno de los fines principales de los mensajes engañosos difundidos a través de las redes sociales era el de polarizar a la ciudadanía (Tarullo; Gamir-Ríos, 2022). Es decir, la desinformación tiene una incidencia directa en la respuesta emocional negativa hacia aquellos que forman parte de grupos morales o políticos distintos a aquellos con los que se identifica el individuo (Levendusky, 2017; Westwood et al., 2018; Wagner, 2020) y, como se ha apuntado para el caso de la desinformación, reduce la confianza en las instituciones del estado, como el gobierno, especialmente si es ocupado por el adversario ideológico (Hetherington; Rudolph, 2015).

 

1.3. Las acusaciones de mentir como estrategia política

 

En este punto, conviene destacar que las prácticas de los partidos políticos en torno a la desinformación, como la instrumentalización de los contenidos de las agencias de verificación o la politización de cuestiones sanitarias de gran trascendencia durante la pandemia, sumadas a la relevancia de las posiciones ideológicas de la ciudadanía en la percepción sobre la credibilidad de las noticias, dan amplia cuenta de que la desinformación se ha convertido en una estrategia política más allá de la difusión de contenidos falsos y engañosos, en la medida que los diferentes partidos políticos la introducen en su estrategia política. La desinformación debe entenderse como un fenómeno complejo, con varios actores implicados, que ha traspasado las barreras del ámbito periodístico y de los medios de comunicación (Correyero-Ruiz; Baladrón-Pazos, 2022). En este escenario, los partidos políticos han optado por la acusación cruzada de utilizar bulos y fake news como estrategia para atacar al adversario político y trasladar una determinada imagen interesada de la realidad. La desinformación es utilizada de manera sistemática para desacreditar y demonizar al rival ideológico, una práctica que fomenta la polarización afectiva y la animadversión hacia otras comunidades ideológicas.

Esta desinformación de carácter político está intrínsecamente ligada con la identidad grupal y el sentimiento de pertenencia a una comunidad ideológica, en tanto que persigue determinadas formas de percibir de manera colectiva la realidad, con el propósito de modificar esa percepción en función de intereses y estrategias políticas (Tuñón-Navarro, 2021).

Diversas investigaciones han estudiado cómo actúan las acusaciones de mentir contra el adversario dentro de la estrategia de confrontación política en el caso de España, y argumentan que esta concepción de la mentira como herramienta política tiene un papel central en el discurso político (Hidalgo Tenorio; Sánchez García, 2017; García García, 2023). En el caso de la covid-19, la importancia de las acusaciones de mentir en la estrategia de confrontación política se puede observar especialmente durante los primeros compases de la pandemia. Por un lado, las fuerzas de la oposición criticaban la gestión realizada por el Ejecutivo central, encabezado por el presidente del Gobierno, el socialista Pedro Sánchez, a quién acusaban de no ofrecer la cifra real de fallecidos por covid-19. Por su parte, las fuerzas que integran el gobierno de coalición acusaban a la oposición de buscar rédito electoral a partir de la capitalización política de la pandemia, mientras centraban sus críticas en la gestión de la presidenta de la Comunidad de Madrid, la popular Isabel Díaz Ayuso, especialmente en relación con las residencias de mayores.

En este sentido, este capítulo analiza las diferentes acusaciones de mentir que se producen en las sesiones parlamentarias celebradas en el Congreso de los Diputados durante los primeros meses de la pandemia de covid-19 en España, debido, por un lado, a que las intervenciones que realizan los actores políticos en el parlamento constituyen una fuente de información valiosa y adecuada para el estudio de la desinformación y, por otro lado, a las características del discurso parlamentario, que favorecen la proliferación de la desinformación como arma política.

Según Pujante (2010), los discursos políticos, entre los que cabría enmarcar los discursos parlamentarios, pertenecen al género deliberativo, a saber, un debate discursivo en el que se tratan cuestiones que afectan al devenir del conjunto de la sociedad. En cambio, la investigación acredita que la comunicación parlamentaria se caracteriza por el uso estratégico que realizan los parlamentarios para consolidar su posición pública (Fuentes Rodríguez, 2013) y la de su partido, en un entorno habitualmente hostil (Ilie, 2003).

Todo ello, según Van Dijk (2005), responde a las características del contexto en el que se produce el discurso parlamentario, caracterizado por una serie de particularidades exclusivas como la ubicación y el rol de los participantes, las argumentaciones, el léxico o las fórmulas especiales de tratamiento, así como la convivencia entre un amplio abanico de posicionamientos ideológicos, la delimitación de las funciones de cada miembro y la capacidad legislativa de la cámara, entre otras.

Por todos estos motivos, la literatura académica afirma que el discurso en sede parlamentaria se caracteriza más por la confrontación de macroideas y sistemas de creencias en un contexto altamente polarizado que por un debate racional de opiniones, ideas o propuestas concretas (Fuentes Rodríguez, 2013), un escenario idóneo para que proliferen estas estrategias basadas en el descrédito al rival político a partir del reproche moral que supone mentir.

 

2. Objetivos

 

Esta investigación tiene como objetivo principal analizar los discursos públicos de los principales actores políticos en relación con el uso de la desinformación como estrategia política. En este sentido, el propósito fundamental de este capítulo es examinar el alcance de la desinformación como herramienta de confrontación política frente a adversarios ideológicos. Específicamente, se busca identificar y analizar las acusaciones mutuas de mentir realizadas entre las principales organizaciones partidistas del parlamento español durante las sesiones celebradas en la primera etapa de la pandemia de covid-19.

A partir de este objetivo general, se desprenden los siguientes objetivos específicos:

O1. Examinar la relevancia de las acusaciones de mentir dirigidas hacia los adversarios políticos en los discursos de los partidos en el Congreso de los Diputados.

O2. Analizar la dirección de este tipo de acusaciones; es decir, si predominan entre partidos de orientaciones ideológicas contrapuestas o, por el contrario, se aprecian con independencia de las posiciones políticas de los partidos.

O3. Identificar los temas relacionados con la pandemia de covid-19 que fueron objeto de un número más elevado de acusaciones de desinformación entre las fuerzas políticas.

O4. Estudiar características concretas (perfil de la persona que lanza la acusación, si utiliza material para demostrar su veracidad y cómo responde a los ataques que recibe) que conforman esta estrategia.

3. Metodología

La población de estudio de esta investigación está compuesta por los Diarios de Sesiones del Congreso de los Diputados durante la primera etapa de la pandemia en España: desde la aprobación del Decreto del Estado de Alarma en España, es decir, desde el 18 de marzo del año 2020 hasta el 21 de junio de ese mismo año, día en el que expiró el estado de alarma y el país entró en la denominada «nueva normalidad». Es decir, se han analizado las 16 Sesiones Plenarias que se celebraron durante este periodo a través de los Diarios de Sesiones disponibles en el repositorio digital de la web del Congreso de los Diputados.

Conviene mencionar que el análisis se limita a aquellas intervenciones llevadas a cabo por los grupos parlamentarios mayoritarios (PSOE, PP, Vox, Podemos y Ciudadanos). Se toman en consideración las intervenciones de los portavoces parlamentarios, así como de los principales líderes de los partidos políticos mencionados, tal y como se muestra en la tabla 1.

Tabla 1. Líderes políticos y portavoces parlamentarios en el Congreso de los Diputados durante el marco temporal seleccionado.

Grupo parlamentario

Líder político

Portavoz parlamentario

PSOE

Pedro Sánchez

Adriana Lastra

PP 

Pablo Casado

Cayetana Álvarez de Toledo

Vox

Santiago Abascal

Iván Espinosa de los Monteros

Unidas Podemos

Pablo Iglesias

Pablo Echenique

Ciudadanos

Inés Arrimadas

Edmundo Bal

Fuente: elaboración propia.

 

Para abordar el alcance de la desinformación en el discurso parlamentario y su uso como arma de descrédito político, la metodología empleada se sustenta en el análisis cuantitativo de las diferentes intervenciones de los parlamentarios. Este enfoque permite abordar de manera integral la instrumentalización del fenómeno de la desinformación en el ámbito parlamentario, proporcionando un marco analítico para comprender su rol en las dinámicas de confrontación política durante la primera fase de la pandemia en España. Para ello, se han establecido un total de seis variables que se exponen a continuación. Cabe señalar que, tras realizar un análisis previo de las cinco primeras Sesiones Plenarias (con el objetivo de construir las variables de análisis), sólo se han tenido en cuenta cuestiones relacionadas directa o indirectamente con la pandemia de covid-19, ya que estos asuntos son los que concitaban un mayor interés durante el marco temporal seleccionado dada la gravedad y excepcionalidad de la situación.

Por último, se ha realizado un análisis estadístico para garantizar la validez de los resultados. En concreto, se ha aplicado un contraste de hipótesis (Chi-cuadrado) al cruzar ciertas variables para observar si existe asociación estadística entre ellas. Estos resultados cabe interpretarlos de la siguiente manera: cuando el valor-P es menor de 0,05 existe cierta asociación estadística entre las variables cruzadas con un nivel de confianza del 95,0%. Es decir, están relacionadas. Por el contrario, si el valor-P es mayor o igual que 0,05, entonces podemos asumir que las variables son independientes, y que no están relacionadas estadísticamente. Los resultados de este contraste de hipótesis se comentan en la sección de resultados junto con las tablas cruzadas y los gráficos elaborados. 4. Resultados

A continuación, se presentan los resultados obtenidos a partir del estudio de la desinformación como estrategia de confrontación entre los adversarios políticos.

La tabla 2 recoge el número de veces que los diferentes grupos parlamentarios recriminan a sus adversarios políticos mentir, y muestra que los partidos de la oposición son los que más utilizaron esta estrategia. El Partido Popular aglutina cerca de la mitad de las acusaciones, con un total de 80. Asimismo, Vox es el responsable de un tercio de estas acusaciones, con 56. Por su parte, los partidos de gobierno, PSOE y Unidas Podemos, registran 19 y 10 acusaciones a otro grupo de utilizar información falsa, respectivamente. Ciudadanos es el partido que menos acusaciones vierte sobre el rival, con 7. Con todo, el número total de acusaciones que realizan todos los portavoces y líderes políticos analizados asciende a 172.

Tabla 2. Número de acusaciones que realiza cada grupo parlamentario a otro de utilizar información falsa o mentir.

Partido acusador (emisor de la acusación)

Frecuencia

Porcentaje

PSOE

19

11,05%

PP

80

46,51%

Vox

56

32,56%

Unidas Podemos

10

5,81%

Ciudadanos

7

4,07%

TOTAL

172

100%

Fuente: elaboración propia.

 

En este sentido, los datos recopilados en la tabla 3 señalan que el PSOE, principal partido de gobierno, es la formación que más acusaciones recibe de utilizar información engañosa, con un total de 123, lo que supone el 74% del total. Es decir, prácticamente 3 de cada 4 acusaciones de mentir registradas durante el periodo temporal seleccionado están dirigidas al PSOE. Si tenemos en cuenta también las acusaciones recibidas por parte de Unidas Podemos, podemos establecer que los partidos que conforman el ejecutivo concentrarían más del 82% de las acusaciones de mentir vertidas en el Congreso de los Diputados, mientras que PP y Vox únicamente recibirían cerca del 18%. Una cuestión reseñable es que ningún grupo parlamentario recrimina a Ciudadanos hacerse eco de informaciones falsas.

Tabla 3. Número de veces que un partido es acusado de utilizar información falsa o mentir.

Partido acusado (receptor de la acusación)

Frecuencia

Porcentaje

PSOE

123

74,42%

PP

21

12,21%

Vox

9

5,23%

Unidas Podemos

14

8,14%

Ciudadanos

0

0%

TOTAL

172

100%

Fuente: elaboración propia.

 

¿Qué ocurre cuando cruzamos la variable «partido acusador» con la variable «partido acusado»? Es decir, ¿entre qué partidos políticos se acusan más de mentir? Tal y como muestra la Figura 1, se observa que las acusaciones se producen entre organizaciones partidistas inscritas en esferas ideológicas antagónicas. Las formaciones del espectro ideológico de la izquierda (PSOE y Unidas Podemos) lanzan acusaciones a los grupos parlamentarios de la derecha (PP y Vox). De hecho, solo se detecta una acusación entre partidos que pertenecen a la misma esfera ideológica: en este caso, de la derecha, concretamente de Vox hacia el Partido Popular. En esta línea, los datos revelan que el PP y Vox lanzan sus acusaciones, mayoritariamente, hacia los políticos socialistas y que, por su parte, el destinatario habitual de las ofensivas del PSOE y Unidas Podemos es el PP, en mayor medida que Vox. Las diferencias entre los grupos ideológicos comentados, atendiendo a la prueba del Chi-cuadrado, son estadísticamente significativas al 95% de probabilidad.

En otras palabras, la estrategia de utilizar la desinformación como arma para desacreditar al rival ideológico se despliega, sobre todo, en el contexto de la batalla entre las formaciones de izquierda y las de derecha (aunque de forma claramente desigual), mientras que las acusaciones entre partidos que se inscriben en la misma esfera ideológica son prácticamente inexistentes.

En cuanto al cargo que ocupa la persona que lanza la acusación de mentir a otro grupo parlamentario, es decir, si el responsable es el líder político de la formación o, en cambio, es el portavoz en el Congreso de los Diputados, encontramos una diferencia significativa. Principalmente, los resultados señalan que el líder de la formación (el secretario general o el presidente del partido, en función de la jerarquía interna de cada partido), es quién más habitualmente acusa a los demás grupos de mentir, con un 81% del total de las acusaciones. Esta circunstancia podría responder al número mayor de intervenciones que estas figuras protagonizan en sede parlamentaria, así como su mayor extensión respecto a los portavoces, aunque la diferencia entre ambos perfiles resulta clara.

Tabla 4. Perfil de la persona que acusa a otra formación de mentir.

Perfil

Frecuencia

Porcentaje

Líder

139

80,8%

Portavoz

33

19,2%

TOTAL

172

100%

Fuente: elaboración propia.

 

Sin embargo, encontramos en Ciudadanos y Unidas Podemos dos casos que rompen esta tendencia, puesto que, en ambas formaciones, es el portavoz parlamentario y no el líder político el que más habitualmente acusa a otros partidos de mentir (véase la figura 2). Es decir, en el caso de Unidas Podemos, Pablo Echenique, portavoz de la formación morada en el Congreso, acusa a sus adversarios políticos de mentir más veces que Pablo Iglesias. De hecho, en Ciudadanos, no se ha registrado ninguna acusación de este tipo en los discursos de la presidenta de la formación naranja, Inés Arrimadas, por lo que todas corresponden a su portavoz parlamentario, Edmundo Bal. En el caso del PP y Vox, la gran mayoría de las acusaciones las realizan los líderes políticos de la formación, mientras que en el caso del PSOE, están algo más repartidas. De nuevo, el contraste de hipótesis Chi-cuadrado indica que ambas variables están asociadas estadísticamente al 95% de probabilidad.

Por otra parte, la tabla 5 muestra la distribución de los temas que más recurrentemente han sido objeto de las acusaciones de desinformación por parte de los partidos políticos. Aunque hay temas que coparon gran parte de las recriminaciones cruzadas entre grupos, como son los datos de fallecidos y contagiados (17%) y la virulencia del virus (10%), la gran mayoría de las acusaciones son difusas y no se corresponden con ningún tema específico (39%). Es decir, las acusaciones entre los partidos políticos son, habitualmente, generales, inconcretas y vacías.

Tabla 5. Temas sobre los que los grupos políticos se acusan mutuamente de mentir.

Temas

Total

Porcentaje

Acusación difusa

67

38,95%

Datos contagiados/fallecidos

30

17,44%

Virulencia virus

17

9,88%

Implementación medidas necesarias

8

4,65%

Disponibilidad material sanitario

7

4,07%

Gasto sanitario

6

3,49%

Consecuencias económicas

5

2,91%

Recomendaciones OMS

4

2,33%

Búsqueda de acuerdos y pactos

4

2,33%

Privatización sanidad

3

1,74%

Actividad parlamentaria

3

1,74%

Manifestación feminista 8M

2

1,16%

Otros

16

9,30%

Total

172

100%

Fuente: elaboración propia.

 

A continuación, se comentan los resultados del análisis sobre los temas que han sido objeto de acusaciones de desinformación entre los principales partidos políticos en España, destacando patrones relevantes tanto en la emisión como en la recepción de estos ataques. Es necesario resaltar que los temas que más habitualmente utilizan los grupos parlamentarios como ejes de sus acusaciones sobre desinformación sí que varían significativamente en función del partido que las enuncia. Es decir, existe una asociación estadística entre los temas sobre los que se acusa y el partido acusador al 95% de probabilidad. En cambio, esta asociación no se produce con motivo de los temas sobre los que reciben acusaciones cada formación. En otras palabras, no podemos afirmar que ambas variables estén relacionadas y, por tanto, desde el punto de vista estadístico, no se puede afirmar que exista una correspondencia entre el tema y el partido que recibe la acusación.

En términos generales, las acusaciones difusas —aquellas que no se relacionan con ningún tema concreto y tienen un carácter general— representan la mayoría de los ataques entre partidos. Sin embargo, sí se aprecia cierta preferencia en los grupos de la derecha (PP y, en particular, Vox) de confrontar a partir de los datos de contagiados y fallecidos. Además, los populares son los que más acusaciones de mentir realizan sobre la disponibilidad de material sanitario, como respiradores, trajes de protección EPI o pruebas diagnósticas. De hecho, el PP es el que más variedad temática presenta en sus ataques, ya que se detectan acusaciones en 10 de los 11 temas analizados. En Vox, por su parte, además de los ataques generales y el cuestionamiento de la veracidad de los datos, también preponderan las acusaciones sobre el ocultamiento de la gravedad del coronavirus, cuestionando en repetidas ocasiones la transparencia del gobierno central en la comunicación de la virulencia de la pandemia.

Por lo que respecta al PSOE y Unidas Podemos, ambos se inclinan de manera habitual por las acusaciones difusas, si bien es cierto que la formación morada lanza más acusaciones sobre los cifra de fallecidos y contagiados que el principal partido del ejecutivo a los partidos de la derecha, en este caso al PP, con motivo de la gestión de la pandemia por parte de la presidenta de la Comunidad de Madrid, la popular Isabel Díaz Ayuso.

En cuanto a los ataques recibidos, el PSOE se posiciona como el principal objetivo de las acusaciones de la oposición. Tanto PP como Vox concentran sus críticas en el principal partido de gobierno, con especial énfasis en las cifras oficiales de contagiados y fallecidos (aunque las acusaciones difusas siguen siendo las que presentan un número más elevado). Otros temas recurrentes en las acusaciones contra el PSOE incluyen la virulencia del virus y la disponibilidad de material sanitario. Por el contrario, la temática de las acusaciones al resto de partidos es mucho más variada y, como se ha indicado anteriormente, no se han encontrado patrones estables y asociaciones estadísticamente significativas que muestren hallazgos destacables.

En conjunto, los datos ponen de manifiesto que las acusaciones difusas son un recurso compartido por todas las fuerzas políticas, sin que ningún partido destaque significativamente sobre los demás en su uso. Dicho de otro modo, las recriminaciones vagas y generales constituyen una estrategia común en el repertorio discursivo de todas las formaciones, con independencia de las posiciones ideológicas de cada organización.

Por otro lado, los resultados también señalan que los grupos parlamentarios no utilizan ningún elemento que sustente sus acusaciones de mentir, ya que en el 87% de los casos no se hace referencia a los datos de la administración o de otras organizaciones, así como a sentencias judiciales que apoyen su discurso. Es decir, se trata de una estrategia de descrédito del rival político que rara vez está sustanciada en algún dato, estudio, o fuente externa que la avale (véase la tabla 6).

Por último, los resultados revelan que las acusaciones de mentir no generan la inquietud suficiente entre los partidos políticos como para tener la necesidad de responder (figura 3). Únicamente en casos excepcionales, los intervinientes atacados deciden referirse explícitamente a la acusación que reciben de utilizar información falsa. Solamente Vox y PSOE, de manera muy minoritaria, responden devolviendo dicho ataque y acusan a la formación de ser la responsable de los hechos que se les atribuyen. Pedro Sánchez, además, también amplía con datos su discurso anterior tras la recriminación del adversario, aunque, como se ha señalado, de manera muy esporádica (únicamente en 10 ocasiones) atendiendo al número total de acusaciones que recibe.

Tabla 6. Apoyo que utilizan los partidos políticos para sustentar la acusación de mentir.

Material de apoyo

Frecuencia

Porcentaje

No existe

150

87,31%

Datos oficiales de la administración

9

5,23%

Datos y/o recomendaciones de la OMS

5

2,91%

Pronunciamientos de otras organizaciones

5

2,91%

Sentencias judiciales

2

1,16%

Producción del periodismo fact-checking

1

0,58%

TOTAL

172

100%

Fuente: elaboración propia.

 

5. Discusión y conclusiones

 

Los resultados evidencian que la instrumentalización del fenómeno de la desinformación aparece como elemento central en la estrategia de todos los partidos políticos en los debates parlamentarios celebrados durante los primeros meses de la pandemia de covid-19 en España. Esta instrumentalización de la desinformación se produce en mayor medida en los partidos de la esfera ideológica de la derecha, es decir, Vox y, especialmente, el Partido Popular. Ambas formaciones son responsables de la mayoría de las acusaciones que recriminan al adversario ideológico utilizar información falsa o engañosa en sus argumentaciones, mientras que el volumen de este tipo de ataques por parte de PSOE, Podemos y Ciudadanos es significativamente menor.

Estos resultados, por tanto, son coherentes con investigaciones previas que señalan que los niveles de polarización afectiva de la sociedad son más elevados cuando el PP se encuentra en la oposición, en comparación con los periodos en los que forma parte del gobierno (Torcal; Comellas, 2022), y que la formación popular tiende a proferir acusaciones de realizar discursos de odio a sus adversarios políticos (Seguí-Cosme; Iranzo, 2024), una estrategia polarizadora que podría asemejarse al fenómeno estudiado en este capítulo. Sin embargo, sería necesario replicar estos análisis en contextos en los que el PP se encuentre en el gobierno para determinar si esta tendencia a acusar al rival de desinformar persiste independientemente de su posición en el espectro de poder o si, por el contrario, ocupar el ejecutivo modifica su estrategia discursiva.

Ahora bien, en cuanto a las temáticas principales que son objeto de esas acusaciones, todas las formaciones políticas encuentran en la acusación general e inconcreta su aliado por excelencia para atacar a sus respectivos rivales. Es decir, se acusa al rival de mentir de manera amplia, sin especificar qué cabe recriminar o no se corresponde con la realidad, un hecho que acredita que la desinformación es más una estrategia política para desgastar al rival político que un intento de corregir una descripción de la realidad errónea, deliberada o no. Se deshecha, así, cualquier posibilidad de contribuir a un debate público razonable, fundado en un conocimiento exacto de la realidad. El objetivo último no reside en enmendar las intervenciones para enriquecer la discusión parlamentaria, sino en desgastar al adversario a partir de una acusación socialmente censurable: la mentira.

Así, estos hallazgos confirman los resultados observados en investigaciones previas (Hidalgo Tenorio; Sánchez García, 2017; García García, 2023) que también han centrado parte de sus análisis en estudiar las acusaciones de mentir vertidas entre organizaciones partidistas y la relevancia de esta dimensión del fenómeno de la desinformación en la estrategia política actual.

No obstante, este predominio de acusaciones difusas en los discursos parlamentarios constituye un desafío considerable para la salud de las democracias representativas. La desinformación general y vaga diluye el debate público y erosiona la capacidad del parlamento para cumplir con su función deliberativa, especialmente en un contexto como los primeros meses de la pandemia de covid-19. El problema radica en que estas acusaciones difusas no permiten identificar puntos de desacuerdo específicos que puedan ser debatidos o refutados de manera sustantiva. En lugar de fomentar un intercambio racional de ideas, este tipo de desinformación desvía la atención de cuestiones fundamentales, como por ejemplo la gestión de la crisis sanitaria, hacia una dinámica de confrontación simbólica. El predominio del irracionalismo y el control de las emociones sobre la razón impactan profundamente en la naturaleza del debate público, dando lugar a lo que Arias Maldonado (2016) denomina una «democracia post-factual», en la cual los hechos objetivos pierden relevancia frente a las sensaciones y percepciones que estos generan.

Cuando esto no ocurre, es decir, cuando la acusación de mentir se corresponde a un tema en concreto, los datos muestran cómo no se suele hacer uso de información que avale dicha argumentación. No existe un sustento en forma de datos oficiales, sentencias judiciales, ni siquiera recomendaciones sanitarias de organizaciones supranacionales, como la OMS, en el que la acusación pueda apoyarse y ganar credibilidad. La acusación, ya no difusa en cuanto al tema, continúa mostrándose desdibujada, ya que la ciudadanía no tiene forma de conocer de manera fehaciente si es el acusado o el acusador quien está, precisamente, mintiendo.

Resulta interesante que, en una sola ocasión, se utilice la producción de los periodistas dedicados a la verificación de la información (fact-cheking) para acompañar una acusación al rival de mentir. No solo porque se trate de un material idóneo para dotar de cuerpo a la argumentación, sino porque el periodismo fact-cheking se ha erigido como el tótem de la lucha contra la desinformación durante los últimos años (Mayoral; Parratt; Morata, 2019; Dias; Sippitt, 2020), y diversos estudios han acreditado la instrumentalización de este tipo de periodismo (Paniagua-Rojano; Seoane-Pérez; Magallón-Rosa, 2020; Díez-Garrido; Calvo; Cano-Orón, 2022).

Desde una perspectiva global, esta tendencia representa un riesgo significativo para la calidad de las democracias. La ausencia de un contenido verificable en las acusaciones perpetúa un entorno donde la verdad se torna relativa, se banaliza la mentira y los argumentos se sostienen más en la emoción que en la evidencia y la racionalidad (Gutiérrez-Rubí, 2019). Pero, desde el punto de vista de la emergencia sanitaria, supone una anomalía todavía más preocupante. Priorizar objetivos de índole política y electoral resulta especialmente problemático en una situación como la pandemia, ya que «la polarización se produce apelando a identidades partidistas y territoriales que no tienen una incidencia directa sobre las condiciones de vida de la ciudadanía» (Miller, 2020: 13) en un momento en el que la ciudadanía más necesitaba información de calidad por parte de sus gobernantes (Fernández Alcaide, 2023).

Prueba de la deriva del discurso parlamentario son, también, las escasas respuestas que los líderes políticos y los portavoces realizan cuando son acusados de mentir. Pese al elevado número de incriminaciones, estas no generan el interés que cabría esperar en las formaciones por desligarse de una práctica tan grave. En la mayoría de los casos, no lo creen necesario. Y la mentira, como arma de descrédito, pasa a concebirse como un elemento más del debate político.

Por otro lado, cabe destacar que estas acusaciones se producen entre las dos grandes esferas ideológicas de referencia en España: se trata de un reproche que se despliega de manera cruzada entre los partidos adheridos a la izquierda y la derecha. Es decir, los partidos politizan el fenómeno de la desinformación como un arma arrojadiza para erosionar el prestigio de su rival ideológico. El efecto polarizador de este fenómeno, por tanto, es significativo. En lugar de fomentar un debate político basado en la búsqueda de consensos o en la confrontación de ideas con rigor y evidencia, las acusaciones de desinformación cruzada contribuyen a la consolidación de bloques ideológicos mutuamente excluyentes y cada vez más alejados. Esto, a su vez, reduce los espacios de diálogo y dificulta la posibilidad de alcanzar acuerdos transversales en cuestiones de interés común, especialmente en contextos de crisis como la emergencia sanitaria provocada por el coronavirus.

Por consiguiente, la preocupación no radica únicamente en el volumen de estas acusaciones ni en el peligro que supone la instrumentalización de la desinformación, sino también en su utilización con fines partidistas, lo que convierte este fenómeno en una herramienta estratégica para desacreditar al adversario político. Este escenario contribuye, inevitablemente, a un aumento significativo de la polarización afectiva en la sociedad, fenómeno que promueve el tribalismo moral (Greene, 2013), esto es, la adhesión a comunidades afectivas y emocionales cada vez más rígidas.

En este contexto, resulta crucial reflexionar sobre los mecanismos para contrarrestar el uso de acusaciones vacías y promover otro tipo de discurso político. Esto podría implicar, por un lado, la adopción de medidas institucionales que incentiven la rendición de cuentas (Peschard, 2005; Aguilar García, 2022) y, por otro, el fortalecimiento de la alfabetización mediática de la ciudadanía (Morejón-Llamas, 2020; Sádaba; Salaverría, 2023; García-Roca; Sánchez-Fortún, 2023) para que pueda diferenciar entre acusaciones fundamentadas y estrategias interesadas basadas en información falsa. Asimismo, con el objetivo de reducir los niveles de polarización, desde la academia se han planteado diversas propuestas superar las divisiones partidistas, entre las cuales destaca la promoción del contacto entre grupos antagónicos con el objetivo de alcanzar mayores consensos entre individuos con identidades políticas diferenciadas (Levendusky, 2017). En el caso particular de España, otro enfoque relevante consistiría en articular el debate público a partir de medidas concretas (Miller, 2020) en lugar de generalidades, simbolismos y personalismos.

 

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5.

Figura 1. Acusaciones cruzadas entre partidos políticos.

Fuente: elaboración propia.

Figura 2. Distribución de las acusaciones según el perfil del interviniente de cada partido político.

Fuente: elaboración propia.

Figura 3. Respuesta a las acusaciones de mentir por partido político.

Fuente: elaboración propia.